― ¿Casarnos, señor Pemberton? ―le digo sorprendida― ¿no cree que esto es muy exagerado?
―Exagerado, pero resuelve tu problema y el mío, de paso―dice con una sonrisa, lo cual me tiene consternada―y no va a ser por amor, que es mejor para ambos.
— ¿Mi problema? —le digo, aunque no sé cómo esto va a resolver que Neil me siga buscando.
—Cásate conmigo y te ayudaré a legalizar tu situación—indica y pone los ojos en blanco y ahora lo miro sacando una caja de su mesilla de noche.
—Pero ¿qué hace? —le digo anonadada—no pretenderá que...—le digo, pero me interrumpe.
―Ya tenía esto para hacer mejor el papel, y ahora lo podremos usar en serio―añade y me muestra dos alianzas y quedo pasmada, así que aprovecha el momento, para tratar de medirme un anillo de compromiso, pero lo detengo.
—No, señor Pemberton, no haga eso—le digo y retiro mi mano de la suya—y ahora me retiro, porque no he terminado mi trabajo, y ya voy muy retrasada―añado y trato de irme, pero él se coloca delante de mí y casi me choco con su cuerpo, que emana un calor que me atrae hasta él, quien ahora me mira y respira profundo.
―Tan solo escúchame, ¿quieres, Valery? ―añade y yo lo miro con las cejas arqueadas y él se muerde el labio inferior y me corta la respiración.
―Tengo mucho trabajo por delante y estoy muy retrasada―le digo y él se separa de mí, pero, antes de que salga, me toma por la mano y yo lo vuelvo a mirar.
―Te espero mañana a las ocho de la mañana en la corte de la ciudad, para que lo hagamos todo oficialmente―me pide y yo lo miro extrañada―trae una identificación y yo llevaré a un abogado, quien arreglará tus documentos, para que tu situación sea legal―añade, pero yo sigo perpleja, porque esto puede ser una trampa.
―No me casaré con un hombre que conozco hace cinco minutos―le digo y me suelto de su agarre.
―No digas nada aún―me dice con una ceja levantada―solo ve y has tu trabajo y luego, medítalo con la almohada―indica y esto me hace tragar en seco, pero me abre la puerta, así que salgo y lo miro de reojo.
Esto es muy tentador, pero tengo que pensar en mi seguridad.
Y es cuando pienso en mí y en Maggie y lo bueno que fuera que estuviéramos legales y optar por un mejor trabajo, libre de las humillaciones de gente como Amelie.
―Muchas gracias por su ofrecimiento y… hasta pronto, señor Pemberton―le digo y le devuelvo su cheque, pero no lo acepta, así que lo guardo.
"Luego lo romperé", me digo y me dirijo hasta el pasillo y a mi carrito, el cual se encuentra intacto.
Entonces, voy al elevador, porque ya he terminado con mi trabajo por aquí, pero quedo de piedra, en cuanto el ascensor se detiene en el piso donde está la oficina de las mucamas.
―Ha sido un placer volver a verlo, señor McCain―le dice Amelie y yo me escondo detrás de mi carrito, para que no me vea.
―Dele mi dirección y mis datos y dígale que es importante que conversemos―le pide Neil a mi jefa y yo quedo más que extrañada, porque no se me olvida la razón por la cual no puedo volver a mi país natal y por qué he tenido que autoexiliarme, aceptando humillaciones de todo el mundo, por ser una indocumentada.
―Le aseguro que eso haré en cuanto la vea―le canturrea, como si se le estuviera ofreciendo a mi hermanastro, lo cual me preocupa mucho.
Definitivamente que no puedo regresar a la oficina de las mucamas, porque de seguro que Amelie le informará a Neil que estoy aquí, así que dejo mi carrito en el pasillo y me voy a toda prisa del hotel, para que Neil no me encuentre.
~~~
Un rato más tarde, me encuentro en un parque, lejos del hotel y del apartamento que comparto con Maggie, temblando como una hoja en pleno invierno, pensando si me encontraré a Neil en casa, si es que Amelie le entregó mi dirección.
Entonces, escucho mi teléfono y me doy cuenta de que se trata de Maggie, así que lo contesto de inmediato.
“Hola”, digo y la respuesta no se hace esperar.
“Oh, que bueno que te encuentro”, me dice contenta, “¿pudiste recoger mi cheque en la oficina de mucamas?", me recuerda y trago en seco, "necesito el dinero, porque la niña está mal otra vez", me solicita y yo doy un suspiro, “te hice cena para compensarte por el favor", añade y ahora sí que me siento mal, escondiéndome como una niña temerosa, cuando mi amiga está resolviendo como puede sus problemas de adulta.
“¿No ha ido nadie a preguntar por mí?”, le digo toda preocupada, a pesar de que sé lo importante que es para ella que su hija esté bien.
“No, nadie ha venido”, me contesta y ahora me siento mejor, “te hice costillas de cerdo y puré de papas”, agrega y ahora mi estómago ruge.
“Iré en un rato, que debo resolver un problema, primero”, le miento y cuelgo, porque debo solucionar el tema de su cheque, ya que no pude ir a la oficina a recogerlo, lo cual me deja muy mal, porque su hija ha recaído enferma.
Entonces, recuerdo lo que tengo en mi bolsillo, el cheque en blanco que me entregó el señor Pemberton, que ahora resulta tentador, considerando la crisis que tiene mi amiga ahora mismo.
Pero esto me va a comprometer a aceptar su propuesta.
No importa, porque la salud de la pequeña Eliana está en juego, así que le pongo mi nombre y mi identificación falsa al cheque, la que uso para poder cobrar mi salario.
También le coloco la cifra que suele ganar Maggie con cada pago, porque no tomaré más, por si me arrepiento a lo último y debo pagar esto que ahora necesita mi compañera de habitación.
Entonces, me encamino a la casa de cambio en donde suelo hacer efectivo mi cheque, en donde no me preguntan mucho, solamente le ponen más atención al porcentaje que cobran por el servicio, que a veces suele ser excesivo, pero es mejor cobrar una parte, que no cobrar nada.
El hombre de la casa de cambio mira la identificación y mi rostro, luego abre la caja registradora y me da el dinero, así que me voy corriendo al apartamento, para entregarle el dinero a Maggie y que pueda comprar las medicinas de la pequeña Eliana.
Un dinero que me compromete a poner en peligro mi vida, si es que este señor no es lo que dice ser y resulta que es un tratante de blancas. Así que llego a casa y le entrego el dinero a Maggie, quien me ha preparado un plato con comida y se va de inmediato hasta la farmacia, a buscar alivio al sufrimiento de su bebé.
Y ahora, mi suerte está echada.
Al día siguiente me levanto y me coloco mi mejor vestido, después de todo, una no se casa todos los días, aunque sea de mentira, así que me muevo a toda prisa para ir a la corte, donde debe estar esperándome mi futuro esposo falso. También hago una pequeña maleta con ropa suficiente para pasar el resto de la semana. ― ¿A dónde vas? ―me pregunta Maggie en cuanto me ve―no iras a trabajar así, ¿verdad? ―me dice y me señala de pie a cabeza mi traje, mi mejor vestido de coctel. ―No, hoy no trabajaré―le digo con una sonrisa―alguien me pidió que fuera hasta una isla hasta el domingo y eso es lo que haré. ― ¿A una isla? ¿sabes que eso puede ser peligroso? ―me dice preocupada―ahora siento miedo por ti, no vaya a ser que...―trata de decirme, pero la interrumpo. ―No es nada malo, iré a limpiar una gran mansión por allá, por eso me tomará todo ese tiempo―le aseguro y me voy, para que no me siga preguntando. Unos minutos después, estoy frente al señor Pemberton, quien me ve llegar al juzgado y
Entonces, siento que un escalofrío me recorre por todo el cuerpo, solamente de pensar que nos encontraremos a la sabandija esa a donde nos dirigimos. ¿Le tendré que confesar al señor Pemberton qué me une con Neil en realidad? Seguro que sí, porque es algo que saldrá a la luz tarde o temprano y es mejor que lo sepa por mí, en lugar de que Neil le dé su versión de la historia. Y ahora me pregunto por qué me interesa tanto que lo sepa, después de todo, solo lo conozco desde ayer. Pero la respuesta no se hace esperar en mi corazón, que se encuentra todo acelerado. No quiero que le hagan daño al señor Pemberton y mucho menos, alguien que me ha amenazado de muerte. ~~~ Luego llegamos al muelle y el chofer introduce la limosina en el ferri privado, mientras encuentro el valor para decirle. ―Debes cambiarte de ropa―me anuncia Dylan, justo cuando le voy a contar todo, así que supongo que esta verdad debe esperar un poco más y solo espero no encontrarme con mi hermanastro por el camino.
―Pues, sí, lo soy―le indico algo molesta y trago en seco.―Ya decía yo que había algo raro por aquí―me dice y hace un bufido―te he lanzado mi mejor armamento y no has caído en mis brazos―añade y yo pongo los ojos en blanco, porque es todo un arrogante.Entonces, empieza a colocarse sus pantalones delante de mí como si nada, así que pongo mi cara para otro lado, pero parece que él está disfrutando en la manera que estoy reaccionando.― ¿Te has puesto a pensar que a lo mejor debes ser la única mujer virgen de tu edad, Valery? ―se mofa esta vez de mí, lo que me enoja.―A lo mejor sea la única virgen de veinticuatro años, pero no soy del tipo de personas que anden por ahí buscando a ver quién me desvirga, solo por mi edad―le digo toda pagada de mí misma, como tenía mucho tiempo que no lo hacía.―Pues, no sabes lo que te estás perdiendo―señala y se acerca a mi oído con su cuerpo casi desnudo lo que me corta la respiración, pero trato de recomponerme.―Asumo que sí, que lo más probable es q
― ¿Te ocurre algo? ―inquiere Dylan, ya que he dejado de bailar, de lo atónita que he quedado al ver al hombre de mis pesadillas durante los últimos cinco años.Y es que me sentía muy relajada hasta hace cinco minutos, ya que me habían asegurado de que no estaría por aquí, sin embargo, asumo que tiene tantas ganas de conseguir el contrato como Dylan, quien se ha casado conmigo por lo legal, solo para tener su oportunidad.Entonces, me pregunto qué estará dispuesto a hacer Neil y las posibilidades solo me hacen temblar.―Iré al tocador, si no hay ningún inconveniente―le digo a Dylan y este asienta con la cabeza.Así que intento esconderme en uno de los pasillos, esperando a que Neil se vaya, pero no puedo, porque Nessim está detrás de mí con el ceño fruncido.― ¿Le ocurre algo malo? ―me dice extrañado, pero yo muevo la cabeza de lado a lado y sigo caminando, tratando de que no note que quería espiarlos.―Ya vuelvo―le digo al guardaespaldas, cuando estoy en la puerta de los tocadores, pe
Sus palabras me hacen temblar de pie a cabeza y ahora me pregunto en donde se supone que está mi guardaespaldas.―No entiendo a lo que te refieres, Neil―le digo y él se acerca a mí de manera amenazante.― ¿Estás tratando de vengarte? ―me espeta cabreado, al tiempo que estrella su puño contra la pared―te lo advierto, Valery, si te has asociado con mi enemigo, me voy a encargar de que tú, Dylan y su negocio se vengan abajo―ruge cerca de mi oído y yo trato de apartar su cara de la mía.―Ya déjame en paz, Neil―chillo de miedo―no me interesas ni tú ni nada que tenga que ver contigo, así que ya te puedes largar de por aquí―le digo, pero entonces, veo cómo su presencia desaparece de mi cara.― ¡Deja a mi esposa en paz! ―le dice Dylan, quien lo tiene por el cuello y ahora lo ha puesto contra la pared.― ¡No le he hecho nada! ―le dice y entonces Dylan lo suelta y ambos se están midiendo con el ceño fruncido―pero esto no puede ser casualidad, que tú y ella estén confabulados en mi contra― le es
Me despierto escuchando el ronronear de alguien, mientras me encuentro acurrucada a un pecho y soy rodeada por unos brazos que me asen con firmeza.Y se sienten tan bien, aunque sé que está todo mal, así que trato de deshacerme de esos fornidos brazos, pero, en cuanto siente que me muevo, me llevan más cerca de su pecho, lo que hace que mi corazón palpite a mil por hora y escucho al señor Pemberton reírse.―Buenos días, Valery―me dice, con su aliento rozando mi oído― ¿has dormido bien? ―inquiere todo burlesco, pero no le respondo, en lugar de eso, trato de salir de sus brazos y su embrujo, pero no me lo permite.― ¿Buenos días? ¡señor Pemberton! ―le respondo toda sonrojada y molesta a la vez―pero, qué pretende con tenerme así―le digo enfurruñada.―Pues, no he sido yo, sino tú―me dice con socarronería.―Pero, usted me está abrazando―le señalo desconcertada―y estoy segura de no haberle pedido que me abrace―le añado y se ríe aún más―así que le ruego que me suelte.― ¿Estás segura? ―señal
― ¿Otra vez con eso? ―le digo toda molesta―no soy ninguna esposa falsa, mira―señalo y le entrego la identificación que me dieron en el juzgado―este es mi nombre legal, así que te agradezco que ni siquiera quieras ir por ese lado―le advierto y él observa sorprendido, mirándome con las cejas arqueadas y luego respira profundo.―Pues, sé de algunos lugares que se encargan de hacer buenas identificaciones falsas, por lo que sé―me suelta y yo le sonrío.Y vaya si lo sé, si yo uso una para cambiar mi cheque cada dos semanas, pero eso no viene al caso.―Pues, has lo que quieras, pero luego no te quejes, si te das cuenta de que te has puesto ha investigar por el gusto―le digo muy pagada de mí misma y es justo en el momento en que se aparece mi falso esposo.―Pero, miren a quién tenemos por aquí―le dice a mi hermanastro, al tiempo que me besa la coronilla―Neil McCain―le dice con sorna― ¿algo que se te haya perdido? ―observa, al tiempo que me toma de la cintura y me da un beso, pero esta vez en
―Eso se escucha como si no creyera que Dylan y yo estuviéramos casados, señor―le digo con algo de indignación.―Para nada, Valery―me dice y me guiña un ojo, lo cual tensa a Dylan a mi lado―estoy seguro de que él es capaz de todo, con tal de conseguir lo que quiere y si dice que están casados, lo creo, aunque habría que ver qué tan de verdad es ese matrimonio―asegura y ahora estoy confundida por sus palabras―sin embargo, él ha traído la mejor propuesta de todas, a pesar de todos los peros que pueda tener acerca de esa vida que dicen que llevas.―Te aseguro, Henry, que todos son rumores―le señala mi falso esposo, pero el señor Clarkson, lejos de estar molesto, lanza una carcajada que nos sorprende a todos.―En cambio, aquí tenemos a una gran promesa que viene desde el extranjero, para hablarnos de la calidad de sus zapatos, los cuales han sorprendido a todos los socios de este pequeño convivio anual―indica y Neil sonríe satisfecho, al igual que Amanda, que no puede disimular lo orgullos