*Marcus*
Esa sensación de hormigueo me siguió hasta que llegamos al piso donde se encontraba la oficina de Jane.
En el camino me fue explicando las distintas áreas del complejo, desde el área de recreación de los empleados, hasta el comedor de bajo costo y la guardería.
Uno de los más grandes de la ciudad, donde no solo se cuidaba al empleado sino también se cuidaba la ecología, ya que ochenta por ciento de la energía del complejo era creada por energía solar, gracias a un sistema de última generación de paneles solares instalados en los techos del complejo.
Por no decir el mayor de ellos y el más importante, Industrias Harrison era una de las empresas más importantes del país, teniendo otros complejos alrededor del país y en otros paises tambien, pero aquí estaba la central de todo y sus departamentos se encargan de las distintas sucursales, así que Jane era la líder de un gran grupo de personas.
Cuando el ascensor se abrió pasamos un recibidor vacío y llegamos a un área abierta con varias salas de reuniones y un escritorio en un rincón.
La mujer sentada detrás de esa monstruosidad de escritorio, comparado con ella, parecía una niña.
—Jane.
La voz aguda llegó a mis tímpanos destruyendolos, pero antes de que se acercara del todo a Jane, ella se detuvo y me miró fijamente.
Su metro cincuenta la hacía parecer una hobbit a mi lado.
—Eli, te presento a Marcus Harrison, nuestro nuevo jefe.
Ella abrió aún más los ojos y el sonido que escuche en ese momento me hizo vibrar, pero de una forma diferente.
—Tu rostro no tiene precio.
Jane se rió aún más cuando se fue acercando al escritorio y comió de las galletas que estaban allí, relajada, como si toda la tensión que tenía hubiera desaparecido de repente, el traje ajustado color azul oscuro le quedaba perfecto, marcando su delgada figura, el cabello lo tenía atado en una trenza que hacía un dibujo extraño en toda su cabeza, pero lo que más llamaba mi atención eran sus ojos, de un verde intenso.
—Lo siento señor Harrison, ya tengo listo sus itinerarios de hoy, arreglé una cita con cada uno de los jefes de departamento y mañana habrá una reunión con los socios.
La eficiencia no iba con su tamaño.
Agradezco su ayuda y me acerque a donde Jane devoraba las galletas.
Su rostro estaba algo colorado.
Adorable.
—Jane, te traigo café, ¿señor Harrison usted?
La hobbit se giró y me miró.
Los ojos negros iban muy bien con su pelo del mismo color, realmente era una chica muy linda.
—Café.
Ella sonrió y se dirigió a otro lugar del piso.
Cuando Jane me miró noté que lloraba, su rubor se debía a eso.
Eso no me gustó.
Limpie su lágrima y no se porque la bese pegando mis labios a los suyos.
¡Carajo!
El fuego fue una explosión y sin poder controlarme la subí al escritorio.
Ella empezó a tocarme y eso fue nuestra perdición.
Cuando bajé sus pantalones ella fue la que me guió al lugar correcto y entre sin pensarlo dos veces.
¡Carajo!
El fuego no se apagó, la tensión entre ambos era palpable en el aire, pero la distancia que tomó cuando acabamos fue inesperada y fría.
La sensación de vacío no me gusto.
Ella me miró unos segundos y después desapareció por donde había ido su asistente.
Entendí su indirecta.
Me acomodé la ropa y agradecí que fuera temprano y todo estuviera casi vacío en el piso.
Fui hasta la planta baja y llegué al edificio principal.
Bernard estaba hablando con uno de los hombres de seguridad en la planta abierta que unía varios sectores del complejo.
Cuando me vio se sorprendió bastante.
Negué con la cabeza y él continuó con el tema de conversación que tenía con el otro empleado, mientras yo seguí mi camino.
Al subir al último piso me encontré en un área abierta con una recepción ostentosa.
Con cuatro escritorios y rodeada de salas de reuniones, pero su tamaño era mayor al del edificio de Jane.
Pensar en ella me dio una sensación extraña.
—¿Quién fue la afortunada?
La voz de Bernard llegó desde atrás antes de que logre recorrer todo el espacio hasta mi oficina.
Me palmeó la espalda al ponerse a mi lado.
Ignoré su pregunta y me dirigí a la oficina principal.
La ante oficina tenía espacio para una secretaria y pasando las puertas dobles había un gran espacio donde podría reunirme a solas con una o más personas.
La oficina principal era enorme y la decoración tenía el sello de papá en todos lados.
—Hay que remodelar este lugar.
Me senté de este lado del escritorio, porque siempre había sido así, hasta ahora.
—Está bien, no me lo digas, hablaré con diseño y construcción para que se encarguen del tema de la renovación.
Lo mire sonriendo de lado.
Bernard parecía un hombre mayor, pero realmente tenía mi edad, mejor dicho es un año menor.
—Llama a Jane y a Eli, que vengan aquí.
Los nombres volaron por su rostro unos segundos hasta que tomó el celular e hizo una llamada.
Calculo que hablaba con Eli.
—¿Entonces me dirás?
Su pregunta no iba a ser respondida.
Bernard sabía que llevaba varios meses sin intimar con una mujer.
Estaba harto de esa vida.
—¿Se nota?
No sé por qué hice esa pregunta de adolescente cuando había pensado dejar el tema ahí.
Bernard se me rió en la cara.
—Pareces un niño en navidad Marcus, tienes ese brillo en los ojos, ¿es algo serio?
La pregunta fue en ese tono que usa para darme malas noticias.
—No, solo fue una vez.
Cuando eso salió de mis labios quise retractarme de inmediato.
—Mejor así, debes enfocarte en esto ahora, ya tendrás tiempo para las mujeres.
En plural no, solo estaba pensando en una mujer.
—¿Tienes alguna novedad para mí?
—No mucho, cuentas en el extranjero y dinero faltante, sin datos concretos, por ahora.
Ese "por ahora" fue en ese tono que dice "haré mi trabajo como siempre".
Bernard era un genio de la informática corporativa, tenía contactos en las altas esferas de seguridad nacional y privada, también había creado varios de los sistemas que se usan para proteger los datos y privacidad de los funcionarios del gobierno, o también la seguridad hogareña de las personas comunes.
Unos diez o doce minutos después aparecieron por las puertas dobles dos mujeres que parecían dominar el mundo, hasta que una de ellas se colocó detrás de la otra y se achicó aún más de lo que sus ciento cincuenta centímetros se lo permitían, haciéndola ver como una niña.
*Jane* Eli se encontraba en la cocina del piso. El espacio contaba con todo lo necesario para preparar comida si fuera necesario. Ella estaba con los auriculares y tarareaba una canción. Moleste su visual para que me prestara atención, ya que ni siquiera se dio cuenta que había entrado. La sonrisa que apareció en su rostro no me gustó. —No. Ella no dejó de sonreír. —Jane, él es increíble. Esa sonrisa eran falsas esperanzas. Marcus y yo no tendríamos ese ni ningún tipo de relación que
*Marcus* La reunión con Jane y Eli terminó bastante bien. Avanzamos con algunos puntos. Cuando estuvimos a solas pregunté a Bernard que era esa mirada hacia la hobbit y él solo me dijo que era privado. —¿Privado significa látigos y cadenas? Él se rió y me golpeó la espalda. La pequeña Eli no se veía como ese tipo de mujer, pero Bernard tenía un tercer ojo para identificarlas. Espero que no haya puesto ese ojo sobre mí Jane. ¡Carajo! Descarte ese sentimiento de propiedad sobre ella de inmediato. *Jane* Al abrir los ojos vi la cara de Eli muy de cerca, me aleje de ella y me di cuenta que sonreía. Estaba en una habitación desconocida. Bueno desconocida hasta que desperte por completo y recorde que habia tenido sexo con mi nuevo jefe. Y también había dormido en su cama. Cama que ahora ocupaba, con Eli muy cerca también. Cuando me di cuenta que las posibilidades eran muy altas toqué mi panza. ¿Habían pasado veinticuatro horas? ¿Ya era posible afirmarlo? Me golpeé mentalmente por esa idea. —Quiero ir a casa Eli. Comienzan por pequeñas cosas
*Marcus* Jane comenzó a llorar de forma descontrolada. Ian entró en la habitación y me corrió de su lado. La abrazó pegandola a él. Eso no fue lo peor. El dolor de los gritos me partió el alma. Jamás había tenido esta sensación. No se que me pasó, pero en ese mismo instante en que la vi así me lo prometí. Borraría ese dolor de ella. No importa cuanto me cueste. Empecé a acariciarla y en algún momento Ian me dejó más lugar. Al tomarl
*Eli* Quería abrazar a ese hombre, quería llenarlo de besos y si era posible dublicarlo en masa. —Gracias Marcus. Le di un abrazo que él recibió. —¿Vamos? Bernard me extendió una mano. La tomé y la corriente eléctrica fue instantánea. Me despedí de Marcus y quedamos que nos reuniriamos en la oficina a primera hora. Bernard me guió hasta afuera donde tomamos un taxi. Mi departamento no estaba lejos del hospital. Unos diez minutos después ya estábamos en la entrada.
*Jane* Eli entró a la habitación con un pote de helado en una mano y varias carpetas en la otra. Su bolso también tenía más carpetas. —¿Cómo te sientes? Realmente no quería contestar eso. —Perdón. Ella dejó todo en la punta de la cama y me abrazó. Quería que sea la última vez. Quería que el dolor se fuera. —Todo va a estar bien. Esa sonrisa no perdía el brillo. ¿Cómo era posible que ella siga sonriendo? *Marcus* Unos minutos más tarde el doctor Brown salió de la habitación sin decir una palabra, se fue por el pasillo ignorando todo lo que tenía a su alrededor. Volví a entrar. Jane estaba en la cama y me miró fijamente apenas crucé el umbral de la puerta. —No haré esto, no te voy a obligar a que me sostengas. ¡Carajo! ¿Él se negó? Me acerqué a la cama y me puse a un lado. Hice que ella se apoyara en mi pecho. —No se que sucederá con nosotros Jane, pero estoy aquí y no me iré, por ahora solo eso es lo que te puedo asegurar. <Información importante
*Jane* No sabía si decir que estaba enamorada o simplemente estaba encandilada por un hombre como Marcus. Su sonrisa era de esas que te hacen sonreír y no sabría si correspondo a esa sonrisa. Debo ser un desastre. Vamos Jane. ¿De verdad crees que él gusta de ti? Eres un desastre. Utilice el celular como espejo y me di cuenta que estaba pálida y ojerosa. Pálida y ojerosa. Un desastre en todas sus letras. Estaba leyendo unos documentos cuando Eli me llamó. Último capítulo