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Sobre gustos no hay nada escrito

*Eli*

Quería abrazar a ese hombre, quería llenarlo de besos y si era posible dublicarlo en masa.

—Gracias Marcus.

Le di un abrazo que él recibió.

—¿Vamos?

Bernard me extendió una mano.

La tomé y la corriente eléctrica fue instantánea.

Me despedí de Marcus y quedamos que nos reuniriamos en la oficina a primera hora.

Bernard me guió hasta afuera donde tomamos un taxi.

Mi departamento no estaba lejos del hospital. 

Unos diez minutos después ya estábamos en la entrada.

—Gracias por acompañarme.

Iba a bajarme cuando él tomó mi barbilla.

—Deberías de saber que me pone muy celoso que abraces a otro hombre.

El tono sexual de su voz me erizo la piel.

—Tu no eres mi amo.

La sonrisa en su rostro era malvada.

Estaba en llamas y él era el causante.

—Subamos y corroboremos eso.

Asentí.

Solo asentí porque mi boca estaba seca.

Este hombre me prendía de una manera inusual.

Al cerrar la puerta del departamento el asalto fue inmediato.

Me acorraló contra la misma puerta que acababa de cerrar y con una de sus manos elevo las mías.

Esto era lo que me gustaba, esto era lo que quería.

Cuando desperté estaba atada a la cabecera de la cama.

Con una corbata color azul oscuro.

Su corbata.

Todo lo que hicimos anoche vino a mi mente.

Lo que un buen amo puede hacer con pocos elementos.

Me desate con un poco de esfuerzo y al salir del baño luego de mis rituales matutinos me lo encontré en la cocina.

Preparando el desayuno.

—Hola.

Él sonrió de esa forma malvada.

—Siéntate, ya casi termino.

Deseaba no obedecer, deseaba tener voluntad propia, pero estaba hechizada por él.

Un buen amo.

—Relájate.

Esa palabra me hizo respirar nuevamente.

Todo mi sistema empezó a funcionar correctamente.

Bernard se me acercó y me dio una fresa en la boca.

Luego un beso.

Estaba por ir por más cuando su teléfono lo hizo maldecir.

—Pollard.

La voz ronca salió con odio.

Él me miró mientras escuchaba la voz en el oído.

—Si, así es.

—No se preocupe, acérquese a un hospital cercano a su domicilio y ellos harán todo el trámite, recibirá el dinero de inmediato.

Su tono de voz estaba más tranquilo, pero aun así estaba apurado por terminar la llamada.

—Si claro, gracias a usted.

—Hasta luego.

Cuando cortó la llamada me beso.

Necesitaba respirar, pero eso no era de importancia para él al parecer.

Cuando se separó de mí estaba deseoso.

—Era una mujer que tiene el mismo tipo de sangre que Jane, hará una donación en las siguientes horas.

—Gracias.

Salte de la banca y lo abrace.

Él me subió a la mesada y me abrió las piernas.

—Mantén tus manos quietas o te atare.

La voz ronca me hizo vibrar. 

Cuando encontró la posición correcta me lo hizo rápido y sin problemas.

Él sabía que tomaba anticonceptivos y estábamos seguros que ambos estábamos limpios de cualquier enfermedad.

Todos los protocolos del Club cumplidos a la perfección.

—Debo ir con Marcus, ¿te llevo a la oficina?

Debo trabajar.

Jane está en el hospital.

Concentrate Elizabeth. 

—Si por favor, me cambiare rápido, solo diez minutos más. 

—Si tardas más iré por ti.

Esa sonrisa malvada me hacía querer tardar más de diez minutos, pero necesitaba concentrarme.

La atracción sexual entre ambos era palpable en el aire y porque no tenerla cuando Bernard era un espécimen masculino perfecto.

Al llegar a la oficina le dije que debía pasar por la oficina de Jane.

En el camino leí unos cuantos mails donde Jane me pedía cosas, fueron enviados durante toda la noche.

Ella sin poder dormir y yo disfrutando del mejor amo que conocí.

La actitud de Bernard cambió apenas bajamos del auto.

Estaba bien por mi.

Él no era mi amo ni yo su sumisa.

Aunque lo intente durante toda la mañana no pude lograr dejar de pensar en él. 

Bernard no me llamó ni me envió ningún mensaje y sabía que él tenía mi número. 

Jane había hecho un gran avance con respecto a los fondos de la empresa que fueron transferidos a cuentas en el extranjero.

Ian me llamó temprano para decirme que no debía dejarla sola en esto.

Si trabajar era lo que quería hacer eso debíamos darle.

La donación de sangre llegó a ella y Peter nos dijo que estaba evolucionando satisfactoriamente. 

Aún no podíamos saber si estaba embarazada o no, pero la idea era increíble.

Quise no pensar en Mary, pero toda esta situación me la trajo a la memoria sin poder evitarlo.

La noticia de su embarazo fue una explosion de alegría, que disfrutamos lo poco que duró, lo siguiente que pasó opaco toda alegría que pudiéramos tener y las mala noticias fueron seguidas de más malas noticias.

Realmente no quería llevar mis pensamientos allí.

Sin lugar a dudas el cielo se ganó un perfecto ángel.

Ella se fue, pero nosotros seguimos aquí y lo mejor que podíamos hacer era seguir adelante como se lo prometimos.

Eran las tres de la tarde cuando tomé un taxi para ir al hospital.

Fue ahí cuando Bernard me llamó.

—¿A dónde vas?

De acuerdo eso no era lo que esperaba.

—No tengo porque darle explicaciones señor Pollard.

Él se rió bajo.

—Ambos sabemos que eso es incorrecto, tengo un contrato listo para ser revisado, esta noche en mi casa, ahora sí ¿dónde vas?

Me prendí al escuchar eso.

Bernard Pollard tenía unas recomendaciones increíbles en el Club y sin lugar a dudas firmaria un contrato con él. 

—Iré con mi mejor amiga, ella está hospitalizada, espero que sepa comprender las circunstancias de mi vida personal señor Pollard.

—Lo sabía, solo quería que usted me lo dijera, pasaré por ti a las seis.

De acuerdo, era ahora o nunca.

—Que sea a las siete.

Si se negaba estaba perdida, si aceptaba tenía esperanzas de poder poner ciertos límites en el contrato, cosa que necesitaba, porque no iba a dejar a Jane sola, ni siquiera por Bernard Pollard.

—En punto estaré ahi, cuidate.

La última palabra fue dicha en un tono diferente y no me dio chance a responder porque cortó la llamada.

De acuerdo no era ni el momento ni el lugar para intentar descifrar a un hombre como él.

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