*Marcus*
La reunión con Jane y Eli terminó bastante bien.
Avanzamos con algunos puntos.
Cuando estuvimos a solas pregunté a Bernard que era esa mirada hacia la hobbit y él solo me dijo que era privado.
—¿Privado significa látigos y cadenas?
Él se rió y me golpeó la espalda.
La pequeña Eli no se veía como ese tipo de mujer, pero Bernard tenía un tercer ojo para identificarlas.
Espero que no haya puesto ese ojo sobre mí Jane.
¡Carajo!
Descarte ese sentimiento de propiedad sobre ella de inmediato.
Cuando deje la oficina ya se había hecho de noche.
En el estacionamiento aún estaba la moto de Jane.
Lady.
Esa monstruosidad tenía de todo menos la delicadeza de una dama, pero me gustaba como Jane manejaba a la bestia.
¡Carajo!
La idea de ella montándome se me clavó en medio de los ojos y el deseo creció entre mis piernas.
Estaba solo en el estacionamiento y no lo pensé dos veces.
Volví al nivel principal y me dirigí al edificio de la izquierda del complejo.
Subí al último piso donde estaba la oficina de Jane.
Eli no estaba en su lugar y esperaba que no estuviera dentro de la oficina.
Entré sin golpear y me la encontré en el suelo rodeada de papeles.
Ella levantó la vista, pero no se sorprendió.
—¿Puedo ayudarle con algo?
Mire a mi alrededor y note que estaba sola.
Me bajé los pantalones y me quedé en mi lugar deseando que el mensaje fuera bien recibido.
Ella se mordió los labios y clavó su mirada entre mis piernas.
Palpitaba de deseo.
Se levantó del suelo y caminó hacia mí.
En el camino se quitó parte de la ropa y cuando llegó la alcé del suelo.
Estaba húmeda.
Caliente y húmeda.
Ella me beso hambrienta.
Como me calentaba esta mujer.
En menos de veinticuatro horas había logrado lo que otras tardaban semanas.
Me quedé sobre ella en el escritorio.
Ella no se movió más.
Hasta que me separé y me di cuenta que se había quedado dormida.
La lleve hasta el único sillón que había y busque en la oficina algo para taparla.
Había una manta en uno de los armarios así que se la coloqué encima.
Pasó casi una hora cuando me di cuenta que ella ya no despertaria.
La tomé en brazos y me la llevé abajo.
La subí al auto y conduje a casa.
Cuando llegamos ella ni siquiera se había dado cuenta del movimiento.
Subimos al departamento y la acomodé en mi cama.
¡Carajo!
Debí llevarla a la habitación de huéspedes.
Cuando recalcule en esa idea iba a levantarla y cambiarla de cuarto, pero ella empezó a moverse.
Como si tuviera una pesadilla.
Me acerqué e intenté calmarla.
Ella se colgó de mi cuello llevándome a la cama.
Su cuerpo estaba caliente y fresco a la vez.
Cuando la acomodó mejor ella ya se calmó y continuó durmiendo.
Me quedé a su lado hasta que también me dormí.
La alarma sonó a las seis y me di cuenta que no podía moverme.
Estaba enredado con Jane.
Ella se sobresaltó y me miró fijamente.
Luego miró a su alrededor.
—Estas en mi casa.
Tenía la voz ronca y para nada sensual así que carraspeé intentando aclararmela un poco.
Ella se volvió a acomodar sin decirme nada.
—¿Qué estoy haciendo?
El susurro me dejó pensando.
¿Por qué se lamentaba?
Porque vamos, no soy mal amante.
La alarma volvió a sonar.
Genial, no la había apagado.
—¿Qué hora es?
—Las seis y diez.
Ella asintió y se volvió a acomodar en el hueco de mi axila.
La posición le quedaba perfecta, la altura del brazo no le molestaba.
Unos minutos después ella se subió encima mío.
—No tengo ninguna enfermedad.
La información debía ser dada en algún momento.
—¿Por qué dices eso?
Su pregunta me sorprendió.
A menos que fuera una amante activa y no le importara su salud, era muy importante saber esas cosas.
—No usamos protección.
Ella abrió los ojos.
Su rostro ya no estaba relajado y al final se bajó de la cama de un salto.
Empezó a dar vueltas en el lugar.
—Te aseguro que estoy sano.
Intente calmarla aun cuando no sabía si su nerviosismo era por esto.
—No usamos protección.
La afirmación no fue recibida en un primer momento.
Hasta que entendí.
Ella no usa ningún método anticonceptivo.
¡Carajo!
¡Carajo!
¡Carajo!
Cuando ella se dio cuenta de que me había dado cuenta se colocó contra la pared, a la defensiva.
—Debes ir a la farmacia para que te den algo.
La cara de horror no me gustó nada.
Ella sin decir nada más abrió la puerta y se fue.
Estaba con una sábana a modo de vestido solamente que se lo fue acomodando mejor a medida que se alejaba.
La seguí semi desnudo y me crucé a Barbara, la mujer que se encargaba de la casa.
Ella señaló en dirección a la entrada.
Jane estaba en el ascensor cuando casi la alcanzo.
Las puertas se me cerraron en la cara.
Espere hasta que el ascensor regrese y la segui.
Lo que me encontré en la planta baja no era lo que esperaba.
Jane estaba a un lado.
Llorando sin consuelo.
Juan, el encargado del edificio no sabía qué hacer.
—Llama a Barbara, que nos traiga ropa.
Él se fue con rapidez.
Me acerqué a Jane.
La abrace.
El calor que desprendía su cuerpo era increíblemente relajante.
Los espasmos del llanto no tanto.
Se quedó dormida llorando y la lleve de regreso al departamento.
Llamé a Eli y ella me dijo que se encargaría.
Unos treinta minutos después ella y otro hombre estaban en la puerta.
Él era atractivo.
Esperaba que me dijera que era su hermano o primo.
Los celos que me nacieron me superaron.
—Ian Martin, soy el terapeuta de Jane.
¿Terapeuta?
No era la respuesta que esperaba, pero la acepte.
Los hice pasar y ellos se detuvieron en la puerta de la habitación.
—¿Por qué tuvo el ataque?
Ian preguntó antes de entrar.
—Hablábamos sobre algo y ella salió disparada del departamento, cuando llegue a ella estaba llorando sin consuelo.
—¿De qué hablaban?
No quería darle detalles.
—Es personal.
Su frente se arrugó y me miró fijamente.
—Jane está pasando por un momento personal muy difícil, su situación sentimental es muy frágil, necesito saber porque ella se puso así delante de un desconocido.
Buen punto.
Era un completo desconocido.
—Tuvimos relaciones sin protección.
La cara de sorpresa de ambos cambió a una sonrisa de oreja a oreja.
No entendí porque ese cambio.
Eli fue la primera en entrar sin decir una palabra.
—¿Ella no te dijo nada? ¿Solo salió corriendo?
¡Carajo!
No quería quedar como el malo de la historia.
—Le dije que fuera a una farmacia.
¡Carajo!
El doctor me golpeó.
Cuando mi cabeza dejó de rebotar me tocó la boca.
En la mano tenía sangre.
—Alejate de ella, no te metas en su vida.
Cuando se giró para entrar en la habitación lo frenó.
—Fue un primer pensamiento, egoísta lo sé, pero no quiere decir que no quiera enfrentarme al problema.
Él se me plantó delante y me enfrentó.
—Tu no sabes una m****a sobre Jane, esto no es un problema, es una solución.
*Jane* Al abrir los ojos vi la cara de Eli muy de cerca, me aleje de ella y me di cuenta que sonreía. Estaba en una habitación desconocida. Bueno desconocida hasta que desperte por completo y recorde que habia tenido sexo con mi nuevo jefe. Y también había dormido en su cama. Cama que ahora ocupaba, con Eli muy cerca también. Cuando me di cuenta que las posibilidades eran muy altas toqué mi panza. ¿Habían pasado veinticuatro horas? ¿Ya era posible afirmarlo? Me golpeé mentalmente por esa idea. —Quiero ir a casa Eli.
*Marcus* Jane comenzó a llorar de forma descontrolada. Ian entró en la habitación y me corrió de su lado. La abrazó pegandola a él. Eso no fue lo peor. El dolor de los gritos me partió el alma. Jamás había tenido esta sensación. No se que me pasó, pero en ese mismo instante en que la vi así me lo prometí. Borraría ese dolor de ella. No importa cuanto me cueste. Empecé a acariciarla y en algún momento Ian me dejó más lugar. Al tomarl
*Eli* Quería abrazar a ese hombre, quería llenarlo de besos y si era posible dublicarlo en masa. —Gracias Marcus. Le di un abrazo que él recibió. —¿Vamos? Bernard me extendió una mano. La tomé y la corriente eléctrica fue instantánea. Me despedí de Marcus y quedamos que nos reuniriamos en la oficina a primera hora. Bernard me guió hasta afuera donde tomamos un taxi. Mi departamento no estaba lejos del hospital. Unos diez minutos después ya estábamos en la entrada.
*Jane* Eli entró a la habitación con un pote de helado en una mano y varias carpetas en la otra. Su bolso también tenía más carpetas. —¿Cómo te sientes? Realmente no quería contestar eso. —Perdón. Ella dejó todo en la punta de la cama y me abrazó. Quería que sea la última vez. Quería que el dolor se fuera. —Todo va a estar bien. Esa sonrisa no perdía el brillo. ¿Cómo era posible que ella siga sonriendo? *Marcus* Unos minutos más tarde el doctor Brown salió de la habitación sin decir una palabra, se fue por el pasillo ignorando todo lo que tenía a su alrededor. Volví a entrar. Jane estaba en la cama y me miró fijamente apenas crucé el umbral de la puerta. —No haré esto, no te voy a obligar a que me sostengas. ¡Carajo! ¿Él se negó? Me acerqué a la cama y me puse a un lado. Hice que ella se apoyara en mi pecho. —No se que sucederá con nosotros Jane, pero estoy aquí y no me iré, por ahora solo eso es lo que te puedo asegurar. <Información importante
*Jane* No sabía si decir que estaba enamorada o simplemente estaba encandilada por un hombre como Marcus. Su sonrisa era de esas que te hacen sonreír y no sabría si correspondo a esa sonrisa. Debo ser un desastre. Vamos Jane. ¿De verdad crees que él gusta de ti? Eres un desastre. Utilice el celular como espejo y me di cuenta que estaba pálida y ojerosa. Pálida y ojerosa. Un desastre en todas sus letras. Estaba leyendo unos documentos cuando Eli me llamó. *Marcus* Jane no paró en todo el día de enviarme notas y documentos resumidos, envíe un almuerzo para ella y también Bernard se aseguro de ponerle seguridad. Todo este asunto de una posible madre biológica no estaba seguro de que fuera algo bueno así que pediría asesoramiento. Entró en la recepción y una asistente me pidió mis datos. —Quiero hablar con Ian Martin, es un asunto personal. Ignore su pedido y la mire fijamente. —Claro, pero el doctor Martin ahora está con un paciente y su agenda está completa, puedo tomar sus datos y agendar una cita o también puedo hacer una consulta de emergencia si ese fuera el caso. Miro el nombMejor mantenemos la información en secreto
*Jane* Marcus se quedó a dormir en el hospital conmigo los dos días que siguieron y por primera vez en meses dormí más de dos horas seguidas. Las pesadillas que se habían vuelto más intensas apenas eran alertas nocturnas. Cuando le dije que iría a su casa esa sonrisa de lado no se fue de su rostro. Cada vez que Marcus y Peter se cruzaban parecía que había una competencia por cual de los dos llamaba más mi atención, como si fueran un pavo real. No entendía porque Peter se comportaba así. Nuestra relación había terminado, en malos términos y hacía mucho. Estaba sentada en el despacho de Marcus, que básicamente era mío porque lo es