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Capítulo 3: ¿Qué voy a hacer?

— Lisa... ¿Qué vas a hacer?— me pregunta Mara, colocando su mano en la mía. ¿Qué voy a hacer? Excelente pregunta.

—No quiero presionarte, y Dios sabe que prefiero cualquier cosa a que vuelvas con él pero… no es algo a tomarlo a la ligera, además está el tema de... — 

— Lo sé... la adopción. Se vendría todo abajo, ¿verdad? Años de trámites, justo ahora que estamos por entregar los últimos papeles— digo y se me forma un nudo en el estómago. 

— No soy abogada experta en este tema, pero si… que estuvieras casada ayudaría muchísimo. Sin contar que tengo fecha para llevar esos papeles. Los podemos llevar sin acta de matrimonio… no es buena opción no presentarnos. El tribunal puede interpretar que no estás interesada, y comenzar de nuevo va a ser más complicado. Sin contar que se perdería años de trámites— dice ella y yo suspiro. 

—Podría postularme como soltera— 

—Lo sé pero… sabemos que en pareja hay más probabilidades…— dice ella viéndome triste. 

—¡Pero yo soy una mujer independiente, nunca he necesitado de nadie!— 

—Lo sé… pero así es el sistema… buscan la pareja “ideal”— me dice. Es irónico, ninguna pareja es ideal. Yo suspiro, parece que todos los problemas se me vienen encima, deberían venir de a uno por lo menos.

—Además, hay otra cosa…— indica ella yo la veo perdida ¿Puede ser peor la situación?— Están tus registros médicos, tu enfermedad… no te ayuda— me dice ella tomando mi mano. Lo que me dice es muy duro pero… es verdad. No van a querer dar un niño a una mujer sola que estuvo muy enferma. 

—No quiero hacerte sentir mal mi alma… todos sabemos que tú estás sana como cualquiera, pero…— completa ella con remordimiento.

—Lo sé mi Mara linda…— le digo tomando sus manos, sigo cabizbaja —Es tu deber darme los pros y contras. No solo eres mi amiga, sino que haces tu trabajo, uno muy bueno, por cierto— le digo. Ella quiere solo lo mejor para mí, como amiga y abogada. Jamás le gustó James, debí haberla escuchado. 

—¡Bueno, pero tengamos algo de fe! Tienes un buen trabajo y eso cuenta muchísimo— dice ella tratando de darme ánimos y yo cierro los ojos. Dios mio… que semana de porquería.

—Ayyy Mara… el nuevo doctor me odia, y eso puede afectar mi empleo. Soltera y desempleada, ¡qué maravillosa candidata para una adopción! Tengo que buscar la forma de ganármelo— digo soplándome la nariz. 

—Tontita... es imposible que alguien te odie. Él solo necesita conocerte un poco más, y ya verás que en poco tiempo estará encantado con la Gerente Jones— dice. Me dice que me puedo quedar con ella cuanto quiera.

De vuelta en el Hospital, por casi un par de horas me había olvidado de mis desgracias, y de repente recibí un mensaje de James. 

Me preguntaba dónde estaba, sí estaba bien, me comentaba que necesitamos hablar. Y otra vez se me cayó el cielo. A estas alturas la boda no se iba a hacer. Tenía que hacer tantas cosas, devolver regalos, avisar que no se iba a dar. 

¿Para qué se iba a casar conmigo? Ya tenía a otra… y embarazada. Es verdad que éramos novios de hace años, pero la razón principal de casarnos era por el tema de la adopción. Qué tonta he sido. 

Por supuesto que todo lo que puede salir mal, va a salir mal y me encontré con el Doctor Wagner, en ese preciso y fatal momento mientras me subo al ascensor, luego de llorar de nuevo y tener la cara hinchada. Fantástico, Lisa, realmente fantástico Hoy, él parecía inclusive mucho más atractivo, mientras yo me sentía como una cucaracha aplastada en medio de la acera. 

Sus cabellos parecían hebras de oro, y a través de sus ojos de azul de mar paradisíaco, me miraba con extrañeza. Ahora lucia su bata y abajo ese uniforme azul oscuro. ¿Saben lo que dicen de hombres con uniforme? ¿Qué se ven realmente bien? Bueno, este hombre se veía mejor. Pero su expresión era lo opuesto a atractivo.

— Doctor Wagner... — le pregunto, lamentando encontrármelo justo cuando estoy en este estado… por segunda vez. Mirándome con desdén.

—Señorita Jones…—

— Lisa — digo yo y él asiente. 

— Lisa... ¿Supongo que sigue con sus problemas personales?— pregunta viéndome con los ojos hinchados de nuevo, y cuando voy a contestarle… el ascensor se detiene ¡Juro que estos son los peores días de mi vida!. 

Nos quedamos en esos minutos en donde estamos simplemente en negación, esperando que el aparato se mueva. Pero en cuanto se prenden las luces de emergencia, entendemos que ha habido una falla sustancial y que sin duda alguna no va a arrancar a moverse de nuevo. 

Estamos solo él y yo. Él hace todo lo que se debe hacer, toca todos los botones, pero es en vano. Yo de un momento a otro me veo sentada en el suelo, mis piernas estiradas suspirando, sintiendo que el corazón me late muy fuerte, inspirando y aspirando rápidamente. 

El Doctor se sienta a mi lado y los dos simplemente nos quedamos callados obviando la situación. Mi respiración empieza a ser cada vez más irregular, siento que me falta el oxígeno y él parece darse cuenta. 

—Pareciera que estoy preguntando todo el tiempo lo mismo pero... ¿Realmente se encuentra bien Lisa?— me dice y se acerca a mí, su tono es ahora realmente preocupado. No me había dado cuenta, pero de repente mis manos tiemblan.

—No sé qué sucede... Siento que me falta el aire y me siento nerviosa— digo con vos frágil.

— ¿Tiene miedo de estar en lugares encerrados?— dice él y ahora se  inclina junto a mí, veo su rostro con duda. 

—Realmente no... es solo que han estado pasando muchas cosas y simplemente creo que...— digo negando. 

—Respira conmigo Lisa... poco a poco— me dice, yo asiento. Respiro con él en movimientos sonoros y pausados. Uno, dos, tres. No puedo evitar sentirme nerviosa. 

—Yo... no quiero que piense que yo soy una persona que no puede con este trabajo. Realmente me estoy esforzando y sé apartar mis problemas personales de lo profesional... doctor— le digo hablándole, honestamente tragando saliva. 

Estoy segura de que eso es lo que piensa de mí, que soy una mujer frágil y llorona, que es incapaz de poder llevar una gerencia importante en un hospital. Pero él no sabe quién soy realmente. 

—Me puedes llamar Oliver— dice y me mira con curiosidad. 

—Yo… solo quiero demostrar cuan dispuesta estoy a hacer lo que sea necesario… que nos llevemos bien y que esté feliz aquí— confieso y él parece no tener ni un gesto en su cara. Qué difícil es leer a este hombre. 

—Lo sé, pero no es el momento— dice él, pero yo… me mantengo firme.

—Tal como me dijo ayer… solo le pido que me dé una oportunidad. Creo que la merezco— digo de forma un poco altanera y él se ve sorprendido.

—Está bien— accede él no de muy buen agrado. 

Empiezo de forma intranquila a explicar los planes que tengo de expansión, de becas, de alianzas con otros institutos, el enfoque en el instituto de investigación. No es una charla formal, sino más bien una exposición de mis ideas con todo el análisis que he hecho desde todo punto de vista.  

Al poco tiempo me relajo, Oliver me da algunas ideas y me hace muy buenas preguntas y cuando menos me doy cuenta ya ha pasado un buen rato y ambos estamos aquí sentados en el suelo del ascensor hablando. Me doy cuenta de que al hablar de mi plan, me he concentrado en eso y he olvidado todos los demás problemas. 

—Debo decir que en términos generales... parecen un plan decente— dice. Al menos no dijo que era malo. De repente, no me había dado cuenta de que estábamos tan cerca. Su brazo rosa el mío, y sus piernas kilométricas está muy cerca de las mías. 

—Gracias... por escucharme, hablar de esto me ha ayudado mucho— le confieso. 

Nos quedamos así,  yo observo sus ojos y él mi boca. Jamás imaginaré estar así con él, se ve menos amargado y me vuelvo a percatar de lo atractivo que es. 

Él levanta su mano, y va a colocar un mechón detrás de mi cabello, vuelvo a respirar de forma agitada, pero por otra razón. 

Pero justo en ese momento el ascensor vuelve a estar en movimiento, y las puertas se abren en el siguiente piso. Ambos damos un salto y nos separamos y vemos al equipo de seguridad y a otros trabajadores que nos observan aliviadas. 

—¡Oh que bueno que están bien! ¡Estábamos preocupados! Fue una falla general y solo ustedes estaban encerrados— dice el vigilante, mientras Oliver me ayuda a levantarme. Salgo temblando y me encuentro a Mara que me da un abrazo. 

—¡Venía a buscarte y no te encontraba! ¿Estás bien? Te ves sonrojada— me dice con los ojos entrecerrados. Cuando ve que me había quedado encerrada con él, coloca una sonrisita maliciosa. 

— La espero mañana para la reunión— me indica Oliver y yo doy una sonrisa nerviosa y estúpida. 

—Vaya vaya como dicen por ahí: cuando se cierra una puerta, otra se abre— me susurra mi amiga y yo me voy con ella, apurada a mi oficina. 

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