Capítulo 40

Ernesto abrió los ojos de par en par, por instinto tomó del brazo a Aranza, y la cubrió con su cuerpo, al tiempo que la chica limpiaba su rostro.

Una gélida mirada, se clavó en aquella indeseable mujer, que acababa de agredir a su novia.

— ¿Qué demonios te sucede? —bramó furioso.

El rostro de Sandra estaba desencajado, pálido, su barbilla temblaba.

— ¡No puede ser! —exclamó con nerviosismo—. Me estoy volviendo loca —dijo, con el pecho agitado.

Aranza frunció el ceño, giró su rostro para observarla, entonces, al distinguir la pelirroja melena, de aquella desquiciada fémina. Se dio cuenta que se trataba de nada más y nada menos que la mamá de Lis. Su corazón latió agitado, al darse cuenta que esa mujer era más peligrosa de lo que se había imaginado y de armas tomar.

—Abogado —La voz de Arnulfo se escuchó—. Llévese a esta mujer y hágale saber que presentaremos cargos por lo que acaba de hacer —manifestó con dureza plantándose frente a ella, para evitar que dijera algo más.

—Vámonos —el
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