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Entre risas y Jadeos

Pov Maximiliano 

Estaba impaciente porque Emilis saliera del despacho, muchas veces tuve la necesidad de ir a verla. La ganas de tomarla,besarla, o simplemente hablar con ella me embriagaban.

Me senté en el sofá esperando que estuviera disponible, pero por más que espere ella no salió, así que subí a mi habitación a tomar una ducha fría. El calor que demandaba mi cuerpo parecía que iba a quemarme.

Quité mi ropa con desesperación y me sumergí en la bañera. A los pocos minutos que estaba ahí, sentí que alguien entraba con cautela. Una sonrisa se posó en mis labios al pensar que se podía tratar de Emilis, pero, cuando sentí el aroma del perfume de Paola abrí los ojos de par en par.

—Relájate —tomó mis hombros para masajearlos.

—¿Qué haces aquí? —pregunté molesto, saliendo de la bañera y tomando la toalla.

—Vamos Max, soy la mama de tu hijo, no te vendria mal un poco de sexo—acarició mi mano pero se l quite con brusquedad.

¡Esta mujer me repugnaba,se acostaba con mi hermano! ¿Cómo no sentir asco por ella?

—No, no te quiero en mi habitación, largo —la tomé por el brazo al mismo tiempo que tomé la ropa que estaba tirada en el piso y la lance en su pecho —. No te voy a tocar Paola, la única mujer que quiero tener en mi cama es Emilis, mi esposa —la jale con fuerza.

—¡Eres un maldito imbécil, un maldito imbécil Maximiliano te odio! ¡Me la vas a pagar! —grita molesta y no pude evitar reír. Parecía un pollo mojado.

Terminé de vestirme con un short de casa dejando mi torso desnudo  para ir a tomar un vaso con jugo de naranja cuando la ví cenar recostada en la encimera de la cocina. Estaba descalza con un vestido corto y su largo cabello suelto mientras comía del pan con la mirada perdida.

Suspiré sintiendo mi cuerpo tensarse. Sus labios rosas los abría de una manera tan sexual que no pude evitar sentir como mi cuerpo se contrajo de solo imaginarla debajo de mis brazos jadeando por mis besos.

—¡Me asustaste ! —exclamó saltando asustada. 

La mire con una sonrisa. Se veía tan tierna que cualquiera no creería que es un diablita en la cama. Emilia no solo es la mejor amante que he tenido en mi vida, sino la mejor. Es una combinación perfecta de sexualidad angelical y sexo demoníaca. Una ninfómana adicta a mis caricias. No exagero.

La veo palidecer y me acerco a ella para olerla. Su delicioso perfume invade mis fosas nasales y en estos momentos siento como el animal que llevo dentro se despierta a incitar a tomarla.

—Bueno, me voy a dormir —la veo tragar grueso para caminar por encima de mi, pero la detengo. Estoy hirviendo por tenerla y no pienso dejarla ir. Soy capaz de arrodillarme y suplicar  un polvo como si fuera un puto drogadicto que necesita de ella para vivir.

Le digo unas cuantas palabras que salen de mi boca como ráfagas de tiros sin dejarme detenerla y ella me responde de una manera que me deja en inmovil.

—Si,follame Max —exclama suplicante y siento que es el momento exacto para tomarla.

La jalo hacia mi para besar sus labios con toda la tranquilidad que puedo aunque mi mente me grita que la devore, me controlo para disfrutar de tenerla por fin en mi manos.

Siento como, sumerge su lengua en mi boca y comienza a jugar con la mía al mismo tiempo que enreda sus manos en mis cabellos y tira de ellos desesperada.

Mi gran amigo reacciona inmediatamente y está listo para hundirse en ella, pero se que no es el momento necesito prepararla un poco más.

Con el corazón desbocado suelto los labios para verla jadear. Esto me mata de ella, su manera como abre los labios para tratar de respirar me pone loco. La miró con intensidad, sus ojos verdes brillan de una manera tan hermosa que puedo sentir el gran amor que le tengo en mi pecho.

La tomo por las caderas en un movimiento rápido para subirla a la isla de cocina y ella abre sus piernas para mí. Sonrío porque Emilis no es una mujer sumisa, no es una mujer que se deje hacer ella dice lo que quiere, ella pide lo que desea y me está mostrando lo que ella quiere y yo gustoso se lo daré.

Mete la mano entre su falda  y baja su braga para entregármela. La llevo a mi rostro para olerla y ella en vez de sentir pena me mira atenta, disfrutando cada movimiento que hago y eso sin duda me enciende aún más, y juro que quiero y estoy ansioso por partirla en pedazos…

Con un poco de brusquedad y como se que a ella le gusta abrí sus piernas para agacharme meter mi cabeza entre sus pliegues. 

—¡Ah, Max, pasa tu lengua! —pide y como su fuera y robot comienzo lamer de sus pliegues que escurren un delicioso líquido que pruebo con gusto.

—¡Oh por dios! —susurró entre jadeos.

Con mis dos dedos comienzo abrir un poco de espacio sin dejar de chupar su pequeño botón que está hinchado y que pareciera que fuera a reventar en cualquier momento.

Emilis echa su cabeza para atrás mientras su respiración comienza a ser agitada y estoy segura que va a llegar al orgasmo. Conozco todo de ella, cada gesto, cada movimiento, es hora de sentirla derrumbarse y me muero por verla.

Presionó un poco más mientras meto y saco mis dedos con rapidez. La veo tensarse y revolcarse como si le hubieran haciendo un exorcismo al mismo tiempo que dice mi hombre.

—¡Delicioso Maximiliano! — exclama.

Cómo se que es mi turno de disfrutar así que la arrastro a mi habitación donde no puedo describir lo que hicimos. La espalda me duele y supongo que mi gata ha dejado su marca ahí.

Pov Emilis 

Abro los ojos lentamente.  Todo mi cuerpo duele en este momento, y cuando digo todo es todo. Sonrío llevándome las manos a mi boca porque soñé tanto con tenerlo en mi cama que no puedo creer que haya pasado.

Lo busco por todas partes y no está en la cama, pero contrario a eso puedo sentir la regadera sonar. 

Me levanto con lentitud para irme de la habitación sin decirle nada pero no encuentro mi ropa por ninguna parte. Max siempre fue un maniático del orden, de la puntualidad y de que todo tiene que estar en el lugar adecuado, por esa razón estoy segura que la ropa está en el closet bien ordenada, así que caminó hasta ahí y busco entre las gavetas mi vestido. Lo tomó rápidamente en el momento que cae al piso un pantalón de Maximiliano,lo recogió para doblarlo pero, me quedo inmóvil  cuando veo un pequeño frasco que sobresale del bolsillo del pantalón.

Lo tomo para leerlo y no puedo creer lo que ven mis ojos. Es el mismo veneno con el que mataron a mi padre 

Las preguntas invaden mi mente  ¿Por qué Max tiene la gracias? ¿ Qué hace Máx con eso? ¿Qué hace Max con el veneno con el que murió papá hace años atrás?

Llevó las manos a mi boca sorprendida sintiendo como un dolor en mi pecho me invaden y la respiración se me corta cuando veo a Max entrar con una sonrisa en su rostro…

—¿Qué es esto? — es lo primero que pregunto.

 

¿Querían la parte que ella lo hace derrumbarse del más delicioso orgasmo?

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