22 de junio
Yuri se encontraba disfrutando de uno de los pocos momentos de paz que tenía: un apacible sueño, cuando algo llegó y lo sacó de los brazos de Morfeo:
—¡Buenos días Yuri! —exclamó Socorro entrando de golpe a la habitación, provocando que el muchacho casi saltara de la cama del susto.
—¡Toca antes de entrar! —gritó Yuri con los pelos de la nuca erizados por el susto.
En respuesta, Socorro rio y dijo con la mano al pecho.
—No puedo evitarlo. ¡Hoy es un gran día y estoy emocionado!
Yuri suspiró, pues ya sabía a qué se refería su papá. Ese día era su ceremonia de graduación de la secundaria. Tendría que ir al centro de la ciudad a una misa y luego a una ceremonia donde entregarían sus papeles.
—Pues que te diviertas —dijo Yuri volviéndose a acostar y enterrándose bajo sus cobijas.
Socorro meneó la cabeza y de un tirón le arrancó las cobijas a Yuri.
—De eso nada —dijo el hombre—, hoy es un gran día y vas a disfrutarlo.
Yuri gruñó, miró a su padre y replicó:
—¿Si te acuerdas que odio a mis compañeros, verdad?
Sin darle mayor importancia, Socorro salió del cuarto mientras decía.
—Mayor razón para ir: para decirles que nunca más volverás a verlos. Ahora arriba, báñate y cámbiate que se nos hace tarde.
Yuri se tumbó boca arriba en su cama y gruñó.
Era verdad, ese día por fin se graduaría de la secundaria y por lo tanto ya no tendría que ver a esa bola de idiotas que le habían hecho la vida miserable por los últimos años por culpa de su aspecto.
Una etapa terminaba y comenzaba otra, aunque su futuro no era del todo claro. Ahora que había terminado la secundaria, lo que seguía era la preparatoria… pero Yuri no sabía si iba a ir a una. No porque no le interesara el tema, sino porque…
—Tú no te preocupes por eso, ya todo está arreglado —dijo su padre un día cuando le cuestionó sobre el asunto—, lo que va a pasar puedes verlo como tu regalo de cumpleaños.
Por suerte su quinceavo cumpleaños sería al día siguiente, pero aún así no podía evitar preguntarse por qué tanto misterio sobre cómo continuaría con sus estudios.
Concluyó que no sacaría respuestas tirado en su cama y que dado que ya solo tenía que esperar otras veinticuatro horas para saber lo que pasaría, lo mejor era hacer que el día pasara rápido, así que fue a bañarse y al regresar a su habitación encontró sobre la cama su uniforme ya planchado: un pantalón negro, una camisa blanca y un suéter negro con un escudo en el que se leía E.S.T. 21.
Se vistió, se peinó el cabello lo más que pudo y salió de su habitación, encontrando sobre la mesa el desayuno listo. Comenzó a desayunar mientras que de su propia habitación salió su padre con un viejo saco de color pardo y se le unió al desayuno. Tras terminar, padre e hijo bajaron al estacionamiento donde Socorro abrió las puertas del viejo cutlass para que ambos subieran, encendió el vehículo y partieron en silencio al centro.
Luego de buscar donde estacionarse, Socorro y Yuri caminaron hasta llegar a la plaza principal de la ciudad la cual era pequeña pero con varias jardineras de grandes y frondosos árboles que le daba al lugar un aspecto de pequeño bosque en medio de la ciudad.
Yuri iba caminando con la cabeza gacha, sin ningún interés en lo que ocurría a su alrededor… excepto por ese manchón blanco que vio pasar a su izquierda por el rabillo del ojo.
Yuri por lo general no se hubiera interesado en eso, pero algo había en ese manchón blanco que lo hizo detenerse y girarse para ver qué era. Frente a él vio de espaldas a una persona envuelta en una capa con capucha puesta sobre la cabeza, con varios símbolos extraños de color azul dibujados en esta.
Como si pudiera sentir la mirada de Yuri, la persona de la capa se detuvo y se dio media vuelta. Aunque la capucha solo dejaba ver sus labios, el joven sabía que esa persona le estaba mirando con el mismo interés con el qué él le miraba. En eso, la expresión de sorpresa que dibujaban los labios de aquella persona cambiaron a una pequeña sonrisa y entonces…
—¡Yuri! —le llamó alguien tras él. Yuri se giró y vio tras de sí a su padre que ya había avanzado unos metros— ¿Pasa algo?
Yuri se giró de prisa hacia la persona de la capucha, pero para su sorpresa esta había desaparecido. Miró en todas direcciones, pero no había rastro de esa aparición.
—Na-nada —respondió Yuri retomando la marcha y decidiendo no darle más importancia a ese extraño encuentro.
Yuri y Socorro caminaron por la plaza hasta que llegaron al centro de esta, en donde se alzaba una enorme parroquia de fachada color café, columnas precediendo la enorme entrada y unas largas torres adornadas con campanas de cobre oscuro en lo alto.Frente a la parroquia había unas escalinatas, en las cuales los compañeros de Yuri estaban ya reunidos. Yuri tomó su lugar entre ellos sin hablar a nadie mientras que Socorro entraba a la iglesia para tomar un buen lugar y al cabo de unos minutos, un hombre moreno de pelo canoso, el prefecto de la secundaria, les llamó:—¡A ver chavos! ¡Ya casi es hora de la misa! Acomódense para entrar.Yuri tomó su lugar en la fila y a los pocos minutos los graduados fueron entrando también a la iglesia tomando sus respectivos lugares y así, la misa dio inicio, con el sacerdote pidiendo sus oraciones por esos recién egresados y dándole co
Yuri abrió los ojos. Estaba acostado en su cama.—¿Un sueño…? —se preguntó.—Me temo que no —respondió su padre a su lado.Yuri primero vio a su padre y lo vio tranquilo, para después llevarse las manos al pecho y sentir un par de senos, apretó sus piernas y como ya lo había constatado momentos antes, no había nada entre ellas.Ya habiendo superado el shock inicial y viendo lo tranquilo que estaba su papá ante la situación, Yuri se pudo tomar las cosas con “calma”.—Tú sabes qué es esto, ¿verdad? —preguntó bastante molesto.Socorro sonrió con culpa y eso le bastó a Yuri para confirmar sus sospechas.—Lo primero que debo hacer, es disculparme contigo —dijo Socorro sin animarse a mirar a Yuri—, por no habértelo dicho antes.—&ie
Ya había pasado todo un día desde la transformación de Yuri y el muchacho todavía no salía de su habitación. Socorro no intentó siquiera convencerlo de salir a comer algo, pues estaba consciente de que su hijo tenía mucho en qué pensar.Socorro se encontraba en la cocina preparándose un desayuno. Justo acababa de colocar los huevos con tocino en un plato cuando escuchó que la puerta de al lado se abría y de ella emergía Yuri, todavía convertido en chica.—Buenos días —dijo el hombre con una gran sonrisa—. ¿Ya listo para enfrentar al mundo?Yuri gruñó mientras se sentaba en la mesa.—Salí porque apenas me di cuenta de que no he comido nada desde antier.Socorro rio, le pasó el plato ya servido, fue a prepararse más huevo y cuando volvió Yuri ya casi había limpiado su
Los siguientes días pasaron sin novedades para Yuri hasta que a finales de julio apareció un paquete en su puerta. En este además de venir un conjunto de uniformes escolares femeninos, venía también una carta pidiéndole a Yuri que se reportara el día veintiséis de agosto en el jardín de Netzahualcóyotl para su asignación de dormitorio y comenzar con una semana de inducción a la que sería su casa por el siguiente año.26 de agostoEl tiempo pasó y al fin había llegado el momento de que Yuri partiera a su escuela, así que esa mañana desde temprano padre e hijo echaron todas las cosas del joven en el Cutlass y se pusieron en marcha.El jardín de Netzahualcóyotl se encontraba ubicado algo cerca de la ciudad de México, lo bastante cerca para quedar a un viaje de autobús, pero lo
Yuri continuó avanzando por el estacionamiento hasta que llegó al gran edificio amarillo. La reja en el arco estaba cerrada, pero justo cuando se comenzaba a preguntar cómo haría para entrar, casi como salido de la nada un corpulento guardia se acercó a él.—¿Qué se le ofrece? —dijo el guardia con una voz que denotaba que era un hombre de malas pulgas. Pasando un poco de saliva, Yuri contestó:—Mi nombre es Yuri Flanagan, voy a estudiar aquí, sé que debería haber llegado más temprano, pero mi papá se perdió en el camino y…—¿Trae su carta? —preguntó el guardia interrumpiendo a Yuri.Yuri asintió y sacó de su bolsillo la carta que había llegado junto a sus uniformes. El guardia la leyó, se la regresó y abrió la puerta.—Espere en esa banca, llamar&e
Yuri se encontraba sentado en una de las camas de la habitación, con su maleta al lado y sus codos sobre sus rodillas, mirando a las dos chicas frente a él.«Maldita sea», pensó Yuri hastiado. No solo había que soportar un año siendo una mujer, también tendría que soportar vivir con dos chicas.Mientras tanto, las dos chicas conversaban. La pelirroja sacaba de la bolsa que traía unos panes y se los daba a la castaña.—¿Por qué comen? —preguntó Yuri un poco ceñudo— La cena va a ser servida en un rato.La pelirroja miró a Yuri mientras que la castaña empezaba a comerse su pan y dijo:—Dalia no quiere bajar a cenar con las demás alumnas, como no quise dejarla sola fui por algo de cenar para nosotras, ¿quieres uno? Traje bastantes— y le ofreció un pan.La pelirroja tenía un
Pese a ya haberse despertado, Yuri mantuvo los ojos cerrados pues se sentía muy a gusto y quería mantener la sensación lo más que pudiera. El colchón de su cama era bastante suave y cómodo, nada que ver con la piedra que tenía por colchón en casa. Ya tenía una idea de qué sería lo primero que extrañaría cuando regresara a su vida normal.Se giró y abrazó una de sus almohadas. Se sentía bastante suavecita, cálida y su cabello olía bien… ¡¿Cabello?!Abrió los ojos de golpe y frente a él encontró una mata de alborotado cabello rojizo, se separó un poco más y vio a Rosa durmiendo junto a él. En ese momento solo pudo hacer algo: gritó y se arrojó fuera de la cama.El escándalo que hizo fue lo bastante grande como para despertar a sus compañeras de habitac
Unos minutos después llegó Valery y todas las chicas comenzaron a reunirse en torno a ella. Valery inició presentándose de nuevo y luego explicó que ese día lo pasarían conociendo las instalaciones y el resto de la semana asistirían a cursos en su salón de clases para conocer cómo era la rutina en los días de clase y ya el siguiente lunes, comenzarían las clases formalmente.Tras hacer una pequeña dinámica para conocerse mejor, donde Yuri supo que el nombre de la rubia era Catalina González (aunque informó que prefería que le dijeran Kate) y que sus perritas falderas eran Anna y Hannah Servitje, todo el grupo de chicas regresó al sector administrativo, donde se encontraron con el grupo de los chicos de nuevo ingreso, el cual era liderado por un tipo que más que intendente, parecía militar: alto, musculoso, de cabello corto y bien peinado