Cuando mi suegra sufrió un ataque al corazón, su hijo, el especialista en cardiología, estaba ocupadísimo cocinando para el tonto gato de su ex novia. ¿Aún sentirá algo por ella? Lo llamé varias veces a su celular para pedirle que me ayudara a socorrer a su madre, pero su dichosa respuesta fue: —Estoy ocupado trabajando. Y, sin más me colgó la llamada. Mi suegra murió en la mesa de operaciones, mientras él llevaba a su primer amor a un dichoso concierto. Al día siguiente, volvió a casa y me vio sosteniendo la urna que contenía las cenizas de su madre. Furioso, me lanzó de manera agresiva las bolsas de regalo que traía en las manos. —¡Valeria incluso le compró a mi mamá prenda! Pero solo sabes hacer farsa con su ayuda. Renegué con decepción —Ya no está tu madre… ¿De qué sirve comprar la ropa?
Leer másRegresé a casa, empaqué mis cosas y dejé mi hogar para mudarme definitivamente a la residencia de la empresa.Empecé a trabajar con más empeño, convencida de que con mi esfuerzo lograría comprarme una linda casa algún día.En cuanto al divorcio, aunque Sebastián no estuviera de acuerdo, con dos años de separación podría solicitarlo legalmente.Un día, al salir del trabajo, fui a cenar con unos compañeros. Al salir del restaurante, vi por casualidad a un grupo de personas reunidas alrededor de algo.Al principio no me interesó el chisme, pero de repente reconocí de inmediato a Valeria entre la multitud. Una mujer de mediana edad la tenía furiosa agarrada del cabello mientras la insultaba:—¡Zorra! ¿Cómo te atreves a meterte con mi marido? ¡te voy a acabar ahorita mismo!Me acerqué un poco más y vi que Valeria tenía la cara llena de moretones y la ropa desgarrada; su aspecto era bastante preocupante.—Esta sinvergüenza lleva años con mi marido y se ha gastado más de cien mil de él. ¡Y e
Sebastián aturdido dejó caer su celular que se estrelló con el suelo. Todo su cuerpo temblaba sin parar, su rostro reflejaba una mezcla incontrolable de dolor, arrepentimiento y culpa al recordar los últimos días.Esa noche, cuando fui a casa de Valeria para pedirle que volviera al hospital a operar a su madre, él se negó. Luego, en casa, incluso rompió enardecido la urna con las cenizas de su madre, asegurando que solo era harina.Desesperado, se desplomó de rodillas.—¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo pudo morir mi mamá? —balbuceó, con lágrimas corriendo por su atractivo rostro. —¡Fue mi culpa, mamá! ¡NOO! Perdóname, por favor...Sebastián golpeaba una y otra vez el suelo con resignación mientras sollozaba. Pero, por mucho que se castigara, su madre nunca volvería.Valeria se agachó temblorosa a su lado, tratando de consolarlo:—Basti, esto no fue culpa tuya. No te atormentes. La muerte es repentina, tienes que seguir adelante.De pronto, Sebastián la empujó con furia, con los ojos llenos
Sebastián cogió el acuerdo de divorcio y lo revisó con rapidez, asegurándose de que era legítimo y formal. Su rostro se puso morado de rabia.—¿Divorcio? ¡Pues adelante! Marisela, nunca debí casarme contigo.Firmó el acuerdo con furia, sin vacilar dos veces.Guardé los papeles del divorcio y, sin mirarlo siquiera, —le dije:—Mañana a las nueve y media de la mañana vamos a tramitar el divorcio.Pero él actuó como si no hubiera escuchado. En su lugar, se volteó hacia Valeria y le dijo:—No te preocupes por eso, Vale. Vamos a llevar a Milo al veterinario. Todo va a estar bien.Valeria le sonrió con agrado y me lanzó una mirada llena de triunfo, como si acabara de ganar algún premio, yo solo podía sentir una profunda tristeza por ella, y por él.Sin prestarle más atención, me di la vuelta y cerré la puerta detrás de mí. Pero al hacerlo, no pude evitar pensar en mi suegra. Esa mujer tan buena y generosa ya no estaba, y su hijo se preocupaba más por un simple gato que por ella. Sentí una mez
En el pasado, escuchar esas palabras de Sebastián me habrían destrozado el alma. Pero ahora, solo podía sentir decepción, de haber desperdiciado tanto tiempo en él. Qué idiota era. De manera certera, le respondí con frialdad:—El acuerdo el divorcio es una realidad. Regresa y fírmalo.Sin darle tiempo a replicar, colgué el teléfono.Media hora después, sonó el timbre. Pensé que sería Sebastián, así que fui apresurada a abrir la puerta. Sin embargo, no era él. Delante de mí, con su estúpido gato en brazos, estaba Valeria.Me miró con una sonrisa jocosa.—¿Qué se siente perder a tu marido? ¿no? Te ves de veras terrible. Al ver que estábamos solas, Valeria dejó de fingir amabilidad. Levantó su teléfono móvil y me mostró una foto.—¿Sabes por qué Basti se casó contigo? —preguntó con veneno en la voz—. Fue porque te pareces a mi cuando salíamos de jóvenes, Pero ahora que estoy de regreso, lo mejor que puedes hacer es hacerte a un lado.Eché un despectivo vistazo a la foto en su móvil. La m
En un instante, las cenizas se esparcieron por todo el suelo. Mi cuerpo temblaba de rabia. No pude controlarme y me abalancé furiosa sobre el golpeando su pecho con mis puños.—¡Sebastián González, eres un maldito imbécil! —le grité con rabia.—¿Cómo pudiste lanzar las cenizas de mamá? ¿No temes que esto te traiga maldición?Sebastián se quedó aturdido por un momento, por los gritos de la situación y luego reaccionó, gritándome:—¡Marisela, estás loca! ¿quítate de encima? ¡Eres una maldita loca!No le hice caso. Por el contrario, me agaché desesperada, intentando recoger las cenizas que estaban mezcladas con mugre y trozos de cerámica, mis manos temblorosas no eran suficientes para hacerlo.—Mamá... Perdóname. No fui capaz de protegerte.Sebastián me miraba despectivo como si estuviera viendo a una lunática y soltó una risa de burla.—Esto ha llegado demasiado lejos —dijo con desprecio. —Vaya, tu actuación es realmente convincente.Alcé con odio la mirada, con los ojos enrojecidos por
No tenía otra opción más que regresar al hospital lo más rápido posible para saber cómo seguía todo. En mi prisa, tropecé en el camino y me raspé una de las piernas, pero no pude detenerme. Al llegar, Javier Morales me vio y enseguida preguntó:—Marisela, ¿Y Sebastián?Con la voz entrecortada le respondí:—No quiso venir conmigo al hospital. ¿Cuál es su estado?Javier con tristeza apartó la mirada, incapaz de sostener mis ojos.—Marisela... no está nada bien.El color desapareció de mi rostro mientras corría a toda prisa hacia la sala de emergencias. Al entrar y ver a mi suegra tan débil, mi corazón se rompió en mil pedazos.—Lo siento... No logré que Sebastián viniera. Perdóname.No tuve el valor suficiente de decirle que su propio hijo había preferido quedarse con Valeria y su gato, en lugar de venir a salvarla.Con una voz entrecortada, mi suegra me respondió:—Tranquila, no tienes que ocultármelo, Marisela. Conozco bien a mi hijo, y se lo que debe estar haciendo. Estoy segura de qu
Cuando Marisela llegó al apartamento, apretó los puños, sabiendo que no tenía tiempo para cuestionar qué estaba pasando allí dentro.—¿Dónde está Sebastián?Apenas terminó de hablar, Sebastián González apareció despreocupado con el gato Milo en brazos. Al verla, sus pupilas se dilataron y su cara hizo un gesto de preocupación.—Marisela, ¿qué demonios haces aquí?Su tono era aterrador y lleno de impaciencia, como si yo solo fuera una simple molestia.—Ya te había dicho que Milo está enfermo y apenas termine de hacerle algo de comer, volveré a casa. ¿Puedes ser comprensible por una vez en tu vida?Marisela lo miró sin querer perder más tiempo en discusiones innecesarias. —Agarró su brazo con firmeza y le dijo furiosa:—Ven conmigo, tu mamá está teniendo un ataque al corazón, te necesita.Pero Sebastián se soltó de golpe, de una manera bastante brusca.—¿De qué estás hablando? Conozco la salud de mi madre mejor que nadie. Está perfectamente bien. Hoy mismo la revisé y todo estaba bajo co
Mientras cenábamos, mi suegra de repente dejó caer el cubierto sobre la mesa y se llevó la mano al pecho, su rostro palideció al instante.Retiré la silla con fuerza y corrí hacia ella con desesperación.—¿Qué es lo que te sucede? ¿estás bien? —pregunté alarmada.Ella asintió débilmente.Tomé apresurada mi celular de inmediato y llamé a mi esposo, Sebastián González, especialista en cardiología. Antes de salir me había dicho que tendría que trabajar horas extras y no vendría a cenar.Llamé varias veces, pero no respondió. Después de insistir, finalmente contestó, pero la voz que escuché al otro lado precisamente no fue la suya.—Marisela, mi gatito está malito. Basti le está preparando comida. ¿Qué es tan importante? Vas a terminar por despertarlo —dijo una voz suave y bastante melosa.Aterrorizada, sentí que mi cuerpo se paralizaba. Era Valeria Gutiérrez, la primera novia de Sebastián.Habían estado juntos en la preparatoria, pero los padres de Valeria no aceptaron la relación porque