Sebastián aturdido dejó caer su celular que se estrelló con el suelo. Todo su cuerpo temblaba sin parar, su rostro reflejaba una mezcla incontrolable de dolor, arrepentimiento y culpa al recordar los últimos días.Esa noche, cuando fui a casa de Valeria para pedirle que volviera al hospital a operar a su madre, él se negó. Luego, en casa, incluso rompió enardecido la urna con las cenizas de su madre, asegurando que solo era harina.Desesperado, se desplomó de rodillas.—¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo pudo morir mi mamá? —balbuceó, con lágrimas corriendo por su atractivo rostro. —¡Fue mi culpa, mamá! ¡NOO! Perdóname, por favor...Sebastián golpeaba una y otra vez el suelo con resignación mientras sollozaba. Pero, por mucho que se castigara, su madre nunca volvería.Valeria se agachó temblorosa a su lado, tratando de consolarlo:—Basti, esto no fue culpa tuya. No te atormentes. La muerte es repentina, tienes que seguir adelante.De pronto, Sebastián la empujó con furia, con los ojos llenos
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