Un error irreparable
Un error irreparable
Por: Miomio
Capítulo 1
Mientras cenábamos, mi suegra de repente dejó caer el cubierto sobre la mesa y se llevó la mano al pecho, su rostro palideció al instante.

Retiré la silla con fuerza y corrí hacia ella con desesperación.

—¿Qué es lo que te sucede? ¿estás bien? —pregunté alarmada.

Ella asintió débilmente.

Tomé apresurada mi celular de inmediato y llamé a mi esposo, Sebastián González, especialista en cardiología. Antes de salir me había dicho que tendría que trabajar horas extras y no vendría a cenar.

Llamé varias veces, pero no respondió. Después de insistir, finalmente contestó, pero la voz que escuché al otro lado precisamente no fue la suya.

—Marisela, mi gatito está malito. Basti le está preparando comida. ¿Qué es tan importante? Vas a terminar por despertarlo —dijo una voz suave y bastante melosa.

Aterrorizada, sentí que mi cuerpo se paralizaba. Era Valeria Gutiérrez, la primera novia de Sebastián.

Habían estado juntos en la preparatoria, pero los padres de Valeria no aceptaron la relación porque consideraban que Sebastián no tenía lo necesario para mantenerla. Terminaron obligándola a irse al extranjero para estudiar.

Después, Sebastián me conoció. Se enamoró de mí a primera vista y me cortejó durante varios meses hasta que finalmente acepté salir con él. Finalmente, nos casamos, y nuestra relación siempre había sido estable. Todos nos consideran la pareja ideal.

Eso fue hasta hace tres meses, cuando Valeria volvió al país. Desde entonces, Sebastián cambió de forma drástica, y ha estado actuando muy raro. Comenzó a coger turnos de noche a regresar tarde, y a pasar los fines de semana fuera. Cada vez que le preguntaba, me decía que estaba muy ocupado con el trabajo. Y al principio lo entendí, pero ahora yo sabía la verdad: no era el trabajo lo que lo tenía tan ocupado, sino Valeria. Cuando lo enfrenté, varias veces me acusó de ser paranoica y celosa.

Ahora quedaba claro que no estaba trabajando. Simplemente estaba con ella. Sin embargo, no era el momento adecuado para pensar en eso. Tomé aire suficiente y hablé con serenidad.

—Necesito hablar con Sebastián.

—¿Vale? ¿Quién es? —escuché la voz de Sebastián en el fondo.

Al instante le dije:

—Sebastián, tu madre está teniendo un ataque al corazón. Regresa a casa de inmediato.

Pensé que al escuchar esas palabras se alarmaría y correría a ayudarla. Pero lo que respondió me dejó helada.

—Marisela, ¿estás loca? ¿Ahora hasta inventas estas cosas sobre mi madre para que yo regrese?

Fue lo último que dijo antes de colgar.

Intenté llamarlo de nuevo, pero había apagado el teléfono.

Con el estado de mi suegra empeorando rápidamente, no podía recurrir más a él.

—Te llevaré pues al hospital. —Grité atemorizada.

Me dispuse a llamar a un amigo para que las llevara hasta el hospital.

El trayecto fue fugaz pero tenso, con mi suegra agarrándome fuerte del brazo y el auto corriendo a toda máquina fue difícil respirar.

Llegamos al hospital, y apenas entre, vi a Javier Morales, compañero de Sebastián. Lo reconocí en ese momento y corrí hacia él para pedirle su ayuda.

—¡Javier! Mi suegra está teniendo un ataque al corazón. ¡necesito que me ayudes!

Javier me miró con una expresión de duda.

—Basti ya me lo advirtió. Me dijo que ibas a fingir un ataque al corazón para que Sebastián volviera a casa, y que no debía hacerte caso.

—¡No estoy fingiendo! —grité desesperada—. ¡Es enserio, ¿vas a dejarla morir?!

Javier seguía aún sin creerme.

—Marisela, no deberías jugar con algo tan serio. Esto no es apropiado. Es tarde, mejor lleva a la señora a descansar a casa.

Mi paciencia llegó en ese momento al límite.

—¡Escúchame muy bien, Javier! Si no la atiendes ahora mismo, ¡voy a demandarte por negligencia!

Él se quedó paralizado por mi enojo. No estaba acostumbrado a verme de esta manera, pues siempre había sido amable y tranquila.

—¿De verdad no estás mintiendo? —preguntó finalmente, con cierta duda.

—Eres médico, llama a alguien para que me ayude a sacarla del auto y que la atiendan. —Le respondí furiosa.

Finalmente, Javier se dio cuenta de la gravedad de la situación y llamó al instante a dos enfermeros para que fueran por ella a la entrada, al verla la examinó rápidamente. Luego corrió a pedir ayuda para llevarla a la sala de emergencias.

Después de un largo rato, Javier salió del quirófano con una expresión de preocupación.

—La situación es bastante crítica. En toda la ciudad, solo Sebastián podría realizar esta cirugía. He intentado llamarlo, pero tiene el teléfono apagado.

Mi corazón se estrujó.

Mi suegra siempre había sido buena conmigo. Me trataba como a una hija más. Me ayudaba mucho con las tareas del hogar y siempre preparaba comidas especiales para mí, era como madre para mí. Me enviaba a veces dinero en secreto para que no me faltara nada, enserio se preocupaba muchísimo por mí. Si le compraba un regalo, me decía que no gastara en ella. Si Sebastián y yo teníamos algún problema, ella siempre me apoyaba de forma incondicional y lo obligaba a disculparse conmigo.

No podía morir, no lo soportaría. Tenía que encontrar una solución rápido.

Con determinación, fui a toda prisa en una moto que me llevó al edificio donde vivía Valeria. Estaba bastante agotada cuando llegué por el fuerte viento que me había secado los ojos, pero igualmente apreté el timbre sin dudarlo.

Poco después, la puerta se abrió, y allí estaba Valeria, con una fina camisola de tirantes casi transparente y un escote sutil pero seductor.

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