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Capítulo 2: Los gajes de oficio.

—No te vez muy bien hoy ¿te sientes mal? —  le había preguntado Kevin esa noche, el chico de su misma edad con el que en ocasiones Sam tenía la oportunidad de trabajar.

—Solo es un pequeño dolor de cabeza. No es nada de qué preocuparse— ella contesto de pie junto a él.

Ese día estaban trabajando aparcando los autos de las personas que venían al hotel. Dentro de uno de los lujosos salones de ese edificio se estaba llevando acabo un evento, una fiesta, de muchas otras que se solían hacer los fines de semana como este. Por lo tanto, la carga de trabajo era mayor, no solo para el personal que trabaja dentro del hotel, sino que de igual manera los valet parking estaban mucho más ocupados de lo habitual.

Hay quienes pensarían que aquel empleo que consistía en conducir un auto ajeno y ubicarlo con cuidado entre los demás del estacionamiento no era nada complicado. Pero lo cierto es que al igual que cualquier otro empleo, este también tiene sus problemáticas.

Después de un poco más de dos años trabajando como valet parking, Sam había aprendido que lo más difícil de este empleo no era encontrar la manera de estacionar los vehículos que dejaban a su cuidado, sino, era el tener que tratar con lo dueños de los vehículos. Y sirviendo de ejemplo estaba el hombre que ahora se plantaba frente a ella con un juego de llaves colgando cómicamente entre sus dedos.

—Aquí tiene las llaves. La ultima vez que traje mi Mercedes ha este lugar encontré que tenía un rayo al costado de la puerta del conductor. Eso no estaba ahí cuando lo deje. Agradece que lo deje pasar, pero si vuelvo hallar alguna otra cosa nueva como esa. No dudare en hablar de ti a tu supervisor— amenazo a la rubia el hombre de cabellos pelirrojos. Mirándola con arrogancia, y tomando ventaja de la clara diferencia de estaturas que había entre los dos, para verla desde lo alto, igual que como alguien vería a un pequeño insecto en la acera.

—Lamento señor escuchar su mala experiencia. Le prometo que nada similar a eso volverá a suceder— Sam sonrió extendido la mano para que le entregaran las llaves del auto. Molestando aún más a aquel hombre delante de ella, al este contemplar como ella no se veía ni un poquito afectada por la manera en la que él la estaba tratando.

Y no era como si a Sam no le incomodara oír como la amenaza con su trabajo, pero no por ello dejaría que sus emociones gobernaran su actuar, eso no sería profesional.

Eso era lo que pensaba Sam. Pero su compañero de esa noche, Kevin, él castaño joven que trabajaba a su lado, no pensaba igual. A él no le gustaban los tipos como aquel pelirrojo, quien creía que solo por la posición que tenía estaba bien tratar a los demás cómo sus sirvientes. Pero lo que más le hacía hervir la sangre era cuando se metían con la mujer de cabello rubio. Por eso mismo él no podía quedar tranquilo viendo esa escena, así que él camino con paso firma hacia donde estaban Sam y el hombre que aún tenía las llaves en su mano, sin querer aún entregarla a la mujer.

Sam se percató de la forma en la que Kevin los veía al aproximarse. Ella en un intento de detenerlo, hizo una seña asomando con discreción la mano que tenía tras su espalda, queriendo decirle a Kevin que no se acercara, ella podía manejar a la situación.

Pero eso no fue suficiente, ya que antes de poder decir o hace algo más, Kevin prácticamente había arrancado las llaves del auto de las manos del hombre pelirrojo con el que ella estaba hablando.

—Disculpe señor, yo me encargare de su vehículo. Le sugiero que se retire de una vez, si sigues aquí solo seguirá obstaculizando nuestro trabajo— las palabras de Kevin salieron de su boca con evidente sequedad.

Ya Sam podía presenciar cómo el dueño de vehículo estrechaba la mirada, observándolos a Kevin y a ella ofendido. Esto era justamente lo que quería evitar. A pesar de que sabía que las intenciones de Kevin eran las mejores, pues solo quería sacarla a ella de tener que seguir interactuando con aquel sujeto. La realidad era que, por culpa de la personalidad impulsiva de su compañero, este en lugar de ayudarla, solo había logrado empeorar la situación.

—¿Soy un obstáculo? ¿Así es como tratan a las personas para quienes trabajan? No quería llegar a esto, pero no me dejan de otra… hablaré ahora mismo con su supervisor— el pelirrojo estiró el brazo, intentado recuperar las llaves de su vehículo las cuales le habían sido arrebatadas de las manos del chico de cabellos castaños vestido de valet parking— tal vez luego de eso aprenderán cómo se deben de tratar a los demás.

—¿Hay algún problema Martin? — pregunto un hombre que recién había aparecido, sosteniendo uno de los hombros del pelirrojo.

—Si, lo hay. Con estos dos de aquí— señalo a Sam y a Kevin— no solo rayaron mi Mercedes la última vez que vine aquí, sino que ahora tienen el descaro de decirme que les estoy estorbando ¿puedes creerlo?

—¿Y eso no es exactamente lo que está pasado? — expreso el hombre de cabellos oscuros y ojos azul cielo.

—¿Qué quieres decir? — el pelirrojo, cuyo nombre ahora sabían era Martin, miro al azabache con confusión.

—No creo que estén del todo equivocados. Es más. Por eso estoy aquí. Si te das la vuelta y te fijas bien, ya se han formado una considerable cantidad de autos, quienes están esperando a que alguno de los valet parking se desocupen para atenderlos. Pero como están muy ocupados hablado contigo, eso no ha sido posible. Por cierto, yo también he estado esperando.

El pelirrojo o, mejor dicho, Martin, parecía querer decir algo más, justificando su actuar, pero eso no le sería posible. Ya era suficiente con tener a Oliver sosteniendo su hombro, para saber que no importa que fuera a decir, él ya no podría continúa con lo que estaba haciendo antes de que este apareciera. El azabache era alguien con quién le era imposible llevarle la contraria.

Al sentirse humillado por que Oliver le había señalado su error enfrente de esos dos trabajadores, Martin no le quedó de otra, que dar la vuelta y entrar al edificio, sin volver a hacer ningún otro contacto visual con Sam y Kevin, ambos podían escuchar los murmullos molestos del pelirrojo mientras este se alejaba e ingresaba al hotel.

Sam dejo escapar el aire contenido de sus pulmones. Para luego de esto mirar en dirección al hombre de ojos azules.

—Gracias Ollie— le dijo ella dedicándole una sonrisa al nombrado.

—No hay de que Sam— respondió él guiñado uno de sus ojos.

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