DANIELA MOLINA
El señor Mendoza tiene que estar bromeando. ¿Yo, trabajando en su empresa? Para empezar, ni siquiera sé en qué trabaja, y además, no tengo estudios, solo el bachillerato. No sé cómo le podría ayudar.
—Señor Mendoza, no creo ser la persona adecuada para trabajar en su empresa.
—¿Por qué no?
—Porque no tengo estudios, solo terminé el bachillerato. ¿Cómo podría aportar en su empresa? Además, ni siquiera sé qué hacen allí —le digo, mientras él me dedica una sonrisa.
—Es una empresa creadora de tecnologías —son frikis—. Trabajamos con computadoras, sistemas tecnológicos, celulares inteligentes y aplicaciones. Nos enfocamos, sobre todo, en nuevas tecnologías más avanzadas que puedan ser útiles en el futuro.
—Bueno, suena interesante, pero no sé nada de eso.
—¿Sabes manejar una computadora? - Bueno, no tanto, pero puedo aprender.
—Sé lo básico.
—Por ahí podemos empezar. ¿Qué te parece si te pongo como asistente de dirección? -
-¿Ser su asistente? ¿O sea, trabajar directamente con usted?
—Sí, en mi grupo está Camila, pero ahora tiene muchas responsabilidades, así que sería bueno tener otro apoyo. Estoy seguro de que se llevarán bien, y ella te ayudará en todo lo que necesites.
La idea no suena mal. Además, es un trabajo; no me está regalando nada. De esta manera, podré salir rápido de aquí y conseguir un lugar para vivir sola, como siempre he querido.
—Está bien, señor Mendoza, acepto su propuesta —él me dedica una sonrisa que me causa una sensación extraña, algo que no me gusta para nada.
—¡Perfecto! Cuando el doctor diga que puedes moverte sin complicaciones, podrás comenzar a trabajar.
En ese momento, pienso en la ropa. No tengo ropa adecuada para trabajar en ese tipo de lugares; siempre he trabajado en sitios donde me daban uniforme.
—¿Ocurre algo?
—Señor Mendoza, no quiero abusar de su confianza, pero ¿sería posible un adelanto de mi sueldo? —Dios, qué vergüenza—. Es que no tengo ropa adecuada para trabajar, y me gustaría comprar algo. No quiero parecer un bicho raro.
—No te preocupes, yo solucionaré eso.
—¡No! No es necesario, solo sería adelantarme el sueldo, y ya.
—Puedo conseguirte ropa sin necesidad de que gastes en eso.
—¡NO! —le grito, algo estresada, pero al darme cuenta de mi reacción, me disculpo—. Perdón, es que… —suelto un largo suspiro—. No me gusta que me solucionen todo o que me regalen cosas. Todo esto ha sido bastante extraño para mí. Siempre he sido yo quien ha resuelto mis problemas, y ahora usted está intentando hacerlo, lo cual me hace sentir incómoda o extraña.
La mirada del señor Mendoza se suaviza y se acerca, dejando solo un pequeño espacio entre los dos. Desde mi posición, puedo oler su delicioso aroma, y siento cómo mi cuerpo comienza a reaccionar al tenerlo tan cerca.
—No sé cómo ha sido tu vida, pero estoy seguro de que no ha sido fácil. Sin embargo, a veces es bueno dejar que alguien te brinde una mano. No siempre vamos a tener el control de las situaciones ni podremos solucionar todo en la vida. Se nota que eres una mujer fuerte y determinada, pero también vi tu vulnerabilidad cuando buscabas, con lágrimas en los ojos, el cofre de tu abuela —es bastante observador—. No siempre tendrás el control de tu vida, y no siempre podrás resolverlo todo sola.
—Parece que lo dijera por experiencia propia.
—Así es. Justo ahora, mi pareja y yo estamos buscando tener un hijo, pero desafortunadamente no se ha dado, y ahora nuestra única opción es buscar a una mujer que quiera llevar en su vientre a nuestro hijo para luego entregárnoslo. —¿Cómo es eso?
—No entiendo, ¿quieren que otra mujer tenga a su hijo para luego dárselos?
—Sí, se le llama vientre subrogado. Mi prometida no ha podido quedar embarazada, y esa es nuestra única opción.
—¿Tantos deseos tiene de ser padre?
—Así es, por eso estamos en búsqueda de ese bebé.
Vaya, y yo pensando que tener hijos es una locura. Después de vivir de cerca lo que sufren los niños no deseados, puedo decir que jamás tendría un hijo.
—Bueno, si en algún momento eso pasa, no hagan la estupidez de abandonarlo como si fuera un objeto. Denle la mejor vida posible. Muchos niños viven en la calle o en orfanatos solo porque tuvieron padres de m****a que no supieron lo que realmente significaba ser padres.
Él me mira de forma extraña.
—¿Lo dices por experiencia propia?
Por primera vez, decido abrirme con un completo extraño, que ahora será mi jefe.
—Sí, mis padres me abandonaron en un orfanato a los 15 años, y a los 18 me echaron de allí sin importarles que no tenía a nadie más ni sabía qué hacer. Por eso soy tan independiente. Me tocó aprender, con dolor y sufrimiento, lo que era sobrevivir en el mundo exterior.
—Siento mucho lo que has pasado —intenta tomar mi mano, pero la retiro.
—No sienta compasión. Todo eso ya pasó, solo le estoy contando esto para que cuando decida tener un hijo, no cometa la misma estupidez que hicieron mis progenitores.
Han pasado tres semanas y ya me siento desesperada. Necesito salir a trabajar, no puedo seguir quedándome en el apartamento del señor Mendoza.
—Margarita —la llamo, mientras ella arregla la cocina.
—Dime.
—¿Podría darme el número del señor Mendoza? Necesito hablar con él, lleva días sin venir.
—Claro, puedes llamarlo desde mi teléfono —ella marca el número y luego me lo entrega.
—Gracias —el tono empieza a sonar, y al segundo timbrazo, escucho la voz imponente del señor Mendoza.
—¿Margarita, todo bien con la señorita Daniela? —¿Está preguntando por mí?
—Señor Mendoza, habla Daniela.
—Oh, disculpa. ¿Cómo te encuentras?
—Mucho mejor, gracias por preguntar.
—Me alegra mucho. Ahora dime, ¿a qué debo el honor de tu llamada?
—Señor, ya han pasado las semanas que el médico dijo. Me estoy empezando a sofocar en este apartamento y necesito trabajar con urgencia.
—Ya te estabas tardando en decirme eso.
—¿Cómo? No entiendo.
—Con lo impaciente que eres, juré que me dirías esto a las dos semanas de estar ahí.
—No quería molestarlo.
—Mañana puedes empezar. Margarita te indicará todo para que inicies tu trabajo, y no quiero ningún "pero".
—¿A qué se refiere? —Debo colgar, estoy por entrar a una reunión. Nos veremos mañana.
—Señor, yo... —quedo con la palabra en el aire. El señor Mendoza me acaba de colgar—. M****a.
—Gracias, Margarita. El señor Mendoza dijo que usted me indicaría algo.
—Oh, claro que sí, ven —me lleva por un pasillo del apartamento hasta una habitación enorme que solo tiene una cama, parece una habitación de invitados, sencilla para lo que es el apartamento en general.
—El señor dijo: sin "peros". —Abre otra puerta y me quedo asombrada al ver un armario con varias prendas, zapatos y bolsos.
—¡Ay, por Dios! Esto es demasiado. Margarita, esto es mucho.
—El señor quiso tener ese detalle contigo.
—Pero... —ella levanta un dedo y me calla.
—Nada de "peros". Escucha, el lugar donde trabajarás no es cualquier lugar, es la empresa del señor Mendoza, y serás su asistente, por ende, debes ir bien presentada.
—Pero no era necesario tanta ropa. Es demasiado.
—¿Sabes cuánto dinero tiene el señor Mendoza?
—No, y tampoco me interesa.
—Pues para tu información, tiene tanto que podría comprar diez tiendas de ropa de lujo, y no le haría ni cosquillas a sus finanzas.
—Eso no me importa, Margarita, es solo que no estoy acostumbrada a esto —digo, señalando el armario.
—Es solo por esta ocasión. Disfruta de tu ropa. —¿Mi ropa? Ni siquiera la compré yo...
Al día siguiente, despierto muy temprano. Debo estar en el trabajo a las 8:00 AM y son las 6:00 AM. Tengo tiempo. Margarita me dijo que la oficina está a tres calles del apartamento, así que puedo ir caminando. Voy al armario y busco qué ponerme. Debo ser cuidadosa con lo que elijo, no quiero dar mala impresión. Quiero verme bien, ya que no quiero defraudar a mi nuevo jefe; además, necesito este trabajo y quiero aprender. Encuentro una falda color vino tinto que llega hasta las rodillas, así que no se ve vulgar. Tomo una blusa blanca de manga larga y la acomodo dentro de la
falda para darle forma a mi cuerpo. Me pongo unos tacones negros y agrego un bolso negro.
—Bueno, creo que así estoy bien —me digo, mirándome al espejo.
—Niña, ya está listo el desayuno —Margarita entra a la habitación y se queda parada, mirándome de arriba abajo.
—¿Está mal? Ay Dios, mejor me cambio.
—¡No! Al contrario, estás hermosa. Es increíble el cambio que puede tener una persona con la vestimenta y un poco de arreglo. —¿Era fea antes?
—No digo que seas fea, sino que te faltaba sacarte partido.
—Con el ritmo de vida que tenía, era difícil sacarme partido —ambas reímos.
—Pues ahora vas a dejar a más de uno con la boca abierta, te ves preciosa.
Salgo del apartamento y camino las tres calles que Margarita me indicó. Llego rápido y quedo sorprendida por lo enorme que es el edificio donde está la empresa del señor Mendoza. De inmediato me siento nerviosa, pero decido respirar hondo y entrar con el pie derecho, mostrando mi mejor actitud.
—Buenos días —la señorita de la recepción me saluda con una sonrisa cálida.
—Buenos días. Soy Daniela Molina, la nueva asistente del señor Mendoza - Ella parece algo sorprendida.
—Oh, el señor Mendoza no me había comunicado nada, pero deme un minuto, me pondré en contacto con él.
—Tranquila, no hay problema.
La recepcionista hace una llamada y cuelga al rato.
—Puede pasar, señorita Molina, y bienvenida a la empresa.
—Gracias. ¿Cuál es su nombre?
—Me llamo Susana. Lo que necesites, puedes venir.
—Gracias, Susana. Me puedes llamar Dani o Daniela, como gustes.
—Suerte con el jefe, Dani. Piso 20.
Camino hacia el ascensor y presiono el botón del piso 20. Justo cuando las puertas se están cerrando, alguien coloca la mano, impidiendo que se cierren, y me da un susto de muerte.
—Disculpe, señorita, no quería asustarla —vaya, el hombre que aparece en mi campo visual es alto, de cabello negro perfectamente peinado, su aroma es embriagante, y ni hablar de sus ojos, que parecen del color del mar.
—Tranquilo, no se preocupe —cuando va a presionar el botón de su piso, me habla.
—Vamos para el mismo piso. ¿Trabaja aquí? Porque jamás te he visto, no olvidaría un hermoso rostro como el tuyo - Genial, es un Don Juan, hasta aquí llegó la magia.
—Soy nueva, trabajaré con el señor Mendoza - Él parece algo asombrado.
—No sabía que Lucas había contratado a alguien, pero qué bueno que lo hizo. Un placer, soy Gabriel Pardo, uno de los socios de esta empresa.
¡Mierda! Será mi jefe también.
—¿Tu nombre es...?
—Daniela Molina. Un placer —extiendo mi mano y él la toma, regalándome una sonrisa coqueta. No me doy cuenta de que las puertas del ascensor ya están abiertas hasta que escucho la voz de mi nuevo jefe.
—¿Daniela?
LUCAS MENDOZAEstas semanas han sido bastante estresantes para mí. Estoy buscando a la chica que tendrá a mi hijo, pero ninguna mujer me da tranquilidad. Además, Sonia ayuda muy poco ya que a todo le encuentra un "pero". Esto empieza a ser frustrante para mí, y además no deja de preguntarme cuándo pienso echar a Daniela del apartamento, aunque me sorprendió bastante la llamada de ella preguntando cuándo podía comenzar.—Sonia, hoy tenemos la cita con otra chica. —Lucas, hoy tengo campaña. Si quieres, ve tú y me cuentas. —¿Qué? —Se supone que debemos ir los dos, ya lo sabías. —Sí, pero tengo trabajo y no puedo cancelar esto.Tomo todo el aire posible, llenándome de paciencia, ya que ayer le pregunté si podía y me dijo que sí. Además, cancelé las reuniones que tenía en la mañana por ir a esa cita.—¿Sabes qué? Mejor ve a tu campaña, yo me voy a la empresa - Cuando estoy a punto de irme, Sonia me detiene.—¿No te piensas despedir bien?La miro y soy tan débil con ella que es inevitab
—¡Estás loco si piensas que voy a dejar que esa mujer sea la que preste el vientre! —Menos mal que no hay nadie en la empresa, porque los gritos que está dando esta mujer asustan a cualquiera, pero a mí me desespera. —¿Qué tiene? Es joven y está en edad de procrear. Puede traer a nuestro bebé sano. —¡Trabaja para ti! ¿Acaso te gusta? —¿Gustarme? No, o bueno, no lo creo, pero sí es linda. —Cariño, sabes que yo te amo a ti. —Yo no te pregunté si la amabas. —No me gusta, solo la veo como un buen prospecto para ser el vientre subrogado. Igual ella ni siquiera lo sabe, quería esperar para consultarlo contigo y luego hacerle esa propuesta. De igual forma, necesita ese dinero. —¿Tanto sabes de ella? —Mierda. —Dijo cosas cuando pidió el empleo. Cariño... —Me acerco a ella y la rodeo con mis brazos—. Solo piénsalo, ella dará a luz a nuestro hijo y luego de eso la despido y le doy su dinero para que empiece una vida lejos, o donde ella quiera. —¿Me prometes que luego la despedirás? —S
Tenía mi cabeza hecha trizas; aún no puedo creer que acepté ser la madre subrogada del señor Mendoza. Es una locura, pero después de lo que pasó con Mariano, no tuve más remedio que aceptar. Tengo miedo de lo que me pueda pasar. Por unos instantes pensé en mi abuela, en cuando me regaló mi cajita de música con la bailarina. Ahora solo es un cofre hecho un desastre. Mañana tengo que ir a algún lugar donde la puedan arreglar.—Bueno, es mejor que duerma ya. Mañana será un día largo y al menos espero estar descansada.A la mañana siguiente me despierto con cero ganas. No descansé porque mi cabeza iba a cien y no dejaba de pensar en todo lo que me estoy jugando con esta locura que voy a hacer.—Maldito Mariano, solo espero que apenas te dé el jodido dinero, te largues de mi vida por completo —murmuro. Como todas las mañanas, lo primero que hago es bajar a tomar un poco de agua. Como sé que me encuentro sola, no me molesto en ponerme algo, ya que suelo dormir ligera de ropa.Cuando salgo d
Me encontraba en el sillón del enorme departamento del señor Mendoza. Todavía no podía creer en qué momento llegué al punto de tener un bebé para otras personas. Maldigo a Mariano por volver a aparecer en mi vida. De no ser por él, solo estaría trabajando para el señor Mendoza sin tener que hacer esto.Escuché un fuerte golpe proveniente de la entrada del departamento, lo que me llenó de pánico. Rápidamente tomé un jarrón que había cerca y caminé hasta la puerta. ¿Cómo es posible que en un lugar como este entren ladrones? Qué mala suerte tengo.-¡Mierda! – una voz masculina. – Me caí. Esa voz la conozco. Camino rápidamente hasta que veo al señor Mendoza tendido en el suelo.-Señor Mendoza, ¿qué hace aquí? – Él levanta la cabeza y, al ver sus ojos, me doy cuenta de que está borracho.-Me olvidé por completo de que estabas aquí. Lo siento mucho, yo... – hablaba pausado, en serio, está muy ebrio.-Creo que bebió de más, señor Mendoza.-Dime Lucas, ¿vas a darme un hijo? – Él sonríe, pero
Pasaron dos semanas completas y no supe casi nada de Lucas. Me sentía bastante preocupada, ya que ni siquiera fue a la oficina, algo muy poco habitual en él. Definitivamente, necesitaba hacer algo.—Margarita —dije, mientras ella organizaba parte de la sala—.—Sí, dígame, señorita Daniela.—¿Podría darme la dirección de la casa del señor Lucas? —Mi petición la sorprendió un poco.—Querida, no creo que sea buena idea que vaya.—Margarita, estoy preocupada por él. Lleva muchos días sin ir a la oficina, y teniendo en cuenta lo que pasó, sería bueno ir y cerciorarme de que está bien. —Ella pensó unos segundos, pero finalmente accedió a darme la dirección.—No se te ocurra decir que fui yo.—Tranquila, esto se va a la tumba conmigo. —Me dedicó una sonrisa, y le dejé un beso en la mejilla antes de dirigirme directamente a la casa de Lucas. Solo esperaba que estuviera bien.Al llegar, observé una mansión enorme; jamás había visto algo así. Estaba llena de flores y jardines grandes, un espaci
LUCAS MENDOZACuando vi la sangre correr por las piernas de Daniela, todo se movió a mi alrededor. Sentí miedo por ella, no quería que nada le pasara. Pero al llegar al hospital y recibir esa hermosa noticia, todo ese miedo desapareció.—¿Es en serio? —hablo sin poder creerlo.—Así es, señor Mendoza. Funcionó el tratamiento —miro a Daniela, quien se encuentra algo ida, como si estuviera pensando en otra cosa.—¿Daniela? —llamo su atención, y ella sale del trance.—Disculpen. Felicidades, señor Mendoza. Muy pronto tendrá a su hijo en sus brazos —estaba extraña, su sonrisa no era la misma y su mirada estaba algo apagada—. Doctor, ¿por qué fue el sangrado y el malestar que tenía?—Bueno, esos son los primeros síntomas. El sangrado es lo que de pronto me preocupa. Por ese motivo, debes estar en reposo. Los primeros tres meses son los que más cuidado debes tener y tratar de estar tranquila.—Seguiremos las recomendaciones.—Bueno, entonces nos veremos en un mes para ver cómo va este bebé —
Estoy sentado en la cama esperando a que Daniela salga del baño. Me vi tentado a entrar para ayudarla, pero decidí darle su espacio. Si las cosas empeoran, entraré. En ese momento, Daniela sale del baño, bastante pálida. Al verme ahí sentado, queda sorprendida.—¿Estás bien? —es lo primero que pregunto.—Sí. ¿Qué haces aquí? —No pienso extender esto, voy directo al grano.—¿Quién es Mariano y por qué te amenaza?Puedo ver cómo su cara se pone aún más pálida que cuando salió del baño. Me preocupo cuando casi se cae, así que de inmediato corro hacia ella y la siento en la cama. No quiero que se lastime ni que le pase algo al bebé.—¿Me puedes responder?—¿Qué haces viendo mis mensajes? —pregunta alterada—. ¡¿Que no te enseñaron a respetar la privacidad de las personas?! —Mierda, ahora está enojada.—Solo pasé por tu habitación y fue imposible no escuchar la conversación. ¿Ya me dirás quién es y por qué te amenaza?Ella niega repetidamente con la cabeza y se pone de pie.—Vete de aquí, L
DANIELA MOLINADespierto sintiendo cómo los rayos del sol golpean mi rostro. Al fijarme bien, noto que llevo puesta la ropa de ayer y caigo en cuenta de que me quedé dormida en los brazos de Lucas.—¡Qué vergüenza! —digo tapándome la cara, pero una sonrisa tonta aparece en mis labios al recordar su hermoso regalo. Mi vista se dirige a mi caja musical, y sin pensarlo, la tomo para que empiece a sonar—. Hace mucho tiempo nadie me hacía un regalo tan hermoso. Bebé, vas a tener un gran padre —digo mientras acaricio mi vientre, que aún sigue plano.—¿Te parece? —Me sobresalto al escuchar la voz de Lucas, quien está parado en la puerta con una bandeja llena de comida.—¿Hace cuánto estabas ahí parado? —pregunto, llena de vergüenza.—No mucho, pero alcancé a escuchar lo que le decías al bebé —se acerca y deja la bandeja en la cama—. Espero que te guste.—Todo se ve delicioso, Lucas —tomo el jugo de naranja, pero no puedo evitar sentirme intimidada por su mirada fija en mí—. ¿Sucede algo?—So