CAPITULO 5

LUCAS MENDOZA

Estas semanas han sido bastante estresantes para mí. Estoy buscando a la chica que tendrá a mi hijo, pero ninguna mujer me da tranquilidad. Además, Sonia ayuda muy poco ya que a todo le encuentra un "pero". Esto empieza a ser frustrante para mí, y además no deja de preguntarme cuándo pienso echar a Daniela del apartamento, aunque me sorprendió bastante la llamada de ella preguntando cuándo podía comenzar.

—Sonia, hoy tenemos la cita con otra chica. 

—Lucas, hoy tengo campaña. Si quieres, ve tú y me cuentas. 

—¿Qué? 

—Se supone que debemos ir los dos, ya lo sabías. 

—Sí, pero tengo trabajo y no puedo cancelar esto.

Tomo todo el aire posible, llenándome de paciencia, ya que ayer le pregunté si podía y me dijo que sí. Además, cancelé las reuniones que tenía en la mañana por ir a esa cita.

—¿Sabes qué? Mejor ve a tu campaña, yo me voy a la empresa - Cuando estoy a punto de irme, Sonia me detiene.

—¿No te piensas despedir bien?

La miro y soy tan débil con ella que es inevitable no negarme. Me acerco y justo nuestros labios se encuentran en un beso apasionado que comienza a darme calor.

—Todavía tengo algo de tiempo —le susurro mientras comienzo a besarle el cuello, pero ella se separa. 

—Yo no, cariño. Debo irme —toma sus cosas y sale del apartamento, dejándome ahí parado como un idiota.

—Lo que faltaba...

Llego a la oficina y todo está en orden, como siempre. Camila es una asistente bastante eficiente, pero últimamente la estoy cargando de mucho trabajo. Por eso decidí contratar a Daniela, aunque solo espero que no se vuelva otra carga para Camila. Me informan que Daniela ya llegó, así que decido ir a recibirla al ascensor. El piso es bastante grande y no quiero que se pierda. Por algún motivo, esta chica me inspira un sentido de protección hacia ella; es una sensación extraña.

Cuando llego al ascensor, me llevo la sorpresa de ver a Gabriel estrechando la mano de Daniela. Aún no pensaba presentarle a mi socio y amigo.

—¿Daniela?

Los saco a ambos de su burbuja y giran a verme. Me sorprendo al ver lo hermosa que está. Desde que la conocí me pareció una chica linda, pero ahora, viéndola arreglada y con ese atuendo, mi cabeza vuela, ya que con esa falda se pueden apreciar mejor sus curvas. Muy hermosa.

—Señor Mendoza, buenos días —la observo caminar con los tacones que compré. Me sorprende lo bien que los maneja; su caminar se vuelve más sensual. 

—Buenos días, señorita Molina —sus ojos avellana me atrapan de inmediato, pero la voz de Gabriel me saca de mis pensamientos. 

—¿A mí no me piensas saludar? 

—Veo que ya conociste a mi amigo y socio, Gabriel. 

—Sí, fue una presentación rápida. 

—No sabía que habías contratado más personal. 

—Camila necesita una mano —Gabriel me mira como si me estuviera analizando. 

—Claro, con tantas cosas que tiene. 

—Bueno, me llevaré a la señorita Molina. Debo explicarle algunas cosas —Gabriel vuelve a mirarme de forma extraña, pero luego se despide de Daniela. 

—Espero verla pronto, señorita —ella le dedica una sonrisa, pero no responde nada más.

—Venga conmigo —caminamos por todo el lugar hasta llegar a la oficina. Daniela entra y parece sorprendida por el lugar, pero su vista se queda clavada en la panorámica de la oficina.

—¿Le gusta? 

—Es muy hermosa, y la vista, ni qué decir.

Yo sí que estaba disfrutando la vista desde atrás de ella. Esta mujer me traerá bastantes problemas si sigue viniendo con esas faldas.

—La ropa le quedó muy bien —se gira y noto un rubor en sus mejillas. 

—Fue demasiado. 

—El dinero no es inconveniente para mí —rueda los ojos como niña pequeña. 

—Para mí sí, ya le estoy debiendo mucho.

Me acerco a ella, quedando muy cerca, permitiéndome ver mejor su rostro.

—Yo la atropellé y, por mi culpa, quedó sin casa. Es lo mínimo que puedo hacer por los daños causados —clava su vista en mí.

—Yo podía sola —me habla en forma de "yo puedo con todo sin su ayuda".

—Lo sé, pero quería ayudar - Cuando está por decir algo, se escuchan dos golpes en la puerta, y estoy seguro de que es Camila.

—Adelante - Me separo de Daniela y camino hasta el escritorio, sentándome en la silla.

—Buenos días, señor —Camila me dedica su sonrisa matutina, ya que estoy seguro de que en la tarde no será igual.

—Buenos días, Camila. Te presento a la señorita Daniela Molina. Daniela, ella es Camila, mi asistente.

—Hola, Daniela, bienvenida a la compañía —Daniela se veía algo nerviosa, pero le dedicó una sonrisa y le estrechó la mano.

—Gracias, Camila. Espero que me tengas paciencia.

—Bueno, creo que ya es momento de que comiencen con sus funciones.

Ambas salen por la puerta, pero yo quedo pensando en la señorita Molina y su cuerpo escultural.

—¿En qué momento contrataste a una belleza de esas? —brinco del susto al escuchar la voz de Gabriel, que entró a mi oficina sin tocar.

—Tu mujer te va a matar cuando la vea.

—Podrías al menos tocar la jodida puerta —respondo enojado.

—¿De dónde la sacaste? 

—Ni se te ocurra meterte con ella. 

—¿Por qué? ¿Tiene novio o marido? Sabes que eso no es problema para mí  -Dios, Gabriel siendo Gabriel.

—No, pero ella es demasiado inocente para ti y no quiero que le rompas el corazón —¿En serio acabo de decir eso? Juro que quiero autogolpearme.

—Vaya, veo que la conoces bien. ¿Quieres contarme la historia? - Indico que se siente, pero él va directamente al bar de la oficina y sirve dos tragos.

—¿Es en serio? Son las 8 de la mañana. 

—No sabía que había un horario estipulado para tomar un trago - Este me entrega el trago y ambos bebemos un sorbo.

—Ahora sí, cuéntame, amigo.

—La atropellé. 

—¿¡Qué!? —grita. 

—Sí, fue hace como tres semanas. No fue grave, pero le dejé una pierna mala, y por culpa de eso no pudo conseguir empleo y la sacaron de su casa. Me tocó ver la triste escena de ver sus cosas tiradas en la calle, mientras ella lloraba por un cofre de su abuela. No ha tenido una vida fácil, por eso te digo que mantén tus manos de Don Juan alejadas de ella.

—¿Y ahora dónde se está quedando? 

—En el apartamento cercano - Los ojos de Gabriel se abren a más no poder.

—¿Sonia sabe eso? 

—Sí, y todos los días me pregunta cuándo la pienso sacar de allí, pero obviamente ahora no puedo hacerlo. 

—¿Sabe que trabaja aquí? —Niego con la cabeza—. Amigo, tienes un problema bien grande. Sonia te va a matar. 

—Lo sé, y últimamente tiene un genio terrible. A veces creo que ya no me ama. Se ha vuelto fría y distante, y eso me preocupa.

—¿Y aún siguen buscando al bebé? 

—Sí, hoy teníamos otra cita con otra chica, pero tenía una campaña.

—Lucas, ¿estás seguro de que quieres tener un hijo con Sonia? - Justo ahora me lo estoy replanteando.

—Amigo, un hijo es para toda la vida. Recuerda eso.

—Amo a Sonia. Quiero casarme con ella y tener hijos. Ahora tenemos ese problema, pero lo podemos solucionar.

—No lo sé, amigo, solo piensen bien las cosas.

Paso todo el día y, en la tarde, antes de que acabe la jornada, le pido a Camila que entre a la oficina. Necesito saber cómo va la situación con Daniela.

—¿Me necesita para algo?

Le indico que pase y cierre la puerta.

—¿Cómo le fue con la señorita Molina?

Camila me da una sonrisa, pero ya me conozco esa sonrisa de "ya quiero irme, pinche jefe".

—Es una chica muy linda y encantadora, algo tímida, pero aprende rápido. Hoy le expliqué varias cosas y las aprendió de inmediato. No necesité quedarme mucho tiempo con ella y, por fin, luego de tanto tiempo, pude terminar los pendientes del día quedando con tiempo extra —dice con una pequeña celebración.

—Bueno, me alegra que se lleven bien y que tenga buen proceso de aprendizaje. Ya puedes irte, Camila.

Ahora sí sus ojos le brillan y da un mini brinco.

—Nos vemos mañana, señor.

—Adiós.

Ya me dispongo a salir para mi casa, pero me encuentro a Daniela saliendo apenas de la oficina. Ya eran las 7 p.m., y se suponía que debía haber salido a las 5 p.m.

—¿Qué haces aquí? - Se pone pálida.

—Señor Mendoza, yo...

—Se supone que debiste salir hace dos horas.

—Lo sé, es solo que... —cierra los ojos tomando aire— quería aprender otras cosas. No quiero robarle mucho tiempo a Camila explicándome cosas. Sé que puedo aprender por mi cuenta, y me sirvió este tiempo. Creé una carpeta para clasificar mejor todos los archivos con facilidad, así no tenemos que dar tantas vueltas para llegar a un archivo. Sería solo ubicar el código y listo.

Definitivamente, Daniela es una cajita de sorpresas, bastante lista, y si continúa así va a lograr grandes cosas dentro y fuera de esta empresa.

—Me alegro de que te haya ido bien en tu primer día - Sus ojos están brillantes, se ve tan feliz.

—Sí —habla emocionada mientras entramos al ascensor—. ¿Cómo va la búsqueda del bebé? —pregunta curiosa.

—Algo difícil. No quiero que cualquier mujer tenga a mi hijo. El dinero que van a recibir es bueno, pero no quiero que sea cualquiera.

—¿Cuánto piensan dar por eso? —Le susurro el monto y casi se va de espaldas—. ¡¿Todo eso por un bebé?!

—Así es, por si quieres postularte —se me prende el foco con algo, pero decido guardarme esa carta.

—Ja ja, qué chistoso —dice.

Cuando voy a contestar, el ascensor se abre y me llevo la gran sorpresa de ver a Sonia parada en la entrada, viéndome con cara de asesina.

—Cariño, ¿qué haces aquí?

—Te estabas demorando, y ya veo por qué —dice mirando con desprecio a Daniela, quien parece sentirse incómoda.

—Estaba terminando unos pendientes. 

—Sí, claro, y yo soy estúpida - Daniela abre más los ojos, interrumpiendo la conversación.

—Yo debo irme. Hasta mañana, señor Mendoza —voltea a ver a Sonia y le hace una señal de despedida, saliendo casi corriendo.

—¿Qué carajos te pasa? 

—¿Qué carajos te pasa a ti? —grita—. ¿Por qué estaba esa tipa contigo? 

—Ella trabaja aquí, y posiblemente podría ser nuestro vientre de alquiler. 

—¿¡Qué!?

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