—¡Estás loco si piensas que voy a dejar que esa mujer sea la que preste el vientre! —Menos mal que no hay nadie en la empresa, porque los gritos que está dando esta mujer asustan a cualquiera, pero a mí me desespera.
—¿Qué tiene? Es joven y está en edad de procrear. Puede traer a nuestro bebé sano.
—¡Trabaja para ti! ¿Acaso te gusta?
—¿Gustarme? No, o bueno, no lo creo, pero sí es linda.
—Cariño, sabes que yo te amo a ti.
—Yo no te pregunté si la amabas.
—No me gusta, solo la veo como un buen prospecto para ser el vientre subrogado. Igual ella ni siquiera lo sabe, quería esperar para consultarlo contigo y luego hacerle esa propuesta. De igual forma, necesita ese dinero.
—¿Tanto sabes de ella? —Mierda.
—Dijo cosas cuando pidió el empleo. Cariño... —Me acerco a ella y la rodeo con mis brazos—. Solo piénsalo, ella dará a luz a nuestro hijo y luego de eso la despido y le doy su dinero para que empiece una vida lejos, o donde ella quiera.
—¿Me prometes que luego la despedirás?
—Sí, cariño. Solo será mientras tenga a nuestro bebé.
—Está bien. Ahora te toca convencerla. Buena suerte, cariño. —Deja un casto beso en mis labios y luego se monta en su auto, dejándome ahí solo como un estúpido.
—¿Te dejó tu mujercita tirado? —Gabriel aparece en su superdeportivo con una estúpida sonrisa en el rostro—. ¿Un trago?
—Te odio. —Me subo en su auto y este maneja hasta el bar de siempre, y pedimos lo de siempre.
—¿¡Qué le piensas pedir!? ¡Estás loco! —grita Gabriel espantado.
—¿Qué tiene de malo? Ella necesita el dinero, la ayudo y me ayudo. Así de simple.
—¿Y crees que ella va a aceptar? —Para ser honestos, no creo que acepte.
—No pierdo nada intentándolo.
Ya estaba lo suficientemente tomado, pero no me veía tan mal. Ya quería ir a casa.
—Gabriel, te dejo, estoy cansado —este parece tener la vista en otro lado y, cuando volteo, me doy cuenta de que está viendo a una chica. Este tipo no pierde el tiempo—. Que lo disfrutes.
—Claro que lo haré —y como buen depredador, se acerca a su presa, quien lo espera con una sonrisa coqueta.
Voy caminando por las calles y no sé por qué termino en la entrada de mi apartamento, donde se está quedando Daniela. Mis pies me llevan hasta mi piso y, cuando entro, veo que la luz de la cocina está encendida. Cuando llego, veo a Daniela sentada en el piso con un bote de helado que prácticamente ya está acabado.
—Hola —esta pega el brinco de su vida, pero al verme se relaja nuevamente. Puedo notar que tiene los ojos rojos—. ¿Estabas llorando? —Me acerco a ella y levanto su cabeza.
—No estaba llorando.
Su rostro me hechiza de nuevo y, cuando bajo la mirada a sus labios, veo que tiene algo de chocolate en ellos. Por alguna estupidez, paso mi pulgar por esa zona, limpiando la mancha, pero me llama la atención cómo su respiración se acelera.
—¿Qué haces aquí?
—Lo siento, sé que no debí entrar así, es solo que... —Un impulso me gana y decido preguntarle lo que tanto tenía en mente—. Quiero proponerte algo.
—¿Qué cosa?
—Quiero que seas mi vientre subrogado. —Los ojos de Daniela parecían salirse y su boca se desencajó en cuestión de segundos.
—Creo que ha perdido la cabeza, señor Mendoza —dice esta, caminando de un lado a otro.
—Te pagaré absolutamente todo. Tendrás el suficiente dinero para empezar de cero la vida que tanto sueñas. ¿Qué dices?
Puedo ver en sus ojos un debate interno. Sabía que tenía un montón de cosas en la cabeza y que esto podría ser una oferta bastante tentadora, pero sentía que había algo más. Lo veía en sus ojos, que son tan transparentes; a veces parece que fuera un libro abierto.
—Dime algo, me estás matando.
—Acepto, pero con una condición. —¡Acepto! Dios, no pensé que lo fuera a hacer.
—La que quieras.
—Necesito un adelanto —Bueno, puedo darselo
—¿Cuánto sería? —Esta toma un papel y escribe la cifra. Algo considerable.
—Está bien, mañana mismo tendrás ese dinero, pero primero debemos ir al médico y asegurarnos de que estás apta para esto. —Ella solo asiente y luego se va, dejándome solo. ¿Qué le pasa? Escucho que se cierra la puerta y, cuando me dispongo a irme, me siento tan cansado que me dejo caer en el sillón de mi apartamento, quedando profundamente dormido.
DANIELA MOLINA
Estaba emocionada con todo lo que había aprendido hoy. Al fin comienzo a sentirme una mujer que puede con muchas cosas, que sirvo para algo más allá de cosas simples. Me siento muy feliz en este nuevo trabajo.
Cuando llego a la entrada del apartamento, siento cómo soy jalada con fuerza y, cuando pienso en gritar, alguien tapa mi boca.
—Hola, mi amor. —Esa voz la conozco. Pero, ¿qué hace aquí? ¿Cómo me encontró?— ¿Pensaste que no ibas a volver a saber de mí?
—Suéltame, Mariano —este me suelta y me mira de forma pervertida.
—Veo que te ha ido mejor, mírate, ya no pareces una pordiosera. —¡Infeliz! Cómo deseo darte un buen golpe en la cara—. ¿Le estás sacando dinero a alguien? ¿Te estás vendiendo como una zorra?
No aguanto más y le suelto una cachetada, pero este solo se toca la zona y luego me sonríe malévolamente.
—Déjame en paz.
—Te dejaré en paz, pero ya que te está yendo tan bien, quiero algo. —Maldito—. Quiero dinero y me urge.
—Yo no tengo dinero y, si lo tuviera, no te daría ni un peso. —Este me agarra con fuerza del cabello—. ¡Suéltame!
—A mí no me engañas. —Saca su celular y me muestra unas fotos íntimas mías, lo que me deja sorprendida—. Qué sensual te ves en estas fotos, ¿no crees?
—¿Cuándo me sacaste esas fotos, maldito?
—No te diré. Pero si no quieres que esas fotos salgan a la luz, págame, y luego desapareceré de tu vida.
—Eres un maldito infeliz. Ojalá te pudras en el infierno.
—Tienes una semana. —Me suelta y yo corro hasta el apartamento, llorando a más no poder. Sentía miedo, rabia, desesperación por no saber dónde conseguir esa cifra.
—¡MALDITA SEA! —grito, dándole golpes a la pared.
Luego de horas de torturarme, me encuentro sentada en el piso de la cocina, comiendo un pote de helado para ahogar mis penas. No me importa si me vuelvo una vaca, al final no tengo que ser atractiva para nadie.
—Daniela...
Y justo aquí comienza la locura de mi vida…
Tenía mi cabeza hecha trizas; aún no puedo creer que acepté ser la madre subrogada del señor Mendoza. Es una locura, pero después de lo que pasó con Mariano, no tuve más remedio que aceptar. Tengo miedo de lo que me pueda pasar. Por unos instantes pensé en mi abuela, en cuando me regaló mi cajita de música con la bailarina. Ahora solo es un cofre hecho un desastre. Mañana tengo que ir a algún lugar donde la puedan arreglar.—Bueno, es mejor que duerma ya. Mañana será un día largo y al menos espero estar descansada.A la mañana siguiente me despierto con cero ganas. No descansé porque mi cabeza iba a cien y no dejaba de pensar en todo lo que me estoy jugando con esta locura que voy a hacer.—Maldito Mariano, solo espero que apenas te dé el jodido dinero, te largues de mi vida por completo —murmuro. Como todas las mañanas, lo primero que hago es bajar a tomar un poco de agua. Como sé que me encuentro sola, no me molesto en ponerme algo, ya que suelo dormir ligera de ropa.Cuando salgo d
Me encontraba en el sillón del enorme departamento del señor Mendoza. Todavía no podía creer en qué momento llegué al punto de tener un bebé para otras personas. Maldigo a Mariano por volver a aparecer en mi vida. De no ser por él, solo estaría trabajando para el señor Mendoza sin tener que hacer esto.Escuché un fuerte golpe proveniente de la entrada del departamento, lo que me llenó de pánico. Rápidamente tomé un jarrón que había cerca y caminé hasta la puerta. ¿Cómo es posible que en un lugar como este entren ladrones? Qué mala suerte tengo.-¡Mierda! – una voz masculina. – Me caí. Esa voz la conozco. Camino rápidamente hasta que veo al señor Mendoza tendido en el suelo.-Señor Mendoza, ¿qué hace aquí? – Él levanta la cabeza y, al ver sus ojos, me doy cuenta de que está borracho.-Me olvidé por completo de que estabas aquí. Lo siento mucho, yo... – hablaba pausado, en serio, está muy ebrio.-Creo que bebió de más, señor Mendoza.-Dime Lucas, ¿vas a darme un hijo? – Él sonríe, pero
Pasaron dos semanas completas y no supe casi nada de Lucas. Me sentía bastante preocupada, ya que ni siquiera fue a la oficina, algo muy poco habitual en él. Definitivamente, necesitaba hacer algo.—Margarita —dije, mientras ella organizaba parte de la sala—.—Sí, dígame, señorita Daniela.—¿Podría darme la dirección de la casa del señor Lucas? —Mi petición la sorprendió un poco.—Querida, no creo que sea buena idea que vaya.—Margarita, estoy preocupada por él. Lleva muchos días sin ir a la oficina, y teniendo en cuenta lo que pasó, sería bueno ir y cerciorarme de que está bien. —Ella pensó unos segundos, pero finalmente accedió a darme la dirección.—No se te ocurra decir que fui yo.—Tranquila, esto se va a la tumba conmigo. —Me dedicó una sonrisa, y le dejé un beso en la mejilla antes de dirigirme directamente a la casa de Lucas. Solo esperaba que estuviera bien.Al llegar, observé una mansión enorme; jamás había visto algo así. Estaba llena de flores y jardines grandes, un espaci
LUCAS MENDOZACuando vi la sangre correr por las piernas de Daniela, todo se movió a mi alrededor. Sentí miedo por ella, no quería que nada le pasara. Pero al llegar al hospital y recibir esa hermosa noticia, todo ese miedo desapareció.—¿Es en serio? —hablo sin poder creerlo.—Así es, señor Mendoza. Funcionó el tratamiento —miro a Daniela, quien se encuentra algo ida, como si estuviera pensando en otra cosa.—¿Daniela? —llamo su atención, y ella sale del trance.—Disculpen. Felicidades, señor Mendoza. Muy pronto tendrá a su hijo en sus brazos —estaba extraña, su sonrisa no era la misma y su mirada estaba algo apagada—. Doctor, ¿por qué fue el sangrado y el malestar que tenía?—Bueno, esos son los primeros síntomas. El sangrado es lo que de pronto me preocupa. Por ese motivo, debes estar en reposo. Los primeros tres meses son los que más cuidado debes tener y tratar de estar tranquila.—Seguiremos las recomendaciones.—Bueno, entonces nos veremos en un mes para ver cómo va este bebé —
Estoy sentado en la cama esperando a que Daniela salga del baño. Me vi tentado a entrar para ayudarla, pero decidí darle su espacio. Si las cosas empeoran, entraré. En ese momento, Daniela sale del baño, bastante pálida. Al verme ahí sentado, queda sorprendida.—¿Estás bien? —es lo primero que pregunto.—Sí. ¿Qué haces aquí? —No pienso extender esto, voy directo al grano.—¿Quién es Mariano y por qué te amenaza?Puedo ver cómo su cara se pone aún más pálida que cuando salió del baño. Me preocupo cuando casi se cae, así que de inmediato corro hacia ella y la siento en la cama. No quiero que se lastime ni que le pase algo al bebé.—¿Me puedes responder?—¿Qué haces viendo mis mensajes? —pregunta alterada—. ¡¿Que no te enseñaron a respetar la privacidad de las personas?! —Mierda, ahora está enojada.—Solo pasé por tu habitación y fue imposible no escuchar la conversación. ¿Ya me dirás quién es y por qué te amenaza?Ella niega repetidamente con la cabeza y se pone de pie.—Vete de aquí, L
DANIELA MOLINADespierto sintiendo cómo los rayos del sol golpean mi rostro. Al fijarme bien, noto que llevo puesta la ropa de ayer y caigo en cuenta de que me quedé dormida en los brazos de Lucas.—¡Qué vergüenza! —digo tapándome la cara, pero una sonrisa tonta aparece en mis labios al recordar su hermoso regalo. Mi vista se dirige a mi caja musical, y sin pensarlo, la tomo para que empiece a sonar—. Hace mucho tiempo nadie me hacía un regalo tan hermoso. Bebé, vas a tener un gran padre —digo mientras acaricio mi vientre, que aún sigue plano.—¿Te parece? —Me sobresalto al escuchar la voz de Lucas, quien está parado en la puerta con una bandeja llena de comida.—¿Hace cuánto estabas ahí parado? —pregunto, llena de vergüenza.—No mucho, pero alcancé a escuchar lo que le decías al bebé —se acerca y deja la bandeja en la cama—. Espero que te guste.—Todo se ve delicioso, Lucas —tomo el jugo de naranja, pero no puedo evitar sentirme intimidada por su mirada fija en mí—. ¿Sucede algo?—So
Estoy sorprendida al verme al espejo, literalmente no me reconozco. Definitivamente Cami hizo un gran trabajo: me maquilló de manera natural, pero resaltando mis ojos. Mi cabello luce precioso con ondas, y el vestido vino tinto que me dio Lucasquedó perfectamente ajustado a mi cuerpo.—Quedaste hermosa —dice Cami con una sonrisa en el rostro.—Gracias, Cami —la abrazo y le dedico una sonrisa—. Jamás me había visto así de linda.—No necesitas de todo esto, siempre has sido hermosa.Ambas estábamos listas con nuestros hermosos vestidos, y, como lo dijo Lucas, afuera del apartamento de Camila se encontraba una de las camionetas de Lucas.—¿Y esto qué es? —pregunta Camila, confundida.—Señorita Daniela, el señor nos envía para llevarlas a la gala.Camila me mira de manera sospechosa. Esto se me está saliendo de las manos.—Gracias —digo mientras ambas nos subimos al auto y este arranca.—¡Joder, Dani! Ya dime la verdad. ¿Tienes algo con el señor Mendoza?—Cami, no quiero ser grosera, pero
No pude descansar en lo absoluto. Tenía tanta rabia que no logré conciliar el sueño. Me levanté y las ganas de vomitar se hicieron presentes, así que rápidamente corrí al baño y vomité un poco.—Espero que esto pase rápido porque no creo aguantar todo esto —dije en voz baja.Me di un baño rápido, me arreglé con un vestido blanco y aproveché que era temprano, ya que no quería encontrarme con la bruja, y mucho menos con Lucas. Tomé mis cosas y salí rápido de la habitación, pero mis intenciones se vieron interrumpidas por la bruja, quien apareció en el pasillo con la misma camisa con la que nos recibió ayer.—Buenos días, querida —dijo con una voz melosa que me causó más náuseas de las que ya tenía.—¿Qué quiere? —pregunté con mal humor.—Solo quería saber cómo estabas y si necesitas algo. Ya sabes, por lo de mi hijo —respondió con descaro. Ni siquiera lo quiere; es solo un medio para mantener a Lucas a su lado.—Estoy bien, gracias por preguntar —intenté avanzar, pero ella me detuvo con