CAPITULO 6

—¡Estás loco si piensas que voy a dejar que esa mujer sea la que preste el vientre! —Menos mal que no hay nadie en la empresa, porque los gritos que está dando esta mujer asustan a cualquiera, pero a mí me desespera. 

—¿Qué tiene? Es joven y está en edad de procrear. Puede traer a nuestro bebé sano. 

—¡Trabaja para ti! ¿Acaso te gusta? 

—¿Gustarme? No, o bueno, no lo creo, pero sí es linda. 

—Cariño, sabes que yo te amo a ti. 

—Yo no te pregunté si la amabas. 

—No me gusta, solo la veo como un buen prospecto para ser el vientre subrogado. Igual ella ni siquiera lo sabe, quería esperar para consultarlo contigo y luego hacerle esa propuesta. De igual forma, necesita ese dinero. 

—¿Tanto sabes de ella? —Mierda. 

—Dijo cosas cuando pidió el empleo. Cariño... —Me acerco a ella y la rodeo con mis brazos—. Solo piénsalo, ella dará a luz a nuestro hijo y luego de eso la despido y le doy su dinero para que empiece una vida lejos, o donde ella quiera. 

—¿Me prometes que luego la despedirás? 

—Sí, cariño. Solo será mientras tenga a nuestro bebé. 

—Está bien. Ahora te toca convencerla. Buena suerte, cariño. —Deja un casto beso en mis labios y luego se monta en su auto, dejándome ahí solo como un estúpido. 

—¿Te dejó tu mujercita tirado? —Gabriel aparece en su superdeportivo con una estúpida sonrisa en el rostro—. ¿Un trago? 

—Te odio. —Me subo en su auto y este maneja hasta el bar de siempre, y pedimos lo de siempre. 

—¿¡Qué le piensas pedir!? ¡Estás loco! —grita Gabriel espantado. 

—¿Qué tiene de malo? Ella necesita el dinero, la ayudo y me ayudo. Así de simple. 

—¿Y crees que ella va a aceptar? —Para ser honestos, no creo que acepte. 

—No pierdo nada intentándolo. 

Ya estaba lo suficientemente tomado, pero no me veía tan mal. Ya quería ir a casa. 

—Gabriel, te dejo, estoy cansado —este parece tener la vista en otro lado y, cuando volteo, me doy cuenta de que está viendo a una chica. Este tipo no pierde el tiempo—. Que lo disfrutes. 

—Claro que lo haré —y como buen depredador, se acerca a su presa, quien lo espera con una sonrisa coqueta. 

Voy caminando por las calles y no sé por qué termino en la entrada de mi apartamento, donde se está quedando Daniela. Mis pies me llevan hasta mi piso y, cuando entro, veo que la luz de la cocina está encendida. Cuando llego, veo a Daniela sentada en el piso con un bote de helado que prácticamente ya está acabado. 

—Hola —esta pega el brinco de su vida, pero al verme se relaja nuevamente. Puedo notar que tiene los ojos rojos—. ¿Estabas llorando? —Me acerco a ella y levanto su cabeza. 

—No estaba llorando. 

Su rostro me hechiza de nuevo y, cuando bajo la mirada a sus labios, veo que tiene algo de chocolate en ellos. Por alguna estupidez, paso mi pulgar por esa zona, limpiando la mancha, pero me llama la atención cómo su respiración se acelera. 

—¿Qué haces aquí? 

—Lo siento, sé que no debí entrar así, es solo que... —Un impulso me gana y decido preguntarle lo que tanto tenía en mente—. Quiero proponerte algo. 

—¿Qué cosa? 

—Quiero que seas mi vientre subrogado. —Los ojos de Daniela parecían salirse y su boca se desencajó en cuestión de segundos. 

—Creo que ha perdido la cabeza, señor Mendoza —dice esta, caminando de un lado a otro. 

—Te pagaré absolutamente todo. Tendrás el suficiente dinero para empezar de cero la vida que tanto sueñas. ¿Qué dices? 

Puedo ver en sus ojos un debate interno. Sabía que tenía un montón de cosas en la cabeza y que esto podría ser una oferta bastante tentadora, pero sentía que había algo más. Lo veía en sus ojos, que son tan transparentes; a veces parece que fuera un libro abierto. 

—Dime algo, me estás matando. 

—Acepto, pero con una condición.  —¡Acepto! Dios, no pensé que lo fuera a hacer. 

—La que quieras. 

—Necesito un adelanto —Bueno, puedo darselo

—¿Cuánto sería? —Esta toma un papel y escribe la cifra. Algo considerable. 

—Está bien, mañana mismo tendrás ese dinero, pero primero debemos ir al médico y asegurarnos de que estás apta para esto. —Ella solo asiente y luego se va, dejándome solo. ¿Qué le pasa? Escucho que se cierra la puerta y, cuando me dispongo a irme, me siento tan cansado que me dejo caer en el sillón de mi apartamento, quedando profundamente dormido. 

DANIELA MOLINA 

Estaba emocionada con todo lo que había aprendido hoy. Al fin comienzo a sentirme una mujer que puede con muchas cosas, que sirvo para algo más allá de cosas simples. Me siento muy feliz en este nuevo trabajo. 

Cuando llego a la entrada del apartamento, siento cómo soy jalada con fuerza y, cuando pienso en gritar, alguien tapa mi boca. 

—Hola, mi amor. —Esa voz la conozco. Pero, ¿qué hace aquí? ¿Cómo me encontró?— ¿Pensaste que no ibas a volver a saber de mí? 

—Suéltame, Mariano —este me suelta y me mira de forma pervertida. 

—Veo que te ha ido mejor, mírate, ya no pareces una pordiosera. —¡Infeliz! Cómo deseo darte un buen golpe en la cara—. ¿Le estás sacando dinero a alguien? ¿Te estás vendiendo como una zorra? 

No aguanto más y le suelto una cachetada, pero este solo se toca la zona y luego me sonríe malévolamente. 

—Déjame en paz. 

—Te dejaré en paz, pero ya que te está yendo tan bien, quiero algo. —Maldito—. Quiero dinero y me urge. 

—Yo no tengo dinero y, si lo tuviera, no te daría ni un peso. —Este me agarra con fuerza del cabello—. ¡Suéltame! 

—A mí no me engañas. —Saca su celular y me muestra unas fotos íntimas mías, lo que me deja sorprendida—. Qué sensual te ves en estas fotos, ¿no crees? 

—¿Cuándo me sacaste esas fotos, maldito? 

—No te diré. Pero si no quieres que esas fotos salgan a la luz, págame, y luego desapareceré de tu vida. 

—Eres un maldito infeliz. Ojalá te pudras en el infierno. 

—Tienes una semana. —Me suelta y yo corro hasta el apartamento, llorando a más no poder. Sentía miedo, rabia, desesperación por no saber dónde conseguir esa cifra. 

—¡MALDITA SEA! —grito, dándole golpes a la pared. 

Luego de horas de torturarme, me encuentro sentada en el piso de la cocina, comiendo un pote de helado para ahogar mis penas. No me importa si me vuelvo una vaca, al final no tengo que ser atractiva para nadie. 

—Daniela... 

Y justo aquí comienza la locura de mi vida…

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP