CAPITULO 17

Pasaron cinco días, y cada día veía más deteriorada a Daniela. Parecía que no estuviera durmiendo bien porque sus ojos estaban ojerosos y su piel, muy pálida. Esta situación comenzaba a preocuparme, pero cada vez que intentaba hablar con ella, hacía todo lo posible para no quedarse a solas conmigo.

—Señor Mendoza, el señor Núñez está aquí.

—Hazlo pasar, Camila.

—Al fin tengo el placer de conocerlo, señor Mendoza —dijo estrechando mi mano.

—Lo mismo digo, señor Núñez. Bueno, creo que podemos ir directo a lo que le pedí.

—Así es, señor Mendoza —respondió mientras sacaba una carpeta de su maletín y me la entregaba—. Hay bastante información sobre la chica, pero no ha tenido una vida fácil.

No quería leer ese documento, así que me levanté y le entregué el cheque con el pago.

—Aquí está lo que le corresponde.

—Gracias, señor Mendoza. Estoy a su disposición para lo que desee.

—Lo tendré en cuenta, señor Núñez.

Núñez salió por la puerta, y yo me quedé con esa carpeta que me daba miedo abrir.
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