Franco:
—Un Glenfiddich —le pido a Ronan y desvío la mirada a los alrededores del club.El equipo técnico prueba las luces y numerosos focos de colores rojo y azul despliegan resplandecientes destellos de luz. Un par de ingenieros comprueban las pantallas y los refractores y sonrío al ver a Verónica cargar a todos lados su planilla repleta de orientaciones. Discute con las bailarinas, le lanza el bolígrafo a uno de los meseros y grita a todo mundo que están haciendo un pésimo trabajo.Verónica es una chica que trabaja para mi desde hace poco más de cuatro años. Es atractiva y bien podría ejercer de modelo. Posee un cabello rojizo natural que le llega hasta los hombros y sus ojos cafés contrastan con el negro de sus kilométricas pestañas. Es diseñadora informacional de profesión y lleva cada uno de mis futuros proyectos entre sus más importantes intereses.—Su trago señor —Ronan deja frente a mí el whisky y asiento para luego tomar un sorbo.—¡Verónica! —exclamo y la pelirroja se voltea exasperada. Se acomoda sus lentes y a pasos rápidos y torpes llega hasta mi posición.—¡Lo ves, te lo dije! —suelta consternada—. A no, pero el jefe estaba seguro de que todo estaría listo para hoy ¿No que esta noche sería la apertura? —parlotea y le brindo asiento a mi lado frente a la barra.—Relájate un poco ¿Si? Mira, solo falta organizar a los meseros y preparar a las bailarinas —le digo alzando la voz intentando superar la música y me encojo de hombros.—¡Por supuesto! No sé si te diste cuenta, pero si yo no hubiese llegado hace tres horas esto estuviese hecho un desastre.—Con razón te dejé a cargo.—Dame un trago anda —suelta y me quita el Glenfiddich, le da un sorbo y hace una mueca arrugando la frente—. Jamás me había estresado tanto... ¿Cómo te sientes?—Emocionado, este Club será mi orgullo —admito y recorro nuevamente mi local con la vista.—Estoy totalmente de acuerdo. Oh, otro detalle, me parece que deberías buscar chicas más dotadas físicamente para la zona VIP —me recomienda y entrecierro los ojos mientras lo pienso—. A ver, las que escogiste la semana pasada no están tan mal, y hoy no tenemos tiempo para otra entrevista, pero bien podríamos preparar nuevas ofertas para la semana próxima ¿Qué te parece? —insiste y saca un espejo de su bolso de mano, se retoca los labios con un brillo rojo intenso y espera por mi respuesta.—Sirena, dejo todo en tus manos, en cuatro días regreso a Italia y vuelvo luego con mi hermano y los papeles del Poder que me pidió mi padre —le cuento y me pongo de pie, arreglo mi traje de corte italiano y dejo un beso en la mejilla de Verónica.—¿Ya te vas? ¿Me dejas con todo este caos? —dramatiza y le sonrío.—Tú puedes con esto y más, confío en ti —le guiño un ojo y palmeo su hombro demostrándole mi agradecido afecto.—¿Qué sería de tí sin esta sirena? Definitivamente nada —dice y se levanta quedando frente a mi, me arregla el cabello y se marcha contoneando sus caderas rumbo a los ingenieros para descargar en ellos todas sus exigencias.Subo a mi Crossover y me encamino a mi apartamento ubicado en Upper West Side-Central Park. Al llegar me quito el esmoquin, luego la camisa, y me paseo por la sala mientras bebo un poco de whisky con hielo.Es a penas las siete treinta y dos de la noche. El club Vitale será abierto a las diez, por lo que no tengo mucho tiempo libre hasta que tan esperado horario llegue. Aún así, la ansiedad que me ha proporcionado el trabajo me pide a gritos que llame a Riley. Debato internamente si invitarla a un encuentro antes de salir a la apertura y al tiempo reviso los mensajes que me ha dejado mi madre.3:48pmMamma:¿Cómo te va con Vitale? No olvides llamarme hoy.5:57pmMamma:Seguro estás ocupado. Tu hermano no escarmienta, me dijo que se iba a casar. ¡Has algo!5:59pmMamma:Oh, lo había olvidado ¡Llámame!7:15pmMamma:Volví a discutir con Félix, dile que no se case con esa mujer, a ti si te escucha. Llámame.Mi madre siempre exagera las situaciones por muy absurdas que sean. Piensa que dándole las quejas a su hijo mayor: yo, todos los problemas de la familia se resolverán.El pobre Félix, de veinticuatro años, aún no sale de las faldas de mamá, y como resultado, ella no deja de entrometerse en cada aspecto de su vida. Por ello he decidido invitarlos a él y a su novia a vivir en uno de mis Flats de Nueva York.Sonrío ante la intensa actitud de nuestra madre y marco su número.—¡Franco!—Doña Giada —jaraneo y la escucho bufar.—No me digas doña, soy mamma. Hoy abres el club ¿cierto?—En menos de tres horas. ¿Cómo está papá?—Mucho mejor, ya volvió a ser el inaguantable de siempre.Papá se sobrecargó con una e****a en su más importante empresa Italiana, lo cual afectó unas cuantas inmobiliarias pequeñas. El impacto de casi perder toda su inversión le causó un shock que dejó una parálisis facial en el lado izquierdo de su rostro. Gracias a Dios está recibiendo terapia y al parecer ha retomado sus acciones en la empresa.—No hables así de él. Dale un abrazo y un par de besos de mi parte. ¿Qué ocurre con Félix? —le pregunto y voy a mi habitación mientras me cuenta. Cojo mi bata de baño y preparo la ducha.—... ¡Pero no! Él está hechizado con esa afroamericana!—Mamma...—¡No se da cuenta de que esa mujer no compagina con él!—¡Mamma! ¡Deja de entrometerte en la vida de Félix! Es un adulto y sabe lo que hace. Además, Estrella viene de buena familia, al menos su dinero no lo quiere.—¡Estrella, Estrella! ¡Santo Dio! Valla nombre, hasta un barco fantasma tiene más luz que esa...—¡No mamma no lo digas! ¡No admito el racismo y lo sabes! Tengo que colgar, se me hará tarde para la apertura de Vitale, un basio ciao —le lanzo un beso y entre reclamos por su parte finalizo la llamada.Le escribo un mensaje a Riley para que venga arreglada en vistas a la inauguración de mi club y de paso descargar cierto problemita entre sus piernas. Ella acepta y me adelanto a tomar un baño. * * *El rocío de Armany Code Profumo salpica en mi cuello y luego lo paseo por otras áreas de mi cuerpo. Me observo frente al espejo totalmente desnudo de la cintura hacia arriba y mis ojos se detienen en el tatuaje que tengo recorriendo parte de mi abdomen en forma de maquinaria. Paso mis dedos por las líneas y los trazos, trago en seco y aparto los dolorosos recuerdos que amenazan con afectarme.Mi celular vibra sobre la cama y emite un tintineante sonido. Lo tomo y veo que es un mensaje de Riley. Me dice que está en la puerta y me apresuro en ir a abrirle. Una pelinegra me recibe con una amplia sonrisa. Su cuerpo resalta a través de un entallado vestido azul marino que deja a relucir cada una de sus no tan pronunciadas curvas. Lleva unos tacones negros altos y sostiene un bolso de mano que no dudo en arrebatarle y lanzarlo a cualquier sitio del salón mientras la arrastro conmigo.Riley ha sido mi amiga desde que tengo memoria, vino conmigo a Estados Unidos cuando alcanzamos la juventud y desde entonces se ha convertido en la mujer a la que confío mi cuerpo con más frecuencia.—Llegué en el momento justo ¿Verdad? —dice a sabiendas de las razones de mi actitud.—No tenemos mucho tiempo —susurro contra sus labios y la apego a la pared—. No llegaremos a la habitación —musito y agarro su rostro con una de mis manos. Mi boca atrapa la suya y comienzo a besarla con fiereza. Su lengua se enreda con la mía y luego de juguetear y recorrer sus labios dejo una mordida en el inferior. Subo su vestido y dejo caer sus bragas. Vuelvo a su boca y después de una apasionante sección de besos, saco un preservativo del bolsillo trasero de mis pantalones y cubriendo mi miembro me hundo salvajemente dentro de ella...Todo se ve impecable desde afuera. En la puerta se forma una fila extravagante de clientes controlada por los guardias de seguridad y numerosos periodistas y paparazzis llevan el parte a sus directivos. La ubicación de la Casa Club permite que celebridades locales y clientes destacados visiten sus instalaciones. Lo cual favorece e influye en la popularidad del local.—Es enorme la multitud que se ha acumulado en las puertas de la Casa Club Vitale, inaugurada esta noche por el empresario millonario Franco Rizzo, hijo del director de la empresa Italiana Inmoviliaria "Rizzo Inmoviliare" —informa una periodista a su equipo de cámaras mientras transmite la noticia.—Vamos señor. —Bruno y mis dos escoltas me rodean y Riley se agarra de mi brazo derecho.Caminamos a prisa evitando las cámaras y finalmente cruzamos la puerta lateral del Club que no está autorizada al público.La música se filtra por las bocinas y los altavoces de cada rincón. Llegamos al interior de las instalaciones y mis ojos se desplazan a cada detalle: la decoración impresionante; los meseros y meseras uniformados y elegantes; las hermosas bailarinas deleitando a los espectadores; el servicio de la barra y la actitud de los guardias... Todo grita perfección y deleite.—¿A la zona VIP señor?—Lleva a la señorita. Iré a precisar asuntos en la sala de juntas, me están esperando —le indico a Bruno y este asiente—. En un rato estaré contigo—. Le digo a Riley al oído.—Te espero —contesta y besa fugazmente mis labios.Bruno y Max llevan a Riley al segundo piso y yo me dirijo con Thomas a la sala de reuniones, la cual se encuentra tras los camerinos de las bailarinas.—Si vino acompañado mantén tu arma al alcance —le ordeno a mi escolta y abro la puerta.Dashton Frederick me espera sentado en un sillón mientras bebe una copa. Lo acompaña un guardaespaldas tras su asiento y Thomas no me pierde el paso. Sus labios se ensanchan en una irónica sonrisa y se pone de pie para recibirme.—¡Franco Rizzo! Ansiaba verte —me saluda extendiendo su mano y correspondo estrechándole la mía.—Dashton, no me desagrada vuestra visita ¿Qué te ha parecido mi club? —le pregunto, arreglo las mangas de mi traje y tomo asiento frente a él.—Has hecho un buen trabajo, al parecer —dice y alza a la par sus canosas cejas.Dashton tiene unos cincuenta años, es un empoderado hombre de negocios —en su mayoría ilícitos—, que no pierde la oportunidad de ofrecer sus poco sanos servicios en cuanto club neoyorkino sea abierto.—Frederick voy a ir directo al grano, no estoy interesado en ninguno de tus negocios —tajo y con un gesto de mano le indico al mesero que me traiga un whisky.—Muy bien, entiendo. Pero... No vengo a hablarte de eso exactamente —pronuncia escaneandome con sus ojos verdes—. Se trata de tu padre.Frunzo el entrecejo y le pido ser más explícito.—Quiero invertir en su pequeña empresa de Miami, he escuchado que quiere deshacerse de ella pues rinde muy poco.—Siendo ese tu interés... En cuatro días viajaré a Italia, le hablaré de ti si es lo que me estás pidiendo.—Estaría muy agradecido.—En caso de aceptar tu propuesta yo mismo haré los trámites y estaré al tanto, tengo un penthouse en Miami —le comunico y le doy un sorbo a mi trago.—Perfecto entonces —asiente satisfecho.Luego de una charla cerramos el tema y lo invito a disfrutar del salón de Strippers. Me junto con Riley en la zona VIP y compartimos tragos con amigos que he invitado.Sintiéndome orgulloso del resultado de mi proyecto, regreso a mi apartamento al amanecer.Podría asegurar que fue un día provechoso y ameno. Pero mi ilusión de destruyó al recibir una llamada de el Hospital informándome que Riley había tenido un accidente junto con Max camino a su casa. Y para cerrar con broche de oro, al llegar y recibir los resultados de algunos de sus exámenes, el mentón se me calló al piso cuando leí: "gestación de tres semanas".Mariana:Odio las despedidas.Definitivamente nunca estaré preparada para decirles adiós a mis pequeñas florecitas. Las abrazo a ambas y poso un beso en la frente de Karla para luego hacer lo mismo con Kamila. Abuela Martha nos observa aguantando las lágrimas y pronuncio inaudiblemente que todo estará bien.—¿Y para nuestro cumpleaños estarás? —me pregunta Kamila—. Prometiste que nos comprarías unos vestidos de princesa.—Faltan muchos días aún, y claro que les compraré los vestidos —respondo con una sonrisa y ambas dan brinquitos emocionadas.—Dice mamá que nuestra fiesta será dentro de veinte domingos. Esos son muchos domingos tata —musita triste Karla y le pellizco una mejilla.—¡Claro que no! Veinte es un número pequeño, mira. —Me levanto del sofá y agarro un bolígrafo junto con una hoja de la agenda telefónica de mi abuela. La llevo hasta las gemelas y dibujo un número veinte del tamaño de un guizante—. ¡Lo ven! Es muy pequeñito. En poquitos domingos ambas tendrán ¿cuántos?—¡Ci
*Mariana*El sereno de la madrugada nos abraza y tiemblo de frío mientras bajo a tierra firme, con parte de mi mochila empapada de agua salada y mi cabello amelenado por la brisa.Un fuerte murmullo de lágrimas y quejidos de felicidad se adueña del sonido de la playa donde desembarcamos temerosos. No hay tiempo para celebrar, una vez que pisamos la arena nos lanzamos a correr en dirección a los matorrales que rodean la derecha de nuestra vista. No puedo explicar cómo me siento ahora mismo, un sentimiento de alegría y miedo me recorre de pies a cabeza y en lo único que puedo pensar es en correr junto a los demás.Escapamos de posibles guardias americanos y finalmente llegamos a una zona estrechamente poblada con unas diez personas esperándonos con carteles y camisetas de bienvenida. «Es el momento de soltar las lágrimas». Me digo al ver a un tipo vestido de blanco con un cartel en manos ilustrando un: "Bienvenida al sueño americano Mariana". Es Ricardo, el primohermano de mi madre.
*Franco*Sentado en el sofá del cuarto de hospital donde se encuentra Riley, sostengo el cuadrito plastizado que ilustra un círculo del tamaño de un guisante. La base de mi dedo pulgar se desliza por la imagen y me hace un poco de ilusión pensar cómo sería ser padre. La verdad, puede que sea lindo, pero no he planeado tener hijos con ella.Riley ha sido mi mejor amiga desde que tengo memoria, con el tiempo nos convertimos en algo más, pero siempre mantuvimos claras nuestras intenciones, y, por tanto, ambos estubimos de acuerdo en basar nuestra relación en amistad y sexo, nada más. Ahora todo se ha complicado, debo aceptar que no deseo estar separado de la madre de mis hijos, siempre pensé tenerlos con aquella que ocupara el lugar de mi esposa, y desgraciadamente, Riley no es esa mujer...—Mmm —gime tumbada sobre la cama. Numerosos sueros se aferran a sus venas y trae puesta una mascarilla de oxígeno cubriendo su nariz y su boca.—Riley —pronuncio y me pongo de pie. Camino hasta lleg
*Mariana*«Ojalá en Cuba hubiese tenido un par de estas pantuflas peludas, son excelentes para los cayos de mi madre, de hecho». Me digo saliendo del baño en dirección a mi habitación. —¡Mari! —me llama Ricardo y volteo agarrando fuerte el borde de la toalla que cubre mi cuerpo.—¿Mm? —musito atenta. Él camina hasta mi sosteniendo una caja en manos y me observa divertido.—Toma, te he comprado esto en la mañana —me dice extendiéndomela—, considéralo como un estímulo por tu desempeño en la cafetería, has sido de mucha ayuda.Arqueo una ceja sin emitir una palabra y tomo en mi mano libre el presente.—No debiste molestarte Ricardito —le digo agradecida—, dame un minuto, voy a cambiarme.—Dale.Con la caja en manos entro a mi cuarto y la dejo sobre mi cama. Cojo un short y una blusa de tirantes del armario junto con ropa interior y me visto. Regreso a por el regalo y levanto la tapa cuadrada forrada con papel de regalo rosa y estampados de corazones. Dentro me espera una laptop y un cel
Mariana:—Ya te dije que sé lo que hago —le repito por quinta vez al menos a mi madre y ella bufa al otro lado de la línea.—¡Eres una niña aún, no sabes nada de la maldad que existe en Estados Unidos! ¿Y si te prostituyen? ¿Ya les dijiste que eres emigrante y que aún no te dan la ciudadanía? —ataca mamá y ruedo los ojos.—No me pasará nada malo, necesito el dinero. Y lo de la emigración... No me preguntaron y por eso no les dije, al parecer les urge mucho encontrar meseras y no tomaron en cuenta algunos detalles. ¡Ay no sé mamá! No puedo darme el lujo de desaprovechar esta oportunidad.—Mariana, escucha a tu madre —insiste abrumada, con esa voz que logra hacerme reflexionar.—Estaré pensando en tus palabras mami ¿Sí? Ahora tengo que colgar, un beso.—Ay Dios mío Mari, algo me dice que no me harás caso chica. Cuídate mucho oíste... Y recárgame que me quedan pocos megas.—De acuerdo, chaíto. Te quiero.—Dale mi niña, te amo mucho.Cuelgo y doblo la última muda de ropa que pretendo llev
Franco:Iba a decirle a mi padre que por razones como esta (la calor) no me gusta venir a Miami, acá es más cálida la temperatura. Pero por tal de cruzarme con la meserita castaña de la cafetería vuelvo las veces que hagan falta.—¿Nos vamos señor? —me pregunta Bruno luego de darle un toquesito a la ventanilla desde adentro. Me volteo y le indico que aún no y él parece entenderme.—Al fin —pronuncio torciendo un gesto de cara.—Buenos días señor ¿Qué necesita? —cuestiona el albino regordete con delantal y me extiende su mano.Estoy a punto de estrecharle la mía cuando la retira y limpia su mano con el pedazo de tela gruesa que cubre su redonda barriga. Niego con la cabeza y le agarro la mano de igual manera. Él parece sorprenderse.—La cortesía es uno de los más grandes modales, si su mano está sucia o no, es irrelevante —le digo con una sonrisa de labios juntos y el señor asiente.—Exactamente señor.—Franco, mi nombre es Franco Rizzo. He venido a conversar con el dueño de la cafeter
~Una semana después~Franco:Recojo a Félix y a Estrella en el aeropuerto y los llevo al flat que tengo en Central Park, muy cerca de mi apartamento. —Estaremos más que bien aquí, gracias fratello —agradece Félix tomando asiento en el enorme sofá de vinil gris que radica en la sala. Estrella explora los demás sitios y termina adentrándose en la habitación principal, cuenta con otra pero es más pequeña.—¿Seguro que puedes trabajar desde aquí? —le pregunto. Felix dirige la segunda Inmoviliaria más grande de papá y no puede darse el lujo de abandonar su deber por un par de meses vacaciones, que son los que pasaran aquí en Nueva York. Mi hermano desea mudarse a los Estados Unidos, pero eso no será posible, al menos no ahora, nuestro padre no está en sus mejores condiciones como para dejarlo con la directiva de cada Empresa a la vez.—Perfectamente, dejé a Alessio a cargo, él me mantendrá informado de todos y estaré monitoreando la empresa desde mi computadora. —Sie
Mariana:¡¿Crujido de espalda?! Pensé que nunca más sentiría esa sensación de desajuste en mi columna vertebral. «Fueron los tacones del uniforme». Me recuerdo con la mirada puesta en el techo de mi cómodo y nuevo departamento. Desabrocho casi sin fuerzas los botones del chaleco y me ayudo con mis propios pies a quitarme los ajustados zapatos de tacón fino.La alarma del reloj digital sobre el armario retumba marcando las cuatro de la mañana y suelto un bufido seguido de un berrinche resagoso. Agarro una almohada y la lanzo en dirección al aparato ruidoso. Acción fallida, colapsa contra el cuadrito enmarcado de mis hermanas y luego cae al suelo.—¡Cojone! ¡Me cago en la madre de las almohadas! —exclamo para no faltarle al respeto a la madre de alguien que tengo en mente que prefiero no mencionar.Cojo la otra almohada y nuevamente intento golpear el reloj insoportable que pita como equipo médico en alerta de emergencia. «¡Aleluya!». Esta si logra darle y suspiro aliviada. El primer d