Capítulo 8

Franco:

Iba a decirle a mi padre que por razones como esta (la calor) no me gusta venir a Miami, acá es más cálida la temperatura. Pero por tal de cruzarme con la meserita castaña de la cafetería vuelvo las veces que hagan falta.

—¿Nos vamos señor? —me pregunta Bruno luego de darle un toquesito a la ventanilla desde adentro. Me volteo y le indico que aún no y él parece entenderme.

—Al fin —pronuncio torciendo un gesto de cara.

—Buenos días señor ¿Qué necesita? —cuestiona el albino regordete con delantal y me extiende su mano.

Estoy a punto de estrecharle la mía cuando la retira y limpia su mano con el pedazo de tela gruesa que cubre su redonda barriga. Niego con la cabeza y le agarro la mano de igual manera. Él parece sorprenderse.

—La cortesía es uno de los más grandes modales, si su mano está sucia o no, es irrelevante —le digo con una sonrisa de labios juntos y el señor asiente.

—Exactamente señor.

—Franco, mi nombre es Franco Rizzo. He venido a conversar con el dueño de la cafeter
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