Mariana:Elevando la vista al plano techo del salón de baile, me concentro en puntear mis pies y realizar la técnica de Hawkins, orientada por la meticulosa bailarina Camagüeyana Berta Mustelier.—Enfatizen en el uso de los movimientos fluidos que se inician desde el centro gravitacional del cuerpo, aprendiendo a moverse utilizando el mínimo esfuerzo muscular —orienta mientras se pasea entre la fila de jovencitas delgadas que me acompañan—. ¡Vamos Hernández, desde el principio! ¿No desayunó hoy o ha venido con ganas de ser requerida? Detesto cuando me llama por mi primer apellido, no merezco que me eche en cara ensayo tras ensayo que soy hija de un delincuente. Retomo mi posición inicial y despliego mis brazos a la altura de mis hombros, doy un giro libiano y muevo mis caderas con la sensualidad que nos exigen. Necesito mejorar mis pasos si quiero que quite su dedo de encima mío.—Mucho mejor, ahora Cunningham con el ritmo del excelentísimo tema musical "Arcade", versión en español p
Franco:—Un Glenfiddich —le pido a Ronan y desvío la mirada a los alrededores del club. El equipo técnico prueba las luces y numerosos focos de colores rojo y azul despliegan resplandecientes destellos de luz. Un par de ingenieros comprueban las pantallas y los refractores y sonrío al ver a Verónica cargar a todos lados su planilla repleta de orientaciones. Discute con las bailarinas, le lanza el bolígrafo a uno de los meseros y grita a todo mundo que están haciendo un pésimo trabajo.Verónica es una chica que trabaja para mi desde hace poco más de cuatro años. Es atractiva y bien podría ejercer de modelo. Posee un cabello rojizo natural que le llega hasta los hombros y sus ojos cafés contrastan con el negro de sus kilométricas pestañas. Es diseñadora informacional de profesión y lleva cada uno de mis futuros proyectos entre sus más importantes intereses.—Su trago señor —Ronan deja frente a mí el whisky y asiento para luego tomar un sorbo.—¡Verónica! —exclamo y la pelirroja se volt
Mariana:Odio las despedidas.Definitivamente nunca estaré preparada para decirles adiós a mis pequeñas florecitas. Las abrazo a ambas y poso un beso en la frente de Karla para luego hacer lo mismo con Kamila. Abuela Martha nos observa aguantando las lágrimas y pronuncio inaudiblemente que todo estará bien.—¿Y para nuestro cumpleaños estarás? —me pregunta Kamila—. Prometiste que nos comprarías unos vestidos de princesa.—Faltan muchos días aún, y claro que les compraré los vestidos —respondo con una sonrisa y ambas dan brinquitos emocionadas.—Dice mamá que nuestra fiesta será dentro de veinte domingos. Esos son muchos domingos tata —musita triste Karla y le pellizco una mejilla.—¡Claro que no! Veinte es un número pequeño, mira. —Me levanto del sofá y agarro un bolígrafo junto con una hoja de la agenda telefónica de mi abuela. La llevo hasta las gemelas y dibujo un número veinte del tamaño de un guizante—. ¡Lo ven! Es muy pequeñito. En poquitos domingos ambas tendrán ¿cuántos?—¡Ci
*Mariana*El sereno de la madrugada nos abraza y tiemblo de frío mientras bajo a tierra firme, con parte de mi mochila empapada de agua salada y mi cabello amelenado por la brisa.Un fuerte murmullo de lágrimas y quejidos de felicidad se adueña del sonido de la playa donde desembarcamos temerosos. No hay tiempo para celebrar, una vez que pisamos la arena nos lanzamos a correr en dirección a los matorrales que rodean la derecha de nuestra vista. No puedo explicar cómo me siento ahora mismo, un sentimiento de alegría y miedo me recorre de pies a cabeza y en lo único que puedo pensar es en correr junto a los demás.Escapamos de posibles guardias americanos y finalmente llegamos a una zona estrechamente poblada con unas diez personas esperándonos con carteles y camisetas de bienvenida. «Es el momento de soltar las lágrimas». Me digo al ver a un tipo vestido de blanco con un cartel en manos ilustrando un: "Bienvenida al sueño americano Mariana". Es Ricardo, el primohermano de mi madre.
*Franco*Sentado en el sofá del cuarto de hospital donde se encuentra Riley, sostengo el cuadrito plastizado que ilustra un círculo del tamaño de un guisante. La base de mi dedo pulgar se desliza por la imagen y me hace un poco de ilusión pensar cómo sería ser padre. La verdad, puede que sea lindo, pero no he planeado tener hijos con ella.Riley ha sido mi mejor amiga desde que tengo memoria, con el tiempo nos convertimos en algo más, pero siempre mantuvimos claras nuestras intenciones, y, por tanto, ambos estubimos de acuerdo en basar nuestra relación en amistad y sexo, nada más. Ahora todo se ha complicado, debo aceptar que no deseo estar separado de la madre de mis hijos, siempre pensé tenerlos con aquella que ocupara el lugar de mi esposa, y desgraciadamente, Riley no es esa mujer...—Mmm —gime tumbada sobre la cama. Numerosos sueros se aferran a sus venas y trae puesta una mascarilla de oxígeno cubriendo su nariz y su boca.—Riley —pronuncio y me pongo de pie. Camino hasta lleg
*Mariana*«Ojalá en Cuba hubiese tenido un par de estas pantuflas peludas, son excelentes para los cayos de mi madre, de hecho». Me digo saliendo del baño en dirección a mi habitación. —¡Mari! —me llama Ricardo y volteo agarrando fuerte el borde de la toalla que cubre mi cuerpo.—¿Mm? —musito atenta. Él camina hasta mi sosteniendo una caja en manos y me observa divertido.—Toma, te he comprado esto en la mañana —me dice extendiéndomela—, considéralo como un estímulo por tu desempeño en la cafetería, has sido de mucha ayuda.Arqueo una ceja sin emitir una palabra y tomo en mi mano libre el presente.—No debiste molestarte Ricardito —le digo agradecida—, dame un minuto, voy a cambiarme.—Dale.Con la caja en manos entro a mi cuarto y la dejo sobre mi cama. Cojo un short y una blusa de tirantes del armario junto con ropa interior y me visto. Regreso a por el regalo y levanto la tapa cuadrada forrada con papel de regalo rosa y estampados de corazones. Dentro me espera una laptop y un cel
Mariana:—Ya te dije que sé lo que hago —le repito por quinta vez al menos a mi madre y ella bufa al otro lado de la línea.—¡Eres una niña aún, no sabes nada de la maldad que existe en Estados Unidos! ¿Y si te prostituyen? ¿Ya les dijiste que eres emigrante y que aún no te dan la ciudadanía? —ataca mamá y ruedo los ojos.—No me pasará nada malo, necesito el dinero. Y lo de la emigración... No me preguntaron y por eso no les dije, al parecer les urge mucho encontrar meseras y no tomaron en cuenta algunos detalles. ¡Ay no sé mamá! No puedo darme el lujo de desaprovechar esta oportunidad.—Mariana, escucha a tu madre —insiste abrumada, con esa voz que logra hacerme reflexionar.—Estaré pensando en tus palabras mami ¿Sí? Ahora tengo que colgar, un beso.—Ay Dios mío Mari, algo me dice que no me harás caso chica. Cuídate mucho oíste... Y recárgame que me quedan pocos megas.—De acuerdo, chaíto. Te quiero.—Dale mi niña, te amo mucho.Cuelgo y doblo la última muda de ropa que pretendo llev
Franco:Iba a decirle a mi padre que por razones como esta (la calor) no me gusta venir a Miami, acá es más cálida la temperatura. Pero por tal de cruzarme con la meserita castaña de la cafetería vuelvo las veces que hagan falta.—¿Nos vamos señor? —me pregunta Bruno luego de darle un toquesito a la ventanilla desde adentro. Me volteo y le indico que aún no y él parece entenderme.—Al fin —pronuncio torciendo un gesto de cara.—Buenos días señor ¿Qué necesita? —cuestiona el albino regordete con delantal y me extiende su mano.Estoy a punto de estrecharle la mía cuando la retira y limpia su mano con el pedazo de tela gruesa que cubre su redonda barriga. Niego con la cabeza y le agarro la mano de igual manera. Él parece sorprenderse.—La cortesía es uno de los más grandes modales, si su mano está sucia o no, es irrelevante —le digo con una sonrisa de labios juntos y el señor asiente.—Exactamente señor.—Franco, mi nombre es Franco Rizzo. He venido a conversar con el dueño de la cafeter