Mariana—¿Estás segura de que no me quieres contar lo que te ocurre? —me pregunta Isa mientras me analiza con la mirada. Sus ojos se achinan y mastica despacio un trozo de arepa de queso.Me limito a negar débilmente. Juego con el arroz, utilizando un cubierto como pala para hacer "no sé qué cosa", y apoyo mi mejilla en una de mis manos, con el codo fijado sobre la mesa. Bufo aturdida y mi mente me grita control. Necesito tranquilizarme.—Mariana... Estoy hablando contigo —insiste y en respuesta estrujo mi rostro con mis manos.—Isa ya no sé qué hacer —suelto y trago en seco. La verdad, no sé exactamente porqué estoy así. O sea, tengo que hablar con él y aclarar todo esto, quizá el pago es por las dos sesiones de baile ¿No?—Sabes que puedes decirme, no voy a jusgarte —musita y toma una de mis manos para acariciarla entre las suyas. Sentada a mi lado me brinda confianza y dudosa asiento. —Aquí no tengo a nadie más, ya no sé qué hacer con todo lo que me está pasando y estoy harta de t
Mariana:Luego de la incomodísima conversación con Isa, me encuentro caminando a prisa por la acera que conduce a Vitale. Llevo días sin venir, según Ronan las chicas me extrañan, por lo que aprovecharé esta visita para saludarlas y ayudarlas un poco en el camerino. Creo que va siendo hora de volver a ser la asistente de las bailarinas, al fin y al cabo, son pocas las veces que debo bailar para mi jefe.Las palabras temblorosas de Isa resuenan en mi mente durante todo el camino, sin embargo, y pese al peso que carga todo lo dicho en mi departamento, no la juzgo, al contrario, entiendo perfectamente; pues no solo ella, sino casi todas las bailarinas y meseras de Club miran al jefe con ojos depredadores, en lo cual me incluyo. Pero lo que sí no concibo es que se interponga u opine en lo que a nosotros dos nos concierne, y menos ahora que le he contado sobre la noche que pasamos juntos. Gracias a mi autocontrol, no le comenté nada del contrato, ni pretendo hacerlo. Hasta ahora, la única
Franco:El rojizo de sus mejillas me hace perderme por unos segundos. Se ve preciosa cuando me observa con la intensidad que lo hace ahora. Mariana es la representación de todo aquello que deseo en una mujer, pero no estoy seguro de entregarme por completo a algo que vaya más allá de lo que tenemos en este momento. Me asusta que todo esto no sea más que un juego mutuo cargado de pasión y coraje, pero a la vez, rehuyo a la posibilidad de que alguno de los dos, o ambos, terminemos confundiendo las cosas.«¿Confundiendo qué exactamente?». No pretendo que me ame, tampoco he pensado hacerlo por ella, pero demonios, ¿Cómo reusarme a algo que pasará inevitablemente? Somos adultos, lo suficiente para entender a lo que nos llevará toda esta revuelta física y emocional en la que nos hemos involucrado. No quiero que esto llegue a más... ¡¿Joder a quien engaño?! ¡¿Qué deseo realmente?! —Sé que lo pone el contrato, pero me inquieta que no hayas transferido el pago antes —declara y frunzo el en
MarianaObservo la pantalla de mi laptop con una sonrisa radiante. Las videollamadas con mi madre y mis hermanas son los momentos más esperado de la semana. En la pequeña ventana de la pantalla, veo mamá, con el cabello recogido y una expresión de amor incondicional. A su lado, mis hermanitas pequeñas se pelean por espacio en el cuadro, cada una queriendo compartir su día primero.—¡Ya casi tengo todo el dinero necesario para traerlas a Estados Unidos! —anuncio con entusiasmo, sintiendo un calor reconfortante en mi pecho al ver las expresiones de felicidad y alivio en los rostros de mi familia.—¡Ay, hija, eso es una bendición! — respondió mamá, con los ojos brillando de emoción—. Estamos tan orgullosas de ti. Sabemos que no ha sido fácil.—Te extrañamos tanto, Mari —dice Karla, la más bajita, con una mirada tierna—. No veo la hora de estar allá contigo.Kamila asiente vigorosamente: —¡Sí, queremos estar todas juntas otra vez!La conversación fluye con naturalidad. Hablamos de las últ
MarianaNos quedamos viéndonos fijamente después de un intenso beso. Nuestras respiraciones se mezclan y desliza su pulgar por mi labio inferior para susurrarme despacio: —¿Quieres que me quede aquí contigo hoy? Por un momento pensé que me diría que me quería, que me pediría ser su novia y que se estaba enamorando de mí, no sé, alguna cursilería de novela que estoy acostumbrada a leer. Pero no, solo le importa el sexo y nada más. Estoy cansada de que me tome como un objeto sexual sin más, y que de ser su bailarina haya caído en esto. ¿Cómo no pude darme cuenta antes? ¿En serio llegué a este punto para darme cuenta de las cosas? A ver, a ver, Mariana, piensa, dónde tenías la cabeza. Me he dejado llevar todo este tiempo por un amor platónico ¿y qué he ganado con eso? nada, absolutamente nada. Pensé que me tomaría en serio, Pero quizá estoy siendo demasiado optimista ¿no? —¿Eso es todo lo que tienes por decir? Se queda perplejo mirándome, como buscando algo en mi rostro. —¿Quieres q
Mariana:Elevando la vista al plano techo del salón de baile, me concentro en puntear mis pies y realizar la técnica de Hawkins, orientada por la meticulosa bailarina Camagüeyana Berta Mustelier.—Enfatizen en el uso de los movimientos fluidos que se inician desde el centro gravitacional del cuerpo, aprendiendo a moverse utilizando el mínimo esfuerzo muscular —orienta mientras se pasea entre la fila de jovencitas delgadas que me acompañan—. ¡Vamos Hernández, desde el principio! ¿No desayunó hoy o ha venido con ganas de ser requerida? Detesto cuando me llama por mi primer apellido, no merezco que me eche en cara ensayo tras ensayo que soy hija de un delincuente. Retomo mi posición inicial y despliego mis brazos a la altura de mis hombros, doy un giro libiano y muevo mis caderas con la sensualidad que nos exigen. Necesito mejorar mis pasos si quiero que quite su dedo de encima mío.—Mucho mejor, ahora Cunningham con el ritmo del excelentísimo tema musical "Arcade", versión en español p
Franco:—Un Glenfiddich —le pido a Ronan y desvío la mirada a los alrededores del club. El equipo técnico prueba las luces y numerosos focos de colores rojo y azul despliegan resplandecientes destellos de luz. Un par de ingenieros comprueban las pantallas y los refractores y sonrío al ver a Verónica cargar a todos lados su planilla repleta de orientaciones. Discute con las bailarinas, le lanza el bolígrafo a uno de los meseros y grita a todo mundo que están haciendo un pésimo trabajo.Verónica es una chica que trabaja para mi desde hace poco más de cuatro años. Es atractiva y bien podría ejercer de modelo. Posee un cabello rojizo natural que le llega hasta los hombros y sus ojos cafés contrastan con el negro de sus kilométricas pestañas. Es diseñadora informacional de profesión y lleva cada uno de mis futuros proyectos entre sus más importantes intereses.—Su trago señor —Ronan deja frente a mí el whisky y asiento para luego tomar un sorbo.—¡Verónica! —exclamo y la pelirroja se volt
Mariana:Odio las despedidas.Definitivamente nunca estaré preparada para decirles adiós a mis pequeñas florecitas. Las abrazo a ambas y poso un beso en la frente de Karla para luego hacer lo mismo con Kamila. Abuela Martha nos observa aguantando las lágrimas y pronuncio inaudiblemente que todo estará bien.—¿Y para nuestro cumpleaños estarás? —me pregunta Kamila—. Prometiste que nos comprarías unos vestidos de princesa.—Faltan muchos días aún, y claro que les compraré los vestidos —respondo con una sonrisa y ambas dan brinquitos emocionadas.—Dice mamá que nuestra fiesta será dentro de veinte domingos. Esos son muchos domingos tata —musita triste Karla y le pellizco una mejilla.—¡Claro que no! Veinte es un número pequeño, mira. —Me levanto del sofá y agarro un bolígrafo junto con una hoja de la agenda telefónica de mi abuela. La llevo hasta las gemelas y dibujo un número veinte del tamaño de un guizante—. ¡Lo ven! Es muy pequeñito. En poquitos domingos ambas tendrán ¿cuántos?—¡Ci