Franco:El rojizo de sus mejillas me hace perderme por unos segundos. Se ve preciosa cuando me observa con la intensidad que lo hace ahora. Mariana es la representación de todo aquello que deseo en una mujer, pero no estoy seguro de entregarme por completo a algo que vaya más allá de lo que tenemos en este momento. Me asusta que todo esto no sea más que un juego mutuo cargado de pasión y coraje, pero a la vez, rehuyo a la posibilidad de que alguno de los dos, o ambos, terminemos confundiendo las cosas.«¿Confundiendo qué exactamente?». No pretendo que me ame, tampoco he pensado hacerlo por ella, pero demonios, ¿Cómo reusarme a algo que pasará inevitablemente? Somos adultos, lo suficiente para entender a lo que nos llevará toda esta revuelta física y emocional en la que nos hemos involucrado. No quiero que esto llegue a más... ¡¿Joder a quien engaño?! ¡¿Qué deseo realmente?! —Sé que lo pone el contrato, pero me inquieta que no hayas transferido el pago antes —declara y frunzo el en
MarianaObservo la pantalla de mi laptop con una sonrisa radiante. Las videollamadas con mi madre y mis hermanas son los momentos más esperado de la semana. En la pequeña ventana de la pantalla, veo mamá, con el cabello recogido y una expresión de amor incondicional. A su lado, mis hermanitas pequeñas se pelean por espacio en el cuadro, cada una queriendo compartir su día primero.—¡Ya casi tengo todo el dinero necesario para traerlas a Estados Unidos! —anuncio con entusiasmo, sintiendo un calor reconfortante en mi pecho al ver las expresiones de felicidad y alivio en los rostros de mi familia.—¡Ay, hija, eso es una bendición! — respondió mamá, con los ojos brillando de emoción—. Estamos tan orgullosas de ti. Sabemos que no ha sido fácil.—Te extrañamos tanto, Mari —dice Karla, la más bajita, con una mirada tierna—. No veo la hora de estar allá contigo.Kamila asiente vigorosamente: —¡Sí, queremos estar todas juntas otra vez!La conversación fluye con naturalidad. Hablamos de las últ
MarianaNos quedamos viéndonos fijamente después de un intenso beso. Nuestras respiraciones se mezclan y desliza su pulgar por mi labio inferior para susurrarme despacio: —¿Quieres que me quede aquí contigo hoy? Por un momento pensé que me diría que me quería, que me pediría ser su novia y que se estaba enamorando de mí, no sé, alguna cursilería de novela que estoy acostumbrada a leer. Pero no, solo le importa el sexo y nada más. Estoy cansada de que me tome como un objeto sexual sin más, y que de ser su bailarina haya caído en esto. ¿Cómo no pude darme cuenta antes? ¿En serio llegué a este punto para darme cuenta de las cosas? A ver, a ver, Mariana, piensa, dónde tenías la cabeza. Me he dejado llevar todo este tiempo por un amor platónico ¿y qué he ganado con eso? nada, absolutamente nada. Pensé que me tomaría en serio, Pero quizá estoy siendo demasiado optimista ¿no? —¿Eso es todo lo que tienes por decir? Se queda perplejo mirándome, como buscando algo en mi rostro. —¿Quieres q
Mariana:Elevando la vista al plano techo del salón de baile, me concentro en puntear mis pies y realizar la técnica de Hawkins, orientada por la meticulosa bailarina Camagüeyana Berta Mustelier.—Enfatizen en el uso de los movimientos fluidos que se inician desde el centro gravitacional del cuerpo, aprendiendo a moverse utilizando el mínimo esfuerzo muscular —orienta mientras se pasea entre la fila de jovencitas delgadas que me acompañan—. ¡Vamos Hernández, desde el principio! ¿No desayunó hoy o ha venido con ganas de ser requerida? Detesto cuando me llama por mi primer apellido, no merezco que me eche en cara ensayo tras ensayo que soy hija de un delincuente. Retomo mi posición inicial y despliego mis brazos a la altura de mis hombros, doy un giro libiano y muevo mis caderas con la sensualidad que nos exigen. Necesito mejorar mis pasos si quiero que quite su dedo de encima mío.—Mucho mejor, ahora Cunningham con el ritmo del excelentísimo tema musical "Arcade", versión en español p
Franco:—Un Glenfiddich —le pido a Ronan y desvío la mirada a los alrededores del club. El equipo técnico prueba las luces y numerosos focos de colores rojo y azul despliegan resplandecientes destellos de luz. Un par de ingenieros comprueban las pantallas y los refractores y sonrío al ver a Verónica cargar a todos lados su planilla repleta de orientaciones. Discute con las bailarinas, le lanza el bolígrafo a uno de los meseros y grita a todo mundo que están haciendo un pésimo trabajo.Verónica es una chica que trabaja para mi desde hace poco más de cuatro años. Es atractiva y bien podría ejercer de modelo. Posee un cabello rojizo natural que le llega hasta los hombros y sus ojos cafés contrastan con el negro de sus kilométricas pestañas. Es diseñadora informacional de profesión y lleva cada uno de mis futuros proyectos entre sus más importantes intereses.—Su trago señor —Ronan deja frente a mí el whisky y asiento para luego tomar un sorbo.—¡Verónica! —exclamo y la pelirroja se volt
Mariana:Odio las despedidas.Definitivamente nunca estaré preparada para decirles adiós a mis pequeñas florecitas. Las abrazo a ambas y poso un beso en la frente de Karla para luego hacer lo mismo con Kamila. Abuela Martha nos observa aguantando las lágrimas y pronuncio inaudiblemente que todo estará bien.—¿Y para nuestro cumpleaños estarás? —me pregunta Kamila—. Prometiste que nos comprarías unos vestidos de princesa.—Faltan muchos días aún, y claro que les compraré los vestidos —respondo con una sonrisa y ambas dan brinquitos emocionadas.—Dice mamá que nuestra fiesta será dentro de veinte domingos. Esos son muchos domingos tata —musita triste Karla y le pellizco una mejilla.—¡Claro que no! Veinte es un número pequeño, mira. —Me levanto del sofá y agarro un bolígrafo junto con una hoja de la agenda telefónica de mi abuela. La llevo hasta las gemelas y dibujo un número veinte del tamaño de un guizante—. ¡Lo ven! Es muy pequeñito. En poquitos domingos ambas tendrán ¿cuántos?—¡Ci
*Mariana*El sereno de la madrugada nos abraza y tiemblo de frío mientras bajo a tierra firme, con parte de mi mochila empapada de agua salada y mi cabello amelenado por la brisa.Un fuerte murmullo de lágrimas y quejidos de felicidad se adueña del sonido de la playa donde desembarcamos temerosos. No hay tiempo para celebrar, una vez que pisamos la arena nos lanzamos a correr en dirección a los matorrales que rodean la derecha de nuestra vista. No puedo explicar cómo me siento ahora mismo, un sentimiento de alegría y miedo me recorre de pies a cabeza y en lo único que puedo pensar es en correr junto a los demás.Escapamos de posibles guardias americanos y finalmente llegamos a una zona estrechamente poblada con unas diez personas esperándonos con carteles y camisetas de bienvenida. «Es el momento de soltar las lágrimas». Me digo al ver a un tipo vestido de blanco con un cartel en manos ilustrando un: "Bienvenida al sueño americano Mariana". Es Ricardo, el primohermano de mi madre.
*Franco*Sentado en el sofá del cuarto de hospital donde se encuentra Riley, sostengo el cuadrito plastizado que ilustra un círculo del tamaño de un guisante. La base de mi dedo pulgar se desliza por la imagen y me hace un poco de ilusión pensar cómo sería ser padre. La verdad, puede que sea lindo, pero no he planeado tener hijos con ella.Riley ha sido mi mejor amiga desde que tengo memoria, con el tiempo nos convertimos en algo más, pero siempre mantuvimos claras nuestras intenciones, y, por tanto, ambos estubimos de acuerdo en basar nuestra relación en amistad y sexo, nada más. Ahora todo se ha complicado, debo aceptar que no deseo estar separado de la madre de mis hijos, siempre pensé tenerlos con aquella que ocupara el lugar de mi esposa, y desgraciadamente, Riley no es esa mujer...—Mmm —gime tumbada sobre la cama. Numerosos sueros se aferran a sus venas y trae puesta una mascarilla de oxígeno cubriendo su nariz y su boca.—Riley —pronuncio y me pongo de pie. Camino hasta lleg