Mariana:
Odio las despedidas.Definitivamente nunca estaré preparada para decirles adiós a mis pequeñas florecitas.Las abrazo a ambas y poso un beso en la frente de Karla para luego hacer lo mismo con Kamila. Abuela Martha nos observa aguantando las lágrimas y pronuncio inaudiblemente que todo estará bien.—¿Y para nuestro cumpleaños estarás? —me pregunta Kamila—. Prometiste que nos comprarías unos vestidos de princesa.—Faltan muchos días aún, y claro que les compraré los vestidos —respondo con una sonrisa y ambas dan brinquitos emocionadas.—Dice mamá que nuestra fiesta será dentro de veinte domingos. Esos son muchos domingos tata —musita triste Karla y le pellizco una mejilla.—¡Claro que no! Veinte es un número pequeño, mira. —Me levanto del sofá y agarro un bolígrafo junto con una hoja de la agenda telefónica de mi abuela. La llevo hasta las gemelas y dibujo un número veinte del tamaño de un guizante—. ¡Lo ven! Es muy pequeñito. En poquitos domingos ambas tendrán ¿cuántos?—¡Cinco añitos! —exclaman alzando sus menudos brazitos y finalizan la celebración con un apapacho que me deja sin aire.—¡Ay mi madre, pero qué es ese olor tan feo! ¡Vallan a preparar el baño, en un ratico estaré esperando por las dos! —interrumpe abuela y agradezco que las distraiga para poder marcharme.—¡El pato rosa es mío! —grita Karla y se lanza a correr en dirección a la habitación de la abuela, Kamila la sigue y las escuchamos pelear por los juguetes de goma que suelen usar en la ducha.—¿Tienes miedo verdad? —me pregunta mi adorada abuela y toma asiento en un sillón frente a mi—. Habla conmigo mi niña, no soy tu madre, no se parece en nada a mi esa mujercita —jaranea y correspondo con una triste sonrisa.—Ella dice que el viaje es seguro, van niños pequeños y son solo cincuenta minutos de viaje si todo sale bien.—Yo no estoy de acuerdo con eso, si tuviese poder sobre ti no te permitiría exponerte a tal disparate —dice negando con la cabeza.—Ricardo le ha dicho que tiene planes para mí, afirma que cuando llegue me recibirá con todo lo necesario.—Ese primo nunca me ha simpatizado Mari, ten mucho cuidado y cualquier cosa no dudes en llamarme para acá.—Abu, yo voy a trabajar duro, haré lo que haga falta. Pero mis hermanas aquí no se quedarán por mucho tiempo, pienso llevármelas luego. Si tengo que buscar tres trabajos lo haré, pero nunca seguiré los consejos de mamá —alego y mis ojos se cristalizan.—¿Qué te ha metido Luisa en la cabeza?—¿Recuerdas lo estricta que siempre ha sido respecto a mis parejas?—¿Todavía sigue con eso? ¡Ah no! ¿Pero qué tiene tu madre en la cabeza? Tienes veintitrés años, eres libre de estar con quien quieras.—Es lo que todo mundo le dice, igual no le he hecho mucho caso —digo y ella me sonríe con picardía—. Lo que me molesta de todo son sus intenciones. Desde la adolescencia me ha repetido día tras día lo infelices que somos aquí en Cuba, no ha perdido la oportunidad de demostrarme mediante terceras personas la ventaja de casarme con un hombre extranjero y eso me atormenta porque no me veo buscando novios por interés.—¡¿Cómo?! Ay no lo puedo creer... ¿Luisa diciéndole eso a su hija? Pero... Yo jamás la eduqué para que pensara de esa forma. ¡Mari que no se te ocurra seguir sus consejos! Tú eres una muchacha sencilla, humilde, y no puedes faltarte al respeto de ese modo —me aconseja en voz baja para que las niñas no puedan escucharnos y prosigue—. Voy a hablar seriamente con Luisa, se ha comportado como una descarada ambiciosa y eso no lo concibo.Escucho en silencio y me limito a asentir. Alguien debe hacer que mi madre entre en razón y no hay nadie mejor para eso que la abuela Martha.—Te agradezco que intercedas por mi, pero esta noche me iré, y sé que no puedes viajar a Holguín porque estás cuidando a las pequeñas.—Hay más días que chorizo mi niña, en cuanto venga a recogerlas le diré unas cuantas cositas —promete—. Mari cuídate mucho, yo estaré rezando por tí, hablaré con mi pastor y haremos una cadena de oración durante toda la noche, si las cosas se han dado de este modo, tan rápido y aparentemente seguro, es porque quizá este viaje es tu destino. Aún así recuerda que eres una mujer, puedes decidir si irte o quedarte.Toma mis manos y las acaricia entre las suyas. Sus ojos desprenden gruesas lágrimas y se apresura en limpiarlas. Me levanto del sofá y la abrazo muy fuerte mientras nos unimos en una despedida dolorosa.—Voy a irme Abu, mi madre no puede sola con nosotras, perdí muchas oportunidades por seguir mis estúpidos deseos de convertirme en una bailarina, ahora me toca a mi remendar los errores que cargaron a mi madre de tantas responsabilidades. Ella ha sido madre y padre, merece un futuro mejor, y las niñas también.—Tienes un corazón muy grande, Dios te bendiga mija —susurra y besa mi frente con cariño.Me despido por última vez de mis hermanas y mi abuela y luego de una hora de viaje entre Freyre y mi pueblo, llego a casa con los ánimos aún más destrozados.Discuto nuevamente con mi madre y le dejo claro que no seré una jinetera aunque me paguen un millón de dólares. Mi vida sexual no es negociable y mi virginidad mucho menos. Si hoy por hoy sigo tan pura como el agua, ha sido porque he querido conservarme con la estúpida idea de que regresaría con Kevin —a quien consideré "amor de mi vida"—, no por seguir sus horribles ideales de conseguir un marido extranjero que al poseerme por primera vez quedara hechizado con mi pureza.Tomo el tren hasta La Habana junto a Lora y es allí donde nos llevan al callo desde el cual embarcaremos a las dos de la madrugada. * * *—¡Con cuidado! —me exhorta Lora y me agarra del brazo para evitar que caiga al agua.—Gracias —agradezco y me incorporo en un lugar que me guardó a su lado.Como dijo mamá, somos quince personas. Una muchacha carga a un niño de más menos un año y un joven que parece ser su esposo le besa la mejilla y luego de susurrarle algo al oído carga sobre sus piernas a una pequeña de tal vez cuatro años.Me entristece ver cómo unos padres tan jóvenes exponen a sus hijos a los peligros del mar; y por si fuera poco, cruzo miradas con una pareja de ancianos que se abrazan temiendo perderse el uno al otro.—Niña tú tranquila, que esto será unos minuticos —me tranquiliza Lora y suspiro profundamente.Me pongo el abrigo que traía amarrado en la cintura y me abrazo a mi misma para calmar el frío que desprende la humedad del mar. Mi cabello se desliza por mi rostro y junto mis piernas mientras me hago una bolita en la esquina donde estoy sentada.—Debemos hacer silencio, ya escucharon las órdenes del señor —dice Carlos, quién nos guía, refiriéndose al hombre que lleva el marinaje—. En cuanto crucemos la línea les informaremos y a celebrar porque estaríamos en aguas internacionales —informa y quienes me acompañan elevan el ánimo. Yo por mi parte siento una pizca de esperanza revolotear en mi pecho y respiro más confiada.Los motores resuenan dando inicio a tan temido viaje y cierro mis ojos. Los oprimo con fuerza y comienzo a desplegar a las alturas repetidas oraciones. Pienso en mi familia de aquí y se me estremece el corazón.«¡Queremos unos vestidos de princesa para nuestro cumpleaños!». El deseo de mis hermanitas hace eco en mi mente y reuno las fuerzas que necesitaba para armarme de valor y abrir los ojos motivada a pensar positivo.«Vamos a llegar, cruzaremos la línea fronteriza y pisaré tierras americanas. Compraré esos vestidos para ustedes mis florecitas, lo juro».Escucho lamentos, quejidos y llantos de los niños ante el contoneo de la lanchita. La desesperación de no ver nada que no sea agua en las malditas cuatro direcciones comienza a causarme ansiedad pero desaparece con las palabras de aliento de la pareja de ancianos.Sujeto mi mochila para evitar perderla y minutos después el conductor nos comunica que la línea se acerca. Los nervios aumentan y finalmente...—¡Lo logramos! —exclama Carlos, el dirigente del viaje.Siento un peso enorme bajar de mis hombros y se me salen lágrimas de felicidad. Los demás comparten el mismo sentimiento mientras se abrazan aliviados.El resto del viaje no se hace menos riesgoso, pero la ventaja de no ser atrapados por la guardia fronteriza cubana nos permitió avanzar con rapidez y decisión.—¡Eso que ven allí es tierra Estadounidense! —nos comunica Carlos y todos dirigimos la vista al punto señalado. Lora me brinda sus brazos y nos acurrucamos la una a la otra felices por la vista.«Norteamérica, voy a por ti».*Mariana*El sereno de la madrugada nos abraza y tiemblo de frío mientras bajo a tierra firme, con parte de mi mochila empapada de agua salada y mi cabello amelenado por la brisa.Un fuerte murmullo de lágrimas y quejidos de felicidad se adueña del sonido de la playa donde desembarcamos temerosos. No hay tiempo para celebrar, una vez que pisamos la arena nos lanzamos a correr en dirección a los matorrales que rodean la derecha de nuestra vista. No puedo explicar cómo me siento ahora mismo, un sentimiento de alegría y miedo me recorre de pies a cabeza y en lo único que puedo pensar es en correr junto a los demás.Escapamos de posibles guardias americanos y finalmente llegamos a una zona estrechamente poblada con unas diez personas esperándonos con carteles y camisetas de bienvenida. «Es el momento de soltar las lágrimas». Me digo al ver a un tipo vestido de blanco con un cartel en manos ilustrando un: "Bienvenida al sueño americano Mariana". Es Ricardo, el primohermano de mi madre.
*Franco*Sentado en el sofá del cuarto de hospital donde se encuentra Riley, sostengo el cuadrito plastizado que ilustra un círculo del tamaño de un guisante. La base de mi dedo pulgar se desliza por la imagen y me hace un poco de ilusión pensar cómo sería ser padre. La verdad, puede que sea lindo, pero no he planeado tener hijos con ella.Riley ha sido mi mejor amiga desde que tengo memoria, con el tiempo nos convertimos en algo más, pero siempre mantuvimos claras nuestras intenciones, y, por tanto, ambos estubimos de acuerdo en basar nuestra relación en amistad y sexo, nada más. Ahora todo se ha complicado, debo aceptar que no deseo estar separado de la madre de mis hijos, siempre pensé tenerlos con aquella que ocupara el lugar de mi esposa, y desgraciadamente, Riley no es esa mujer...—Mmm —gime tumbada sobre la cama. Numerosos sueros se aferran a sus venas y trae puesta una mascarilla de oxígeno cubriendo su nariz y su boca.—Riley —pronuncio y me pongo de pie. Camino hasta lleg
*Mariana*«Ojalá en Cuba hubiese tenido un par de estas pantuflas peludas, son excelentes para los cayos de mi madre, de hecho». Me digo saliendo del baño en dirección a mi habitación. —¡Mari! —me llama Ricardo y volteo agarrando fuerte el borde de la toalla que cubre mi cuerpo.—¿Mm? —musito atenta. Él camina hasta mi sosteniendo una caja en manos y me observa divertido.—Toma, te he comprado esto en la mañana —me dice extendiéndomela—, considéralo como un estímulo por tu desempeño en la cafetería, has sido de mucha ayuda.Arqueo una ceja sin emitir una palabra y tomo en mi mano libre el presente.—No debiste molestarte Ricardito —le digo agradecida—, dame un minuto, voy a cambiarme.—Dale.Con la caja en manos entro a mi cuarto y la dejo sobre mi cama. Cojo un short y una blusa de tirantes del armario junto con ropa interior y me visto. Regreso a por el regalo y levanto la tapa cuadrada forrada con papel de regalo rosa y estampados de corazones. Dentro me espera una laptop y un cel
Mariana:—Ya te dije que sé lo que hago —le repito por quinta vez al menos a mi madre y ella bufa al otro lado de la línea.—¡Eres una niña aún, no sabes nada de la maldad que existe en Estados Unidos! ¿Y si te prostituyen? ¿Ya les dijiste que eres emigrante y que aún no te dan la ciudadanía? —ataca mamá y ruedo los ojos.—No me pasará nada malo, necesito el dinero. Y lo de la emigración... No me preguntaron y por eso no les dije, al parecer les urge mucho encontrar meseras y no tomaron en cuenta algunos detalles. ¡Ay no sé mamá! No puedo darme el lujo de desaprovechar esta oportunidad.—Mariana, escucha a tu madre —insiste abrumada, con esa voz que logra hacerme reflexionar.—Estaré pensando en tus palabras mami ¿Sí? Ahora tengo que colgar, un beso.—Ay Dios mío Mari, algo me dice que no me harás caso chica. Cuídate mucho oíste... Y recárgame que me quedan pocos megas.—De acuerdo, chaíto. Te quiero.—Dale mi niña, te amo mucho.Cuelgo y doblo la última muda de ropa que pretendo llev
Franco:Iba a decirle a mi padre que por razones como esta (la calor) no me gusta venir a Miami, acá es más cálida la temperatura. Pero por tal de cruzarme con la meserita castaña de la cafetería vuelvo las veces que hagan falta.—¿Nos vamos señor? —me pregunta Bruno luego de darle un toquesito a la ventanilla desde adentro. Me volteo y le indico que aún no y él parece entenderme.—Al fin —pronuncio torciendo un gesto de cara.—Buenos días señor ¿Qué necesita? —cuestiona el albino regordete con delantal y me extiende su mano.Estoy a punto de estrecharle la mía cuando la retira y limpia su mano con el pedazo de tela gruesa que cubre su redonda barriga. Niego con la cabeza y le agarro la mano de igual manera. Él parece sorprenderse.—La cortesía es uno de los más grandes modales, si su mano está sucia o no, es irrelevante —le digo con una sonrisa de labios juntos y el señor asiente.—Exactamente señor.—Franco, mi nombre es Franco Rizzo. He venido a conversar con el dueño de la cafeter
~Una semana después~Franco:Recojo a Félix y a Estrella en el aeropuerto y los llevo al flat que tengo en Central Park, muy cerca de mi apartamento. —Estaremos más que bien aquí, gracias fratello —agradece Félix tomando asiento en el enorme sofá de vinil gris que radica en la sala. Estrella explora los demás sitios y termina adentrándose en la habitación principal, cuenta con otra pero es más pequeña.—¿Seguro que puedes trabajar desde aquí? —le pregunto. Felix dirige la segunda Inmoviliaria más grande de papá y no puede darse el lujo de abandonar su deber por un par de meses vacaciones, que son los que pasaran aquí en Nueva York. Mi hermano desea mudarse a los Estados Unidos, pero eso no será posible, al menos no ahora, nuestro padre no está en sus mejores condiciones como para dejarlo con la directiva de cada Empresa a la vez.—Perfectamente, dejé a Alessio a cargo, él me mantendrá informado de todos y estaré monitoreando la empresa desde mi computadora. —Sie
Mariana:¡¿Crujido de espalda?! Pensé que nunca más sentiría esa sensación de desajuste en mi columna vertebral. «Fueron los tacones del uniforme». Me recuerdo con la mirada puesta en el techo de mi cómodo y nuevo departamento. Desabrocho casi sin fuerzas los botones del chaleco y me ayudo con mis propios pies a quitarme los ajustados zapatos de tacón fino.La alarma del reloj digital sobre el armario retumba marcando las cuatro de la mañana y suelto un bufido seguido de un berrinche resagoso. Agarro una almohada y la lanzo en dirección al aparato ruidoso. Acción fallida, colapsa contra el cuadrito enmarcado de mis hermanas y luego cae al suelo.—¡Cojone! ¡Me cago en la madre de las almohadas! —exclamo para no faltarle al respeto a la madre de alguien que tengo en mente que prefiero no mencionar.Cojo la otra almohada y nuevamente intento golpear el reloj insoportable que pita como equipo médico en alerta de emergencia. «¡Aleluya!». Esta si logra darle y suspiro aliviada. El primer d
Franco:—Disculpa, pero esa decisión no te corresponde solo a ti —inquiero apuntándola con mi dedo índice y ella niega con la cabeza—. Riley no estás sola ¿De acuerdo? No tienes porqué hacerlo.—No es eso... Yo... Yo no estoy preparada para ser madre —musita cavizbaja y deja la cucharilla de su natilla a un lado de la mesita.—Pues yo no estoy de acuerdo con lo que dices, pero tampoco puedo obligarte, siendo sincero yo... Yo no planeaba ser padre.—Lo sé, también he pensado en eso. Franqui, no quiero que un bebé nos ate de por vida ¿Entiendes? —dice buscando mi aprobación con su mirada y derrotado asiento.Tiene mucha razón y no soy quien para cuestionarlo, porque verdaderamente no lo vimos venir. Y aunque detesto el tema "aborto", al igual que mi familia, lo correcto sería dejarlo a decisión de Riley que será quien se enfrentará a un parto o un aborto un día de estos. —Dejo eso en tus manos, no quiero presionarte, estás en todo tu derecho de decidir lo que creas mejor para ti —le ha