Mariana:¡¿Crujido de espalda?! Pensé que nunca más sentiría esa sensación de desajuste en mi columna vertebral. «Fueron los tacones del uniforme». Me recuerdo con la mirada puesta en el techo de mi cómodo y nuevo departamento. Desabrocho casi sin fuerzas los botones del chaleco y me ayudo con mis propios pies a quitarme los ajustados zapatos de tacón fino.La alarma del reloj digital sobre el armario retumba marcando las cuatro de la mañana y suelto un bufido seguido de un berrinche resagoso. Agarro una almohada y la lanzo en dirección al aparato ruidoso. Acción fallida, colapsa contra el cuadrito enmarcado de mis hermanas y luego cae al suelo.—¡Cojone! ¡Me cago en la madre de las almohadas! —exclamo para no faltarle al respeto a la madre de alguien que tengo en mente que prefiero no mencionar.Cojo la otra almohada y nuevamente intento golpear el reloj insoportable que pita como equipo médico en alerta de emergencia. «¡Aleluya!». Esta si logra darle y suspiro aliviada. El primer d
Franco:—Disculpa, pero esa decisión no te corresponde solo a ti —inquiero apuntándola con mi dedo índice y ella niega con la cabeza—. Riley no estás sola ¿De acuerdo? No tienes porqué hacerlo.—No es eso... Yo... Yo no estoy preparada para ser madre —musita cavizbaja y deja la cucharilla de su natilla a un lado de la mesita.—Pues yo no estoy de acuerdo con lo que dices, pero tampoco puedo obligarte, siendo sincero yo... Yo no planeaba ser padre.—Lo sé, también he pensado en eso. Franqui, no quiero que un bebé nos ate de por vida ¿Entiendes? —dice buscando mi aprobación con su mirada y derrotado asiento.Tiene mucha razón y no soy quien para cuestionarlo, porque verdaderamente no lo vimos venir. Y aunque detesto el tema "aborto", al igual que mi familia, lo correcto sería dejarlo a decisión de Riley que será quien se enfrentará a un parto o un aborto un día de estos. —Dejo eso en tus manos, no quiero presionarte, estás en todo tu derecho de decidir lo que creas mejor para ti —le ha
Mariana:«Aver Mariana reacciona, sí, tu jefe te ha propuesto una cita. No, corrección, el pedazo de hombre que es tu jefe no te despedirá si sales con él». Lo último suena más rarito. En realidad me gusta como suena, a quién quiero engañar.—¿Y por qué querría usted cenar conmigo? —le pregunto fijando la vista en su rostro y aprovecho para admirarlo.Lleva el cabello perfectamente peinado hacia atrás con corte bajo en los laterales; su frente no tan ancha luce unas perfiladas y oscuras cejas; tiene el rostro ovalado, barbilla abultada y perfil con razgos masculinos bien pronunciados; sus labios son carnosos y rojizos, posee unos dientes de esos que salen en las sonrisas de promoción de pastas dentales y noté hermosos hoyuelos en su sonrisa. Todo en él es cautivador, en especial el azul deslumbrante de sus ojos y la intensidad de su mirada a través de esas pestañas kilométricas. —No me parece que estés en posición de hacer ese tipo de preguntas. ¿Qué dices si aceptas y durante la cen
Franco:—Desembucha ya —exige la peliroja de piernas cruzadas mientras bebe un cóctel.—No es nada que no te hallas imaginado ya —le contesto y me acerco a ella para que me arregle el nudo de mi corbata— no lo ajustes tanto, la vez anterior casi me ahogo.—O sea que tienes una especie de obsesión con la cubana ¿No? —dice y deja a un lado su bebida, se dedica a anudarme la corbata y cuando termina me palmea el pecho.—No exageremos, quiero conocerla y quizá algo más luego —me encojo de hombros y poso frente a Verónica—. ¿Cómo me veo?—Guapo como siempre. Éxito en tu cita... —desea y hace una pausa para mirarme picardiosa—, y usa preservativo, bastante tienes con Riley.—Muy graciosa sirena, graciosísima. Ya me voy —le lanzo un beso—. Contrólame todo esto —le recuerdo recorriendo los alrededores de Vitale con la vista y ella rueda los ojos.—Como siempre, el día que mueras me corresponde el 70% del poder.—Debes estar rezando porque eso ocurra.—Oh no sabes cuánto.—A partir de hoy tend
Mariana:Recuesto la cabeza a la cabecera del asiento del auto y giro la vista a mi izquierda, cruzándome con la mirada curiosa de mi jefe. —¿Lo has pasado bien? —me pregunta arrugando la cara, como temiendo por una respuesta negativa de mi parte.—De maravilla, gracias por la invitación —agradezco.—Un placer —dice y se acomoda en su asiento, girándose de lado para quedar frente a mi—. ¿Ya quieres ir a tu departamento o...?Inclino mi cabeza para estar pendiente de sus palabras.—¿Te... te interesa conocer donde vivo? —propone juntando sus dientes y le brillan los ojos. Suelto una risa a medio volumen y niego con la cabeza para volverla a su rostro.—¡Wow pero que rápido eres! —Podré ser rápido, pero tú eres un poco perversa —contraataca y abro mi boca en respuesta.—¿Perversa yo? ¿Por qué?—Porque solo quería mostrarte mi apartamento, no insinué lo que sea que estás pensando —justifica y lame sus labios. Y por supuesto, sé que sus intenciones no son las que dice. —Por supuesto —
Franco:—¿Intentaste proponerle esta cifra? —cuestiona Dashton extendiéndome un papel con una cifra tres veces más alta que la anterior, niego con la cabeza—. Bueno... Siendo sincero me interesa muchísimo la empresa, y tengo trabajadores dispuestos a levantarla. Hagamos algo, dile a Massimo que la compraré, pero tres veces más alto de lo que él la está vendiendo, pues la cifra que ofrecí anteriormente ya no es negociable —acota mientras oigo pero no escucho lo que me dice, pues en mi mente solo hay espacio para Mariana. Esa mirada verde; esa sonrisa embriagadora y fascinante; esos labios rojizos y carnosos que invitan a probarlos y ese carisma que no había encontrado antes en otra mujer; toda ella ha conseguido que me obsesione con su cuerpo de un modo que ni yo mismo se explicar. «¿Cómo paré en esto si a penas la conozco?». Todo comenzó con una mirada en Miami, y ahora no puedo dejar de pensar en ella...—¡Franco! —la voz de Dashton me hace pegar un brinco en mi silla y regreso a la
Mariana:Apoyo mi cabeza sobre dorso de mi mano derecha sobre el mesón y me distraigo observando a los primeros clientes que llegan. Y por supuesto, no hay persona que no vista de etiqueta.—¡Mariana! —exclama Ronan por encima de la música, dirijo la mirada hacia él y se aproxima para decirme—. ¡El jefe te espera en el salón de juntas! —enuncia y contesto con un asentamientos de cabeza.Me deslizo sobre el taburete de un metro en el que estoy sentada con cuidado de no razgar mi falda y me encamino rumbo a la escaleras para ascender directo al salón de reuniones de Franco.La puerta está cerrada. «¿Debo llamar? ¿No que aquí había un guardia custodiando la puerta?».Sin saber qué rayos hacer me decido por dar dos toquecitos en la puerta. Me quedo sigilosa con la idea de que abrirá pero luego de esperar por tres minutos deduzco que por la música seguro no escucha los toques.«Dicidido, voy a entrar».Giro la manija de la puerta con cuidado y asomo mi cabeza para encontrarme con una esce
Franco:¿Perseguirla? No he llegado al punto que me impulse a hacerlo. Por lo que la dejo ir con sabrá Dios quien en un auto.No niego que una furia momentánea recorrió mis venas hasta llegar al Hospital, hasta sentí aquello que solo había sentido por Thor, mi exmascota que Dios la tenga en la gloria. Solía ponerme rígido cuando se escapaba tras alguna cachorra que llamara su atención. Así que sí, no experimento ese sentimiento con cualquier cosa...Cierro la puerta con cautela para cercionarme de que no esté durmiendo pero al voltearme la encuentro sentada con la espalda recostada al cabezal de la camilla. Su rostro se ve menos afectado ahora, la herida ha cicatrizado con las múltiples cremas aplicadas por el cirujano plástico y la quemadura en parte de su mejilla ha casi desaparecido.—Mi salvador ha llegado —dice animada y al llegar a ella beso su frente.—¿Cómo estás hoy? —Mejor que ayer y peor que hace un mes —suelta con sarcasmo y niego con la cabeza sosteniendo una sonrisa.—