Mariana:Recuesto la cabeza a la cabecera del asiento del auto y giro la vista a mi izquierda, cruzándome con la mirada curiosa de mi jefe. —¿Lo has pasado bien? —me pregunta arrugando la cara, como temiendo por una respuesta negativa de mi parte.—De maravilla, gracias por la invitación —agradezco.—Un placer —dice y se acomoda en su asiento, girándose de lado para quedar frente a mi—. ¿Ya quieres ir a tu departamento o...?Inclino mi cabeza para estar pendiente de sus palabras.—¿Te... te interesa conocer donde vivo? —propone juntando sus dientes y le brillan los ojos. Suelto una risa a medio volumen y niego con la cabeza para volverla a su rostro.—¡Wow pero que rápido eres! —Podré ser rápido, pero tú eres un poco perversa —contraataca y abro mi boca en respuesta.—¿Perversa yo? ¿Por qué?—Porque solo quería mostrarte mi apartamento, no insinué lo que sea que estás pensando —justifica y lame sus labios. Y por supuesto, sé que sus intenciones no son las que dice. —Por supuesto —
Franco:—¿Intentaste proponerle esta cifra? —cuestiona Dashton extendiéndome un papel con una cifra tres veces más alta que la anterior, niego con la cabeza—. Bueno... Siendo sincero me interesa muchísimo la empresa, y tengo trabajadores dispuestos a levantarla. Hagamos algo, dile a Massimo que la compraré, pero tres veces más alto de lo que él la está vendiendo, pues la cifra que ofrecí anteriormente ya no es negociable —acota mientras oigo pero no escucho lo que me dice, pues en mi mente solo hay espacio para Mariana. Esa mirada verde; esa sonrisa embriagadora y fascinante; esos labios rojizos y carnosos que invitan a probarlos y ese carisma que no había encontrado antes en otra mujer; toda ella ha conseguido que me obsesione con su cuerpo de un modo que ni yo mismo se explicar. «¿Cómo paré en esto si a penas la conozco?». Todo comenzó con una mirada en Miami, y ahora no puedo dejar de pensar en ella...—¡Franco! —la voz de Dashton me hace pegar un brinco en mi silla y regreso a la
Mariana:Apoyo mi cabeza sobre dorso de mi mano derecha sobre el mesón y me distraigo observando a los primeros clientes que llegan. Y por supuesto, no hay persona que no vista de etiqueta.—¡Mariana! —exclama Ronan por encima de la música, dirijo la mirada hacia él y se aproxima para decirme—. ¡El jefe te espera en el salón de juntas! —enuncia y contesto con un asentamientos de cabeza.Me deslizo sobre el taburete de un metro en el que estoy sentada con cuidado de no razgar mi falda y me encamino rumbo a la escaleras para ascender directo al salón de reuniones de Franco.La puerta está cerrada. «¿Debo llamar? ¿No que aquí había un guardia custodiando la puerta?».Sin saber qué rayos hacer me decido por dar dos toquecitos en la puerta. Me quedo sigilosa con la idea de que abrirá pero luego de esperar por tres minutos deduzco que por la música seguro no escucha los toques.«Dicidido, voy a entrar».Giro la manija de la puerta con cuidado y asomo mi cabeza para encontrarme con una esce
Franco:¿Perseguirla? No he llegado al punto que me impulse a hacerlo. Por lo que la dejo ir con sabrá Dios quien en un auto.No niego que una furia momentánea recorrió mis venas hasta llegar al Hospital, hasta sentí aquello que solo había sentido por Thor, mi exmascota que Dios la tenga en la gloria. Solía ponerme rígido cuando se escapaba tras alguna cachorra que llamara su atención. Así que sí, no experimento ese sentimiento con cualquier cosa...Cierro la puerta con cautela para cercionarme de que no esté durmiendo pero al voltearme la encuentro sentada con la espalda recostada al cabezal de la camilla. Su rostro se ve menos afectado ahora, la herida ha cicatrizado con las múltiples cremas aplicadas por el cirujano plástico y la quemadura en parte de su mejilla ha casi desaparecido.—Mi salvador ha llegado —dice animada y al llegar a ella beso su frente.—¿Cómo estás hoy? —Mejor que ayer y peor que hace un mes —suelta con sarcasmo y niego con la cabeza sosteniendo una sonrisa.—
Mariana:Me remuevo incómoda en el asiento y de vez en cuando persivo la mirada indiscreta de Ricardo. No pretendo hablar y espero que él no lo intente tampoco. —Estaré aquí por unas semanas —rompe el silencio echando mis planes al retrete.—¿Sí? —cuestiono y asiente—, ¿Qué te trae aquí?—Trabajo. Quisiera hacer negocios por acá —contesta. Sé de un pequeño proyecto que tiene de ventas de motores para... No recuerdo.—Que bueno —digo, deseando llegar a mi departamento—, dobla a la derecha—. Le indico mirando la ubicación que indica mi celular.—¿Cómo te va en el Club? «Todo iba de maravilla, me gusta mi jefe y hoy lo he pillado con su asistente». Pienso y frunzo los labios.—Muy bien.—Me alegro mucho. Mira, ¿Es ahí? —pregunta con la vista puesta en el edificio donde vivo.—Aquí es —digo y comienzo a recoger mi bolso para bajarme del auto—. Gracias por traerme.—No tienes que agradecerme, prima.—¿Hace cuánto estás aquí? —inquiero antes de abrir la puerta del auto.—Llevo tres días,
Mariana:Doy tres toques en la puerta del despacho de Franco y escucho su voz desde adentro indicándome pasar. Giro la manija un poco nerviosa y finalmente entro. Camino incómoda, Ronan no me ha permitido siquiera cambiarme por la urgencia del asunto, el cual deseo aclarar. Levanto la cabeza y me encuentro con la frívola mirada de mi jefe. Tiene sus labios fruncidos y el mentón contraído, como si quisiera matar a alguien, bueno, en este caso, matarme.—¿Me mandó a llamar? —le pregunto frente a su escritorio.Siento su fría mirada recorrerme y me ruborizo.—Siéntate —me ordena y asiento. Una vez sentada titubeo antes de volverlo a mirar. Sus ojos reflejan algo que me asusta descubrir, pero me mantengo erguida, pues creo saber de qué se trata.—¿Cuál ha sido su nueva ubicación en Vitale? —cuestiona y se deja caer contra el espaldar de su silla. Lleva sus dedos índice y pulgar al puente de su nariz y estira sus labios mientras espera por mi respuesta.—De... de asistente en el camerin
Franco:—¿Qué te parece este? —me extiende una pequeña cajita de terciopelo rojo con un anillo de diminutos diamantes adornando una joyita en forma de rubí. —Es precioso Félix, le va a encantar. Es sencillo, justo como Estrella —le contesto y él sonríe como nunca antes.Me agrada que halla tomado esta decisión pese a la opinión de nuestra madre. Félix ya es un hombre y finalmente se ha propuesto formar una familia y mudarse junto a Estrella a una casa en Italia que lleva meses codiciando. Luego de reunir lo suficiente con las ganancias de la empresa que le regaló papá consiguió una suma que le permitirá una boda magnífica y la compra de su futuro hogar.—Mamma vendrá el sábado —le digo y descompone el rostro.—¡¿Qué quiere ahora doña Giada?! —exclama entonando los ojos. —Ya sabes lo que quiere, solo no le des el gusto.Me pongo de pie y me paso una mano por mi cabello para peinarlo un poco. —Nos vemos luego, debo ir a resolver un asunto a Vitale —enuncio y se forma una sonrisa estú
Mariana:Podría dramatizar y formar un escándalo, incluso podría acusarlo de estafa. Pero eso no es una opción que pueda o quiera tomar. Primero porque soy una pobretona irresponsable que no leyó los malditos acápites de un contrato, culpable hasta la madre de mi estúpido acto, y él es un millonario que no tiene nada que perder si lo demando porque la razón la tiene, no me obligó, yo solita metí la pata y bien. Y segundo, porque a quién quiero engañar, estoy encabronada por su trampa pero exitada por sus sensuales y posesivas palabras.«¿Será que soy masoquista verbal o algo así?».—Firmaste unos papeles que me dan el total privilegio de verte bailar —agrega sin dejar de sonreír el muy cabrón. Tiene una sonrisa demasiado hermosa para mis mortales ojos y se me hace imposible enfurecerme con tal creación divina.«¡¿Mariana a dónde ha ido tu pureza mental?!».—Qué hijo de... —pronuncio y un gesto de su parte es suficiente para hacerme callar.—Mucho cuidado con lo que harás o dirás a par