Capítulo 43

Mariana:

«¿Debería sentirme extraña? No, no debería, no tengo porqué caminar como Bambi en pleno hielo». Pienso mientras camino por la acera que conduce al edificio donde vivo.

—¡Al fin, Mariana! Ya me habías preocupado —me saluda el gerente dejando a un lado de la mesa de la recepción su periódico.

—¡Buenas! —contesto ignorando sus alardeos y me acerco para dejarle su desayuno.

Saco de la bolsa un café con leche y se lo doy.

—Oh, mi favorito, gracias —agradece sonriente.

Garren es de esos hombres altos y fuertes con rostro serio y transparente. Es blanco, de ojos negros y cabello... Bueno no tiene, es calvo. Debe oscilar entre los 40 y 50años. Lo conocí a los tres días de vivir aquí. Al principio me pareció odioso, pero luego me mostró al oso de peluche que oculta tras su seriedad y rectitud.

Cada mañana me aseguro de traerle una de sus bebidas favoritas, y de vez en cuando, bajo a merendar con él. Según me ha dicho, adora las delicias cubanas, y eso para mí es un halago.

—Tu primo
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