¿Qué mujer no estaría feliz en la celebración del matrimonio con el amor de su vida? Pero para Yadira, ese día era aún más especial. Lo había estado esperando con ansias y quería asegurarse de que fuera perfecto en todos los sentidos, debía demostrarle a su esposo que era la mejor mujer que podía tener, que estaba a su altura y que lo amaba.Con ese objetivo en mente, decidió sorprender a su esposo, Enrique. Durante la mayor parte del día, se mantuvo en secreto, ocultándose de él para preparar una cena sorpresa que esperaba valorara.Sabía que no era la mejor esposa, al menos eso le decía siempre él, que no era una buena esposa, que estaba gorda, que cada día era peor madre por eso pensaba en como esforzarse para que él pudiera verla de otro modo, como la mujer de la que un día dijo estar enamorado.Por eso quería aprovechar al máximo ese día especial, quería hacerlo feliz, demostrarle que podía ser una mejor mujer para él. Antes de regresar a casa, decidió hacerle una visita al p
Rosalba no esperaba una reacción tan intensa por parte de Yadira, quien siempre había sido calmada y parecía conformarse con cualquier situación. La consideraba una persona aparentemente tranquila, de esas que te ofrecen la otra mejilla si les haces daño.—Eres una mosquita muerta, eso es lo que eres, fea, gorda…—, continuó Rosalba, tratando de minar y destruir por completo la confianza de Yadira. —No supiste mantener a un hombre como Enrique satisfecho, eres una frígida.Sin embargo, en lugar de apaciguarse, la furia de Yadira parecía aumentar. El dolor en su corazón la había cegado por completo en ese momento, dejándola envuelta en una tormenta de ira y resentimiento que amenazaba por arrasar todo lo que se le pusiera delante.Enrique, era incapaz de tolerar ver a su amante siendo maltratada, así que se acercó a las dos mujeres, tiró con fuerza de Yadira separándolas y detuvo su ataque abofeteándola. El golpe físico no le dolió tanto a Yadira como darse cuenta de que su amor por
Definitivamente, no se encontraba en su casa, ni en casa de sus padres, por lo que se levantó rápidamente, asustada. Grave error, eso solo hizo que su estómago se revolviera y tratara de devolver lo que fuera que tuviera en ese momento en su estómago, cosa que no haría.—Yadira, no entres en pánico — se dijo a sí misma, sintiendo cómo el miedo poco a poco se apoderaba de ella, mientras trataba de recordar los acontecimientos de la noche anterior que la habían llevado hasta el sitio donde se encontraba.Intentó levantarse; sin embargo, se dio cuenta de que se encontraba completamente desnuda y no solo eso, había un hombre sentado al otro lado de la cama.Su dolor de cabeza se incrementó al venir a su mente retazos de lo acontecido la noche anterior. Ella había sido acosada por un grupo de hombres, los cuales fueron apaleados por… No tenía claro si su salvador se trataba del hombre a su lado.— Bueno, me tengo que ir…—ella se incorporó aferrada a la sábana que la cubría e intentó rode
—No me amas, ¿por qué sigues queriendo estar en una farsa?— le preguntó ella tratando de razonar con él.Las palabras de Yadira no hicieron más que enfurecer a Enrique, quien la tomo del cuello y empezó a golpear con la palma de su mano su rostro.—¿Hay algo ahí? Por supuesto que no hay nada ahí— se burló.Ella cerró sus ojos tratando de soportar el dolor que él le estaba provocando.—¿Mami qué pasa?— preguntó su hija quien vio cómo su padre tomaba a su madre y empezaba a golpearle el rostro.—Papi solo está jugando — le respondió ella a su pequeña.—Sí, solo estamos jugando— mencionó Enrique empujándola con fuerza hacia un lado, para luego tomarla del cabello y acercarla a él.—Me estás lastimando, por favor. No frente a la niña.Él se rio y la golpeó en el estómago, lo que hizo que la pequeña se asustara al ver la cara de dolor de su madre.—Déjame que te explique e ilumine tu ignorancia. Necesito estar casado para ser ascendido en la compañía. No puedo ser un ejemplo de padre de fa
—¡Ayuda, ayuda! —gritó Rosalba, retorciendo la situación para hacer ver a Yadira como una amenaza, lo cual podría perjudicarla aún más en el juicio.—¡Suéltenme! ¡Esa mujer quiere lastimar a mi hija!—¡Deja de resistirte o tendremos que silenciarte! —amenazó uno de los guardias mientras la arrastraban.A pesar de sus protestas, la llevaron hacia una celda y la empujaron bruscamente al interior, donde otras mujeres aguardaban su turno para enfrentar el juicio.—¡Necesito salir! ¡Tengo que ver a mi hija! —repetía Yadira, desesperada, lo que irritaba a las demás prisioneras.—¡Ya basta! No eres la única que quiere irse de aquí —le reprocharon algunas mujeres.Pero Yadira estaba demasiado consumida por su angustia como para prestarles atención. Su única preocupación era su hija. La ansiedad la agobiaba, y sus lágrimas fluían inconteniblemente mientras rogaba por su liberación.Sin embargo, en lugar de encontrar empatía, las otras reclusas parecían cada vez más molestas con sus lamentos. E
Yadira no creía en la buena suerte, especialmente con todos los infortunios que últimamente parecían perseguirla.—Dime, ¿piensas volver a entrar y encerrarte? —le preguntó Guillermo.Yadira no respondió; simplemente miró la comisaría por última vez antes de subir al auto del hombre. Estaba decidida a no pasar ni un minuto más en un lugar como aquel.Guillermo sonrió con cierta picardía al observar cómo ella se subía a su vehículo sin dudarlo.— Justo lo que pensaba — murmuró para sí mismo poniéndose sus gafas de sol antes de arrancar el coche.Aunque Yadira guardó silencio, no dejaba de mirar a través del espejo retrovisor a su salvador. En ese momento, él era su ángel guardián. Sin embargo, aquella situación la llenaba de curiosidad, no entendía qué podría motivar a ese hombre a protegerla.Guillermo percibió su interés. No porque tuviera un talento especial, sino porque para él, Yadira era como un libro abierto. Sus emociones eran transparentes, evidenciando una inocencia natural
—¿Realmente crees que te permitiría criar a mi hija? ¿Tú, que ni siquiera pudiste cuidar de un bebé en tu vientre? Eres una mala madre, Yadira. Ningún juez otorgaría la custodia a una mujer que perdió a su hijo de esa manera.—Eso no fue mi culpa, y lo sabes —respondió ella, sintiéndose devastada por las palabras de su marido.La mirada de Guillermo estaba cargada de amenaza, parecía querer evitar que siguiera humillándola aún así se dijo que debía seguir ahí únicamente como observador silencioso. Sin embargo, Enrique no tenía intención de hacerle las cosas fáciles.—Si de verdad quieres a tu hija, supongo que estarás dispuesta a pagarme 500 mil dólares y un monto sustancial cada mes. Esa sería la única forma en que consideraría cederte la custodia de la niña.—¿Pretendes venderme a mi hija? —preguntó Yadira, con la voz llena de rabia.Enrique sonrió burlonamente, jugueteando con un fajo de billetes en sus manos sabiendo que ella no tendría modo de conseguir ese dinero y eso solo la f
La lluvia arreciaba en la oscura noche, y Yadira caminaba por las calles empapadas. Su ropa, humedecida, pegada a su cuerpo, y su cabello, enmarcando su rostro con gotas de agua, la hacían lucir agotada. Su orgullo la había llevado a declinar la ayuda de Guillermo.Y ahora, sola en la noche, se sentía un poco perdida caminando sin rumbo hasta llegar a un bar.El bullicio del bar la recibió al abrir la puerta, un ambiente cálido, contrario a la frialdad que reinaba fuera. Atrajo algunas miradas, principalmente por estar completamente mojada. Tras tomar un respiro, se acercó a la barra, donde un hombre de mediana edad, con cabello canoso y barba, servía bebidas.—¿Puedo ayudarte? —dijo el hombre con una mirada evaluadora.—Buenas noches, mi nombre es Yadira. Estoy buscando trabajo, ¿necesitan a alguien aquí?El hombre la examinó de arriba a abajo, sus ojos se detuvieron en su figura redondeada y luego volvió a su rostro intentando ocultar un gesto de burla sin lograrlo.—Lo siento, solo