La lluvia arreciaba en la oscura noche, y Yadira caminaba por las calles empapadas. Su ropa, humedecida, pegada a su cuerpo, y su cabello, enmarcando su rostro con gotas de agua, la hacían lucir agotada. Su orgullo la había llevado a declinar la ayuda de Guillermo.Y ahora, sola en la noche, se sentía un poco perdida caminando sin rumbo hasta llegar a un bar.El bullicio del bar la recibió al abrir la puerta, un ambiente cálido, contrario a la frialdad que reinaba fuera. Atrajo algunas miradas, principalmente por estar completamente mojada. Tras tomar un respiro, se acercó a la barra, donde un hombre de mediana edad, con cabello canoso y barba, servía bebidas.—¿Puedo ayudarte? —dijo el hombre con una mirada evaluadora.—Buenas noches, mi nombre es Yadira. Estoy buscando trabajo, ¿necesitan a alguien aquí?El hombre la examinó de arriba a abajo, sus ojos se detuvieron en su figura redondeada y luego volvió a su rostro intentando ocultar un gesto de burla sin lograrlo.—Lo siento, solo
Rosalba lucía radiante en ese instante, una sonrisa genuina adornaba su rostro. ¿Cómo no iba a sentirse así? Había logrado lo que siempre anheló.Aunque Enrique no poseía la fortuna de un magnate, contaba con el capital suficiente para satisfacer cada deseo de Rosalba. Ella no tenía que preocuparse por nada, y a cambio, Enrique disfrutaba de la exclusividad de su compañía.La primera vez que lo vio, en el brazo de su mejor amiga, sintió una chispa de deseo. Desde ese momento, todo se volvió un juego de seducción y poder entre ellos.Enrique se encargaba de colmarla de lujos y atenciones, y Rosalba, consciente de su belleza y encanto, le ofrecía momentos de pasión y complicidad.—Rosalba eres la mejor— musitó él, cayendo a un lado de ella.Ambos se encontraban satisfecho en la recámara del hotel rodeado de velas y pétalos de rosas rojas. Aun así, Rosalba podía encontrarse satisfecha sexualmente, pero no anímicamente, sobre todo al ver que su ex mejor amiga había aparecido del brazo de
Ernesto estaba exultante con Yadira. Si bien ella no encajaba con los estándares de belleza de sus exigentes clientes, su voz era un tesoro; era capaz de cautivar a cualquiera que la escuchase. El video que había subido de Yadira a internet había viralizado, y las preguntas sobre cuándo sería su próximo concierto no tardaron en inundar los comentarios. Ernesto reconoció la oportunidad dorada que tenía entre manos. Necesitaba asegurarse de consolidar su posición como el representante de Yadira. Con su creciente fama, era inevitable que otros agentes intentaran acercarse y persuadirla para que firmara con ellos. Eso era algo que Ernesto no podía, y no iba a permitir."Esta es mi gallina de los huevos de oro", pensó mientras marcaba el número de Yadira.Además, tenía un plan adicional en mente. Un cliente muy distinguido e importante había mostrado interés en Yadira, y Ernesto sabía que tenía que garantizar un espectáculo inolvidable para él. Así que, sin dudarlo, tomó su móvil y la lla
Ella fue recibida con una ovación al hacer su entrada al escenario. A pesar de no encajar en los cánones tradicionales de belleza, esa noche irradiaba confianza y encanto. Su vestido, cuidadosamente seleccionado, acentuaba sus curvas, dándole una apariencia deslumbrante. Pero más allá de su apariencia, era su voz lo que realmente asombraba. Cada nota que emitía llevaba consigo una emoción cruda y poderosa, transportando a la audiencia a un viaje lleno de sentimientos y pasión.Mientras Yadira cantaba, Guillermo, en un intento por ocultar sus verdaderos sentimientos y despertar celos en ella, coqueteaba abiertamente con la mujer que lo acompañaba. Rozaba su brazo, susurraba cosas a su oído haciéndole reír e incluso en un momento dado, la besó. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de Yadira, aumentaba su flirteo con su acompañante. Había deseado a Yadira durante años, y ahora que parecía que la tendría, ella lo trataba con distancia diciendo que no tenía derechos sobre ella. Ad
Con un movimiento de cabeza, Ernesto indicó a uno de sus hombres para que se colocara junto a la puerta del camerino, asegurando que nadie interrumpiera a Guillermo.—Está bien, tienes veinte minutos—dijo Ernesto—. Pero después de eso, necesito que Yadira vuelva al escenario.—Entendido —murmuró Guillermo, antes de dirigirse rápidamente hacia el camerino.Mientras Ernesto volvía a sus cosa, no pudo evitar preguntarse qué había pasado entre Guillermo y Yadira, esa chica sería mejor inversión de lo que jamás había pensado.Guillermo no perdió tiempo. Entró al camerino y cerró la puerta detrás de él, aislándose del bullicio del bar y de los demás. Ahora estaba solo con Yadira, la única persona que realmente anhelaba ver esa noche.—No pude soportarlo más, Yadira —confesó Guillermo, su voz llena de una sincera desesperación—. Ver cómo esos hombres te miraban, cómo te deseaban... me estaba volviendo loco. Y esa mirada en tus ojos...Guillermo dio un paso rápido, quedando cara a cara con Ya
El beso se profundizó, y la pasión, que había estado latente durante años, se desató como una tormenta. Guillermo la sostuvo con firmeza, pero con dulzura, como si temiera que ella se desvaneciera entre sus brazos. Yadira, a su vez, se aferró a él, sus manos recorrieron su espalda, sintiendo la fuerza que yacía bajo la tela de su camisa, sus músculos, esa piel que deseaba perfilar con los dedos.Entre susurros y caricias, se movieron juntos, un baile tan antiguo como el tiempo mismo. Guillermo la condujo hacia el escritorio de madera oscura en la esquina de la habitación, despejando con un movimiento suave los papeles y objetos que descansaban sobre él. Los labios de Guillermo dejaron los de Yadira solo para trazar un camino de besos ardientes por su cuello, arrancando suspiros entrecortados de los labios de ella.—Eres mía, solo mía, Yadira… —murmuró él contra su piel, su voz sonó en un ronco susurro lleno de deseo.Ella no pudo hacer más que asentir, perdida en la sensación de ser c
Yadira no tuvo tiempo de procesar lo que había ocurrido entre Guillermo y ella en esa media hora que había tenido como descanso antes de volver a salir a escena.—Yadira —la llamó Ernesto, su jefe y también representante—. ¿Qué es lo que te ocurre? —le preguntó nada más verla salir del improvisado camerino donde ella había estado "descansando".El hombre ni siquiera le dio tiempo a responder. —No me importa, pero sea lo que te tenga así de distraída más vale que lo olvides. Ahora lo que tienes que hacer es volver a subir al escenario y cantar.Yadira no le respondió a Ernesto, simplemente asintió a lo dicho por él y esperó a que el presentador la llamara para subir al escenario. Además, no tenía manera de explicar qué era lo que la tenía con el corazón acelerado y el cuerpo ardiendo, recordando todo lo que había ocurrido hacía un par de minutos atrás.Estaba segura de que no sería la única mujer que se encontraría nerviosa y terriblemente excitada al sentir en su piel todavía el toque
Guillermo se sentía atrapado mientras observaba la escena que se desarrollaba ante él. Sus manos se apretaban en puños, una señal clara de su deseo de intervenir, pero sabía que debía mantenerse en un discreto segundo plano. El brillo feroz de las cámaras podía ser tan destructivo como cualquier arma, y no podía permitirse ser atrapado en su luz incriminadora. Aun así, la manera en que acosaban a Yadira, con sus palabras filosas como dagas, hacía hervir su sangre.La multitud se había convertido en una bestia indomable, alimentada por rumores y acusaciones sin fundamentos. A pesar de los esfuerzos de Yadira por mantener la calma, la presión era demasiado grande. El periodista insaciable continuaba lanzándole preguntas venenosas, tratando de arrancar una confesión o una admisión de culpa. Guillermo sabía que ella era inocente, podía verlo en sus ojos, en la firmeza de su voz, a pesar del temblor que intentaba infructuosamente ocultar.Y entonces ocurrió lo impensable. Algunas personas