Guillermo detuvo el coche frente a su casa, una estructura moderna y acogedora resguardada por altos árboles. Invitó a Yadira a subir, guiándola suavemente por el brazo hasta la entrada. Una vez dentro, el ambiente tranquilo y cálido de la casa contrastaba con el caos que habían dejado atrás. Yadira, aún temblorosa, observaba el entorno mientras Guillermo cerraba la puerta detrás de ellos.—Yadira, por ahora no puedes volver a trabajar en el bar —dijo Guillermo con determinación, anticipándose a las protestas de ella—. Lo primero es tu seguridad.Yadira, a pesar del agradecimiento que sentía hacia Guillermo, no pudo evitar protestar. —Pero necesito el dinero, Guillermo. Tengo que rescatar a mi hija, no puedo permitir que se quede con Enrique y Rosalba.Él la miró con seriedad, comprensión y determinación en sus ojos. —Si es dinero lo que necesitas, yo te lo daré. Pero tendrás que trabajar en mi empresa.Yadira estaba sorprendida y un poco desconcertada ante la proposición. —¿En tu e
A lo largo de la silenciosa noche, Yadira yacía en la cama, su mente era un torbellino de pensamientos que la mantenía despierta. Los minutos se transformaban en horas mientras revisaba su teléfono de vez en cuando, buscando alguna noticia sobre el incidente de la noche anterior, anhelando ver algo más allá de los comentarios venenosos dirigidos hacia ella. Pero no había nada más, solo las palabras hirientes de desconocidos, juzgándola sin conocer la verdad.Ni una sola noticia sobre Guillermo o la persona que había disparado, nada que pudiera ayudar a inculpar a la traidora de su ex amiga en todo el alboroto, solo se hablaba de ella, la gran revelación que había resultado ser una asesina.El amanecer llegó, pálido y frío, sin ofrecer alivio a su agotada mente y corazón. Yadira no tocó el desayuno que Guillermo le había preparado con cuidado, que ahora yacía en la mesa, las frutas y el pan, intactos.Guillermo bajó su voz, intentando persuadirla para que comiera algo. La miró con preo
Tras la confrontación con Rosalba, Yadira se encontraba tensa. Aunque había recibido el apoyo del jefe del departamento, sentía que todos los demás empleados la observaban, cuchicheando a sus espaldas. Temía que su conflicto con Rosalba dañara su reputación y su desempeño en el trabajo.Este temor la llevaba a pensar que a largo plazo podría ocasionar problemas no solo al jefe del departamento donde trabajaba, sino también a Guillermo, el hombre que se había convertido en su ángel guardián.Sin embargo, cuando entró a su despacho para compartir sus inquietudes, Guillermo simplemente le sonrió, tomándola de la mano y reconfortándola con palabras contundentes sobre por qué no debería temer. Le aseguró su apoyo incondicional, restaurando así la confianza de Yadira.Con esta nueva motivación, volvió a su puesto de trabajo, poniéndose al día con todas sus tareas. Estaba a punto de terminar cuando su móvil sonó.—Bueno —respondió tomando su móvil.—Señora Yadira, soy su abogado. ¿Puede habl
Rosalba regresó a su casa a la hora del almuerzo, con un paso ligero y una sonrisa que no podía borrar de su rostro. Todavía podía sentir el calor de la mirada de Guillermo y su sonrisa confiada. Decidida a aprovechar este momento que creía propicio, se dirigió directamente a su habitación, seleccionando el vestido más elegante y atractivo de su armario. El rojo carmesí que eligió resaltaba su piel clara y sus curvas. Se arregló el cabello, se puso un delicado perfume y se miró en el espejo, satisfecha con lo que veía.Pero justo cuando estaba a punto de salir de la casa, la pequeña hija de Yadira, quien estaba, entró corriendo a la habitación, sosteniendo un envase de yogur. En su entusiasmo infantil, tropezó, derramando el contenido del envase sobre el vestido recién puesto de Rosalba.La cara de Rosalba cambió de satisfacción a furia en un segundo. El yogur escurrió por la tela carmesí, creando un desastre lácteo que destrozaba su perfecta imagen.—¡¿Qué has hecho?! —gritó Rosalba
Desde la llamada de la educadora, Yadira no podía estar tranquila, sentía que hasta el tráfico en la ciudad se ponía en su contra.—¿No puede ir más rápido? —le preguntó al chófer del auto en el que se desplazaba por la ciudad.—No se preocupe, vamos a llegar muy pronto —le respondió el hombre observándola desde el espejo retrovisor, tratando de tranquilizarla. Su jefe le había dado instrucciones específicas sobre ayudarla en cualquier cosa que ella necesitara, y ese jefe no era otro más que Guillermo.Minutos después de esa tensa conversación en el interior del auto, llegaron a la escuela de la hija de Yadira. Ella no tardó nada en bajar y dirigirse al interior de la escuela en busca de su hija.El corazón de Yadira latía con fuerza; se imaginaba que su hija había sufrido un accidente en el salón de clases, sin embargo, se encontró con moretones ya hechos con anterioridad.—¿Qué es lo que ha pasado con mi hija? —preguntó Yadira a las educadoras.Ambas maestras se miraron la una a la
La actitud de Yadira molestó aún más a Rosalba.— Tu hija se parece a ti se la pasa comiendo como una cer…Una vez más Yadira no iba a lermir que esa mujer ofendiera a su hija, volviendo a abofetear a Rosalba en la otra mejilla.Enrique quien había estado observando todo, creyendo que Rosalba pondría en su lugar a Yadira se levantó por fin molesto e indignado al ver cómo su amante volvió a ser abofeteada.—¿Quién diablos te crees?— Enrique se acercó a Yadira con aura intimidante, claramente con la intención de hacerle daño.La pequeña se escondía tras su madre tirando de ella.—Mami, por favor vete, no quiero que papá te pegue como la otra vez— repetía la pequeña temiendo por su madre.— Hasta tu hija es más inteligente que tú — se burló Enrique al escuchar a su hija Esta vez Yadira no iba a permitir que ese par pasará por encima de ella. Sobre todo al ver cómo Rosalba aún con las mejillas rojas se mostraba altiva viéndola como si ella se tratara de una basura.—Esta vez, ustedes dos
Guillermo se apoyó en el umbral de la puerta, su corazón se encogía con cada nota melodiosa que escapaba de los labios de Yadira. En su voz, la cuna de una tierna clemencia se mezclaba con la aguda punzada del dolor por lo que había sucedido a su pequeña hija. La melodía flotaba en el aire, intentando ofrecer un remanso de paz y seguridad a la pequeña.La mano de Yadira acariciaba suavemente el cabello de la niña, cuyos ojos, aún marcados por el temor reciente, comenzaban a cerrarse lentamente, cediendo al consuelo de los brazos de su madre y al encanto de la canción.Guillermo sintió cómo una pesada piedra se anidaba en su estómago. Era incapaz de comprender cómo alguien podía lastimar a un ser tan inocente y puro. Su mandíbula se tensó, los músculos apretándose en un esfuerzo por contener la tormenta que rugía en su interior.Se apartó silenciosamente, permitiendo que madre e hija compartieran un momento de tranquilidad, un respiro en medio del caos que habían tenido que atravesar.
Yadira se despertó al sonido del despertador y se levantó de la cama. Se colocó una bata y se dirigió a la cocina. Encendió la estufa y puso una olla con agua a hervir. Sacó los huevos, el tocino y el queso del refrigerador. Mientras cortaba el tocino en trozos pequeños, recordó la escena que había vivido el día anterior con el padre de su hija y su nueva pareja.El día anterior, la habían llamado de la escuela debido a unos moretones en el brazo de su hija.La indignación que había sentido en ese momento era justificada. ¿Cómo se atrevía esa mujer a maltratar a su hija? ¿Dónde estaba el padre cuando eso pasaba? ¿Por qué no la defendía ni la protegía?Yadira suspiró al recordar cómo la situación se había tornado violenta y cómo había salido lastimada; no obstante, ahora tanto ella como su hija se encontraban a salvo en la casa de Guillermo.Yadira dejó de pensar en esos malos recuerdos y se concentró en preparar el desayuno. Quería comenzar el día con buen ánimo y olvidarse de los pr