La casa de Guillermo, pese a su tamaño y su lujo, tenía en ese momento el aire de un santuario, un refugio seguro contra las tormentas del mundo exterior. Cuando Yadira y Guillermo llegaron, lo primero que hizo ella fue llevar a Sofía a su habitación. La pequeña, aún con los rastros del miedo en su mirada, se aferraba a su madre como su única certeza en el mundo.Desde la puerta, Guillermo observaba en silencio cómo Yadira acunaba a Sofía, su voz suave como una caricia mientras le cantaba suavemente una canción de cuna.—Mami, tengo miedo —susurró Sofía, su voz apenas audible.—Shhh, mi amor, ya estás en casa. Estás segura aquí, con mamá y Guillermo. No dejes que el miedo quite espacio a los bonitos sueños que tendrás esta noche —respondió Yadira, meciéndola con delicadeza.—¿Me prometes que no nos dejarás? —La pregunta de Sofía estaba llena de una vulnerabilidad que rompería el corazón más duro.—Te lo prometo, mi vida. Siempre estaré contigo, pase lo que pase —aseguró Yadira, deposi
Guillermo despertó de manera inesperada, con el recuerdo de su conversación con Yadira resonando en su mente. Un agudo dolor proveniente de su herida lo había despertado, pero se calmó al encontrarse con la vista más hermosa: Yadira durmiendo a su lado.Verla a su lado durmiendo lo hizo evocar la noche en que Yadira lo salvó, aunque ella no recordara, el recuerdo se encontraba fresco en su mente. Aunque en ese entonces era un hombre diferente, no la culpaba por no recordar ese incidente del pasado; ella estaba allí con él y eso era suficiente.—Oh, mi hermosa dama, me gustaría saber con qué sueñas—, susurró Guillermo, extendiendo una mano hacia el rostro de Yadira. Sin embargo, se detuvo al verla temblar y hablar en sueños.Preocupado, la abrazó de inmediato al pensar que podría estar teniendo una pesadilla. La tranquilizó con dulces palabras mientras ella se calmaba en sus brazos.Yadira despertó nerviosa, disculpándose tímidamente al apartarse del abrazo. Guillermo sonrió.—¿Te enc
Yadira se sintió abrumada por las emociones. No sabía por dónde empezar. ¿Qué debía conservar y qué debía desechar? ¿Qué debía recordar y qué debía olvidar?Abrió una caja al azar y encontró un álbum de fotos. Lo abrió con curiosidad y se quedó helada al ver la primera imagen. Era una foto de ella con Rosalba, su exmejor amiga. Las dos sonreían felices, abrazadas, con un cartel que decía "Feliz cumpleaños, Yadira".Yadira sintió un nudo en la garganta. Recordó aquel día, hace dos años, cuando Rosalba le organizó una fiesta sorpresa. Fue la última vez que ella y Rosalba habían compartido un momento de verdadera amistad. Después de eso, todo cambió.Rosalba hará se había convertido en su peor enemiga. Se metió con Enrique su marido, le hizo la vida imposible no solo de manera sentimental, también trato de hacerlo en el trabajo, le difamó con mentiras, y lo peor de todo, le secuestró a su hija Sofía.Yadira no podía entender cómo alguien que había sido tan cercana a ella podía hacerle tan
¿Qué mujer no estaría feliz en la celebración del matrimonio con el amor de su vida? Pero para Yadira, ese día era aún más especial. Lo había estado esperando con ansias y quería asegurarse de que fuera perfecto en todos los sentidos, debía demostrarle a su esposo que era la mejor mujer que podía tener, que estaba a su altura y que lo amaba.Con ese objetivo en mente, decidió sorprender a su esposo, Enrique. Durante la mayor parte del día, se mantuvo en secreto, ocultándose de él para preparar una cena sorpresa que esperaba valorara.Sabía que no era la mejor esposa, al menos eso le decía siempre él, que no era una buena esposa, que estaba gorda, que cada día era peor madre por eso pensaba en como esforzarse para que él pudiera verla de otro modo, como la mujer de la que un día dijo estar enamorado.Por eso quería aprovechar al máximo ese día especial, quería hacerlo feliz, demostrarle que podía ser una mejor mujer para él. Antes de regresar a casa, decidió hacerle una visita al p
Rosalba no esperaba una reacción tan intensa por parte de Yadira, quien siempre había sido calmada y parecía conformarse con cualquier situación. La consideraba una persona aparentemente tranquila, de esas que te ofrecen la otra mejilla si les haces daño.—Eres una mosquita muerta, eso es lo que eres, fea, gorda…—, continuó Rosalba, tratando de minar y destruir por completo la confianza de Yadira. —No supiste mantener a un hombre como Enrique satisfecho, eres una frígida.Sin embargo, en lugar de apaciguarse, la furia de Yadira parecía aumentar. El dolor en su corazón la había cegado por completo en ese momento, dejándola envuelta en una tormenta de ira y resentimiento que amenazaba por arrasar todo lo que se le pusiera delante.Enrique, era incapaz de tolerar ver a su amante siendo maltratada, así que se acercó a las dos mujeres, tiró con fuerza de Yadira separándolas y detuvo su ataque abofeteándola. El golpe físico no le dolió tanto a Yadira como darse cuenta de que su amor por
Definitivamente, no se encontraba en su casa, ni en casa de sus padres, por lo que se levantó rápidamente, asustada. Grave error, eso solo hizo que su estómago se revolviera y tratara de devolver lo que fuera que tuviera en ese momento en su estómago, cosa que no haría.—Yadira, no entres en pánico — se dijo a sí misma, sintiendo cómo el miedo poco a poco se apoderaba de ella, mientras trataba de recordar los acontecimientos de la noche anterior que la habían llevado hasta el sitio donde se encontraba.Intentó levantarse; sin embargo, se dio cuenta de que se encontraba completamente desnuda y no solo eso, había un hombre sentado al otro lado de la cama.Su dolor de cabeza se incrementó al venir a su mente retazos de lo acontecido la noche anterior. Ella había sido acosada por un grupo de hombres, los cuales fueron apaleados por… No tenía claro si su salvador se trataba del hombre a su lado.— Bueno, me tengo que ir…—ella se incorporó aferrada a la sábana que la cubría e intentó rode
—No me amas, ¿por qué sigues queriendo estar en una farsa?— le preguntó ella tratando de razonar con él.Las palabras de Yadira no hicieron más que enfurecer a Enrique, quien la tomo del cuello y empezó a golpear con la palma de su mano su rostro.—¿Hay algo ahí? Por supuesto que no hay nada ahí— se burló.Ella cerró sus ojos tratando de soportar el dolor que él le estaba provocando.—¿Mami qué pasa?— preguntó su hija quien vio cómo su padre tomaba a su madre y empezaba a golpearle el rostro.—Papi solo está jugando — le respondió ella a su pequeña.—Sí, solo estamos jugando— mencionó Enrique empujándola con fuerza hacia un lado, para luego tomarla del cabello y acercarla a él.—Me estás lastimando, por favor. No frente a la niña.Él se rio y la golpeó en el estómago, lo que hizo que la pequeña se asustara al ver la cara de dolor de su madre.—Déjame que te explique e ilumine tu ignorancia. Necesito estar casado para ser ascendido en la compañía. No puedo ser un ejemplo de padre de fa
—¡Ayuda, ayuda! —gritó Rosalba, retorciendo la situación para hacer ver a Yadira como una amenaza, lo cual podría perjudicarla aún más en el juicio.—¡Suéltenme! ¡Esa mujer quiere lastimar a mi hija!—¡Deja de resistirte o tendremos que silenciarte! —amenazó uno de los guardias mientras la arrastraban.A pesar de sus protestas, la llevaron hacia una celda y la empujaron bruscamente al interior, donde otras mujeres aguardaban su turno para enfrentar el juicio.—¡Necesito salir! ¡Tengo que ver a mi hija! —repetía Yadira, desesperada, lo que irritaba a las demás prisioneras.—¡Ya basta! No eres la única que quiere irse de aquí —le reprocharon algunas mujeres.Pero Yadira estaba demasiado consumida por su angustia como para prestarles atención. Su única preocupación era su hija. La ansiedad la agobiaba, y sus lágrimas fluían inconteniblemente mientras rogaba por su liberación.Sin embargo, en lugar de encontrar empatía, las otras reclusas parecían cada vez más molestas con sus lamentos. E