¿Qué mujer no estaría feliz en la celebración del matrimonio con el amor de su vida?
Pero para Yadira, ese día era aún más especial.
Lo había estado esperando con ansias y quería asegurarse de que fuera perfecto en todos los sentidos, debía demostrarle a su esposo que era la mejor mujer que podía tener, que estaba a su altura y que lo amaba.
Con ese objetivo en mente, decidió sorprender a su esposo, Enrique.Durante la mayor parte del día, se mantuvo en secreto, ocultándose de él para preparar una cena sorpresa que esperaba valorara.
Sabía que no era la mejor esposa, al menos eso le decía siempre él, que no era una buena esposa, que estaba gorda, que cada día era peor madre por eso pensaba en como esforzarse para que él pudiera verla de otro modo, como la mujer de la que un día dijo estar enamorado.
Por eso quería aprovechar al máximo ese día especial, quería hacerlo feliz, demostrarle que podía ser una mejor mujer para él.
Antes de regresar a casa, decidió hacerle una visita al padre de su marido, y abuelo de su hija para dejar a la pequeña bajo su cuidado.Después de dejar a su hija en casa del abuelo, Yadira regresó apresuradamente para completar los últimos detalles de la cena sorpresa.La emoción la envolvía y, en medio de la prisa, se dio cuenta de que se había olvidado de cargar su celular. Sin embargo, esto no la detuvo.
Todo tenía que estar perfecto.El corazón de Yadira latía con fuerza, lleno de emoción, felicidad, esperanza, sabía que podrían arreglarlo porque ella se aseguraría de ser mejor mujer para él.
Era tanta la alegría que sentía, que por un momento creyó que el corazón se saldría de su pecho.
El amor que tenía por su esposo recorría cada rincón de su ser, inundándola de calidez, de sentimientos, de expectativas de muchos más años juntos.
“Enrique, no tardes", murmuró en voz baja, soltando un suspiro de alivio al comprobar por séptima vez que todo estaba en su lugar.Solo faltaba una hora para que su esposo llegara y juntos pudieran celebrar esa fecha tan importante.
La espera se hacía eterna, pero Yadira se llenaba de paciencia y emoción.Cada detalle había sido cuidadosamente planeado para crear una velada inolvidable.
La mesa estaba elegantemente decorada, las luces tenues creaban un ambiente romántico y el aroma de las velas perfumadas llenaba el aire.
Enrique tuvo que hacer un gran esfuerzo para contenerse y no usar adjetivos despectivos al referirse a su esposa por no poder contactarla a través del celular.Se sentía frustrado y con ganas de insultarla, pero se contuvo. En su lugar, se llevó la mano derecha al puente de la nariz y la apretó, tratando de controlar sus emociones.
—¿Ocurre algo, Enrique?—, preguntó la mujer que lo acompañaba, quien notó su incomodidad.Él negó con un movimiento de cabeza, indicando que no pasaba nada.—¿Estás seguro?— insistió la chica de nuevo.—Por supuesto que lo estoy—, respondió Enrique con voz firme, aunque en su interior luchaba con sentimientos encontrados.—Dime, ¿ya has hablado con ella?—, preguntó la mujer, buscando obtener más información.—No, pero eso no importa—, dijo Enrique con determinación. —Porque pase lo que pase, esta noche ella se enterará de todo.Yadira estaba impaciente. Ya casi era la hora en la que su esposo solía llegar a casa, por lo que decidió apagar las luces y esconderse detrás de las cortinas del recibidor."Espera un poco más", se dijo a sí misma en un susurro, tratando de mantener la calma, ansiosa por la sorpresa que le esperaba a su esposo.Finalmente, el sonido del motor del automóvil de su esposo se apagó, y en ese instante, su corazón pareció latir aún más rápido. Era difícil escuchar algo más allá de los latidos resonando en sus oídos mientras esperaba detrás de la cortina.Con la respiración contenida, apenas pudo distinguir el suave clic de la puerta al abrirse.La emoción se intensificó y una sonrisa se dibujó en el rostro de Yadira mientras se preparaba para salir de su escondite y darle la bienvenida a su esposo a una noche llena de sorpresas y amor.
Sin embargo, su expresión de felicidad se transformó rápidamente en desconcierto y miedo cuando escuchó el sonido de voces y objetos cayendo al suelo.¿Ladrones, tal vez?
Llenándose de valentía, Yadira decidió acercarse al origen de los ruidos, tratando de descubrir qué estaba sucediendo en medio de la oscuridad.— Enrique — susurró con algo de miedo por si no era él, pero no obtuvo ninguna respuesta.Acarició la pared, con el objetivo de encontrar el interruptor de la luz del salón en el que se encontraba.— ¡No puedo creer lo que estoy viendo!— Gritó de repente Yadira llevándose las manos a la boca como si contuviera un grito. Allí, sobre la mesa del comedor, su marido y su mejor amiga estaban entregados a la lujuria.La cena que Yadira había preparado con amor y dedicación yacía abandonada en el otro extremo de la enorme mesa.
Los amantes no mostraron ninguna reacción cuando Yadira encendió la luz y los descubrió en pleno acto.El dolor que experimentó, casi la hizo desmayarse.
— Ah, Yadira, ni siquiera te habíamos escuchado llegar.— Respondió Enrique sin inmutarse apartándose de la otra mujer y acomodándose la ropa sin borrar esa sonrisa cínica de sus labios.— ¿Cómo pueden hacerme esto? ¡Eres mi esposo y tú, Rosalba, eras mi mejor amiga!— Gritó ella viendo como a pesar de haberse arreglado la ropa todavía permanecían abrazados y besándose frente a ella.—Oh, querida, ¿no lo sabías?— respondió la otra mujer burlona — Enrique y yo llevamos mucho tiempo juntos. Nunca fuiste lo suficientemente atenta con él y mírate —la observó con desprecio de arriba a abajo — te dije que te cuidaras, estás gorda, y nunca quisiste verte mejor para él, ni siquiera sé cómo enrique pudo desearte en algún momento.— Es verdad, Yadira. Tú nunca me diste lo que necesitaba.— Aseguró Enrique — Si hubieras sido una buena mujer, obediente, si hubieras sabido al menos mantener a mi hijo dentro de tu vientre hasta que pudiera nacer sano, pero hasta eso fuiste incapaz de hacerlo.— No eso no es cierto — Llena de celos y desesperación, Yadira se acercó a ellos, tratando de separarlos— Tal vez tú lo creías, pero yo necesitaba algo más emocionante, y Rosalba me lo ha dado.Enrique la empujó con fuerza, haciéndola caer al suelo provocando una cruel carcajada en la otra mujer que en ese instante se sabía vencedora, por fin Enrique era suyo.Yadira se quedó postrada en el suelo, incapaz de levantarse mientras las lágrimas resbalaban incesantemente por su rostro.—¿No entiendo por qué estás llorando? No es como si no esperaras que algo así sucediera—, se burló Rosalba, añadiendo más dolor a su ya lastimado corazón.—¡Por supuesto que no me lo esperaba... Enrique!—, Yadira intentó acercarse a su esposo, pero él solo se rió.—Esto es culpa tuya y lo sabes. Hoy intenté hablar contigo, pero como siempre eres tan inútil que nunca contesta a mis llamadas, solo te importa tu hija, mírate, ni siquiera te ocupas de ti misma, me das asco— acusó Enrique con desdén.—¡Porque estaba preparando nuestra cena de aniversario! Incluso me puse la ropa interior sexy que me regalaste —, respondió Yadira con voz temblorosa sin entender nada, me hizo tanta ilusión cuando vi ese regalo escondido en tu mesita de noche.—¿A que se refiere? me dijiste que su cuerpo te daba asco — preguntó Rosalba volteando a mirar a Enrique molesta.—Debes de estar loca, nunca he comprado ropa sexy para ti—, negó Enrique.—¡Claro que sí lo hiciste!—, exclamó Yadira, demostrándolo al abrir su vestido y mostrando el conjunto de ropa íntima.Las risas de Rosalba y Enrique resonaron en sus oídos, avergonzandola.— ¿No ves que te aprieta por todos lados y te está muy pequeña?— Se burló su ex mejor amiga — Y eso que a mí me iba grande.— Era un regalo que tenía para ella, pero cuando se lo probó le iba grande así que lo guardé para cambiarlo. ¿Qué te hace pensar que en algún momento me gustaría verte vestida así? — Se burló Enrique — Una mujer como tú solo da asco con lencería.—Eso no puede ser cierto… tu no puedes estar hablándome así — mencionó Yadira avergonzada — ¿No era para mi?La ira y el dolor se apoderaron de Yadira cuando escuchó las risas de ambos, especialmente la risa de Rosalba. La veía como la causante de todo, convencida de que era la responsable de que Enrique la hubiera engañado.Sin pensar en nada más que en desahogar su frustración y dolor de la única manera que sentía posible en ese momento, Yadira gritó con rabia:—¡Eres una m*****a! ¡Es por tu culpa que Enrique esté confundido!En un acto impulsivo, agarró con fuerza el cabello de Rosalba, causándole dolor, pero no solo quería su dolor, quería que al igual que ella se desgarrara por dentro.
Rosalba no esperaba una reacción tan intensa por parte de Yadira, quien siempre había sido calmada y parecía conformarse con cualquier situación. La consideraba una persona aparentemente tranquila, de esas que te ofrecen la otra mejilla si les haces daño.—Eres una mosquita muerta, eso es lo que eres, fea, gorda…—, continuó Rosalba, tratando de minar y destruir por completo la confianza de Yadira. —No supiste mantener a un hombre como Enrique satisfecho, eres una frígida.Sin embargo, en lugar de apaciguarse, la furia de Yadira parecía aumentar. El dolor en su corazón la había cegado por completo en ese momento, dejándola envuelta en una tormenta de ira y resentimiento que amenazaba por arrasar todo lo que se le pusiera delante.Enrique, era incapaz de tolerar ver a su amante siendo maltratada, así que se acercó a las dos mujeres, tiró con fuerza de Yadira separándolas y detuvo su ataque abofeteándola. El golpe físico no le dolió tanto a Yadira como darse cuenta de que su amor por
Definitivamente, no se encontraba en su casa, ni en casa de sus padres, por lo que se levantó rápidamente, asustada. Grave error, eso solo hizo que su estómago se revolviera y tratara de devolver lo que fuera que tuviera en ese momento en su estómago, cosa que no haría.—Yadira, no entres en pánico — se dijo a sí misma, sintiendo cómo el miedo poco a poco se apoderaba de ella, mientras trataba de recordar los acontecimientos de la noche anterior que la habían llevado hasta el sitio donde se encontraba.Intentó levantarse; sin embargo, se dio cuenta de que se encontraba completamente desnuda y no solo eso, había un hombre sentado al otro lado de la cama.Su dolor de cabeza se incrementó al venir a su mente retazos de lo acontecido la noche anterior. Ella había sido acosada por un grupo de hombres, los cuales fueron apaleados por… No tenía claro si su salvador se trataba del hombre a su lado.— Bueno, me tengo que ir…—ella se incorporó aferrada a la sábana que la cubría e intentó rode
—No me amas, ¿por qué sigues queriendo estar en una farsa?— le preguntó ella tratando de razonar con él.Las palabras de Yadira no hicieron más que enfurecer a Enrique, quien la tomo del cuello y empezó a golpear con la palma de su mano su rostro.—¿Hay algo ahí? Por supuesto que no hay nada ahí— se burló.Ella cerró sus ojos tratando de soportar el dolor que él le estaba provocando.—¿Mami qué pasa?— preguntó su hija quien vio cómo su padre tomaba a su madre y empezaba a golpearle el rostro.—Papi solo está jugando — le respondió ella a su pequeña.—Sí, solo estamos jugando— mencionó Enrique empujándola con fuerza hacia un lado, para luego tomarla del cabello y acercarla a él.—Me estás lastimando, por favor. No frente a la niña.Él se rio y la golpeó en el estómago, lo que hizo que la pequeña se asustara al ver la cara de dolor de su madre.—Déjame que te explique e ilumine tu ignorancia. Necesito estar casado para ser ascendido en la compañía. No puedo ser un ejemplo de padre de fa
—¡Ayuda, ayuda! —gritó Rosalba, retorciendo la situación para hacer ver a Yadira como una amenaza, lo cual podría perjudicarla aún más en el juicio.—¡Suéltenme! ¡Esa mujer quiere lastimar a mi hija!—¡Deja de resistirte o tendremos que silenciarte! —amenazó uno de los guardias mientras la arrastraban.A pesar de sus protestas, la llevaron hacia una celda y la empujaron bruscamente al interior, donde otras mujeres aguardaban su turno para enfrentar el juicio.—¡Necesito salir! ¡Tengo que ver a mi hija! —repetía Yadira, desesperada, lo que irritaba a las demás prisioneras.—¡Ya basta! No eres la única que quiere irse de aquí —le reprocharon algunas mujeres.Pero Yadira estaba demasiado consumida por su angustia como para prestarles atención. Su única preocupación era su hija. La ansiedad la agobiaba, y sus lágrimas fluían inconteniblemente mientras rogaba por su liberación.Sin embargo, en lugar de encontrar empatía, las otras reclusas parecían cada vez más molestas con sus lamentos. E
Yadira no creía en la buena suerte, especialmente con todos los infortunios que últimamente parecían perseguirla.—Dime, ¿piensas volver a entrar y encerrarte? —le preguntó Guillermo.Yadira no respondió; simplemente miró la comisaría por última vez antes de subir al auto del hombre. Estaba decidida a no pasar ni un minuto más en un lugar como aquel.Guillermo sonrió con cierta picardía al observar cómo ella se subía a su vehículo sin dudarlo.— Justo lo que pensaba — murmuró para sí mismo poniéndose sus gafas de sol antes de arrancar el coche.Aunque Yadira guardó silencio, no dejaba de mirar a través del espejo retrovisor a su salvador. En ese momento, él era su ángel guardián. Sin embargo, aquella situación la llenaba de curiosidad, no entendía qué podría motivar a ese hombre a protegerla.Guillermo percibió su interés. No porque tuviera un talento especial, sino porque para él, Yadira era como un libro abierto. Sus emociones eran transparentes, evidenciando una inocencia natural
—¿Realmente crees que te permitiría criar a mi hija? ¿Tú, que ni siquiera pudiste cuidar de un bebé en tu vientre? Eres una mala madre, Yadira. Ningún juez otorgaría la custodia a una mujer que perdió a su hijo de esa manera.—Eso no fue mi culpa, y lo sabes —respondió ella, sintiéndose devastada por las palabras de su marido.La mirada de Guillermo estaba cargada de amenaza, parecía querer evitar que siguiera humillándola aún así se dijo que debía seguir ahí únicamente como observador silencioso. Sin embargo, Enrique no tenía intención de hacerle las cosas fáciles.—Si de verdad quieres a tu hija, supongo que estarás dispuesta a pagarme 500 mil dólares y un monto sustancial cada mes. Esa sería la única forma en que consideraría cederte la custodia de la niña.—¿Pretendes venderme a mi hija? —preguntó Yadira, con la voz llena de rabia.Enrique sonrió burlonamente, jugueteando con un fajo de billetes en sus manos sabiendo que ella no tendría modo de conseguir ese dinero y eso solo la f
La lluvia arreciaba en la oscura noche, y Yadira caminaba por las calles empapadas. Su ropa, humedecida, pegada a su cuerpo, y su cabello, enmarcando su rostro con gotas de agua, la hacían lucir agotada. Su orgullo la había llevado a declinar la ayuda de Guillermo.Y ahora, sola en la noche, se sentía un poco perdida caminando sin rumbo hasta llegar a un bar.El bullicio del bar la recibió al abrir la puerta, un ambiente cálido, contrario a la frialdad que reinaba fuera. Atrajo algunas miradas, principalmente por estar completamente mojada. Tras tomar un respiro, se acercó a la barra, donde un hombre de mediana edad, con cabello canoso y barba, servía bebidas.—¿Puedo ayudarte? —dijo el hombre con una mirada evaluadora.—Buenas noches, mi nombre es Yadira. Estoy buscando trabajo, ¿necesitan a alguien aquí?El hombre la examinó de arriba a abajo, sus ojos se detuvieron en su figura redondeada y luego volvió a su rostro intentando ocultar un gesto de burla sin lograrlo.—Lo siento, solo
Rosalba lucía radiante en ese instante, una sonrisa genuina adornaba su rostro. ¿Cómo no iba a sentirse así? Había logrado lo que siempre anheló.Aunque Enrique no poseía la fortuna de un magnate, contaba con el capital suficiente para satisfacer cada deseo de Rosalba. Ella no tenía que preocuparse por nada, y a cambio, Enrique disfrutaba de la exclusividad de su compañía.La primera vez que lo vio, en el brazo de su mejor amiga, sintió una chispa de deseo. Desde ese momento, todo se volvió un juego de seducción y poder entre ellos.Enrique se encargaba de colmarla de lujos y atenciones, y Rosalba, consciente de su belleza y encanto, le ofrecía momentos de pasión y complicidad.—Rosalba eres la mejor— musitó él, cayendo a un lado de ella.Ambos se encontraban satisfecho en la recámara del hotel rodeado de velas y pétalos de rosas rojas. Aun así, Rosalba podía encontrarse satisfecha sexualmente, pero no anímicamente, sobre todo al ver que su ex mejor amiga había aparecido del brazo de