Definitivamente, no se encontraba en su casa, ni en casa de sus padres, por lo que se levantó rápidamente, asustada.
Grave error, eso solo hizo que su estómago se revolviera y tratara de devolver lo que fuera que tuviera en ese momento en su estómago, cosa que no haría.
—Yadira, no entres en pánico — se dijo a sí misma, sintiendo cómo el miedo poco a poco se apoderaba de ella, mientras trataba de recordar los acontecimientos de la noche anterior que la habían llevado hasta el sitio donde se encontraba.Intentó levantarse; sin embargo, se dio cuenta de que se encontraba completamente desnuda y no solo eso, había un hombre sentado al otro lado de la cama.Su dolor de cabeza se incrementó al venir a su mente retazos de lo acontecido la noche anterior.Ella había sido acosada por un grupo de hombres, los cuales fueron apaleados por… No tenía claro si su salvador se trataba del hombre a su lado.
— Bueno, me tengo que ir…—ella se incorporó aferrada a la sábana que la cubría e intentó rodear la cama.Sus intentos fueron frustrados cuando el desconocido interceptó su escape, acorralándola entre la pared y su cuerpo, muy cerca de la puerta, casi pudo rozar la libertad con los dedos.—¿Es todo lo que vas a decir? — preguntó él, con una mirada intensa que la hizo estremecer y bajar levemente el rostro.—Lo siento, no sé qué está pasando. Realmente no recuerdo mucho de la noche anterior —confesó Yadira, sintiéndose avergonzada y vulnerable bajo la mirada penetrante del desconocido.—¿Es así como pagarás el que te haya salvado?El hombre frunció el ceño y la observó detenidamente, como si buscara algún rastro de mentira en sus palabras.La habitación parecía más pequeña con cada segundo que pasaba, y el corazón de Yadira latía desbocado en su pecho.
—Yo, yo no sé a qué te refieres…— respondió ella con apenas un hilo de voz.—¿Qué haces metiéndote en problemas como este? —inquirió él, aunque su voz había perdido parte de su dureza inicial.Ella sintió cómo sus mejillas se encendieron, no solo por las palabras del desconocido, sino por su cercanía.No podía evitarlo, el sujeto tenía unos hermosos ojos avellana.
Estaba segura de que jamás había visto unos ojos tan bellos como los de ese hombre.
Que va, todo él era hermoso, y su cercanía le provocaba reacciones y emociones que no podía tener siendo una persona casada, y de esa extraña sensación que tenía de conocerle.
"Eso es imposible", se dijo a sí misma, tratando de reprimir las emociones que comenzaban a aflorar en su interior.Pero, sobre todo, no era correcto que ella y él estuvieran tan cerca, mucho menos si le hacía perder el aire con su cercanía.Tenía claro que debía alejarlo, y eso hizo, colocando sus manos en su firme torso y empujándolo.
Justo a tiempo, ya que, tras recuperar la respiración, tuvo que luchar contra la sensación de asco que en ese momento volvió a ella con más fuerza.
—Siento si te di una mala impresión el día de hoy, pero, pero tú, yo lo que quiera que haya pasado anoche no era yo. Estoy casada y tengo una hija— le dijo al hombre una vez ella controló la sensación de asco producto de haber bebido mucho la noche anterior.Guillermo se alejó de ella al escucharle decir que estaba casada, si algo tenía claro es que no quería ser el tercero en discordia en la relación de nadie.Así que le dio su espacio, eso pareció agradarle a ella; sin embargo, no la iba a dejar marchar tan fácilmente.
—A esto me refería con el pago— Guillermo le mostró la factura del hospital donde la llevó después de rescatarla, donde le hicieron un lavado estomacal a causa de la intoxicación alcohólica que tenía ella.Yadira tomó la factura que él le mostró; no obstante, en ese momento sabía que no contaba con dinero, lo poco que llevaba se lo había gastado en las botellas de vino las cuales se bebió.—Yo, no tengo esa cantidad, pero si me das tus datos, te haré llegar lo antes posible el coste de la factura.En ese momento era todo lo que podía ofrecerle al hombre como garantía su palabra y esperaba que eso fuera suficiente.Guillermo no dijo nada, era obvio que ella deseaba irse y a él no le gustaba mantener a nadie a la fuerza, mucho menos si era una mujer.—Está bien, puedes irte, yo te haré llegar la factura.Ella le agradeció inmediatamente— gracias — dijo buscando su ropa y dándose cuenta de que no estaba a la vista, lo único que podía usar en ese momento era una gabardina larga y gris que encontró en una silla, la cual se colocó rápidamente envolviéndose en ella y saliendo de ahí. Ya podía ir añadiendo la prenda a la factura.Ahora lo que la ocupaba y preocupaba era llegar a hacer lo que tenía que hacer.—¡Mierda! No tengo dinero ni para un taxi — se dijo buscando entre las bolsas de la gabardina, no obstante, no fue dinero lo que encontró, sino una pistola, la cual dejó de nuevo ahí en el bolsillo.No era momento de pensar en qué hacía esa pistola en el bolsillo de ese hombre, sino en ir a buscar a su hija y pedirle el divorcio a Enrique, tenía claro que no le quería ya en su vida.Se dirigió a casa de su suegro a recoger a su hija, pero esta ya había sido recogida por su padre.—¿Pasa algo, Yadira? — le preguntó su suegro al verla ahí buscando a su hija.—No, todo está bien — le respondió marchándose de inmediato.Enrique se había llevado a su hija ¿Y si no se la regresaba? ella no podía perder a su hija, por lo que se dirigió de inmediato a la casa.Enrique no tardó en burlarse de ella, nada más la vio llegar.—Sabía que eras una inútil, pero dejar a tu hija sola.—Enrique, no quiero pelear, está claro que tú no me amas, y yo no quiero estar más contigo, así que divorciémonos…Supuso que sus palabras alegrarían a su marido, ahora que tenía a Rosalba; sin embargo, las palabras de Yadira solo hicieron enfurecer a su marido.—¿Divorciarnos? Sabía que eras inútil, pero ahora me demuestras que eres una imbécil.—No me amas, ¿por qué sigues queriendo estar en una farsa?— le preguntó ella tratando de razonar con él.Las palabras de Yadira no hicieron más que enfurecer a Enrique, quien la tomo del cuello y empezó a golpear con la palma de su mano su rostro.—¿Hay algo ahí? Por supuesto que no hay nada ahí— se burló.Ella cerró sus ojos tratando de soportar el dolor que él le estaba provocando.—¿Mami qué pasa?— preguntó su hija quien vio cómo su padre tomaba a su madre y empezaba a golpearle el rostro.—Papi solo está jugando — le respondió ella a su pequeña.—Sí, solo estamos jugando— mencionó Enrique empujándola con fuerza hacia un lado, para luego tomarla del cabello y acercarla a él.—Me estás lastimando, por favor. No frente a la niña.Él se rio y la golpeó en el estómago, lo que hizo que la pequeña se asustara al ver la cara de dolor de su madre.—Déjame que te explique e ilumine tu ignorancia. Necesito estar casado para ser ascendido en la compañía. No puedo ser un ejemplo de padre de fa
—¡Ayuda, ayuda! —gritó Rosalba, retorciendo la situación para hacer ver a Yadira como una amenaza, lo cual podría perjudicarla aún más en el juicio.—¡Suéltenme! ¡Esa mujer quiere lastimar a mi hija!—¡Deja de resistirte o tendremos que silenciarte! —amenazó uno de los guardias mientras la arrastraban.A pesar de sus protestas, la llevaron hacia una celda y la empujaron bruscamente al interior, donde otras mujeres aguardaban su turno para enfrentar el juicio.—¡Necesito salir! ¡Tengo que ver a mi hija! —repetía Yadira, desesperada, lo que irritaba a las demás prisioneras.—¡Ya basta! No eres la única que quiere irse de aquí —le reprocharon algunas mujeres.Pero Yadira estaba demasiado consumida por su angustia como para prestarles atención. Su única preocupación era su hija. La ansiedad la agobiaba, y sus lágrimas fluían inconteniblemente mientras rogaba por su liberación.Sin embargo, en lugar de encontrar empatía, las otras reclusas parecían cada vez más molestas con sus lamentos. E
Yadira no creía en la buena suerte, especialmente con todos los infortunios que últimamente parecían perseguirla.—Dime, ¿piensas volver a entrar y encerrarte? —le preguntó Guillermo.Yadira no respondió; simplemente miró la comisaría por última vez antes de subir al auto del hombre. Estaba decidida a no pasar ni un minuto más en un lugar como aquel.Guillermo sonrió con cierta picardía al observar cómo ella se subía a su vehículo sin dudarlo.— Justo lo que pensaba — murmuró para sí mismo poniéndose sus gafas de sol antes de arrancar el coche.Aunque Yadira guardó silencio, no dejaba de mirar a través del espejo retrovisor a su salvador. En ese momento, él era su ángel guardián. Sin embargo, aquella situación la llenaba de curiosidad, no entendía qué podría motivar a ese hombre a protegerla.Guillermo percibió su interés. No porque tuviera un talento especial, sino porque para él, Yadira era como un libro abierto. Sus emociones eran transparentes, evidenciando una inocencia natural
—¿Realmente crees que te permitiría criar a mi hija? ¿Tú, que ni siquiera pudiste cuidar de un bebé en tu vientre? Eres una mala madre, Yadira. Ningún juez otorgaría la custodia a una mujer que perdió a su hijo de esa manera.—Eso no fue mi culpa, y lo sabes —respondió ella, sintiéndose devastada por las palabras de su marido.La mirada de Guillermo estaba cargada de amenaza, parecía querer evitar que siguiera humillándola aún así se dijo que debía seguir ahí únicamente como observador silencioso. Sin embargo, Enrique no tenía intención de hacerle las cosas fáciles.—Si de verdad quieres a tu hija, supongo que estarás dispuesta a pagarme 500 mil dólares y un monto sustancial cada mes. Esa sería la única forma en que consideraría cederte la custodia de la niña.—¿Pretendes venderme a mi hija? —preguntó Yadira, con la voz llena de rabia.Enrique sonrió burlonamente, jugueteando con un fajo de billetes en sus manos sabiendo que ella no tendría modo de conseguir ese dinero y eso solo la f
La lluvia arreciaba en la oscura noche, y Yadira caminaba por las calles empapadas. Su ropa, humedecida, pegada a su cuerpo, y su cabello, enmarcando su rostro con gotas de agua, la hacían lucir agotada. Su orgullo la había llevado a declinar la ayuda de Guillermo.Y ahora, sola en la noche, se sentía un poco perdida caminando sin rumbo hasta llegar a un bar.El bullicio del bar la recibió al abrir la puerta, un ambiente cálido, contrario a la frialdad que reinaba fuera. Atrajo algunas miradas, principalmente por estar completamente mojada. Tras tomar un respiro, se acercó a la barra, donde un hombre de mediana edad, con cabello canoso y barba, servía bebidas.—¿Puedo ayudarte? —dijo el hombre con una mirada evaluadora.—Buenas noches, mi nombre es Yadira. Estoy buscando trabajo, ¿necesitan a alguien aquí?El hombre la examinó de arriba a abajo, sus ojos se detuvieron en su figura redondeada y luego volvió a su rostro intentando ocultar un gesto de burla sin lograrlo.—Lo siento, solo
Rosalba lucía radiante en ese instante, una sonrisa genuina adornaba su rostro. ¿Cómo no iba a sentirse así? Había logrado lo que siempre anheló.Aunque Enrique no poseía la fortuna de un magnate, contaba con el capital suficiente para satisfacer cada deseo de Rosalba. Ella no tenía que preocuparse por nada, y a cambio, Enrique disfrutaba de la exclusividad de su compañía.La primera vez que lo vio, en el brazo de su mejor amiga, sintió una chispa de deseo. Desde ese momento, todo se volvió un juego de seducción y poder entre ellos.Enrique se encargaba de colmarla de lujos y atenciones, y Rosalba, consciente de su belleza y encanto, le ofrecía momentos de pasión y complicidad.—Rosalba eres la mejor— musitó él, cayendo a un lado de ella.Ambos se encontraban satisfecho en la recámara del hotel rodeado de velas y pétalos de rosas rojas. Aun así, Rosalba podía encontrarse satisfecha sexualmente, pero no anímicamente, sobre todo al ver que su ex mejor amiga había aparecido del brazo de
Ernesto estaba exultante con Yadira. Si bien ella no encajaba con los estándares de belleza de sus exigentes clientes, su voz era un tesoro; era capaz de cautivar a cualquiera que la escuchase. El video que había subido de Yadira a internet había viralizado, y las preguntas sobre cuándo sería su próximo concierto no tardaron en inundar los comentarios. Ernesto reconoció la oportunidad dorada que tenía entre manos. Necesitaba asegurarse de consolidar su posición como el representante de Yadira. Con su creciente fama, era inevitable que otros agentes intentaran acercarse y persuadirla para que firmara con ellos. Eso era algo que Ernesto no podía, y no iba a permitir."Esta es mi gallina de los huevos de oro", pensó mientras marcaba el número de Yadira.Además, tenía un plan adicional en mente. Un cliente muy distinguido e importante había mostrado interés en Yadira, y Ernesto sabía que tenía que garantizar un espectáculo inolvidable para él. Así que, sin dudarlo, tomó su móvil y la lla
Ella fue recibida con una ovación al hacer su entrada al escenario. A pesar de no encajar en los cánones tradicionales de belleza, esa noche irradiaba confianza y encanto. Su vestido, cuidadosamente seleccionado, acentuaba sus curvas, dándole una apariencia deslumbrante. Pero más allá de su apariencia, era su voz lo que realmente asombraba. Cada nota que emitía llevaba consigo una emoción cruda y poderosa, transportando a la audiencia a un viaje lleno de sentimientos y pasión.Mientras Yadira cantaba, Guillermo, en un intento por ocultar sus verdaderos sentimientos y despertar celos en ella, coqueteaba abiertamente con la mujer que lo acompañaba. Rozaba su brazo, susurraba cosas a su oído haciéndole reír e incluso en un momento dado, la besó. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de Yadira, aumentaba su flirteo con su acompañante. Había deseado a Yadira durante años, y ahora que parecía que la tendría, ella lo trataba con distancia diciendo que no tenía derechos sobre ella. Ad