—No me amas, ¿por qué sigues queriendo estar en una farsa?— le preguntó ella tratando de razonar con él.
Las palabras de Yadira no hicieron más que enfurecer a Enrique, quien la tomo del cuello y empezó a golpear con la palma de su mano su rostro.—¿Hay algo ahí? Por supuesto que no hay nada ahí— se burló.Ella cerró sus ojos tratando de soportar el dolor que él le estaba provocando.—¿Mami qué pasa?— preguntó su hija quien vio cómo su padre tomaba a su madre y empezaba a golpearle el rostro.—Papi solo está jugando — le respondió ella a su pequeña.—Sí, solo estamos jugando— mencionó Enrique empujándola con fuerza hacia un lado, para luego tomarla del cabello y acercarla a él.—Me estás lastimando, por favor. No frente a la niña.Él se rio y la golpeó en el estómago, lo que hizo que la pequeña se asustara al ver la cara de dolor de su madre.—Déjame que te explique e ilumine tu ignorancia. Necesito estar casado para ser ascendido en la compañía. No puedo ser un ejemplo de padre de familia perfecto si tú metes una demanda de divorcio.—Papi, papi, deja a mi mami — empezó a protegerla la niña pegándole en las piernas.—¡Mira lo que has hecho! ¡Haces que mi hija no me respeté!—exclamó furioso golpeando a Yadira.El golpe que recibió por parte de Enrique hizo que su cabeza doliera y que por un momento perdiera la vista viendo todo negro.—¡Papi malo, papi malo!— gritaba la pequeña. Eso solo hizo enfurecer a Enrique, queriendo también pegarle a la niña.—¡No te atrevas a pegarle a mi hija!— exclamó Yadira, con la pistola que había encontrado en la gabardina en la mano.En ese momento, Yadira solo pensaba en proteger a su hija, no había espacio para el miedo ni la duda.Su instinto maternal la impulsó a tomar esa drástica decisión.
—¿Qué crees que haces?— le preguntó Enrique socarronamente, conocía a su esposa y sabía que ella no era una persona violenta.Su confianza en la sumisión de Yadira lo llevó a subestimarla y reírse de su atrevimiento.
—¡Por favor, no te acerques!— le suplicó ella, caminando hacia donde se encontraba su hija y tratando de colocarse enfrente de ella para protegerla.—Eres una estúpida, ni siquiera debes saber utilizar un arma. Ven, deja que te muestre cómo se hace.Pero Yadira estaba decidida, y sin vacilar, apretó el gatillo.El sonido del arma fue ensordecedor, al igual que el grito de dolor que dio Enrique al ser herido en el hombro.La sorpresa se reflejó en su rostro mientras se llevaba la mano al lugar de la herida.
El disparo paralizó a Yadira por un momento, sobre todo al ver cómo Enrique se quejó sangrando antes de desmayarse.Pero no solo ella y su hija fueron los asustados esa noche con el disparo y los gritos que hubo en esa casa los vecinos también lo hicieron, por lo que no dudaron en llamar a la policía.—Hija, todo estará bien, mami está aquí— decía desesperada al ver cómo su hija temblaba.La pequeña no paraba de llorar, y de señalar la sangre que salía de la herida de su padre herido en el suelo.—Papi, papi está muerto — decía la niña incapaz de controlarse ante visión de su padre herido.—No, papi no está muerto— decía Yadira, aunque en ese momento no sabía si lo decía por su hija o por ella.Tenía que comprobar si Enrique se encontraba muerto — por favor mi amor espera a mami aquí— le pidió ella soltándola, para ir a ver a su padre.Fue hacerlo y la pequeña salir corriendo a esconderse llena de miedo a otro lugar en la casa.Yadira no pudo detener a su pequeña y tampoco pudo verificar el estado en el que se encontraba su esposo, al ingresar la policía en ese momento a la casa.—Está detenida, será mejor que lleve las manos arriba de su cabeza y no se mueva.Ella ya no pudo hacer más nada más que hacer lo que le decían.Observando como recogían la pistola con la que momentos antes había disparado a su esposo.
—Por favor, no. Ustedes no entienden. Mi hija, debo encontrarla.La policía no la escuchó de inmediato y Yadira se encontró tras las rejas.Estaba tan asustada que no pudo dormir en toda la noche, se sentía sola, miserable y sobre todo preocupada por su hija.
¿Qué pasaría con su hija?A esas alturas, dudaba que su marido estuviera al pendiente de su pequeña; deseaba que no se acercara a ella, solo pensar en la forma en que le había querido pegar, le ponía la piel de gallina.De inmediato, fue puesta en una celda, aumentando su nerviosismo y ansiedad.La gente a su alrededor tampoco ayudaba a que ella se calmara; al contrario, tuvo que cuidarse de no molestar a nadie, lo que hizo que no pudiera dormir y que estuviera alerta para evitar problemas.
—Por favor, necesito salir— pidió Yadira a la mañana siguiente, su aspecto era lamentable y se notaba que no había dormido en toda la noche —por favor, necesito saber de mi hija.Sin embargo, la contestación que le dio el policía fue que había sido citada en el juzgado.—Una delincuente como tú no tienes derecho a ver a tu hija— le habló el policía, de forma tan vulgar que ella se estremeció — pero de aquí irás a la cárcel, así que será mejor que te acostumbres. El hombre al que disparaste te ha demandado por atentado agravado a su persona. Así que estarás un par de años tras la cárcel. Pero por ahora tienes una visita así que apúrate y sal.La visita se trataba de nada más y nada menos que de Rosalba.—Siempre quise verte así en este estado lamentable— le dijo su ex mejor amiga, nada más la vio caminar hacia la mesa donde ella la estaba esperando.La sonrisa de la mujer hizo que Yadira se sintiera asqueada y muy molesta por la forma arrogante en la que se dirigía a ella.Aun así, tal vez si hablaba con ella, le ayudaría y así podía quedarse con su marido.—Rosalba, no es mi culpa, yo estaba pensando en irme con mi hija y dejar a Enrique, pero él no me lo permitió, empezó a golpearme a mí y también quiso golpear a nuestra hija.Rosalba, por supuesto, se rió de sus palabras.
—¿Crees que te voy a creer? Lo que pasó es que Enrique te pidió el divorcio y tú no quisiste dárselo.
—¡No, eso no es verdad!— exclamó Yadira.
—¡Sí, lo es!— refutó Rosalba— pero no te preocupes, yo me haré cargo de tu bendita hija, así que puedes estar segura de lo bien cuidada que estará.
Yadira entró en desesperación ante las palabras de Rosalba, esa mujer no podía estar cerca de su hija.
—¡Ni se te ocurra acercarte a mi pequeña!— gritó Yadira tratando de tomar a Rosalba del cabello, quien de manera deliberada la estaba incitando a atacar con sus gestos y palabras que le decía en voz baja.
—Si no me alejo, ¿qué me harás? Piénsalo, estás aquí encerrada. No eres nada, Yadira, nunca has sido nada. Yo, en cambio, podré hacer lo que quiera, sobre todo a esa inútil hija tuya que tienes.
Sus palabras la enloquecieron aún más, al imaginar cómo esa mujer trataría a su hija.
—¡Sobre mi cadáver harás algo así! — exclamó Yadira con desesperación.
—¡Auxilio, auxilio! ¡Esta loca me quiere atacar a mí también!
—¡Ayuda, ayuda! —gritó Rosalba, retorciendo la situación para hacer ver a Yadira como una amenaza, lo cual podría perjudicarla aún más en el juicio.—¡Suéltenme! ¡Esa mujer quiere lastimar a mi hija!—¡Deja de resistirte o tendremos que silenciarte! —amenazó uno de los guardias mientras la arrastraban.A pesar de sus protestas, la llevaron hacia una celda y la empujaron bruscamente al interior, donde otras mujeres aguardaban su turno para enfrentar el juicio.—¡Necesito salir! ¡Tengo que ver a mi hija! —repetía Yadira, desesperada, lo que irritaba a las demás prisioneras.—¡Ya basta! No eres la única que quiere irse de aquí —le reprocharon algunas mujeres.Pero Yadira estaba demasiado consumida por su angustia como para prestarles atención. Su única preocupación era su hija. La ansiedad la agobiaba, y sus lágrimas fluían inconteniblemente mientras rogaba por su liberación.Sin embargo, en lugar de encontrar empatía, las otras reclusas parecían cada vez más molestas con sus lamentos. E
Yadira no creía en la buena suerte, especialmente con todos los infortunios que últimamente parecían perseguirla.—Dime, ¿piensas volver a entrar y encerrarte? —le preguntó Guillermo.Yadira no respondió; simplemente miró la comisaría por última vez antes de subir al auto del hombre. Estaba decidida a no pasar ni un minuto más en un lugar como aquel.Guillermo sonrió con cierta picardía al observar cómo ella se subía a su vehículo sin dudarlo.— Justo lo que pensaba — murmuró para sí mismo poniéndose sus gafas de sol antes de arrancar el coche.Aunque Yadira guardó silencio, no dejaba de mirar a través del espejo retrovisor a su salvador. En ese momento, él era su ángel guardián. Sin embargo, aquella situación la llenaba de curiosidad, no entendía qué podría motivar a ese hombre a protegerla.Guillermo percibió su interés. No porque tuviera un talento especial, sino porque para él, Yadira era como un libro abierto. Sus emociones eran transparentes, evidenciando una inocencia natural
—¿Realmente crees que te permitiría criar a mi hija? ¿Tú, que ni siquiera pudiste cuidar de un bebé en tu vientre? Eres una mala madre, Yadira. Ningún juez otorgaría la custodia a una mujer que perdió a su hijo de esa manera.—Eso no fue mi culpa, y lo sabes —respondió ella, sintiéndose devastada por las palabras de su marido.La mirada de Guillermo estaba cargada de amenaza, parecía querer evitar que siguiera humillándola aún así se dijo que debía seguir ahí únicamente como observador silencioso. Sin embargo, Enrique no tenía intención de hacerle las cosas fáciles.—Si de verdad quieres a tu hija, supongo que estarás dispuesta a pagarme 500 mil dólares y un monto sustancial cada mes. Esa sería la única forma en que consideraría cederte la custodia de la niña.—¿Pretendes venderme a mi hija? —preguntó Yadira, con la voz llena de rabia.Enrique sonrió burlonamente, jugueteando con un fajo de billetes en sus manos sabiendo que ella no tendría modo de conseguir ese dinero y eso solo la f
La lluvia arreciaba en la oscura noche, y Yadira caminaba por las calles empapadas. Su ropa, humedecida, pegada a su cuerpo, y su cabello, enmarcando su rostro con gotas de agua, la hacían lucir agotada. Su orgullo la había llevado a declinar la ayuda de Guillermo.Y ahora, sola en la noche, se sentía un poco perdida caminando sin rumbo hasta llegar a un bar.El bullicio del bar la recibió al abrir la puerta, un ambiente cálido, contrario a la frialdad que reinaba fuera. Atrajo algunas miradas, principalmente por estar completamente mojada. Tras tomar un respiro, se acercó a la barra, donde un hombre de mediana edad, con cabello canoso y barba, servía bebidas.—¿Puedo ayudarte? —dijo el hombre con una mirada evaluadora.—Buenas noches, mi nombre es Yadira. Estoy buscando trabajo, ¿necesitan a alguien aquí?El hombre la examinó de arriba a abajo, sus ojos se detuvieron en su figura redondeada y luego volvió a su rostro intentando ocultar un gesto de burla sin lograrlo.—Lo siento, solo
Rosalba lucía radiante en ese instante, una sonrisa genuina adornaba su rostro. ¿Cómo no iba a sentirse así? Había logrado lo que siempre anheló.Aunque Enrique no poseía la fortuna de un magnate, contaba con el capital suficiente para satisfacer cada deseo de Rosalba. Ella no tenía que preocuparse por nada, y a cambio, Enrique disfrutaba de la exclusividad de su compañía.La primera vez que lo vio, en el brazo de su mejor amiga, sintió una chispa de deseo. Desde ese momento, todo se volvió un juego de seducción y poder entre ellos.Enrique se encargaba de colmarla de lujos y atenciones, y Rosalba, consciente de su belleza y encanto, le ofrecía momentos de pasión y complicidad.—Rosalba eres la mejor— musitó él, cayendo a un lado de ella.Ambos se encontraban satisfecho en la recámara del hotel rodeado de velas y pétalos de rosas rojas. Aun así, Rosalba podía encontrarse satisfecha sexualmente, pero no anímicamente, sobre todo al ver que su ex mejor amiga había aparecido del brazo de
Ernesto estaba exultante con Yadira. Si bien ella no encajaba con los estándares de belleza de sus exigentes clientes, su voz era un tesoro; era capaz de cautivar a cualquiera que la escuchase. El video que había subido de Yadira a internet había viralizado, y las preguntas sobre cuándo sería su próximo concierto no tardaron en inundar los comentarios. Ernesto reconoció la oportunidad dorada que tenía entre manos. Necesitaba asegurarse de consolidar su posición como el representante de Yadira. Con su creciente fama, era inevitable que otros agentes intentaran acercarse y persuadirla para que firmara con ellos. Eso era algo que Ernesto no podía, y no iba a permitir."Esta es mi gallina de los huevos de oro", pensó mientras marcaba el número de Yadira.Además, tenía un plan adicional en mente. Un cliente muy distinguido e importante había mostrado interés en Yadira, y Ernesto sabía que tenía que garantizar un espectáculo inolvidable para él. Así que, sin dudarlo, tomó su móvil y la lla
Ella fue recibida con una ovación al hacer su entrada al escenario. A pesar de no encajar en los cánones tradicionales de belleza, esa noche irradiaba confianza y encanto. Su vestido, cuidadosamente seleccionado, acentuaba sus curvas, dándole una apariencia deslumbrante. Pero más allá de su apariencia, era su voz lo que realmente asombraba. Cada nota que emitía llevaba consigo una emoción cruda y poderosa, transportando a la audiencia a un viaje lleno de sentimientos y pasión.Mientras Yadira cantaba, Guillermo, en un intento por ocultar sus verdaderos sentimientos y despertar celos en ella, coqueteaba abiertamente con la mujer que lo acompañaba. Rozaba su brazo, susurraba cosas a su oído haciéndole reír e incluso en un momento dado, la besó. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de Yadira, aumentaba su flirteo con su acompañante. Había deseado a Yadira durante años, y ahora que parecía que la tendría, ella lo trataba con distancia diciendo que no tenía derechos sobre ella. Ad
Con un movimiento de cabeza, Ernesto indicó a uno de sus hombres para que se colocara junto a la puerta del camerino, asegurando que nadie interrumpiera a Guillermo.—Está bien, tienes veinte minutos—dijo Ernesto—. Pero después de eso, necesito que Yadira vuelva al escenario.—Entendido —murmuró Guillermo, antes de dirigirse rápidamente hacia el camerino.Mientras Ernesto volvía a sus cosa, no pudo evitar preguntarse qué había pasado entre Guillermo y Yadira, esa chica sería mejor inversión de lo que jamás había pensado.Guillermo no perdió tiempo. Entró al camerino y cerró la puerta detrás de él, aislándose del bullicio del bar y de los demás. Ahora estaba solo con Yadira, la única persona que realmente anhelaba ver esa noche.—No pude soportarlo más, Yadira —confesó Guillermo, su voz llena de una sincera desesperación—. Ver cómo esos hombres te miraban, cómo te deseaban... me estaba volviendo loco. Y esa mirada en tus ojos...Guillermo dio un paso rápido, quedando cara a cara con Ya