Un mes después de que su esposa lo hubiera dejado, George Anderson despertó acompañado aquella mañana, se incorporó, quedando sentado en la cama y observando el cuerpo robusto de aquella mujer a su lado.Una hermosa cabellera roja caía sobre su espalda, tan atractiva que tuvo que contenerse para no llevarse uno de esos rizos rojos a la nariz y oler su aroma.Los recuerdos de la noche anterior todavía estaban borrosos, hablaron mucho, bebieron mucho más y, como si el exceso de alcohol y la soledad predijeran lo que iba a ocurrir entre ellos, terminaron enredados entre las sábanas.George se llevó la mano a la frente intentando calmar la presión que sentía, pasaba de los cuarenta años ya y la resaca no era benevolente con él. ¿Por qué debería serlo? Si la vida misma le cobraba un alto precio por su éxito. En él aquello de afortunado en el juego desafortunado en amores era más bien una ley no escrita.Era un hombre de éxito en los negocios, tenía suficiente dinero como para que sus here
— Ayer bebimos mucho y debo confesar que no recuerdo toda nuestra conversación — aseguró George sin dejar de observar esos labios naturalmente rojos rodeando la fresa, qué sexy le resultaba esa mujer.Los enormes ojos verdes, su piel fina y blanca y esas pecas que adornaban su rostro típico de cualquier mujer pelirroja natural, ese cabello rojo y rizado a medio peinar que la volvían todavía más sexy al caer sobre su escote y tremendo escote. ¿A quién le importaba unos kilos de más si le sentaban tan bien como a ella? A Leticia, su hermosa, superficial y cínica exmujer, ella no dejaba de criticar todo lo que Marjorie hacía.«Una mujer de su edad ya no debería ser madre ya, a saber quién es el padre de ese bastardo. Un incauto que habrá huido del mismo modo en que lo hizo el padre de su hija»Una de las últimas conversaciones que tuvo con Leticia antes de que ella le sorprendiera con los papeles del divorcio.George se llevó el café a los labios al darse cuenta de que se había quedado
Quince días antes.George todavía recordaba el momento en que su esposa Leticia, un par de semanas atrás, le había puesto los papeles del divorcio delante junto al café del desayuno.Él los leyó sin mostrar la menor perturbacion en el rostro, en realidad ya lo esperaba, no era idiota como para no notar los cambio que había estado teniendo su esposa los últimos meses. No solo salía más y se arreglaba de otro modo, uno no tan recatado y bastante más provocativo aunque sin perder ese toque de clase que siempre había tenido.Aún así, George Anderson no era un hombre celoso o que se pusiera a seguir a su esposa, al principio quiso confiar en que eran imaginaciones suyas, a los pocos meses simplemente esperaba que aquello que acababa de ocurrir, sucediera.Tomó el último sorbo de café y levantó la vista observando a su mujer quien estaba sentada frente a él expectante.— Está bien, el veinte por ciento de las acciones me parecen razonables y el resto de reparticiones de bienes, por lo que v
Los días se sucedieron y él se sumía en una depresión de la que nadie era consciente, George ocultaba muy bien su estado de ánimo, pero saber que su esposa lo había dejado por otro y tenerlo frente a él lo había llenado de furia y pena a la vez, ya habían pasado casi dos semanas de aquello, pero no importaba la rabia parecía crecer en lugar de disminuir.Y aquel era el primer día de los 15 que Evan pasaba con su madre, así lo decidieron, viviría la mitad del mes en casa de uno y la otra mitad en la casa del otro, al menos hasta terminar ese último año de instituto, porque después ya se iría a la universidad.No tener a Evan en casa, había hecho que George se dejara llevar por todos esos sentimientos que había estado conteniendo y los ahogara en un whisky tan indecentemente caro como añejo mientras paseaba por su jardín.Marjorie había prometido en la tumba de su hija que se encargaría de proteger a su nieto de todo aquello que pudiera dañarlo, sin embargo, se encontraba en ese momento
—Yo…— George observaba aquella mujer inclinándose y ayudándolo a levantarse, tampoco estaba tan borracho o simplemente se le había pasado la borrachera de golpe al verla avergonzándose de que lo encontrara en ese estado.Por eso, cuando el mayordomo se inclinó también a ayudarlo, él apartó el brazo bruscamente y le dirigió una de sus miradas asesinas que resultaban muy convincentes a causa de la intensidad del color claro de sus ojos adornados por esas inmensas pestañas oscuras.— Puedo solo, simplemente bebí un poco, no sé a quién demonios se le ocurrió poner un laberinto en el jardín.Dijo George molesto una vez levantado mientras se alisaba la ropa.— A su esposa.— Exesposa, Jefferson, llama mañana a un paisajista para que arranque todo esto y haga un proyecto nuevo para el jardín, odio este laberinto.Marjorie casi suelta la carcajada al ver a ese hombre lanzarle una mirada asesina a su mayordomo y evitar verla a ella.Estaba claro que en ese momento se encontraba avergonzado, pe
Marjorie se sorprendió por la propuesta de George Anderson, por varios factores, pero el más importante era porque era la primera vez, después de muchos años, que un hombre le decía esas palabras.—Está bien beberé contigo, pero con la condición de que no sea la única que desnude su alma esta noche ¿Te parece bien?La sonrisa que observó en el rostro de George tras decir eso hizo que el corazón de la pelirroja se acelerara al percatarse de lo guapo que era ese hombre al sonreír.“Marjorie contrólate”Se recriminó a sí misma mientras trataba de ocultar el sonrojo en su rostro, agradeciendo que su rostro estuviera cubierto por un montón de pequitas que harían que eso fuera posible. Eso y el alcohol que estaba ingiriendo bien podría decir en dado caso que él lo notara que se encontraba algo ebria por beber rápidamente esa cantidad de alcohol a la que no estaba acostumbrada.—Dime que es lo que más deseas saber de mí, ya te he dicho mi mayor sueño, Ahora me parecería justo que tú me conta
Ella ya había olvidado lo que se sentía al ser besada, lo que un par de labios pueden provocar al rozar con los suyos, pero todo eso cambió en cuanto los labios de George se posaron sobre los de ellaPor lo que tras George apartarse y disculparse, Marjorie se molestó, no deseaba que lo sintiera, mucho menos que dejara de hacerlo, por lo que lo tomó de las solapas de su americana para ser ella quien lo besara.—No lo lamentes, ni me pidas perdón a menos que desees que te abofetee— murmuró rozando sus labios, haciendo que sus alientos se mezclaran antes de fundirse en un nuevo beso que se intensificó a medida que los labios de ambos empezaron a moverse acoplándose.George no se negó a ese beso, lo único que deseaba era olvidar, era sacar su dolor y aquello era una buena medicina, sentir y engañarse por una noche, dejarse llevar hasta donde ella quisiera ser llevada porque él estaba dispuesto a ir hasta el final.Tras corresponderle con cierta duda, no por él, sino por no incomodarla, po
Maldita sea, estaba jodidamente duro, jodidamente necesitado de hundirse en ella, pero antes quería enloquecerla un poco más con su lengua, la cual lamió con lujuria el botoncito de placer que encontró en el centro de su feminidad, tal como si fuera el pase perfecto a la pasión, al deseo en el que necesitaba consumirse.Ella no pudo evitar alzar sus caderas plantando sus pies sobre el colchón en busca de más de esa lengua y de esos labios que recorrían esa parte de su cuerpo con maestría. Sus manos se aferraron a los cabellos de George, tirando de ellos cada que sentía una nueva descarga de placer, atravesar por toda su columna alojándose en su bajo vientre—Por dios, deja de torturarme y hazlo… tómame George…Él no pensaba hacerse de rogar, porque no había nada que deseara más en ese instante que poseer a esa mujer, la forma en que gemía no podía más que inducirlo a cubrirla rápidamente con su cuerpo y comerle la boca para devorar sus gemidos, divinos gemidos, divinos labios en los q