George estaba algo molesto por tener que atender esas llamadas de trabajo mientras disfrutaba de su viaje de novios. Aunque deseaba estar completamente dedicado a su esposa y a ese momento especial, entendía que las emergencias laborales no podían ser ignoradas.Después de resolver rápidamente el asunto, George regresó a la acogedora cafetería donde había dejado a su esposa desayunando. El aroma tentador del café llenaba el aire, y esperaba que su taza todavía estuviera tibia, deseando sumergirse en esos momentos de intimidad y calma junto a ella.Con paso apresurado pero lleno de ilusión, entró al establecimiento. Sus ojos buscaron ansiosamente a su amada, y su corazón se inundó de alegría al encontrarla allí, irradiando belleza y anticipación. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se acercaba a la mesa, dejando atrás las preocupaciones laborales y sumergiéndose por completo en la conexión especial que compartían.Marjorie todavía temblaba ligeramente, su cuerpo reflejando la i
Rowan, quien previamente había causado problemas en la oficina de George, se había encargado de sabotear gran parte de los sistemas de seguridad de la empresa perteneciente al falso marido de su esposa. Ahora, tenía un plan en marcha para cuando ellos y su nieto aparecieran en el lugar indicado en el mensaje que había interceptado.Todo estaba meticulosamente calculado para que, en el preciso momento en que la niñera llegara con el niño, el sistema de seguridad de la empresa de George fallara estrepitosamente. Esto provocaría un colapso generalizado y Rowan se encargaría de atender las llamadas que inundarían su teléfono móvil, distrayéndolo y permitiendo que descuidara a su esposa y supuesto hijo.Sin embargo, George no tenía motivo para preocuparse, ya que un hombre de confianza se aseguraría de velar por ellos a partir de ese momento. Este hombre estaría dispuesto a protegerlos y asegurarse de que no pudieran escapar nuevamente.Mientras tanto, Rowan y sus hombres esperaban ansioso
En ese mismo instante el coche llegó por ellos y obligó a George a salir de sus cavilaciones. Abrazó a su esposa y dejó un suave beso en sus labios.— Seguro que si, pero es extraño parecía más tranquilo y había aceptado muy bien a Ian — respondió George a su esposa tomándola de la mano y caminando con ella hasta el coche donde el chofer ya les abría la puerta trasera para que entraran.Espero a que ella entrara primero y luego él se sentó a su lado para atraerla contra su cuerpo, la simple calidez de su presencia le hacía sentirse más tranquilo, era como un bálsamo para él.El viaje se dio completamente en silencio,él prefería estar en silencio cuando no se sentía bien, tal vez por la forma en que había sido educado en la que un hombre siempre tenía que ser fuerte y jamás derrumbarse, tal vez no quería que su esposa lo viera débil o simplemente desmoronarse.Cuando llegaron al aeropuerto el coche los llevó directamente hasta la pista de aterrizaje donde el avión ya estaba a punto y
Marjorie abrió la boca, incrédula y conmocionada, al presenciar desde lejos cómo Leticia golpeaba el rostro de George. Un torbellino de emociones invadió su ser, y su instinto protector la incitaba a correr y apartar a Leticia de su esposo, evitando que volviera a agredirlo. Sin embargo, se contuvo. Como madre que había perdido a un hijo, Marjorie conocía muy bien la sensación de culpar a quienes la rodeaban en momentos de dolor y desesperación. Por ello, dudó un instante antes de acercarse a la escena, debatiéndose entre el impulso de defender a George y la comprensión hacia Leticia.—¡Esto no habría sucedido si fueras un buen padre! —gritó Leticia una vez más, mientras George bajaba la mirada, sintiéndose abatido y culpable.Marjorie, que hasta ese momento había permanecido al margen, se apresuró a encarar a la exesposa de George. Decidida a hacer valer la verdad y proteger a su esposo, tomó aire y dijo con firmeza:—No puedes decir eso sobre George. Él no es responsable de lo que
Un mes después de que su esposa lo hubiera dejado, George Anderson despertó acompañado aquella mañana, se incorporó, quedando sentado en la cama y observando el cuerpo robusto de aquella mujer a su lado.Una hermosa cabellera roja caía sobre su espalda, tan atractiva que tuvo que contenerse para no llevarse uno de esos rizos rojos a la nariz y oler su aroma.Los recuerdos de la noche anterior todavía estaban borrosos, hablaron mucho, bebieron mucho más y, como si el exceso de alcohol y la soledad predijeran lo que iba a ocurrir entre ellos, terminaron enredados entre las sábanas.George se llevó la mano a la frente intentando calmar la presión que sentía, pasaba de los cuarenta años ya y la resaca no era benevolente con él. ¿Por qué debería serlo? Si la vida misma le cobraba un alto precio por su éxito. En él aquello de afortunado en el juego desafortunado en amores era más bien una ley no escrita.Era un hombre de éxito en los negocios, tenía suficiente dinero como para que sus here
— Ayer bebimos mucho y debo confesar que no recuerdo toda nuestra conversación — aseguró George sin dejar de observar esos labios naturalmente rojos rodeando la fresa, qué sexy le resultaba esa mujer.Los enormes ojos verdes, su piel fina y blanca y esas pecas que adornaban su rostro típico de cualquier mujer pelirroja natural, ese cabello rojo y rizado a medio peinar que la volvían todavía más sexy al caer sobre su escote y tremendo escote. ¿A quién le importaba unos kilos de más si le sentaban tan bien como a ella? A Leticia, su hermosa, superficial y cínica exmujer, ella no dejaba de criticar todo lo que Marjorie hacía.«Una mujer de su edad ya no debería ser madre ya, a saber quién es el padre de ese bastardo. Un incauto que habrá huido del mismo modo en que lo hizo el padre de su hija»Una de las últimas conversaciones que tuvo con Leticia antes de que ella le sorprendiera con los papeles del divorcio.George se llevó el café a los labios al darse cuenta de que se había quedado
Quince días antes.George todavía recordaba el momento en que su esposa Leticia, un par de semanas atrás, le había puesto los papeles del divorcio delante junto al café del desayuno.Él los leyó sin mostrar la menor perturbacion en el rostro, en realidad ya lo esperaba, no era idiota como para no notar los cambio que había estado teniendo su esposa los últimos meses. No solo salía más y se arreglaba de otro modo, uno no tan recatado y bastante más provocativo aunque sin perder ese toque de clase que siempre había tenido.Aún así, George Anderson no era un hombre celoso o que se pusiera a seguir a su esposa, al principio quiso confiar en que eran imaginaciones suyas, a los pocos meses simplemente esperaba que aquello que acababa de ocurrir, sucediera.Tomó el último sorbo de café y levantó la vista observando a su mujer quien estaba sentada frente a él expectante.— Está bien, el veinte por ciento de las acciones me parecen razonables y el resto de reparticiones de bienes, por lo que v
Los días se sucedieron y él se sumía en una depresión de la que nadie era consciente, George ocultaba muy bien su estado de ánimo, pero saber que su esposa lo había dejado por otro y tenerlo frente a él lo había llenado de furia y pena a la vez, ya habían pasado casi dos semanas de aquello, pero no importaba la rabia parecía crecer en lugar de disminuir.Y aquel era el primer día de los 15 que Evan pasaba con su madre, así lo decidieron, viviría la mitad del mes en casa de uno y la otra mitad en la casa del otro, al menos hasta terminar ese último año de instituto, porque después ya se iría a la universidad.No tener a Evan en casa, había hecho que George se dejara llevar por todos esos sentimientos que había estado conteniendo y los ahogara en un whisky tan indecentemente caro como añejo mientras paseaba por su jardín.Marjorie había prometido en la tumba de su hija que se encargaría de proteger a su nieto de todo aquello que pudiera dañarlo, sin embargo, se encontraba en ese momento