Un mes después de que su esposa lo hubiera dejado, George Anderson despertó acompañado aquella mañana, se incorporó, quedando sentado en la cama y observando el cuerpo robusto de aquella mujer a su lado.
Una hermosa cabellera roja caía sobre su espalda, tan atractiva que tuvo que contenerse para no llevarse uno de esos rizos rojos a la nariz y oler su aroma.Los recuerdos de la noche anterior todavía estaban borrosos, hablaron mucho, bebieron mucho más y, como si el exceso de alcohol y la soledad predijeran lo que iba a ocurrir entre ellos, terminaron enredados entre las sábanas.George se llevó la mano a la frente intentando calmar la presión que sentía, pasaba de los cuarenta años ya y la resaca no era benevolente con él.¿Por qué debería serlo? Si la vida misma le cobraba un alto precio por su éxito. En él aquello de afortunado en el juego desafortunado en amores era más bien una ley no escrita.Era un hombre de éxito en los negocios, tenía suficiente dinero como para que sus herederos no tuvieran que trabajar por al menos diez generaciones y una gran empresa multinacional pionera en hardware y software, pero eso no había impedido que su esposa lo dejara por alguien más joven y no solo eso, en su opinión, un timador que ya había enganchado en sus negocios a algunos de sus amigos.Negó con la cabeza, no debía pensar más en eso, era el momento de demostrarle a su exesposa lo mucho que se había equivocado, que sin él no era nada y que él podría hacer a cualquiera brillar tanto como ella, que Leticia no era especial, pero cualquier mujer podría serlo si él estaba a su lado.George se levantó con cuidado de no despertar a su amante de una noche y salió de la habitación para bajar las escaleras en dirección a la cocina.Se tomó un analgésico, le pidió a la cocinera que subiera un copioso desayuno a su habitación y se ocupará de que su invitada no desapareciera sin que él hubiera hablado con ella.Después de aquello, se dirigió al estudio para ducharse, cambiarse de ropa y así no despertar a Marjorie mientras él se daba tiempo para urdir el plan perfecto, esa mujer era lo que tanto había esperado para devolverle el golpe a su exesposa.Marjorie se removió entre las sábanas de la cama donde se encontraba, el dolor de cabeza hacía que deseara maldecir, más eso no fue lo que hizo que se levantara de la cama con la respiración agitada y el corazón latiendo con fuerza.Algo estaba mal y era la ausencia del peculiar sonido del llanto del pequeño Ian reclamando atención por la mañana.“M****a”Maldijo en su mente mientras el miedo se iba apoderando más de ella al ver que había despertado en otra habitación que no era la suya, los recuerdos de la noche anterior empezaron a llegar a su mente, llenándola de vergüenza, haciendo que ella se diera cuenta de su desnudez, tomando la sabana que había a un lado de ella y así poder cubrir su cuerpo desnudo.El sonido de la puerta abriéndose hizo que ella volviera a dejar caer su cuerpo sobre la cama y así poder cubrirse de pies a cabeza. Fingiendo estar dormida.Aun así se las ingenio para ver a la persona que había entrado casi soltando un suspiro de alivio al ver que era una doncella del servicio y no la persona con la que había pasado la noche.Al ver que la mujer seguía dormida, la sirvienta simplemente dejó la bandeja de comida en una mesa cerca de la cama y se marchó de allí sin hacer ruido.Una vez la doncella se fue, Marjorie no tardó nada en levantarse y buscar su ropa.Se suponía que había ido a ver a George Anderson para contarle sobre Ian, no para….—Marjorie deja de pensar en esas cosas y apúrate a encontrar tu ropa y salir de aquí— se recriminó a ella misma, vistiéndose de manera descuidada para salir huyendo de ahí. El pasillo parecía desértico y gracias a dios la escalera hacia la parte baja estaba cerca del cuarto. Estaba por huir cuando la puerta de la habitación a un lado de la escalera se abrió, haciendo que ella volteara a ver de quien se trataba encontrándose con un buen par de ojos azules que hicieron que el color rojo fuera el que cubriera todo su piel.—George,,, Yo… Bueno…Marjorie de pronto se encontró petrificada en su lugar y sin saber conectar ningún tipo de palabra coherente y es que ese hombre, tenía no solo los ojos más lindos que ella hubiera visto, sino que a pesar de su edad poseía un encanto que hacía que mujeres como ella les temblaran las piernas.— ¿Ya te marchabas, sin desayunar?— Preguntó George con una sonrisa ladeada en los labios — Yo que te hice llevar un buen desayuno y ahora venís a desayunar contigo.El hombre se había aseado y arreglado, algo cómodo para estar por casa, pero no desarreglado, un polo azul que resaltaba sus ojos y unos pantalones negros cómodos.“Por todos los diablos. ¿Por qué tenía que tener unos lindos ojos, George?”Se preguntó Marjorie mientras se obligaba a tranquilizarse y sonreírle de vuelta, pero no solo tenía lindos ojos. La sonrisa que le había dedicado hizo que ella deseara suspirar, pero no lo haría. Lo que sí haría sería responder su pregunta.—Bueno, es que no quiero quitarte más tu tiempo…“Suficiente con compartir toda la noche”Se recriminó ella, llevándose un mechón de su cabello rojizo tras su oreja de manera coqueta sin que pudiera evitarlo y no es que tampoco actuará de manera precipitada. Los hombres tendían a decir que les coqueteaba solo con la mirada, pero simplemente era su forma natural de ser.— Acompáñame, tengo una oferta que hacerte y no podrás rechazarla, al fin y al cabo creo que ayer viniste a buscar trabajo y tengo algo muchísimo más provechoso que eso para ti.Tras decir aquello, simplemente caminó hasta el interior de la habitación esperando a que ella le siguiera observando que la sirvienta había dejado la bandeja de comida en una mesa que él tenía a un lado de la habitación.Ella no dijo nada, simplemente suspiro caminando tras él.George acomodó un par de sillas y se giró a observar a la mujer, haciéndole una señal para que se sentara en una de ellas mientras se sentaba él en la otra.— Vamos, debes tener hambre, yo estoy muy hambriento, hicimos mucho ejercicio anoche.—La verdad es que si tengo hambre— mencionó ella sirviéndose un poco de huevo y fruta picada en un plato—No puedo quejarme, hacía mucho que no hacía cardio de esa manera, no me quejaré.George llevó hasta sus labios una fresa comiéndola. — Pero hablemos de ese trabajo que tienes para mí.— Ayer bebimos mucho y debo confesar que no recuerdo toda nuestra conversación — aseguró George sin dejar de observar esos labios naturalmente rojos rodeando la fresa, qué sexy le resultaba esa mujer.Los enormes ojos verdes, su piel fina y blanca y esas pecas que adornaban su rostro típico de cualquier mujer pelirroja natural, ese cabello rojo y rizado a medio peinar que la volvían todavía más sexy al caer sobre su escote y tremendo escote. ¿A quién le importaba unos kilos de más si le sentaban tan bien como a ella? A Leticia, su hermosa, superficial y cínica exmujer, ella no dejaba de criticar todo lo que Marjorie hacía.«Una mujer de su edad ya no debería ser madre ya, a saber quién es el padre de ese bastardo. Un incauto que habrá huido del mismo modo en que lo hizo el padre de su hija»Una de las últimas conversaciones que tuvo con Leticia antes de que ella le sorprendiera con los papeles del divorcio.George se llevó el café a los labios al darse cuenta de que se había quedado
Quince días antes.George todavía recordaba el momento en que su esposa Leticia, un par de semanas atrás, le había puesto los papeles del divorcio delante junto al café del desayuno.Él los leyó sin mostrar la menor perturbacion en el rostro, en realidad ya lo esperaba, no era idiota como para no notar los cambio que había estado teniendo su esposa los últimos meses. No solo salía más y se arreglaba de otro modo, uno no tan recatado y bastante más provocativo aunque sin perder ese toque de clase que siempre había tenido.Aún así, George Anderson no era un hombre celoso o que se pusiera a seguir a su esposa, al principio quiso confiar en que eran imaginaciones suyas, a los pocos meses simplemente esperaba que aquello que acababa de ocurrir, sucediera.Tomó el último sorbo de café y levantó la vista observando a su mujer quien estaba sentada frente a él expectante.— Está bien, el veinte por ciento de las acciones me parecen razonables y el resto de reparticiones de bienes, por lo que v
Los días se sucedieron y él se sumía en una depresión de la que nadie era consciente, George ocultaba muy bien su estado de ánimo, pero saber que su esposa lo había dejado por otro y tenerlo frente a él lo había llenado de furia y pena a la vez, ya habían pasado casi dos semanas de aquello, pero no importaba la rabia parecía crecer en lugar de disminuir.Y aquel era el primer día de los 15 que Evan pasaba con su madre, así lo decidieron, viviría la mitad del mes en casa de uno y la otra mitad en la casa del otro, al menos hasta terminar ese último año de instituto, porque después ya se iría a la universidad.No tener a Evan en casa, había hecho que George se dejara llevar por todos esos sentimientos que había estado conteniendo y los ahogara en un whisky tan indecentemente caro como añejo mientras paseaba por su jardín.Marjorie había prometido en la tumba de su hija que se encargaría de proteger a su nieto de todo aquello que pudiera dañarlo, sin embargo, se encontraba en ese momento
—Yo…— George observaba aquella mujer inclinándose y ayudándolo a levantarse, tampoco estaba tan borracho o simplemente se le había pasado la borrachera de golpe al verla avergonzándose de que lo encontrara en ese estado.Por eso, cuando el mayordomo se inclinó también a ayudarlo, él apartó el brazo bruscamente y le dirigió una de sus miradas asesinas que resultaban muy convincentes a causa de la intensidad del color claro de sus ojos adornados por esas inmensas pestañas oscuras.— Puedo solo, simplemente bebí un poco, no sé a quién demonios se le ocurrió poner un laberinto en el jardín.Dijo George molesto una vez levantado mientras se alisaba la ropa.— A su esposa.— Exesposa, Jefferson, llama mañana a un paisajista para que arranque todo esto y haga un proyecto nuevo para el jardín, odio este laberinto.Marjorie casi suelta la carcajada al ver a ese hombre lanzarle una mirada asesina a su mayordomo y evitar verla a ella.Estaba claro que en ese momento se encontraba avergonzado, pe
Marjorie se sorprendió por la propuesta de George Anderson, por varios factores, pero el más importante era porque era la primera vez, después de muchos años, que un hombre le decía esas palabras.—Está bien beberé contigo, pero con la condición de que no sea la única que desnude su alma esta noche ¿Te parece bien?La sonrisa que observó en el rostro de George tras decir eso hizo que el corazón de la pelirroja se acelerara al percatarse de lo guapo que era ese hombre al sonreír.“Marjorie contrólate”Se recriminó a sí misma mientras trataba de ocultar el sonrojo en su rostro, agradeciendo que su rostro estuviera cubierto por un montón de pequitas que harían que eso fuera posible. Eso y el alcohol que estaba ingiriendo bien podría decir en dado caso que él lo notara que se encontraba algo ebria por beber rápidamente esa cantidad de alcohol a la que no estaba acostumbrada.—Dime que es lo que más deseas saber de mí, ya te he dicho mi mayor sueño, Ahora me parecería justo que tú me conta
Ella ya había olvidado lo que se sentía al ser besada, lo que un par de labios pueden provocar al rozar con los suyos, pero todo eso cambió en cuanto los labios de George se posaron sobre los de ellaPor lo que tras George apartarse y disculparse, Marjorie se molestó, no deseaba que lo sintiera, mucho menos que dejara de hacerlo, por lo que lo tomó de las solapas de su americana para ser ella quien lo besara.—No lo lamentes, ni me pidas perdón a menos que desees que te abofetee— murmuró rozando sus labios, haciendo que sus alientos se mezclaran antes de fundirse en un nuevo beso que se intensificó a medida que los labios de ambos empezaron a moverse acoplándose.George no se negó a ese beso, lo único que deseaba era olvidar, era sacar su dolor y aquello era una buena medicina, sentir y engañarse por una noche, dejarse llevar hasta donde ella quisiera ser llevada porque él estaba dispuesto a ir hasta el final.Tras corresponderle con cierta duda, no por él, sino por no incomodarla, po
Maldita sea, estaba jodidamente duro, jodidamente necesitado de hundirse en ella, pero antes quería enloquecerla un poco más con su lengua, la cual lamió con lujuria el botoncito de placer que encontró en el centro de su feminidad, tal como si fuera el pase perfecto a la pasión, al deseo en el que necesitaba consumirse.Ella no pudo evitar alzar sus caderas plantando sus pies sobre el colchón en busca de más de esa lengua y de esos labios que recorrían esa parte de su cuerpo con maestría. Sus manos se aferraron a los cabellos de George, tirando de ellos cada que sentía una nueva descarga de placer, atravesar por toda su columna alojándose en su bajo vientre—Por dios, deja de torturarme y hazlo… tómame George…Él no pensaba hacerse de rogar, porque no había nada que deseara más en ese instante que poseer a esa mujer, la forma en que gemía no podía más que inducirlo a cubrirla rápidamente con su cuerpo y comerle la boca para devorar sus gemidos, divinos gemidos, divinos labios en los q
Jean-Paul estaba algo molesto, aunque más que molesto, estaba preocupado de que su amiga ni siquiera le hubiera informado de que pensaba pasar la noche fuera, no era algo normal en ella y había estado tentado en llamar a la policía, sobre todo al ver que amanecía y todavía no llegaba, que las horas se sucedían y cada vez era más probable de que algo malo hubiera ocurrido.Terminó de alimentar y cambiar al pequeño Ian cuando un terrible pensamiento cruzó su mente ¿Y si había decidido que ya no aguantaba más? Sería bastante comprensible, aquella mujer acababa de perder a su hija ¿Pero qué pasaría con el pequeño Ian entonces?¿Y si la respuesta era aún más escabrosa? A la gente rica no les gustan los hijos ilegítimos. ¿Y si le habían hecho algo a su amiga para silenciarla? No, eso solo pasaba en las películas.Jean-Paul observaba la cuna nerviosa, sin saber muy bien qué debía hacer cuando escuchó abrirse la puerta del apartamento que compartía con Marjorie.— ¿Se puede saber dónde te has