5. ¿A qué debo su visita?

—Yo…— George observaba aquella mujer inclinándose y ayudándolo a levantarse, tampoco estaba tan borracho o simplemente se le había pasado la borrachera de golpe al verla avergonzándose de que lo encontrara en ese estado.

Por eso, cuando el mayordomo se inclinó también a ayudarlo, él apartó el brazo bruscamente y le dirigió una de sus miradas asesinas que resultaban muy convincentes a causa de la intensidad del color claro de sus ojos adornados por esas inmensas pestañas oscuras.

— Puedo solo, simplemente bebí un poco, no sé a quién demonios se le ocurrió poner un laberinto en el jardín.

Dijo George molesto una vez levantado mientras se alisaba la ropa.

— A su esposa.

— Exesposa, Jefferson, llama mañana a un paisajista para que arranque todo esto y haga un proyecto nuevo para el jardín, odio este laberinto.

Marjorie casi suelta la carcajada al ver a ese hombre lanzarle una mirada asesina a su mayordomo y evitar verla a ella.

Estaba claro que en ese momento se encontraba avergonzado, pero a Marjorie se le hizo muy tierna su mirada a pesar de la intensidad y la cólera que se le notaba a través de ella.

Por un momento tuvo el impulso de tomarlo del rostro y decirle que no tenía que avergonzarse, que era normal perder la compostura algunas veces, pero no lo hizo, solo soltó un suspiro y sonrió suavemente al ver que dirigió su mirada hacia ella.

— ¿A qué debo su visita?

— Ya le dije que usted no la recibiría, pero la señora…

— Señorita, le interrumpió George. ¿No está usted casada verdad Marjorie? Sígame.

Pidió caminando en dirección a la casa intentando no tambalearse, aunque a ratos no lo conseguía.

Marjorie ni siquiera tuvo oportunidad de responder, una porque el mayordomo respondió antes de que ella pudiera hacerlo y dos, porque George ya estaba caminando y pidiendo que lo acompañará.

Ese hombre tenía la facilidad de hacerla enternecer y al mismo tiempo encolerizar con tan solo un par de palabras.

Por lo que tras llegar hasta la sala donde él la invitó a sentarse, ella por fin habló.

—Bueno, he venido hasta aquí, porque necesito decir y pedirte algo. Lo que vengo a pedirte es trabajo… Y lo que vengo a decir…

La pelirroja mordió sus labios, le costaba mucho decirle que había ido hasta ahí a decirle que necesitaba ayuda para mantener al nieto de ambos, hijo de su difunta hija y el idiota de su hijo adolescente.

—Lo que tengo que decir te lo diré tras que me invites a algo de beber, te agradecería que fuera algo fuerte…

— ¿Trabajo?— él se impresionó por lo que dijo esa mujer, por lo que tenía entendido era costurera, no sabía qué trabajo podía darle, pero algo encontraría seguro.

George se levantó y caminó hasta el mueble bar, siempre era mejor emborracharse junto a alguien más y si el tenía derecho a hacerlo, ella mucho más.

Sonaba raro, pero en esos momentos estaba pensando seriamente en decirle a ese hombre que Ian, el bebé que todos creían su hijo, era en realidad su nieto, el de ambos.

Nada podía impedir que tanto él cómo su exesposa pelearan por la patria potestad del pequeño y era gente poderosa, pero George se veía un buen hombre, al menos esa impresión le había dado siempre.

Marjorie esperaba que fuera así, porque ella no soportaría perder a su nieto, no después de perder a su única hija.

—Bueno… Yo estaba pensando en…— estaba por responder su pregunta cuando George volvió a hablar.

— Bien, para saber qué trabajo puedo darle, me gustaría que me cuente sus sueños — dijo el hombre mientras servía un poco de whisky en dos copas y luego volvía al sofá entregando una de las copas a la mujer — si pudiera, cuál sería realmente el trabajo que le gustaría tener, es horrible trabajar en algo que a uno no le gusta.

Se sentía algo avergonzado, aquella mujer había pasado por una desgracia muchísimo peor que la de él, pero estaba allí, completamente entera y pidiéndole ayuda para enderezar su vida, él sin duda no pensaba negarle esa ayuda.

—A mí me gusta crear y diseñar ropa, mi mayor sueño es demostrarles a las mujeres como yo, o como mi hija, que unos kilos de más, no te hacen menos hermosa, que no necesitas matarte de hambre para lucir hermosa en la ropa que desees portar, me gustaría que ninguna otra mujer vuelva a sentirse como lo hizo mi hija antes de fallecer — respondió Marjorie casi de inmediato.

La voz de la pelirroja se volvió soñadora, mientras imaginaba lo que ella hubiera podido hacer de haber tenido el dinero suficiente, para hacer posible su sueño. Lo que más le dolía no era el no tener ese dinero, sino el no haber podido ayudar a su hija a ver y a expresar su belleza.

Marjorie bebió de la copa que le había servido su anfitrión mientras él la observaba pensativo, si no hubiera llevado esas copas de más que llevaba encima, George jamás se habría planteado acortar la distancia entre ellos sentándose mucho más cerca de ella mientras le llenaba la copa.

—Pero bueno, en estos momentos no importa si no me gusta mi trabajo, necesito dinero para liquidar las facturas que siguen llegando.

— Es usted hermosa y este cabello …— George llevó dos dedos a un mechón de cabello de la mujer y lo acarició siguiendo la curvatura que tomaba aquel rizo natural.

Levantó la mirada y se encontró con ese rostro hermoso y esas pecas adornando su nariz bajo unos ojos hermosos y verdes ojos, tremendamente expresivos, para luego encontrarse con esos labios y se dio cuenta de que ansiaba besarla. Que deseaba saborear esa boca como llevaba años sin ansiar hacer algo así y es que el matrimonio puede ser algo muy solitario a veces.

Y él no solo estaba despechado y recién dejado por su esposa, llevaba años experimentando la soledad desde que Leticia se dio por vencida en lo de tener más hijos, cuando el tercer experto en reproducción asistida le dejó claro lo mismo que los otros dos con los que quiso tratarse, que nunca más volvería a ser madre.

Aquello había sido el principio de una distancia que había desembocado en un divorcio, aun así él siempre le había sido fiel y nunca permitió que otra se acercara lo suficiente para ser tentado.

Por primera vez en mucho tiempo, George sentía el deseo hervir en sus venas por una mujer.

— Está bien pensaré en algo, pero ahora bebamos— dijo el hombre alejándose de repente, algo avergonzado, no quería parecer que buscaba aprovecharse — hablaremos de negocios en otro momento, me parece más interesante saber de ti.

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