Capítulo 2
Era medianoche.

Luna fue despertada por una horrible pesadilla, se sentó en la cama, con sudor en la frente.

Al instante, sintió el familiar, y penetrante olor a desinfectante, olor que odiaba profundamente.

Se quedó atónita por medio segundo, ¿Dónde se encontraba acaso?

¿Cómo era que aún estaba en el mismo hospital?

Entonces, “plap”, la habitación oscura, se iluminó de repente, una luz deslumbrante que la hacía incapaz de abrir los ojos.

Una voz fría dijo:

—¿Teniendo pesadillas de nuevo?

Luego, pasos largos se acercaron a la cama, su figura alta bloqueó la luz, envolviendo completamente su pequeño cuerpo.

—An...Andrés? —Luna levantó la vista, al ver claramente el rostro del hombre a su lado, un rostro que solo le causaba repulsión y hastió, sus ojos se abrieron ampliamente, llenos de asombro:

—¡No te acerques ni un solo centímetro más!

¿Pero que rayos es esto? ¿Por qué este infeliz está aquí?

Ella instintivamente retrocedió.

La mente de Luna estaba confusa. Al ver a Andrés, un gran terror, se apoderó de su cuerpo, y una gran desesperación le asfixiaba lo más profundo de su ser.

Los movimientos de Andrés se detuvieron por un instante, su mirada se volvió fría e indiferente mientras la observaba con disgusto. Su hermoso rostro oscurecido.

—Voy a buscar al médico de inmediato.

La voz fría y ronca del hombre notaba también determinación.

La puerta se cerró con un fuerte sonido, y los nervios tensos de Luna finalmente se relajaron.

Una vez que el infeliz se fue, desapareció su abrumadora presión, y Luna nerviosamente apartó las sábanas. De repente, sintió un dolor punzante en su muñeca.

Miró hacia abajo, su muñeca estaba totalmente vendada, ¿en un arrebato de dolor e impotencia acaso se había cortado las venas?

Luna aguantó el dolor y usó su otra mano para tomar el pequeño teléfono en la mesa, presionó el botón y miró el calendario.

Cuando vio la fecha, Luna quedó más que atónita, en shock.

Era precisamente el año 2000, comienzo del milenio y año también en cual su vida recién florecía a sus dieciocho años.

Luna hizo un esfuerzo por recordar: En efecto, ella está en el hospital. Al parecer se cortó las muñecas, y probablemente esto sucedió para obligar a Andrés a aceptar su amor.

Andrés fue adoptado por el padre de Luna, Miguel, cuando Luna tenía diez años.

Luna realmente se dio cuenta de que estaba enamorada de él, cuando tenía quince años. Esto sucedió después de un incidente en el que un gran perro de la familia enloqueció y la atacó de repente.

Fue Andrés quien la salvó esa vez, protegiéndola debajo de él. Su brazo estaba atrapado en la mandíbula del perro. La sangre fluía sin parar.

Su voz resonó en sus oídos:

—No tengas miedo, cierra los ojos.

Luna sintió el calor de Andrés, mientras temblaba, era confortable...

No podía olvidar lo segura que se sintió cuando estaba con Andrés.

A sus veinte años, Andrés ya era un hombre maduro, con un rostro excepcionalmente guapo, cejas finas y ojos penetrantes, hombros anchos y cintura estrecha, pero su mirada siempre parecía fría, y mantenía una distancia con todos. Su rostro rara vez expresaba una sonrisa.

Días antes de su cumpleaños, quería sorprenderlo regalándose a sí misma, como un bello e inolvidable regalo. Se desnudó y se acostó en su cama.

Ella ya era una adulta, podía hacer lo que quisiera.

Cuando Andrés regresó a altas horas de la madrugada, la encontró en su cama. La empujó fuera de la cama con disgusto.

La regañó por ser tan desvergonzada.

Fue la primera vez que Andrés se enfadó tanto con ella.

Esa noche, Andrés se fue enojado. Para evitarla, desapareció durante varios días.

Luna no podía obtener información sobre él, así que usó este método tonto: Cortarse la muñeca para obligarlo a aparecer.

Mas recordando su trágico destino después de estar con él, Luna estaba asustada...

Pasaron varios minutos antes de que varios médicos entraran apresuradamente.

Andrés se mantuvo silencioso junto a la puerta, sus ojos oscuros y sombríos recorrieron el pálido rostro de Luna.

Cuando Luna despertó, ¿por qué su mirada estaba llena de miedo y desesperación?

Los médicos revisaron la condición de Luna y discutieron con sus colegas antes de decir:

—La fiebre de la paciente ha disminuido. El día de mañana ya ella podrá regresar a casa. La herida en la muñeca no debe mojarse. Venga a quitarse los puntos en una semana.

El rostro originalmente sombrío del hombre se suavizó ligeramente:

—Gracias.

Los médicos se retiraron de la habitación, solo dejando una formula médica.

Luego de salir los médicos, solo quedaron Luna y Andrés en la pequeña habitación.

Luna se encontraba incómoda en la cama, cerrando los ojos, no quería verlo.

Andrés miró su muñeca y comprobó la hora en su reloj de pulsera. Luego habló en voz cálida:

—Dentro de media hora tengo una reunión, necesito volver a la empresa. Mañana a las ocho vendré a recogerte para completar el resto de los procedimientos.

Luna torció sus labios. Andrés siempre era así, rechazándola, pero al mismo tiempo siendo amable, hasta el punto en que le daba la ilusión de que la amaba mucho.

Ella no quería hablar con Andrés en absoluto.

El dolor antes de su muerte todavía no había desaparecido. No podía enfrentar a Andrés de manera tan serena, más sabiendo ya el futuro que se avecinaba con él.

Viendo que ella no decía nada, el ceño fruncido de Andrés se profundizó un poco, mirando fijamente a Luna con descontento.

—Nunca vuelvas a hacer ese tipo de estupideces. Si de verdad una relación amorosa es tu deseo, busca a otra persona que yo no soy el adecuado para ti.

El corazón de Luna se contrajo. Esas palabras eran exactamente las mismas que Andrés le había dicho anteriormente.

Recordaba que, en el pasado, después de que Andrés dijera esas palabras, ella había llorado desconsoladamente, incluso había pensado de nuevo en tratar de suicidarse. Pero Andrés la había mirado fríamente y le había dicho: Si eso es lo que tanto quieres, hazlo que nadie te lo impide.

Ya había muerto una vez. El amor que sentía por Andrés había sido consumido en innumerables días de desesperación.

Luna abrió los ojos, su rostro aún pálido, mirando serenamente a Andrés.

Andrés, a partir de ahora, ya no te amo.
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