El auto arrancó, y Shirley se sentía más nerviosa con cada segundo que pasaba. Apenas se había sentado en el coche, cuando sintió una especie de presión invisible que le dificultaba respirar, haciendo que no pudiera decir ni una palabra. Bajó la cabeza, tratando de calmarse, sintiendo un miedo que la hizo dudar de si seguía siendo empleada del Grupo Prosperidad.Recordó cómo le había puesto los ojos en blanco a Álvaro esa mañana, y no pudo evitar pensar que nadie en el mundo era más rencoroso que él. Bastaba con decir algo que no le gustara para que te hiciera la vida imposible.«¿No estará aquí para vengarse?», pensó Shirley.La tensión en el ambiente era tan densa que Shirley no sabía cómo manejarla. Después de avanzar un poco, percibió un suave aroma a menta en el auto, lo que, al menos por un momento, relajó sus nervios.Miró hacia el tablero y vio una botella de ambientador. De inmediato, su rostro se iluminó con una sonrisa.—Oye, Álvaro, ¿también compraste este? ¡Te dije que era
—¡El director de diseño de la empresa no gana ni lo que él gana en un mes de regalías!—¡Basta! —Álvaro la interrumpió con un grito de repente.El tono autoritario de Álvaro hizo que Shirley se callara de inmediato.Aunque no le dio mayor importancia, ya estaba acostumbrada a que la regañaran.Después de todo, apenas podía hablar tres frases con él sin que la cortara.Encogiéndose de hombros, decidió seguir jugando en su celular en silencio.Cuando llegaron a su edificio, Shirley estaba tan absorta en la lectura de la nueva actualización que sacó un billete de cien dólares de su cartera, lo dejó en el asiento y dijo:—Gracias por traerme, Álvaro. Toma esto como pago del taxi.Con la mente todavía en la novela, abrió la puerta y salió del auto.—¡Shirley! —Álvaro la llamó de repente, con los dedos apretando el volante y una expresión que ella no podía ver.—¿Sí? —Shirley se dio la vuelta, sorprendida.Álvaro bajó la ventana y, con un tono frío y directo, le dijo:—Sé mi novia.Shirley s
El mensaje salió disparado como un grano de arena lanzado al mar, sin causar ni una sola onda. El tiempo pasó y no recibió respuesta. Shirley, en una especie de trance, siguió mirando su teléfono, esperando, esperando… hasta que se dio cuenta de que ya habían pasado dos minutos y aún nada.Suspiró profundamente, dejó el teléfono sobre su pecho y se quedó mirando el techo. Había algo que no terminaba de entender: ¿Por qué Álvaro, de todas las personas, había decidido que quería que ella fuera su novia?Admitía que no tenía resistencia ante alguien como Álvaro. No solo era el centro de atención de todos en la empresa, sino que hasta las secretarias parecían alegrarse solo por hablar con él un momento. Álvaro no solo tenía una apariencia envidiable, sino que ganaba más que cualquier otro en la compañía, tres veces más que la mayoría de los altos ejecutivos.Claro, su única pega era su carácter. ¡Qué tipo tan frío! Tenía un aire tan distante que hacía que cualquiera dudara en acercarse.Re
Lo envió y esperó, pero nuevamente su mensaje se perdió en el silencio. Shirley, ya frustrada, se fue a bañar y luego se acostó, con el teléfono en la mano. Cuando lo desbloqueó después de un rato, vio que no había ninguna respuesta. Eso la hizo sentir aún peor.—No puedo creerlo, ¿es mucho pedir un poco de atención?—Bah, mejor me duermo.Esa noche, Shirley no podía pegar ojo. Se daba vueltas en la cama, cerraba los ojos, los volvía a abrir y revisaba su teléfono cada tanto. Estaba tan obsesionada con el chat que, cuando se dio cuenta, ya eran las tres y media de la madrugada. No aguantó más, se incorporó en la cama, despeinada y frustrada.—¿Por qué demonios acepté ser tu novia? ¡Esto es un martirio!Estaba a punto de enviar un mensaje terminando la relación, cuando de repente apareció una notificación.Álvaro: [Acabo de terminar, me voy a dormir.]El pensamiento de romper se desvaneció en un segundo.Shirley: [Está bien, buenas noches.]Y… eso fue todo.Esa noche, Shirley no pegó un
14 de febrero, Día de San Valentín.Luna García, de 31 años, falleció a causa de un cáncer terminal.En el Hospital Serenidad de la ciudad Astraluna, el penetrante olor a desinfectante llenaba el aire.—Andrés, hoy el médico me hizo una diálisis, me duele mucho.—De veras que me estoy muriendo, ¿puedes venir a verme, aunque sea por esta única vez?—Te lo ruego, Andrés...Luna giró débilmente su cabeza y miró la pantalla de su teléfono. Había enviado varios mensajes que quedaron sin respuesta. Su esposo, Andrés Martínez, no había respondido...Mientras recibía suero, ella estaba extremadamente delgada, su piel era pálida y sus ojos estaban profundamente hundidos.El cáncer estaba ya en su estado avanzado E impedía que ella se moviera en lo absoluto, ese día ni siquiera la enfermera había venido para cuidarla, ya que la habían dado por caso perdido.La razón era que el tratamiento ya era inútil.Ella era, en realidad muy delicada y tenía miedo al dolor, pero en la etapa avanzada del cánc
Era medianoche.Luna fue despertada por una horrible pesadilla, se sentó en la cama, con sudor en la frente.Al instante, sintió el familiar, y penetrante olor a desinfectante, olor que odiaba profundamente.Se quedó atónita por medio segundo, ¿Dónde se encontraba acaso?¿Cómo era que aún estaba en el mismo hospital?Entonces, “plap”, la habitación oscura, se iluminó de repente, una luz deslumbrante que la hacía incapaz de abrir los ojos.Una voz fría dijo:—¿Teniendo pesadillas de nuevo?Luego, pasos largos se acercaron a la cama, su figura alta bloqueó la luz, envolviendo completamente su pequeño cuerpo.—An...Andrés? —Luna levantó la vista, al ver claramente el rostro del hombre a su lado, un rostro que solo le causaba repulsión y hastió, sus ojos se abrieron ampliamente, llenos de asombro:—¡No te acerques ni un solo centímetro más!¿Pero que rayos es esto? ¿Por qué este infeliz está aquí?Ella instintivamente retrocedió.La mente de Luna estaba confusa. Al ver a Andrés, un gran te
Luna respiró suavemente, dejando ver una leve sonrisa hacia Andrés y dijo con calma:—Andrés, lo siento. Antes fui demasiado caprichosa. No debí haberte presionado tanto. De ahora en adelante, recordaré que eres mi hermano.No discutió, parecía tranquila como una muñequita en armario. Andrés estaba un poco sorprendido. ¿Era este acaso su nuevo truco?Andrés habló con tranquilidad:—Está bien que lo entiendas. Acuéstate temprano y no trasnoches. Vendré a buscarte mañana.Luego extendió la mano y acarició su cabeza.Luna reprimió el impulso de apartarse de su contacto, y obedeció.Cuando Andrés se dio la vuelta, la ternura en sus ojos desapareció instantáneamente, siendo reemplazada por un frío indiferente.Saliendo de la habitación del hospital, Andrés sacó un pañuelo blanco del bolsillo y se limpió la mano que había tocado a Luna. Luego, arrojó el pañuelo en un bote de basura cercano, junto al ascensor.En el momento que se abrieron las puertas del ascensor, Andrés entró y presionó el
Después de una hora de viaje en taxi, este se detuvo frente a la hacienda de los García.Luna ingresó a la casa, en la entrada se cambió de zapatos, doña Liora la vio, y se acercó rápidamente a ella.—Señorita, ¿cómo es que vienes sola? ¿El Señor García no regreso contigo?Liora aún reflejaba la lozanía de la juventud.Luna abrazó a Liora, después de la muerte de su padre, solo Liora la había tratado como a su propia hija, ella era la única persona que se había esforzado por ella y su bienestar.Luego, fue obligada por Andrés a quedarse en la mansión García para cuidar de él y de María.—Doña Liora, la neta que te extrañé mucho.—Ah...cuéntame... señorita, ¿qué te pasa? ¿Todavía no te has recuperado de la enfermedad? —Doña Liora apartó a Luna y tocó su frente con preocupación.No te preocupes, ¿está todo bien aquí?Liora tenía la sensación, de que Luna estaba actuando de manera extraña hoy.—No es nada, solo quería darte un buen abrazo.—¿Tienes hambre? Acabo de terminar de cocinar una