Capítulo 4
Después de una hora de viaje en taxi, este se detuvo frente a la hacienda de los García.

Luna ingresó a la casa, en la entrada se cambió de zapatos, doña Liora la vio, y se acercó rápidamente a ella.

—Señorita, ¿cómo es que vienes sola? ¿El Señor García no regreso contigo?

Liora aún reflejaba la lozanía de la juventud.

Luna abrazó a Liora, después de la muerte de su padre, solo Liora la había tratado como a su propia hija, ella era la única persona que se había esforzado por ella y su bienestar.

Luego, fue obligada por Andrés a quedarse en la mansión García para cuidar de él y de María.

—Doña Liora, la neta que te extrañé mucho.

—Ah...cuéntame... señorita, ¿qué te pasa? ¿Todavía no te has recuperado de la enfermedad? —Doña Liora apartó a Luna y tocó su frente con preocupación.

No te preocupes, ¿está todo bien aquí?

Liora tenía la sensación, de que Luna estaba actuando de manera extraña hoy.

—No es nada, solo quería darte un buen abrazo.

—¿Tienes hambre? Acabo de terminar de cocinar una sopita que me quedo estupenda, voy a servírtela ya mismo.

—No tengo mucho apetito, quiero descansar un rato, llámame mejor luego para el almuerzo.

Después de una noche sin dormir y un largo viaje en coche de regreso, Luna estaba agotada.

—Ah, por cierto, el señor acaba de llamarte. Cuando llegues a casa, devuélvele la llamada, parece que tiene algo que decirte. También, esto es lo que el señor te dio antes de su viaje de negocios —Doña Liora entregó una tarjeta de compras a Luna.

—Ok.

¿Era esta la compensación de su padre en nombre de Andrés?

Luna sabía lo que Miguel iba a decir, así que lo llamó tranquilamente por teléfono.

Miguel, en lo que respecta a Luna, tenía sentimientos difíciles de describir. Ciertamente, había también desempeñado el papel de un padre, pero eso era todo, solo un papel...

No había sido realmente uno bueno.

Ella sabía que Miguel siempre había querido un hijo, para heredar el negocio familiar. Había tenido muchas amantes por doquier, pero ninguna le había dado un primogénito.

Por eso finalmente había decidido adoptar a Andrés.

Y ella, su hija creciendo, era solo una herramienta para consolidar alianzas en sus manos.

Incluso en el egoísmo de querer obtener mayores ganancias, este vil hombre puede utilizar a su hija, dejando que cualquier otro hombre la lleve a la cama, permitiendo así que abusen de ella.

Al crecer, solo Liora era la única que estaba siempre a su lado...

Si no fuera porque todavía no tenía la capacidad de escapar de esta casa, Luna nunca se habría quedado aquí.

Después de que se conectó la llamada.

—¿Hola, papá?

—¿Te sientes mejor? ¿Qué dijo el médico? —El sonido del teléfono era como el saludo común de un superior a su subordinado.

—Estoy bien ahora, mucho mejor.

—Luna, eres mi hija, y Andrés es mi hijo. ¿Sabes que en esta vida solo puedes ser su hermana?

Luna sonrió silenciosamente. Ella sabía que era una advertencia de Miguel.

Aunque no estaba frente a ella, Luna podía imaginar la frialdad extraña y distante en sus ojos.

En el corazón de su padre, su amor por Andrés era una vergüenza, ¡un escándalo!

Las pestañas de Luna temblaron, y obedientemente respondió:

—Sí, lo entiendo. Lo siento, papá, nunca volveré a hacerlo.

—... ¿Tienes la tarjeta? Si tienes tiempo, ve de compras al centro comercial. Compra lo que te guste, en lugar de quedarte en casa pintando todo el día. Ve y has amigos.

—De acuerdo, papá.

Después de conversar con Miguel, Luna regresó directamente a su habitación.

Era la habitación, que había tenido desde cuando había cumplido sus quince primaveras, todo estaba en tonos rosados, con un aroma dulce a caramelo, una cama de princesa enorme que era el sueño de todas las niñas de su edad.

En ese momento, el teléfono de Luna sonó.

Viendo la llamada, era de Andrés.

Luna tembló, dejando caer el teléfono al suelo. No lo recogió.

Incluso pensó que sería bueno si el teléfono se rompiera, y así no recibiría ninguna llamada de Andrés.

Cuando la llamada se desconectó, Luna recogió el teléfono y le envió un mensaje.

—Hermano, lo siento, olvidé avisarte, ya he llegado a casa y justo estaba pensando en enviarte un mensaje.

El mensaje fue leído.

No hubo respuesta, solo una llamada entrante.

Luna contestó sin expresión:

—...Hola, hermano...

—Luna, esta es la última vez. Llámame antes de hacer cualquier cosa estúpida la próxima vez.

Su voz estaba llena de enojo, sin margen para refutar nada más.

—De acuerdo, lo entiendo —La voz de Luna era suave, con una obediencia que no podía cuestionarse.

Después de ocho años de matrimonio, Luna sabía cómo era el trato de Andrés hacía ella. Era una persona dominante y egocéntrica, cualquier cosa debía hacerse solamente como él decía. No podía mostrar ni el menor signo de desobediencia.

Y la antigua Luna también estaba acostumbrada a obedecer. Hiciera lo que él pidiera.
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