Capítulo 3
Luna respiró suavemente, dejando ver una leve sonrisa hacia Andrés y dijo con calma:

—Andrés, lo siento. Antes fui demasiado caprichosa. No debí haberte presionado tanto. De ahora en adelante, recordaré que eres mi hermano.

No discutió, parecía tranquila como una muñequita en armario. Andrés estaba un poco sorprendido. ¿Era este acaso su nuevo truco?

Andrés habló con tranquilidad:

—Está bien que lo entiendas. Acuéstate temprano y no trasnoches. Vendré a buscarte mañana.

Luego extendió la mano y acarició su cabeza.

Luna reprimió el impulso de apartarse de su contacto, y obedeció.

Cuando Andrés se dio la vuelta, la ternura en sus ojos desapareció instantáneamente, siendo reemplazada por un frío indiferente.

Saliendo de la habitación del hospital, Andrés sacó un pañuelo blanco del bolsillo y se limpió la mano que había tocado a Luna. Luego, arrojó el pañuelo en un bote de basura cercano, junto al ascensor.

En el momento que se abrieron las puertas del ascensor, Andrés entró y presionó el botón para ir al estacionamiento subterráneo.

Un Audi, con las luces encendidas estaba estacionado allí. En el asiento del copiloto estaba una mujer de cabellos largos y ondulados, con un vestido manera sensual, sosteniendo un cigarrillo entre sus dedos. Exhaló una bocanada de humo, desde sus sensuales labios rojos.

Cuando el hombre se sentó, ella preguntó:

—¿Ya la convenciste?

Andrés abrochó su cinturón de seguridad, ocultando ligeramente su disgusto. Le arrebató el cigarrillo a la mujer y lo arrojó por la ventana, diciendo con frialdad:

—En mi coche, no se fuma carajo.

La mujer sonrió coquetamente y cruzó las piernas:

—Si no fumo. ¿Cómo ocultaremos el olor a perfume de esa muchacha?

Al ver el frasco de perfume rosa en el auto, y con una etiqueta que decía: "Asiento exclusivo de Luna", ella sonrió suavemente.

—No lo hubiera imaginado, que una joven de dieciocho años tenga un sentido tan fuerte de posesión. ¿Qué tal? ¿Nunca consideraste casarte con la hija de la familia García? Utilizándola, podrías duplicar tus esfuerzos y ahorrar tiempo en lo que quieras hacer, sin tener que esforzarte demasiado.

Andrés giró el volante y salió del estacionamiento.

—Temporalmente la dejare en paz. Todavía me es útil.

—Hmm, pensé que podrías tranquilizarte y tomarlo en consideración. No esperaba que fueras tan implacable. Parece que ella tampoco es gran cosa. Después de tantos años, ni siquiera has cedido.

Andrés frunció el ceño con irritación y dijo fríamente:

—Dices una palabra más, y te me bajas del coche.

Luna, aparte de una boba ingenua, ¿qué más es?

No le interesaba involucrarse con una joven adolescente.

El coche se desvaneció en la oscuridad de la noche, hasta que desapareció por completo.

Luna se encontraba acostada en la cama del hospital, con los ojos bien abiertos, sintiendo el dolor ocasional en su muñeca. Observaba con gran calma, la oscuridad que la rodeaba.

Permaneció despierta, hasta que empezó a amanecer.

No quería esperar a que Andrés viniera a buscarla. A las 6:30 de la mañana, ella misma completó el papeleo de salida del hospital y se marchó.

En su vida pasada, le había dado todo a Andrés.

En esta nueva vida, lo haría por ella por sí misma...

Sabía cuál era el propósito de Andrés, al quedarse en la familia García: vengarse. Y sabía que no podía detenerlo. Y su intención no era detenerlo de modo alguno

Ella ya no deseaba ser partícipe de los problemas entre Andrés y su padre. Que se agarraran a trompadas entre ellos, si eso era lo que ellos querían.

En esta oportunidad, no quería ser tan ingenua como lo había sido antes, pensando que podría reconciliarlos y que podrían vivir juntos en paz después de dejar atrás su odio.

Ahora, solo quería sobrevivir los tres años y graduarse de la universidad. Después de eso, abandonaría la familia García y Astraluna para vivir su propia vida...
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