Un Segundo Comienzo Con Mi Ex-esposo
Un Segundo Comienzo Con Mi Ex-esposo
Por: Dalia Herrera
Capítulo 1
14 de febrero, Día de San Valentín.

Luna García, de 31 años, falleció a causa de un cáncer terminal.

En el Hospital Serenidad de la ciudad Astraluna, el penetrante olor a desinfectante llenaba el aire.

—Andrés, hoy el médico me hizo una diálisis, me duele mucho.

—De veras que me estoy muriendo, ¿puedes venir a verme, aunque sea por esta única vez?

—Te lo ruego, Andrés...

Luna giró débilmente su cabeza y miró la pantalla de su teléfono. Había enviado varios mensajes que quedaron sin respuesta. Su esposo, Andrés Martínez, no había respondido...

Mientras recibía suero, ella estaba extremadamente delgada, su piel era pálida y sus ojos estaban profundamente hundidos.

El cáncer estaba ya en su estado avanzado E impedía que ella se moviera en lo absoluto, ese día ni siquiera la enfermera había venido para cuidarla, ya que la habían dado por caso perdido.

La razón era que el tratamiento ya era inútil.

Ella era, en realidad muy delicada y tenía miedo al dolor, pero en la etapa avanzada del cáncer, soportaba el calvario de un extenuante dolor cada día. La única razón que la mantenía aferrada a su vida era en efecto su amor por Andrés.

Pero cuando ese amor se desvaneció por completo, solo le quedó un cuerpo consumido.

Luna apagó su teléfono, y esperó en silencio la llegada de la muerte.

El dolor la sumió en un estado de confusión. Ella reflexionó sobre los ocho años que había estado casada con Andrés, tratando de ser una buena esposa, de estar a su lado de todo corazón, ¿qué había logrado con todo esto?

Todas las personas a su alrededor una por una la habían abandonado con el transcurrir del tiempo, recibiendo solo traición, abandono, pobreza y la desolación.

Quizás el momento más feliz para todos y en especial para Andrés sería el día de su muerte. El sería libre de una vez por todas del yugo de tener que cargar consigo una esposa enferma y no tener que ver su rostro ni escuchar sus quejambres nunca más.

Finalmente podría casarse con María Rodríguez, esos eran sus deseos.

Ocho meses atrás.

En el cumpleaños de Andrés, Luna se sentó en el sofá, esperándolo hasta las dos de la mañana.

En la mesa, la comida que había preparado con esmero ya se había enfriado.

Andrés no llegó, y Luna recibió en cambio un acuerdo de divorcio que le trajo el asistente de él. El cual solo se atrevió a exclamar:

—Señora, el caballero Andrés no tiene ninguna otra opción. El grupo Martínez es una empresa muy grande, y necesita pronto de alguien que pueda proporcionarle un heredero varón.

Luna sonrió pálidamente. Hacía unos años, había quedado embarazada, pero muy a pesar de su suerte tuvo complicaciones que evitaron que él bebe naciera con vida, dañando su útero y dejándola incapaz de tener hijos.

Andrés tenía más de treinta años ahora y necesitaba un hijo que fuera su heredero para el grupo Martínez.

Por eso ahora le era imperativo el divorciarse de ella y buscar una mujer que pudiera darle ese heredero que el tanto anhelaba.

Luna despidió al asistente y, con manos temblorosas, llamó a Andrés por teléfono. Quería que él tuviera al menos una pizca de valentía y se lo dijera en la cara.

Alguien en efecto contesto su llamada, pero en lugar de la voz de Andrés, escuchó la de María. Oír esa voz hizo que su corazón latiera con dolor.

Colgó el teléfono y sonrió, con sus ojos llenos de lágrimas y dolor.

Después de que su padre le entregara la empresa a Andrés, en menos de cinco años, el a puro pulso y esfuerzo de había convertido en su gerente y en un empresario influyente y capaz en el mundo de los negocios. Con plena capacidad para moverse a cabalidad en el lado legal como en el ilegal.

Un hombre tan talentoso siempre estaría rodeado de mujeres de todas clases. Muchas eran hermosas y elegantes.

Pero entre todas ellas, solo María había permanecido junto a él durante tanto tiempo.

María, provenía de una familia muy humilde. Quien luego de graduarse de la universidad, se había convertido en la asistente de Andrés.

Era una muchacha muy inteligente con una gran habilidad y mucha ambición.

Los dos eran la pareja más compatible, destinados desde el nacimiento.

Si no hubiera sido por Luna, en un principio y tal vez, Andrés y María ya estarían juntos desde hace tiempo, en lugar de ser amantes fugaces durante tantos años.

Dejando a Luna con un matrimonio sin amor, algo verdaderamente desconsolador.

Luna firmó el acuerdo de divorcio, recibió una buena suma de dinero y fue expulsada para siempre de Astraluna.

No podía regresar sin el permiso de Andrés.

Una semana después, le diagnosticaron cáncer en estado avanzado.

¡El último golpe de vida!

Pero hoy precisamente en San Valentín, los fuegos artificiales y las sonrisas resplandecían por doquier.

Luna salió de sus recuerdos, abrió sus ojos agotados y miró por la ventana. Su pálido rostro se congeló al instante.

En la enorme pantalla LED, Andrés vestía un traje elegante negro, su figura alta y esbelta emanaba un fuerte impacto, generando una atmósfera fría y distinguida. Su rostro, al observarlo de cerca, era tanto deslumbrante como intimidante, con un toque de serenidad y dominio característico de alguien en posición de talento y dinero.

Sostenía en brazos a un niño pequeño de unos cinco o seis años, con un parecido sorprendente a Andrés.

—Señor Martínez, ¿es este acaso su hijo con la señorita Rodríguez?

—La señorita Rodríguez es tan hermosa. Después de esperar tantos años a escondidas, ¿cuándo planean casarse y hacerlo público?

Andrés abrazó a María, y ella levantando su cabeza, sonrió dulcemente, mostrando el anillo de compromiso en su delicado dedo.

—De ahora en adelante, soy la esposa de Andrés. Hoy, ya estamos oficialmente casados.

Luna cerró los ojos, finalmente las lágrimas brotaron sin darle respiro alguno.

Andrés, ¡me arrepiento tanto!

Ojalá nunca te hubiera conocido ni menos amado.

Si por azar del destino la vida me diera otra oportunidad y todo pudiera empezar de nuevo... yo... de veras nunca más te amaría o seria la misma estúpida que fui a tu lado...

Afuera, comenzó a nevar copiosamente, mientras ella miraba los brillantes fuegos artificiales a través de la ventana.

Finalmente, la hora en que la santa muerte visito a Luna fue por coincidencia divina el mismo día en que Andrés y María se casaron.
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