Ariadna miraba con ternura a los infantes, se inclinó para observar qué productos comercializaban, enseguida sus fosas nasales se inundaron con el delicioso aroma de los tamales que Fernando tenía en un canasto.
—Huele exquisito —mencionó ella.
—Mi madrina guisa, rete sabroso —comentó Fernando.
Ary le sonrió y se dedicó a conversar con ellos para así conocer más de sus vidas, en eso el Padre Fausto salió.
—Ariadna, no les compres nada a estos jovencitos, desde el otro día les digo que vengan a la parroquia a recibir clases para aprender a leer y escribir y no me obedecen.
—Padrecito, no nos regañe la migra anda rete abusada y nuestros papás no tienen chamba, por eso nosotros salimos a vender lo que podamos —explicó Fernando.
<Al día siguiente la cabeza de Ary descansaba sobre el pecho de Nick, permanecían dormidos mientras los primeros rayos de sol empezaba a colarse por las rendijas de los ventanales, entonces el celular de Nick, los sacó de brazos de Morfeo, aun adormecido: —Hola. —Buenos días, señor Grimaldi, le saluda el agente Martínez. Nick, se talló los ojos, y se sentó en la cama, extrañado. —¿Sucede algo, oficial? —Señor Grimaldi, es necesaria su presencia y la de su esposa en la delegación ha pasado algo que no le puedo decir vía telefónica. Nick movió con delicadeza a su mujer, haciéndola despertar; le comunicó sobre la llamada del agente, y a prisa se bañaron, vistieron y desayunaron, dejaron a la pequeña en la escuela y se dirigieron a la delegación. Ellos no tenían idea de que asunto quería hablar el agente Martínez, sin
Nubes blancas asomaban en el cielo, los rayos del sol irradiaban en su esplendor, sin embargo, para Nick y Ary, todo se había transformado en penumbras, nubarrones negros los cubrían, de nuevo aquel sentimiento de incertidumbre se apoderó de ambos. Estaban cansados de que el destino, o más bien su principal enemiga se burlara de ellos. Ary recordaba con claridad la mirada llena de desprecio, y cinismo con el que Jessica la observó aquella vez que afirmó haber matado a la criatura. Las manos le empezaron a temblar, y varias gotas de sudor cubrieron su frente. Las esperanzas de encontrarlo con vida eran igual de nulas. El agente Martínez les indicó que existían muchas posibilidades como que: el bebé podría en verdad estar muerto y Jessica haberse deshecho del cadáver muy bien, o que el menor haya sido tomado en adopción a través de traficantes y esté en otro país. —¡Nick! —exclamó Ariadna con lágrimas en los ojos. —¿Crees que nuestro hijo
La señora María, que pasaba por ahí al escuchar el llanto de los niños entró, asustada. —Chamaquitos ¿Por qué lloran? —Mi mamá se fue con un hombre que no conocemos. —Sollozó Fernando. La señora María presionó sus labios, y los observó con pesar, no dijo nada, se quedó en silencio, indignada al ver a los pobres niños sufriendo por culpa de una madre sin corazón. La vida muchas veces era tan paradójica, mientras Ariadna lloraba día y noche por encontrar a su hijo. Eugenia, la madre de Fernando, no tenía reparo en abandonar a los suyos. La madrina tranquilizó a los pequeños y les dio de comer. Nando ese día no tuvo ganas de ir con sus amigos de la banda a la parroquia, se quedó a cuidar a sus hermanos. Cuando el padre de Fernando regresó, sus hijos le contaron lo sucedido, el señor salió de la casa consternado y se fue a beber para desahogar sus penas y el abandono de su
Esa mañana soleada Nick llegó a su oficina como era costumbre, sin embargo, aquel día ingresó a la empresa con una extraña sensación, le pareció haber sido observado por alguien. Al bajar de su auto en el estacionamiento se fijó por todo lado, pero no existía nada sospechoso, pensó que era producto de su imaginación. Tomó el ascensor y subió hasta su oficina, ahí su secretaria lo recibió con el periódico y un visitante que no pensaba volver a ver. —Licenciado Grimaldi, buenos días, hay alguien que lo espera en su oficina. Nick levantó una de sus cejas, pensativo. —Hola, ¿En mi despacho? —inquirió—, sabes bien que nadie puede ingresar sin previa cita —regañó a su joven asistente. —Es que…—nerviosa respondió la chica. Nick bufó, y de inmediato ingresó a su oficina, su semblante palideció y la quijada pareció descender al piso, al tener sentado en su lugar a su pri
La dulce niña sonrió con ternura, observando a cada uno de ellos, entonces con timidez se acercó a los infantes, y extendió su mano. Los niños de la banda la saludaron con vergüenza, cuando ella se detuvo frente a Nachito, sus miradas azuladas se conectaron, estrecharon sus dedos, y se sonrieron. Después de eso Nick salió del orfanato y subió a su auto con la niña, mientras conducía de nuevo sintió que alguien lo seguía. Observó el retrovisor y después el vehículo que él pensó que lo venía siguiendo, desapareció, entonces consideró que todo era imaginación de él. Nick dejó a Laurita en el orfanato, subió a su auto y se encaminó de regreso a la parroquia. Otra vez divisó el vehículo que lo venía siguiendo, esta vez no se escondieron. Nick trató de disimular y continuó su trayecto con normalidad, sin embargo, aceleraba intentando huir, su respiración se agitaba y sintió un dolor en el pecho, como pudo sacó de la gaveta sus medicinas y ense
Ariadna se observaba al espejo, pensativa. Su mente se encontraba dividida entre los recuerdos de la tarde y el lugar en donde residían sus pequeños amigos, y el semblante abatido que mostró su esposo cuando llegó de dejar a Laurita. Suspiró profundo, y se aclaró la garganta intentando pasar aquella extraña sensación de zozobra que era como si tuviera algo atravesado en su gaznate. Inhaló y exhaló un par de veces para calmar aquella sensación de ansiedad que en ocasiones se apoderaba de ella. Entonces tomó de su joyero los hermosos aretes de esmeraldas que Nick le había regalado por su aniversario. Luego levantó de la cama su elegante vestido negro, y se vistió con él, enseguida se calzó los stilettos del mismo tono. Nicholas salió de la ducha y la contempló, recorriendo con la mirada la espectacular figura de su mujer, entonces se acercó a ella, y la abrazó por la cintura: —¡Hermosa cómo siempre! —susurró al oído de Ar
Al día siguiente. Nick contemplaba a Ariadna, dormida, entonces ella abrió sus ojos y se encontró con el azul de la mirada de su esposo, quien la observaba con mucho amor. —Buenos días, cariño. —Deslizó su mano por el rostro de él—. Qué bonito es despertar y verte a mi lado —expresó con dulzura Ariadna, besando los labios de Nick, él cerró los párpados y suspiró. —A mí me gusta despertar con el calor de tu cuerpo a mi lado, ver tus ojos y perderme en tu mirada. El joven Grimaldi volvió a besar a Ariadna demostrando en aquella caricia todo el amor que sentía por ella. La pequeña Tefa, los interrumpió. —Papá, mamá, se quedaron dormidos. Debo ir a clases —dijo con desespero la niña. Nick con un gesto de su mano le indicó que subiera a la cama con ellos. —Mi amor hoy es fin de semana, no tienes clases.<
Nick acarició con suavidad y ternura la mejilla de Nachito, suspiró profundo mientras observaba su reloj, y se acercaba el momento de acudir a esa cita.Enseguida abandonó la habitación y se dirigió al baño. Acomodó el cuello de su chaqueta de cuero negra, peinó sus rizos, se mojó el rostro, y se miró al espejo y golpeó con sus puños la baldosa del lavamanos, resopló, sintiéndose un miserable. A su mente se vino el bello rostro de Ary, cerró sus párpados, y presionó sus labios percibiendo el peso de la culpa en él, como si sobre su espalda estuviera cargando un montón de sacos de cemento encima de sus hombros.Salió del sanatorio y subió a su auto, y emprendió marcha hacia el lugar donde lo esperaban, encendió el reproductor: «Quién by Pablo Alborán&ra