Esa mañana soleada Nick llegó a su oficina como era costumbre, sin embargo, aquel día ingresó a la empresa con una extraña sensación, le pareció haber sido observado por alguien. Al bajar de su auto en el estacionamiento se fijó por todo lado, pero no existía nada sospechoso, pensó que era producto de su imaginación.
Tomó el ascensor y subió hasta su oficina, ahí su secretaria lo recibió con el periódico y un visitante que no pensaba volver a ver.
—Licenciado Grimaldi, buenos días, hay alguien que lo espera en su oficina.
Nick levantó una de sus cejas, pensativo.
—Hola, ¿En mi despacho? —inquirió—, sabes bien que nadie puede ingresar sin previa cita —regañó a su joven asistente.
—Es que…—nerviosa respondió la chica.
Nick bufó, y de inmediato ingresó a su oficina, su semblante palideció y la quijada pareció descender al piso, al tener sentado en su lugar a su pri
Queridos lectores, les dejo un nuevo capítulo. ¿Para qué regresaría Alonzo? ¿Qué opinan ustedes? No olviden dejar sus comentarios.
La dulce niña sonrió con ternura, observando a cada uno de ellos, entonces con timidez se acercó a los infantes, y extendió su mano. Los niños de la banda la saludaron con vergüenza, cuando ella se detuvo frente a Nachito, sus miradas azuladas se conectaron, estrecharon sus dedos, y se sonrieron. Después de eso Nick salió del orfanato y subió a su auto con la niña, mientras conducía de nuevo sintió que alguien lo seguía. Observó el retrovisor y después el vehículo que él pensó que lo venía siguiendo, desapareció, entonces consideró que todo era imaginación de él. Nick dejó a Laurita en el orfanato, subió a su auto y se encaminó de regreso a la parroquia. Otra vez divisó el vehículo que lo venía siguiendo, esta vez no se escondieron. Nick trató de disimular y continuó su trayecto con normalidad, sin embargo, aceleraba intentando huir, su respiración se agitaba y sintió un dolor en el pecho, como pudo sacó de la gaveta sus medicinas y ense
Ariadna se observaba al espejo, pensativa. Su mente se encontraba dividida entre los recuerdos de la tarde y el lugar en donde residían sus pequeños amigos, y el semblante abatido que mostró su esposo cuando llegó de dejar a Laurita. Suspiró profundo, y se aclaró la garganta intentando pasar aquella extraña sensación de zozobra que era como si tuviera algo atravesado en su gaznate. Inhaló y exhaló un par de veces para calmar aquella sensación de ansiedad que en ocasiones se apoderaba de ella. Entonces tomó de su joyero los hermosos aretes de esmeraldas que Nick le había regalado por su aniversario. Luego levantó de la cama su elegante vestido negro, y se vistió con él, enseguida se calzó los stilettos del mismo tono. Nicholas salió de la ducha y la contempló, recorriendo con la mirada la espectacular figura de su mujer, entonces se acercó a ella, y la abrazó por la cintura: —¡Hermosa cómo siempre! —susurró al oído de Ar
Al día siguiente. Nick contemplaba a Ariadna, dormida, entonces ella abrió sus ojos y se encontró con el azul de la mirada de su esposo, quien la observaba con mucho amor. —Buenos días, cariño. —Deslizó su mano por el rostro de él—. Qué bonito es despertar y verte a mi lado —expresó con dulzura Ariadna, besando los labios de Nick, él cerró los párpados y suspiró. —A mí me gusta despertar con el calor de tu cuerpo a mi lado, ver tus ojos y perderme en tu mirada. El joven Grimaldi volvió a besar a Ariadna demostrando en aquella caricia todo el amor que sentía por ella. La pequeña Tefa, los interrumpió. —Papá, mamá, se quedaron dormidos. Debo ir a clases —dijo con desespero la niña. Nick con un gesto de su mano le indicó que subiera a la cama con ellos. —Mi amor hoy es fin de semana, no tienes clases.<
Nick acarició con suavidad y ternura la mejilla de Nachito, suspiró profundo mientras observaba su reloj, y se acercaba el momento de acudir a esa cita.Enseguida abandonó la habitación y se dirigió al baño. Acomodó el cuello de su chaqueta de cuero negra, peinó sus rizos, se mojó el rostro, y se miró al espejo y golpeó con sus puños la baldosa del lavamanos, resopló, sintiéndose un miserable. A su mente se vino el bello rostro de Ary, cerró sus párpados, y presionó sus labios percibiendo el peso de la culpa en él, como si sobre su espalda estuviera cargando un montón de sacos de cemento encima de sus hombros.Salió del sanatorio y subió a su auto, y emprendió marcha hacia el lugar donde lo esperaban, encendió el reproductor: «Quién by Pablo Alborán&ra
Ariadna en la habitación de su hija, trataba de deglutir aquel trago amargo, por lo que se concentró en cepillar la melena de Tefa para llevarla al salón de belleza a que le cortaran el cabello. Después de minutos Nick entró a la habitación de su hija, ya cambiado y arreglado. Ariadna lo observó notando lo atractivo que era, con su cabello negro y esos hermosos ojos azules, su piel bronceada, exhaló un suspiró, mientras su esposo jugaba con la pequeña Tefa. —¿Papi nos acompañas al salón de belleza? —Claro mi amor —respondió su padre. —¿Desayunaste? —preguntó Ariadna. —Si no te preocupes. —¿Qué pasó con Nachito? —Lo dejé en casa de su abuela y le expliqué a la señora como debe tomar las medicinas. Nick no tenía valor de observar a Ary a los ojos, estaba esquivo con ella. Ary no comprendía su actitud, pero verlo
Ariadna salió de la oficina:—Padre Fausto, ¿me buscaba?—Sí hija te venía a avisar que los niños están listos para recibir sus clases.—Vamos entonces, deben estar impacientes. —Ladeó una leve sonrisa.Ariadna y el Padre Fausto, se dirigieron a uno de los salones en donde los muchachitos de la banda y otros más estaban listos para aprender a leer y escribir. Ariadna, trataba de mantener su mente ocupada y así no recordar la traición de su esposo enfocada en ayudar a esos pequeños.Después de estar con los niños, salió del salón, y caminó por los pasillos con el alma destrozada se dirigió al despacho del sacerdote. La puerta estaba entreabierta por lo que tan solo asomó su cabeza.&
Mientras Nick conducía por las amplias y luminosas avenidas, Ariadna lo seguía con sigilo, él no contó que apenas abandonó la casa, su esposa con su hija iban tras de él, a una distancia prudencial para no ser descubiertas. Las manos de Ariadna temblaban al sostener el volante del vehículo, su respiración se aceleró cuando vio a Nick llegar a un edificio de apartamentos, observó cómo ingresaba al estacionamiento con naturalidad, nadie le impedía el acceso. Ella veía todo eso con lágrimas en los ojos y el corazón roto en mil pedazos, sin embargo, necesitaba averiguar a quien visitaba su esposo, se secó las lágrimas, se arregló el maquillaje y el peinado, con su impresionante belleza bajó del auto y caminó hasta donde el conserje del edificio. —Buenas noches —saludó con cortesía al hombre, quien, al observar a Ariadna, respondió atento. —Buenas noches, señora. ¿Puedo ayudarla? —Sí oficial
Al día siguiente. Los esposos Grimaldi viajaron a New Jersey. Ariadna en el avión contaba los minutos para llegar, entrar al orfanato y correr a abrazar a su hijo. Cuando aterrizaron en el aeropuerto su corazón se aceleró con fuerza, respiraba agitada. Nick la tomó de la mano, porque él se sentía igual que ella, nervioso, ansioso por conocer a su hijo. En el camino hacia el orfanato no hablaron, pero la ansiedad se reflejaba en el rostro de ambos, una vez que llegaron a ese lugar Ariadna con las piernas temblorosas bajó del taxi, y corrió a tocar el timbre. Mientras Nick cancelaba el servicio, un guardia salió. —Buenas tardes, somos los señores Grimaldi, nos están esperando. El joven les pidió sus identificaciones y los dejó ingresar, les indicó en donde quedaba la oficina de la dirección. Nick y Ariadna se miraron a los ojos, inh