Nick acarició con suavidad y ternura la mejilla de Nachito, suspiró profundo mientras observaba su reloj, y se acercaba el momento de acudir a esa cita.
Enseguida abandonó la habitación y se dirigió al baño. Acomodó el cuello de su chaqueta de cuero negra, peinó sus rizos, se mojó el rostro, y se miró al espejo y golpeó con sus puños la baldosa del lavamanos, resopló, sintiéndose un miserable. A su mente se vino el bello rostro de Ary, cerró sus párpados, y presionó sus labios percibiendo el peso de la culpa en él, como si sobre su espalda estuviera cargando un montón de sacos de cemento encima de sus hombros.
Salió del sanatorio y subió a su auto, y emprendió marcha hacia el lugar donde lo esperaban, encendió el reproductor: «Quién by Pablo Alborán&ra
Ariadna en la habitación de su hija, trataba de deglutir aquel trago amargo, por lo que se concentró en cepillar la melena de Tefa para llevarla al salón de belleza a que le cortaran el cabello. Después de minutos Nick entró a la habitación de su hija, ya cambiado y arreglado. Ariadna lo observó notando lo atractivo que era, con su cabello negro y esos hermosos ojos azules, su piel bronceada, exhaló un suspiró, mientras su esposo jugaba con la pequeña Tefa. —¿Papi nos acompañas al salón de belleza? —Claro mi amor —respondió su padre. —¿Desayunaste? —preguntó Ariadna. —Si no te preocupes. —¿Qué pasó con Nachito? —Lo dejé en casa de su abuela y le expliqué a la señora como debe tomar las medicinas. Nick no tenía valor de observar a Ary a los ojos, estaba esquivo con ella. Ary no comprendía su actitud, pero verlo
Ariadna salió de la oficina:—Padre Fausto, ¿me buscaba?—Sí hija te venía a avisar que los niños están listos para recibir sus clases.—Vamos entonces, deben estar impacientes. —Ladeó una leve sonrisa.Ariadna y el Padre Fausto, se dirigieron a uno de los salones en donde los muchachitos de la banda y otros más estaban listos para aprender a leer y escribir. Ariadna, trataba de mantener su mente ocupada y así no recordar la traición de su esposo enfocada en ayudar a esos pequeños.Después de estar con los niños, salió del salón, y caminó por los pasillos con el alma destrozada se dirigió al despacho del sacerdote. La puerta estaba entreabierta por lo que tan solo asomó su cabeza.&
Mientras Nick conducía por las amplias y luminosas avenidas, Ariadna lo seguía con sigilo, él no contó que apenas abandonó la casa, su esposa con su hija iban tras de él, a una distancia prudencial para no ser descubiertas. Las manos de Ariadna temblaban al sostener el volante del vehículo, su respiración se aceleró cuando vio a Nick llegar a un edificio de apartamentos, observó cómo ingresaba al estacionamiento con naturalidad, nadie le impedía el acceso. Ella veía todo eso con lágrimas en los ojos y el corazón roto en mil pedazos, sin embargo, necesitaba averiguar a quien visitaba su esposo, se secó las lágrimas, se arregló el maquillaje y el peinado, con su impresionante belleza bajó del auto y caminó hasta donde el conserje del edificio. —Buenas noches —saludó con cortesía al hombre, quien, al observar a Ariadna, respondió atento. —Buenas noches, señora. ¿Puedo ayudarla? —Sí oficial
Al día siguiente. Los esposos Grimaldi viajaron a New Jersey. Ariadna en el avión contaba los minutos para llegar, entrar al orfanato y correr a abrazar a su hijo. Cuando aterrizaron en el aeropuerto su corazón se aceleró con fuerza, respiraba agitada. Nick la tomó de la mano, porque él se sentía igual que ella, nervioso, ansioso por conocer a su hijo. En el camino hacia el orfanato no hablaron, pero la ansiedad se reflejaba en el rostro de ambos, una vez que llegaron a ese lugar Ariadna con las piernas temblorosas bajó del taxi, y corrió a tocar el timbre. Mientras Nick cancelaba el servicio, un guardia salió. —Buenas tardes, somos los señores Grimaldi, nos están esperando. El joven les pidió sus identificaciones y los dejó ingresar, les indicó en donde quedaba la oficina de la dirección. Nick y Ariadna se miraron a los ojos, inh
Constanza llevó al pequeño a una habitación alejada de la gente, para conversar con él. Nicholas estaba lleno de muchas ideas erróneas en contra de su madre, la psicóloga supo entonces que el camino con él era difícil, pero que cuando sintiera el cariño de Ary, estaba segura de que todo iba a cambiar. Mientras tanto en la sala Ariadna, más restablecida explicaba a la familia, que había que tener paciencia con Nicholas. El Padre Fausto, con una seña, hizo que Nick, se alejara para poder conversar con él. —Estoy muy contento por ustedes. Dios escuchó nuestras oraciones, sin embargo, no veo a Ariadna feliz. ¿Qué está pasando entre? —averiguó. Nick, inclinó la cabeza, avergonzado, dirigió su mirada a Ariadna, el corazón se entristeció. —Padre Fausto, necesito confesarme. —Con gusto hijo, cuando tengas tiempo ve a la parroquia. <
Al día siguiente Ariadna dormía con la tranquilidad que hace años no tenía, de pronto despertó asustada, al escuchar el llanto de su pequeña Tefa, se puso de pie, y corrió de inmediato a la habitación de su niña.—¿Qué pasa mi amor? —preguntó Ariadna, entonces la chiquilla casi sin poder hablar, le mostró a su madre como su colección de muñecas rotas en el piso. Nicholas ingresó en ese momento a la habitación y se sorprendió al ver ese cuadro tan desagradable.—¿Quién hizo esto? —inquirió él, muy enojado.—No sé —respondió la pequeña, quien lloraba sin consuelo en los brazos de su madre.—¡Nicholas! —gritó su padre con fuerza. El niño se asomó a la puerta
En horas de la tarde Ary, llegó al centro comunitario, quería ver a los niños de la banda y sus avances con ellos. Al ingresar por uno de los pasillos se encontró con Ángel García, Ariadna se estremeció, y se asustó, la última vez que aquel hombre estuvo ahí, fue violento, sin embargo, notó lo diferente que se veía el señor rasurado, limpio, y sin oler a alcohol. El hombre tenía veintiocho años, era de contextura corpulenta, alto, de piel bronceada, ojos negros, cabello oscuro —Señora, buenas tardes —saludo con cortesía. —Hola. —Sonrió Ary—. Imagino que está buscando a sus hijos. —Sí, pero también vine por otro motivo...—presionó sus labios—. Deseo hablar con usted. —Por supuesto —respondió Ariadna con mucha curiosidad. —Quisiera asistir a las charlas para alcohólicos —pronunció Ángel, respirando agitado, sintiendo vergüenza, entonces Ariadn
Nick divisó una espesa bruma mientras conducía, se identificó con aquella niebla, porque así de gris estaba su vida. Cuando llegó a casa, frotó sus manos para abrigarse en esa fría noche. Entró a su residencia, y al ingresar a su habitación se llevó la sorpresa de ver a Ariadna, durmiendo con Nachito. Una sensación inexplicable de felicidad se alojó en el corazón de él, fue algo extraño, porque ese sentimiento no sucedía cuando veía a su amada esposa junto a su hijo Nicholas. Se acercó a Ariadna, le dio un beso en la mejilla, ella parpadeó, y abrió los ojos despacio, al ver a Nick, se incorporó. —¿Cómo está la señora María? —Tiene Neumonía, ya le están tratando en el hospital. Ana Cristiana consideró que no era necesario quedarme. ¿Qué pasó con Nachito? Ariadna con la mirada triste y con un nudo en la garganta le comentó la actitud egoísta de Nicholas. Nick se pas