La ambulancia llegó y los paramédicos brindaron los primeros auxilios a Nick, le colocaron oxígeno, mientras Ariadna y Conny angustiadas no paraban de llorar.
—Me pidió estas pastillas —indicó Ary con voz endeble mostrando el frasco a los paramédicos. —¿Para qué son?
—Sirven para tratar enfermedades cardíacas. ¿Usted es familiar del señor?
—Soy su esposa —respondió sintiendo un nudo en el estomagó, inclinó su cabeza avergonzada al observar la mirada inquisidora de una de los paramédicos.
—Ella estuvo enferma un tiempo —comentó en defensa de Ary su amiga Constanza.
Enseguida subieron al joven Grimaldi a la ambulancia.
—Te encargo a Tefa —pidió Ary, se fue junto con su esposo al hospit
Enseguida se sirvieron la cena. Ariadna trataba de mantener la calma, pero su corazón atormentado no le dejaba en paz, las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas, tomó una servilleta y se las limpiaba tratando que Nick no se diera cuenta, pero eso fue imposible. —¿Qué pasa, amor? —Ariadna retiró el plato de comida inclinó su cabeza, no podía ni hablar—. ¿Qué tienes? Ella se puso de pie y abrazó a Nick con todas sus fuerzas. —¡P-perdóname p-por favor! —suplicó Ariadna ahogada en llanto. —¿Perdonarte qué? —Mi abandono, mi incomprensión. —Gimoteó—, el dolor de perder a Stefano me enloqueció Nicholas, yo no sabía qué hacer con mi vida...Te descuide a ti a mi pequeña... —Ariadna mírame —ordenó Nick. Ella obedeció, lo observó con sus hermosos ojos negros entristecidos. —Yo te comprendo mi amor, entiendo tu dolor, es el mismo
Aquellas palabras retumbaron en la mente de Nick, su pecho le dolía tuvo que volver a aspirar oxígeno, el dolor que en ese momento sentía no se podía explicar, a su mente se vinieron los recuerdos de la carita de su pequeñito, los planes que él tenía de enseñarle a jugar futbol, llevarle a los partidos, acompañarlo en su primer día de clases, verlo crecer y hacerse un hombre, ahora nada de eso sería posible, la maldad de una mujer se había enseñado con un ser inocente. —Señor Grimaldi, ¿Sigue ahí?... —Sí, agente —respondió Nicholas con la voz entrecortada. —Es necesario que vengan a retirar los restos de su hijo. Nick colgó la llamada, no tenía el valor para decirle a Ariadna, esa noticia la iba a enloquecer, en ese preciso momento ella apareció, observó los ojos de su esposo llenos de lágrimas y que no podía pronunciar palabra, entonces no fue necesario que él hablara. Ariadna lo dedujo por
Ariadna miraba con ternura a los infantes, se inclinó para observar qué productos comercializaban, enseguida sus fosas nasales se inundaron con el delicioso aroma de los tamales que Fernando tenía en un canasto.—Huele exquisito —mencionó ella.—Mi madrina guisa, rete sabroso —comentó Fernando.Ary le sonrió y se dedicó a conversar con ellos para así conocer más de sus vidas, en eso el Padre Fausto salió.—Ariadna, no les compres nada a estos jovencitos, desde el otro día les digo que vengan a la parroquia a recibir clases para aprender a leer y escribir y no me obedecen.—Padrecito, no nos regañe la migra anda rete abusada y nuestros papás no tienen chamba, por eso nosotros salimos a vender lo que podamos —explicó Fernando.<
Al día siguiente la cabeza de Ary descansaba sobre el pecho de Nick, permanecían dormidos mientras los primeros rayos de sol empezaba a colarse por las rendijas de los ventanales, entonces el celular de Nick, los sacó de brazos de Morfeo, aun adormecido: —Hola. —Buenos días, señor Grimaldi, le saluda el agente Martínez. Nick, se talló los ojos, y se sentó en la cama, extrañado. —¿Sucede algo, oficial? —Señor Grimaldi, es necesaria su presencia y la de su esposa en la delegación ha pasado algo que no le puedo decir vía telefónica. Nick movió con delicadeza a su mujer, haciéndola despertar; le comunicó sobre la llamada del agente, y a prisa se bañaron, vistieron y desayunaron, dejaron a la pequeña en la escuela y se dirigieron a la delegación. Ellos no tenían idea de que asunto quería hablar el agente Martínez, sin
Nubes blancas asomaban en el cielo, los rayos del sol irradiaban en su esplendor, sin embargo, para Nick y Ary, todo se había transformado en penumbras, nubarrones negros los cubrían, de nuevo aquel sentimiento de incertidumbre se apoderó de ambos. Estaban cansados de que el destino, o más bien su principal enemiga se burlara de ellos. Ary recordaba con claridad la mirada llena de desprecio, y cinismo con el que Jessica la observó aquella vez que afirmó haber matado a la criatura. Las manos le empezaron a temblar, y varias gotas de sudor cubrieron su frente. Las esperanzas de encontrarlo con vida eran igual de nulas. El agente Martínez les indicó que existían muchas posibilidades como que: el bebé podría en verdad estar muerto y Jessica haberse deshecho del cadáver muy bien, o que el menor haya sido tomado en adopción a través de traficantes y esté en otro país. —¡Nick! —exclamó Ariadna con lágrimas en los ojos. —¿Crees que nuestro hijo
La señora María, que pasaba por ahí al escuchar el llanto de los niños entró, asustada. —Chamaquitos ¿Por qué lloran? —Mi mamá se fue con un hombre que no conocemos. —Sollozó Fernando. La señora María presionó sus labios, y los observó con pesar, no dijo nada, se quedó en silencio, indignada al ver a los pobres niños sufriendo por culpa de una madre sin corazón. La vida muchas veces era tan paradójica, mientras Ariadna lloraba día y noche por encontrar a su hijo. Eugenia, la madre de Fernando, no tenía reparo en abandonar a los suyos. La madrina tranquilizó a los pequeños y les dio de comer. Nando ese día no tuvo ganas de ir con sus amigos de la banda a la parroquia, se quedó a cuidar a sus hermanos. Cuando el padre de Fernando regresó, sus hijos le contaron lo sucedido, el señor salió de la casa consternado y se fue a beber para desahogar sus penas y el abandono de su
Esa mañana soleada Nick llegó a su oficina como era costumbre, sin embargo, aquel día ingresó a la empresa con una extraña sensación, le pareció haber sido observado por alguien. Al bajar de su auto en el estacionamiento se fijó por todo lado, pero no existía nada sospechoso, pensó que era producto de su imaginación. Tomó el ascensor y subió hasta su oficina, ahí su secretaria lo recibió con el periódico y un visitante que no pensaba volver a ver. —Licenciado Grimaldi, buenos días, hay alguien que lo espera en su oficina. Nick levantó una de sus cejas, pensativo. —Hola, ¿En mi despacho? —inquirió—, sabes bien que nadie puede ingresar sin previa cita —regañó a su joven asistente. —Es que…—nerviosa respondió la chica. Nick bufó, y de inmediato ingresó a su oficina, su semblante palideció y la quijada pareció descender al piso, al tener sentado en su lugar a su pri
La dulce niña sonrió con ternura, observando a cada uno de ellos, entonces con timidez se acercó a los infantes, y extendió su mano. Los niños de la banda la saludaron con vergüenza, cuando ella se detuvo frente a Nachito, sus miradas azuladas se conectaron, estrecharon sus dedos, y se sonrieron. Después de eso Nick salió del orfanato y subió a su auto con la niña, mientras conducía de nuevo sintió que alguien lo seguía. Observó el retrovisor y después el vehículo que él pensó que lo venía siguiendo, desapareció, entonces consideró que todo era imaginación de él. Nick dejó a Laurita en el orfanato, subió a su auto y se encaminó de regreso a la parroquia. Otra vez divisó el vehículo que lo venía siguiendo, esta vez no se escondieron. Nick trató de disimular y continuó su trayecto con normalidad, sin embargo, aceleraba intentando huir, su respiración se agitaba y sintió un dolor en el pecho, como pudo sacó de la gaveta sus medicinas y ense