Capítulo dos 2

Un día después, fue el funeral. En el cementerio, había pocas personas acompañándolos debido a que, por su padre, su madre había perdido muchas amistades. Olivia estaba llorando amargamente aferrada con fuerza a los brazos de su hermana. Ava se hacía la fuerte para no desmoronarse delante de ella.

Los llantos de Olivia eran desgarradores, y Ava solo podía abrazarla para que no se cayera.

Su mirada se oscureció al ver a un hombre mayor, no muy lejos de ellas. Se preguntaba por qué no se acercaba. Aunque lo odiaba por haber abandonado a su hija y haber cortado todo lazo con ella, no entendía por qué, en ese momento, no mostraba un mínimo de humanidad y se despedía de Ángela.

Desvió la mirada hacia el frente, donde su padre caminaba con paso lento hacia el ataúd de su madre, interpretando el papel de viudo dolido. Lo fulminó con la mirada mientras, en silencio, le pedía a Dios fortaleza para no perder el control, Murmuró para sí misma «Como quisiera acercarme y empujarte con todas mis fuerzas en ese hueco, junto a Angela».

Ava antes de retirarse con lágrimas en los ojos, se aproximó a la tumba de su madre para despedirse.

—Aquí estoy, Ángela. Espero que encuentres la paz que buscabas lejos de Jorge. Todavía recuerdo las palabras que siempre me decías: No seas débil como yo y tienes que ser una mujer fuerte sin que nada perturbe tu vida. —Echó una ojeada a su padre que no apartaba la mirada de ella—. ¡Te prometo ser fuerte! Por qué sé que lo que se aproxima no va a ser nada bueno. —Lanzó una rosa blanca sobre el ataúd y junto a su hermana se marcharon del lugar.

 Una semana después, Ava ingresó en el despacho del abogado de la familia Johnson. El abogado la miró y le indicó con la mano que tomara asiento. Ella frunció el ceño al ver a Sergio sentado en una de las sillas, y, en silencio, tomó su lugar.

El abogado, sentado frente a ellos, tomó un documento que estaba sobre su escritorio y comenzó a hablar:

—Bienvenida, señorita Ava. Solo esperábamos por usted para comenzar a leer el testamento de la señora Ángela Johnson. Yo soy Patric Miller, el abogado de la familia Johnson. Voy a comenzar con la lectura del testamento; espero no tener interrupciones —expresó el abogado, bajando la vista al documento—. Yo, Ángela Johnson, en pleno uso de mis facultades y sin coacción alguna, manifiesto que Ava Hayek y Olivia Hayek recibirán cada una el 50% del dinero que mensualmente deposita la empresa Mack Truck Asembler en la cuenta familiar. El restaurante Mack Mon pasará a ser administrado por mi hija Ava cuando cumpla uno de mis requisitos, que es el siguiente: debe contraer matrimonio y permanecer casada por al menos un año. Mientras permanezca soltera, los bienes de mis hijas serán administrados por su padre.

—¿Cómo? ¿Qué me case? Si ella sabía que no quería saber nada de matrimonio —gritó Ava, ampliando sus ojos incrédula por lo escuchó.

El abogado levantó la cabeza, su mirada reflejaba una mezcla de seriedad y profesionalismo. Con voz firme exclamó.

—Señorita Ava, esas son las condiciones que estipuló su madre. Ahora continúo con lo establecido en este documento: mi hija Ava Hayek podrá administrar la cuenta familiar y obtener la custodia de Olivia Hayek una vez que haya cumplido este requisito. La casa familiar pasará a nombre de Olivia Hayek al cumplir la mayoría de edad.

Sergio permanecía en silencio, furioso y decepcionado. No podía creer que Ángela no le hubiera dejado nada.

El abogado notó la expresión de decepción en el rostro de Sergio y prosiguió:

—De los depósitos mensuales de la empresa Mack Truck Assembler, usted, señor Sergio, tendrá el deber de proveer a sus hijas de comida, vestimenta y educación hasta que Ava cumpla con el requisito de matrimonio. Tenga claro, señor Sergio, que los bienes que pertenecían a la señora Ángela Johnson serán transferidos a su hija mayor con la tutela de Olivia Hayek, si todavía es menor de edad.

—¡Ángela! ¿En qué momento hizo ese testamento? ¿Cómo se le ocurre dejarle la tutela de Olivia a Sergio? —Ava soltó una sonrisa irónica, incrédula vociferó—. Con lo jugador y borracho que es mi padre, ya me veo en unos meses durmiendo bajo un puente.

—¡Ya cállate, hija! Las nalgadas que no te di cuando eras niña creo que te hacen falta en estos momentos. Te pido que tengas un poco de respeto delante del abogado —comentó Sergio, conteniendo las ganas de estrangular a su hija.

Ava estaba furiosa. Ella no quería casarse, además ni novio tenía. No comprendía por qué su madre quería dejar la custodia y administración del patrimonio familiar en manos de su padre. No entendía qué pretendía Ángela con esa decisión.

El abogado, al ver la expresión de decepción en el rostro de Ava, respondió:

—Hace diez meses, la señora Ángela se presentó aquí en el despacho y, redactó su testamento.

—Sr. Miller, disculpe las palabras de mi hija Ava. Hace una semana que su madre falleció y está sufriendo por su pérdida. Yo también extraño a mi esposa. No se preocupe por ellas, abogado. Como su padre, las protegeré y haré cumplir la última voluntad de su madre. —Sergio se levantó, con tristeza en la mirada tomó la mano del abogado y la apretó con respeto. Luego miró a su hija y dijo—: Ava, nos vemos en casa.

Ava refunfuñó mientras se despedía del abogado y también salió del despacho.

En la habitación de Ángela, las dos hermanas estaban recogiendo sus cosas y colocándolas en cajas para donarlas a la iglesia. Solo se quedarían con las fotos. Porque ya Sergio se había adueñado de las pocas joyas que su madre tenía.

—Oli, hay que ser fuertes. Hasta que me case, tenemos que seguir las órdenes de nuestro padre, aunque no queramos. Así lo decidió Angela —dijo Ava, mirando fijamente a su hermana con ternura.

—Extraño mucho a mamá. Siempre éramos las tres para todo —respondió Olivia con voz apagada, limpiándose unas lágrimas que rodaban desperadas por sus mejillas.

Ava, comprendiendo la vulnerabilidad de su hermanita, le colocó suavemente una mano sobre el hombro derecho y comenzó a frotarlo con cariño.

—Lo sé, Oli. Yo también la extraño, pero ya no está entre nosotros y muchas cosas van a cambiar en esta casa. Desde hoy, tienes que ser independiente, pasar desapercibida delante de Sergio y no llevarle la contraria.

—Está bien, Ava, pero por ahora no me dejes sola con él mientras te casas.

Ava sintió una fuerte presión en el corazón al escucharla. Su alma se encogía al pensar que pronto tendría que casarse y dejarla con esa alimaña.

—Prométeme que vas a ser fuerte y que no vas a andar llorando por cada rincón de la casa. Debes enfocarte en tus estudios y ocupar tu tiempo fuera de aquí. Yo voy a estar ocupada en el restaurante y pasaré menos tiempo contigo.

—Te lo prometo, Ava. Haré lo que me digas. —Olivia forzó una sonrisa y se lanzó a los brazos de su hermana.

Esa noche, Sergio llegó acompañado de tres amigos a la casa. Reían a carcajadas, llenando el aire con una música estridente y el sonido de las botellas de ron abriéndose se escuchan en el segundo piso. Ava observaba incómoda la escena. Dio un paso hacia las escaleras, pero una mano la detuvo. Era Olivia que, con su mirada llena de miedo y repulsión, le impedía bajar.

—No bajes. ¿Viste el aspecto asqueroso de esos tipos? Eres mujer y podrían faltarte al respeto —expresó Olivia con voz temblorosa.

—Cuando mamá estaba viva, este hombre no traía a nadie a la casa para beber. Solo quiero sacarlos de aquí —el tono de desilusión y rabia era evidente en cada palabra, y su hermana podía percibirlo con claridad.

—Ava, por favor, razona. Hazlo por mí. Esos hombres pueden hacernos daño. —Olivia comenzó a llorar de miedo.

—Tienes razón, hermanita. Ya no llores. Vamos a mi habitación.

Ava la tomó de la mano, cerraron la puerta con seguro y colocaron un mueble como obstáculo. Las dos hermanas se acostaron en silencio, con el corazón latiendo desbocado, rogando que la noche pasara rápido.

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