Ava no sabía qué hacer. No podía creer que se habían quedado sin casa. Se estremeció al escuchar una voz suave detrás de ella.
—Ava, desde que mamá murió y veo a papá llegar borracho cada noche, me siento como una extraña en esta casa. —Hizo una pausa, mirando al suelo como si buscara fuerzas para continuar—. Después de la escuela, prefería vagar sin rumbo antes que regresar aquí. Al no ver a mamá, siento un dolor tan fuerte en el alma que apenas puedo soportarlo. Ahora Zoe me invita a su casa, y su madre me trata con respeto y cariño, algo que aquí ya no siento —Respiró hondo, como si las palabras que estaban por salir le costaran demasiado—. Después de múltiples conversaciones con Cecilia, he decidido irme a vivir con ellas hasta que termine la preparatoria. Ya pronto seré mayor de edad. Con esto, Ava, quiero decirte que no iré con ustedes.
Ava estaba impactada por las palabras de su hermana. Volteó lentamente y, sin pensarlo, la tomó de los hombros y la abrazó con fuerza.
—Oli, perdóname por no estar pendiente de ti —manifestó Ava, con la voz entrecortada, mientras las lágrimas caían sin control—. Me he dedicado a buscar un esposo sin éxito, y te he descuidado. Perdóname, mi amor. Por mi rencor hacia papá, te he abandonado sin darme cuenta.
Olivia se separó suavemente de su hermana, y aunque sus ojos seguían reflejando tristeza, le dedicó una sonrisa pequeña pero reconfortante. Con ternura expresó.
—No tengo nada que perdonarte. Te aconsejo que te cases rápido para que te liberes de papá. A mí no me toma en cuenta, ni sabe cuándo estoy en la casa. Por eso he tomado la decisión de irme a vivir a la casa de mi amiga.
—Olivia, cómo me gustaría que estuvieras a mi lado. Hoy conocí a una amiga de mamá y prometió ayudarme a conseguir esposo. Ya pronto nos liberaremos de papá. Yo trabajaré y luego podrás vivir conmigo. —comentó emocionada.
—Ava, respeta mi decisión, por favor. No voy a ser un estorbo en tu matrimonio. Estaremos en contacto, te lo prometo.
—Mi niña, cuánto has madurado. Está bien, te quedarás con Zoe. —Trató de mantener la calma para no preocupar más a Olivia—. Llevarte conmigo y con papá en este momento no es buena idea. Yo soy fuerte y podré defenderme de él, pero tú... —El temor por la seguridad de su hermana la hizo temblar—. Me da miedo que algún día uno de sus amigos te haga daño.
—Gracias hermana por ser razonable, te prometo que nos veremos seguido —respondió Olivia, abrazándola con cariño.
Olivia salió de la habitación y Ava se recostó en la cama. Se sentía frustrada. Por primera vez en su vida, estaba desesperada por conseguir un esposo para poder liberarse de su padre. Llevaba seis meses buscando sin éxito.
De repente, escuchó el sonido del teléfono. Alargó la mano, tomó el aparato que estaba dentro de su bolso y miró la pantalla. Al no reconocer el número, respondió con incertidumbre:
—¡Hola! ¿Quién es?
—¡Hola, Ava! Es Greta, la amiga de tu madre.
—Señora Greta, un gusto escucharla.
—Te tengo buenas noticias: ya te conseguí esposo.
—¿Lo dice en serio? —Una pequeña mueca de esperanza se dibujó en su rostro.
—Sí. Es una persona humilde que trabaja como chofer, pero me puso una condición.
—¿Cuál?
—Que se casen mañana y que vivas con él en su humilde casa.
Greta sonreía, ya había arreglado todo para que su hijo se casara al día siguiente.
Ava no quería aceptar, pero era su única salida. Estaba insegura. Le parecía horrible casarse con un desconocido y vivir con él sin saber qué tipo de hombre era. «¿Y si es feo? ¿Y si es viejo y quiere consumar el matrimonio?» Sintió un escalofrío recorrer cada bello de su cuerpo que la asustó.
Greta, al notar su silencio, intentó tranquilizarla.
—No te preocupes, lo conozco desde hace años. Es un joven muy apuesto y honesto. Él solo quiere ayudarme, por un año será tu esposo. Estoy segura de que se llevarán bien.
Ava sabía que, si lo pensaba mucho, no lo haría. Cerrando los ojos respondió.
—Está bien, pásame la dirección y dime a qué hora nos casaremos mañana.
—Claro, mi niña. Te la pasaré toda la información por mensaje. No cambies de opinión, ni lo dejes esperando. Además, yo me encargaré del contrato de matrimonio, para que todo sea transparente.
—Gracias, Greta, agradezco de corazón su ayuda.
Colgó la llamada y volvió a recostarse en la cama.
Al día siguiente, Ava, junto a su hermana, preparó una mochila con sus cosas más importantes. Greta le había enviado la dirección a donde debía presentarse. Se despidió de Olivia con nostalgia y con promesas de siempre estar en contacto. Luego se subió a su Fiat Panda plateado y emprendió el viaje.
Una hora después, Ava se encontraba frente a una pequeña casita, su corazón latía con fuerza mientras levantaba la mano para tocar la puerta. Apenas unos segundos después, esta se abrió, revelando a un hombre atractivo. Era alto, con una presencia imponente, y esos ojos amielados, la dejaron sin aliento. La sorpresa la paralizó, y un pensamiento fugaz cruzó por su mente: «No puedo creer que este tipo tan guapo vaya a ser mi esposo».
Intentando mantener la compostura, respiró hondo y se preparó para hablar, pero una voz ronca se le adelantó.
—¿Te quedarás echando raíces ahí o vas a pasar? —murmuró Dante con arrogancia, al ver las mejillas sonrojadas de la hermosa niña de cabello oscuro frente a él.
Ava se sobresaltó y ese comentario arruinó por completo el momento. El hombre le dio la espalda y caminó hacia el interior de la casita. Fue entonces cuando Ava comprendió que su futuro esposo era hombre odioso.
Lo siguió hasta una pequeña sala, donde lo observó sentarse en una mesa junto a otro hombre vestido con un traje negro, quien con tono profesional expresó.
—Hola, soy Fausto Jones, el abogado. Aquí tengo el documento para que ambas partes lo lean y lo firmen.
Ava sintió un nudo de nervios en el estómago ante la mirada penetrante de Dante, por lo que bajó la cabeza para evitar que él notara cuánto la intimidaba.
—Y yo soy Dante Musk, tu futuro esposo. Puedes tomar asiento —añadió él, con su voz cargada de autoridad.
Notando que ambos hombres la observaban, ella se sentó con cierta incomodidad. Tomó el documento que le extendía el abogado, pero, presa de los nervios, apenas lo hojeó antes de firmarlo. Dante no tardó en tomar el papel y estampar también su firma.
—Ahora están casados. Llevaré este documento al registro civil para formalizar su matrimonio —indicó Fausto, guardando los papeles en su maletín.
Dante estudió cada expresión de su esposa. «No es fea la mujer que me consiguió mi madre. Ahora veremos qué intenciones tiene la nueva señora Musk».
El abogado se despidió y salió de la casa.
—Así que te llamas Ava.
—Sí señor Dante.
—Estamos casados, llámame Dante. Acepté casarme contigo para devolverle un favor a la señora Greta. Me contó que debías casarte para recibir una herencia. Pero veo que no eres fea. —Dante la analizó con seriedad—. ¿Por qué no conseguiste un marido normal?
—Lo intenté muchas veces —respondió frustrada—. Pero unos no querían enredarse con la mala fama que mi padre había creado y otros simplemente mi padre los intimidaba.
Pasaron un largo rato conversando, mientras Dante, con voz tranquila pero directa, le hacía preguntas sobre su familia. Ava, aunque algo incómoda, respondió a cada una.
Finalmente, después de un breve silencio, Dante expresó con seriedad señalando con la mano una puerta.
—Ahí dormirás tú. Yo me quedaré en el sofá. —Se levantó de la silla y caminó hacia la habitación. Ava lo observó con cierta confusión, pero lo siguió en silencio.
—¡No! No quiero incomodarlo, Usted puede dormir como siempre en su cama.
—¿Acaso quieres que durmamos juntos? —respondió con malicia, mientras rebuscaba en el closet.
Ava se sonrojó y apretando su mochila respondió.
—¡Estás loco! Como crees que voy a dormir con un hombre que apenas conozco, yo puedo dormir en el sofá sin ningún problema.
Dante no le respondió. Sin decir una palabra, salió de la habitación llevando una almohada y una cobija bajo el brazo.
Mientras tanto, Ava se quedó sola en la habitación, mirando la puerta cerrarse. El silencio y la soledad en aquel espacio pequeño se hizo pesado, la hacía arrepentirse de haberse casado con un extraño. Se dejó caer en la cama con tristeza. Sus pensamientos comenzaron a llenarse de dudas y arrepentimientos.
—¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Cómo aguantare un año casada con este pedante? —comenzó a exhalar profundamente para relajarse un poco—. tranquila Ava, todo estará bien, solo tienes que ser fuerte y ser distante con este hombre. El tiempo pasa rápido.
Al día siguiente, Dante se levantó a las cinco de la mañana. Estaba furioso porque no había podido conciliar el sueño; el sofá, para él, era demasiado incómodo. Entró a la habitación en silencio y observó a la mujer dormida plácidamente y eso lo enojo aún más. Caminó hacia el clóset, sacó ropa de trabajo y salió rumbo al baño. Se desnudó y, al sentir el agua helada sobre su cuerpo, recordó a su madre y soltó un largo gruñido.—¿Por qué me metiste en este lío?Se aseó rápidamente; no quería pasar más tiempo en esa casa. Al salir, se encontró con Ava recostada en el marco de la puerta de la habitación, bostezando mientras se frotaba los ojos con una mano.—Buenos días. ¿Te vas tan temprano?—Sí, tengo dos horas para llegar al trabajo. Voy a coger el primer autobús que sale a la ciudad.—Déjame prepararte el desayuno rápido —expresó ella mientras caminaba hacia la cocina.—Gracias, pero no tengo tiempo para esperarlo —respondió secamente. Tomó del estante cerca de la puerta su billetera
Ava esperó a Dante para cenar, eran las diez de la noche y él no aparecía. Miró su reloj y, al ver que no llegaba, guardó la comida en la nevera. Se retiró a la habitación inquieta, estaba pendiente del sonido de la puerta cuando la abrieran. Sin embargo, la ansiedad de la espera y la fatiga acumulada hicieron que el sueño la venciera, y poco a poco se quedó dormida.En la madrugada, se despertó para ir al baño y, al cruzar la sala y ver el sofá vacío, la preocupación se apoderó de ella. Regresó a su habitación, con miedo de estar sola en esa casa y atormentada por no saber dónde estaba Dante.El sábado pasó el día distraída, sin saber qué hacer. No tenía su número de teléfono para llamarlo, solo quería saber si estaba bien. Sin embargo, no le quedó más remedio que esperar a que apareciera. Otra noche pasó sin que Dante llegara, y la angustia a Ava la estaba matando.El domingo por la mañana, ansiosa Ava decidió llamar a Greta quien conocía mejor a su esposo. Con voz débil y un nudo e
Ava al ver que él había terminado de comer, expresó.—Ve a descansar, yo me encargo de lavar los platos —bostezó mientras se cubría la boca con una mano. Luego añadió con suavidad—: Mañana no te vayas sin desayunar, por favor.—Está bien, gracias por la comida. Que descanses —dijo mientras se levantaba de la mesa y se dirigía al sofá. Apoyó la cabeza en la almohada y, casi al instante, el sueño lo venció.A la mañana siguiente, Dante despertó con un olor delicioso invadiendo sus fosas nasales. Se inclinó ligeramente y fijó la vista en la cocina. Desde allí pudo ver la figura de Ava de espaldas, concentrada mientras revolvía algo con una cuchara. Sus ojos brillaron con una expresión agradable, se levantó y camino hacia la cocina.—Buenos días, Ava.Ava se sobresaltó al escuchar su voz gruesa y varonil. Se giró hacia él y, con una sonrisa suave, respondió:—Ya está el desayuno. Mientras te arreglas, serviré la comida. Espero que sea de tu agrado —tímidamente bajo la cabeza y volvió su v
—Dante, eres un hombre muy guapo. Seguro pasarás la noche con una mujer más atractiva que yo. —una pregunta se asomó en su cabeza—. ¿Será que ya tienes el corazón ocupado y por eso no me miras?Haciendo una mueca de desilusión, se apresuró a colocar los alimentos en la alacena. Para despejar su mente y no pensar tonterías, buscó un vino que había comprado para una ocasión especial. Al no llegar ese día, decidió poner música y relajarse con una copa. Estando sola, ¡qué más daba!Dante terminó de revisar unos documentos y, al mirar su reloj, se dio cuenta de que ya eran las doce de la noche. Cansado, se levantó de su asiento, tomó su chaqueta y salió de la oficina. Se dirigió al estacionamiento con la intención de ir a su mansión. Al sentarse en el auto, inclinó la cabeza hacia atrás, su chofer le preguntó.—Señor, ¿lo llevo a su casa?Dante guardó silencio durante unos segundos. Por alguna razón, deseaba descansar en ese sofá incómodo. Suspiró profundamente e inclinó la cabeza, acomodá
El lunes, Dante se encontraba sentado como un rey en su gran trono.—¡¿Estás seguro?! No creo que sea buena idea dejarla sin protección —soltó Benjamín, incrédulo ante la petición de su amigo.Dante se inclinó hacia adelante, con sus ojos amielados clavados en su amigo. Señaló con un dedo hacia la herida, y con voz baja y cargada de reproche soltó.—¿De verdad crees que necesita protección? —Dejó escapar una risa amarga, como si la idea fuera un mal chiste—. Ella sabe defenderse sola, mira que lo sabe hacer muy bien.—Dante no la dejes sola, sin tu apoyo. Recuerda que su papá llegó borracho a formarle un escándalo en el restaurante para que lo cerrara y, si no fuera por la protección que le colocamos, todavía estaría merodeando el local. También esta esa persona que ha estado rondando el restaurante y haciendo preguntas sobre la familia de Ava —expresó benjamín, desconcertado por lo que había estado descubriendo sobre la procedencia de Ava.Dante movió los labios como si estuviera a p
Benjamín irrumpió en la oficina de su jefe como un rayo.—¡Dante! ¡Sofía llamó! ¡Ava está en peligro! Unos hombres armados invadieron el restaurante. Mandé un grupo de nuestros hombres apoyar a Sofia.Dante sintió que el alma se le helaba. «Si algo le pasa, será mi culpa», pensó, mientras se levantaba del sillón y, a grandes zancadas, salía de la oficina. Sin esperar el ascensor, bajó por las escaleras a toda velocidad. Llegó al estacionamiento con la legua afuera, pero eso era lo menos que le importaba, con rapidez se metió en el carro.—Llévame al restaurante de mi esposa, rápido. Necesito saber cómo está, date prisa —su voz sonaba desesperada.Luis arrancó el carro, y el trayecto transcurrió en silencio. La mente de Dante solo rogaba que fuera un susto, que ella estuviera bien.Ava, con el dolor que sentía, aprovechó que el hombre se distrajo y le dio una patada en la entrepierna, haciéndolo caer a su lado. Gateó para alejarse, pero él fue más rápido y la sujetó por una pierna.Sof
Dante rozó la punta de sus dedos por el pómulo herido de Ava.—Mira cómo dejaron tu hermoso rostro. Perdóname por ser un imbécil y no protegerte estando bajo mi dominio —murmuró con voz rota.Desesperado por llegar al hospital, le gritó a Luis.—¡Acelera! No me importa si te comes las luces, quiero llegar al hospital ya.Luis, viendo la angustia reflejada en la voz de su jefe, esquivó varios autos mientras pisaba el acelerador. Al llegar a la entrada del hospital, un enfermero tomó a Ava cuidadosamente de las manos de Dante y la colocó en una camilla.—¡Dante! Tranquilo, yo me encargo de ella —dijo Josué, intentando calmarlo antes de entrar en la sala de emergencia.En la sala de espera, Dante se paseaba de un lado a otro, cada minuto se le hacía eterno. Fue entonces cuando llegaron Benjamín y Sofía.—¿Qué te ha dicho el médico? —preguntó Benjamín con preocupación.—¡Nada! Josué no ha salido de esa maldita habitación —respondió Dante, su voz era forzada, cargada de impaciencia. Luego
—Hola, Ángela —contestó Ava perezosa, recostada en su cama, estaba a punto de conciliar el sueño cuando escuchó su teléfono móvil.—Hija, perdóname por ser tan débil. Si algo me llegará a pasar, cuida de tu hermana. Tú eres fuerte y encontrarás la felicidad al lado de alguien que realmente te demuestre amor.—¡Mamá! ¿Qué dices? ¿Sabes que no creo en el amor? ¿Dónde estás? ¿Dime ahora mismo que voy por ti? —se levantó asustada, escuchando la voz quebrada de su madre como si estuviera llorando.—¡Soy masoquista! Como continuamente me lo recriminas. Dejé mi comodidad y abandoné a mi familia por Sergio —hizo una pausa para tomar aire—-. Siempre creyendo en el amor de tu padre, he aguantado engaños y malos tratos. Pero él siempre me convence de que va a cambiar y como una ilusa vuelvo a caer. No me justifico, pero tu papá fue el único hombre al que he amado y amaré hasta la muerte.—¡Mamá! ¿Por qué dices eso ahora? ¿Viste a papá con otra mujer? —expresó con el teléfono en la oreja mientras