El lunes, Dante se encontraba sentado como un rey en su gran trono.—¡¿Estás seguro?! No creo que sea buena idea dejarla sin protección —soltó Benjamín, incrédulo ante la petición de su amigo.Dante se inclinó hacia adelante, con sus ojos amielados clavados en su amigo. Señaló con un dedo hacia la herida, y con voz baja y cargada de reproche soltó.—¿De verdad crees que necesita protección? —Dejó escapar una risa amarga, como si la idea fuera un mal chiste—. Ella sabe defenderse sola, mira que lo sabe hacer muy bien.—Dante no la dejes sola, sin tu apoyo. Recuerda que su papá llegó borracho a formarle un escándalo en el restaurante para que lo cerrara y, si no fuera por la protección que le colocamos, todavía estaría merodeando el local. También esta esa persona que ha estado rondando el restaurante y haciendo preguntas sobre la familia de Ava —expresó benjamín, desconcertado por lo que había estado descubriendo sobre la procedencia de Ava.Dante movió los labios como si estuviera a p
Benjamín irrumpió en la oficina de su jefe como un rayo.—¡Dante! ¡Sofía llamó! ¡Ava está en peligro! Unos hombres armados invadieron el restaurante. Mandé un grupo de nuestros hombres apoyar a Sofia.Dante sintió que el alma se le helaba. «Si algo le pasa, será mi culpa», pensó, mientras se levantaba del sillón y, a grandes zancadas, salía de la oficina. Sin esperar el ascensor, bajó por las escaleras a toda velocidad. Llegó al estacionamiento con la legua afuera, pero eso era lo menos que le importaba, con rapidez se metió en el carro.—Llévame al restaurante de mi esposa, rápido. Necesito saber cómo está, date prisa —su voz sonaba desesperada.Luis arrancó el carro, y el trayecto transcurrió en silencio. La mente de Dante solo rogaba que fuera un susto, que ella estuviera bien.Ava, con el dolor que sentía, aprovechó que el hombre se distrajo y le dio una patada en la entrepierna, haciéndolo caer a su lado. Gateó para alejarse, pero él fue más rápido y la sujetó por una pierna.Sof
Dante rozó la punta de sus dedos por el pómulo herido de Ava.—Mira cómo dejaron tu hermoso rostro. Perdóname por ser un imbécil y no protegerte estando bajo mi dominio —murmuró con voz rota.Desesperado por llegar al hospital, le gritó a Luis.—¡Acelera! No me importa si te comes las luces, quiero llegar al hospital ya.Luis, viendo la angustia reflejada en la voz de su jefe, esquivó varios autos mientras pisaba el acelerador. Al llegar a la entrada del hospital, un enfermero tomó a Ava cuidadosamente de las manos de Dante y la colocó en una camilla.—¡Dante! Tranquilo, yo me encargo de ella —dijo Josué, intentando calmarlo antes de entrar en la sala de emergencia.En la sala de espera, Dante se paseaba de un lado a otro, cada minuto se le hacía eterno. Fue entonces cuando llegaron Benjamín y Sofía.—¿Qué te ha dicho el médico? —preguntó Benjamín con preocupación.—¡Nada! Josué no ha salido de esa maldita habitación —respondió Dante, su voz era forzada, cargada de impaciencia. Luego
El sonido de la puerta interrumpió los recuerdos de Dante. Greta entró con pasos pausados. Al llegar junto a su hijo, le dio un beso en la mejilla y lo miro con preocupación.—Hijo, ¿cómo sigue mi nuera? —preguntó, con la voz temblorosa—. Cuando Sofía me informó de lo sucedido a Ava, casi me da un infarto.—Ahora está sedada, mamá. Hay que esperar a que despierte.Greta se llevó una mano al pecho, visiblemente afectada. No podía evitar compadecerse de la chica que yacía allí acostada, había perdido a su madre hacía tan poco tiempo y ahora enfrentarse a esta nueva tragedia.—¿Quién podría hacerle daño a una criatura tan noble?—No lo sé, mamá. Benjamín está investigando qué pasó —respondió él, con un tono más frío del que siempre poseía.Greta lo miró fijamente, con la inquietud claramente reflejada en su rostro. Con una voz cargada de tristeza balbuceó.—Hijo, eres demasiado terco. Ava es una buena mujer, y ahora que están casados, es tu deber cuidarla y protegerla.—Sofía se encargar
Ava, al ver su cara de ogro, que casi siempre le causaba gracia en vez de miedo, se relajó y no le quedó otra que mantener silencio.Dante caminó hacia el sofá. Allí se encontraba un bolso, lo tomó y sacó un vestido casual y unas zapatillas. Se acercó a la cama y le quitó la sábana que la arropaba.—Te voy a levantar, y tú te quitas la bata.Ava amplió los ojos, sorprendida. Llevaban meses casados, pero nunca se habían visto sin ropa. Mientras se sonrojaba, dijo tímidamente:—Dante, ¿no será mejor que le pidas ayuda a una enfermera?Un sentimiento de ternura invadió el corazón de Dante al ver esa cara completamente sonrojada. No dijo nada, colocó las cosas sobre la cama y salió de la habitación.Cinco minutos después, entró una enfermera a la habitación y la ayudó a cambiarse. La enfermera salió y le informó a Dante que Ava ya estaba lista. Él entró en silencio, la cargó con delicadeza, la sentó en una silla de ruedas y salieron de la habitación.En el exterior del hospital, los esper
Dante la ayudó a girarse. Alzó su camisa hasta el principio de la columna vertebral y se maldijo al ver los moretones dispersos por su espalda. Colocó la pomada en sus manos y comenzó a esparcirla, recorriendo cada parte con cuidado. No pudo evitar estremecerse al sentir la suavidad de su piel. Su mente se nubló y sus ojos se oscurecieron, sintiéndose como un lobo hambriento ante su presa.Posteriormente, la ayudó a girarse para que se recostara. En el movimiento, sus frentes chocaron, quedando demasiado cerca. Sus miradas se conectaron. Dante se inclinó más hasta que la punta de su nariz rozó la de ella, y entonces la besó suavemente en los labios.Ava abrió los ojos grandemente por la sorpresa, pero no se alejó. Al contrario, cerró los ojos, dándole permiso para que continuara. Dante acercó sus labios aún más, invadiendo su boca. Su lengua rozó la de ella, y Ava respondió con suavidad, creando un baile íntimo entre ambos que arrancó un leve jadeo de él. Durante unos instantes, el mu
Al día siguiente, Ava regresó al restaurante. Sofía, al verla entrar, le dio un efusivo abrazo y comenzó a ponerla al día sobre todo lo sucedido durante su ausencia: los nuevos clientes, las historias que cada uno traía consigo. Pasaron el día conversando entre risas y anécdotas, por un momento un pensamiento cruzó por la mente de Ava, recordando a su salvador.—¿Has visto a la persona que me salvó el día del robo? —preguntó, con un deje de inquietud en la voz—. ¿Ha aparecido por aquí? Quiero conocerlo y darle las gracias.Sofía, ladeó la cabeza de un lado a otro y respondió.—No ha venido al restaurante, pero una vez cerré tarde y lo vi caminando cerca de la plaza. Estaba lejos y no logré alcanzarlo.—Entonces, ¿me acompañas después de cerrar a buscarlo? me urge conocerlo.Al caer la tarde, después organizar todo en el local, cerraron y se encaminaron hacia la plaza. Caminaban cuando Sofía se detuvo abruptamente, agarró a Ava del brazo y le susurró con entusiasmo.—¡Ava! Creo que el
Dafne llegó al edificio con la respiración entrecortada, frotándose los brazos en un intento de mitigar el frío. Sacó su teléfono móvil de la cartera y, justo cuando marcaba para llamar a su hermano, un golpe repentino la alcanzó por la espalda, haciendo que soltara el teléfono. Este cayó al suelo en tres partes: la pila, por un lado; la tapa, por otro; y el cuerpo del teléfono en el centro, esparciéndose por el frío pavimento.Se quedó sorprendida por su desgracia. Se agachó rápidamente, apoyando las rodillas en el suelo, y comenzó a recoger lo que quedaba del teléfono.—¿Se encuentra bien? —preguntó una voz, interrumpiendo su desesperación por juntar las piezas del teléfono.Dafne, frustrada colocó la pila, pero el teléfono seguía sin encenderse. Enojada, le dio pequeños toques, pero nada. Pensó para sí misma: «¿Cómo le aviso a Hermes que no voy a llegar y que tranquilice a mamá?»—Señorita, no sea maleducada, al menos conteste. Los jóvenes de hoy ya no saben ser educados —comentó a