Greta reflexionaba en silencio, buscando la manera adecuada de decirle a su hijo que había encontrado la esposa perfecta para él. Una joven hermosa, diferente a aquella mujer que, le había causado tanto daño y destruido su imagen ante la sociedad.
—¡Dante! Como tu madre, sabes que siempre hago las cosas por tu bien.
—¿Qué está pasando por esa cabecita? —expresó él, volviendo a su expresión fría.
—Quiero que te cases con la hija de mi difunta amiga Ángela —dijo Greta, con tono serio, buscando captar la atención de su hijo—. Ava, tiene 20 años, sé que es joven para ti, pero vive con un padre desalmado y borracho, que no tiene el más mínimo interés en el sufrimiento de ella ni de su hermana. —Hizo una pausa, observando la reacción de Dante antes de continuar—. Para acceder a los bienes de su madre, debe estar casada durante un año. Ese hombre ha espantado a todos sus pretendientes, y la situación es insoportable, las está dejando sin nada. Tú podrías ayudarla, Dante.
—¿Qué crees que soy, mamá? ¿Un héroe que salva damiselas en apuros?
—Dante, no seas grosero conmigo. La encontré llorando exasperada frente a la tumba de su madre. Escuché lo que está pasando y un marido es la única forma de que salga del yugo de su padre. Además, después de lo que te hizo Lorena, tú necesitas sanar tu corazón y limpiar tu imagen en la sociedad.
—No necesito ninguna mujer, y menos me interesa lo que piense la gente de mí. ¡Mi respuesta es NO! —exclamó Dante, con firmeza, cruzando los brazos y mirando a su madre sin vacilar. Pero al ver la mirada suplicante de Greta, su tono de voz se suavizó un poco, aunque seguía siendo tajante—. Madre, ¿por qué ofreces ayuda a una desconocida? Aunque sea hija de tu amiga, llevas años sin saber nada de ella, como me has contado. Tú no sabes cómo son sus hijas. Si salieron a su padre, esta Ava podría ser solo una interesada que busca casarse con un millonario. ¿Por qué arriesgarte por alguien que ni siquiera conoces? Mejor deja que sigan con su vida.
—Mi amor, ella no sabe nada de mi procedencia. Además, tengo buen ojo para ver el corazón de las personas, y esta niña tiene el alma pura de su madre. ¡Piénsalo! Solo será un año de matrimonio. A cambio, te cederé las acciones de tu abuelo y el control total de la empresa. Si no lo haces, venderé mis acciones y dejarás de ser el accionista mayoritario. Sabes que soy capaz de hacerlo —Hizo una pausa observando la reacción de Dante, al ver que solo la miraba, suavizo su voz y con un tono de tristeza continuó—. ¿Crees que no me dolió ver cómo te dejó Lorena, destruido, casi sin alma, y lo mucho que te costó levantarte?
Dante frunció el ceño, al escuchar esas últimas palabras.
—Madre, lorena es parte de mi pasado y no quiero volver a tocar ese tema con nadie. En cuanto a la empresa ¿Me estás amenazando con quitarme el legado de mi abuelo, por el que sacrifico mi tiempo para sacarlo adelante?
—Dante, por favor. Tú necesitas una esposa y Ava un marido —repitió Greta, conociendo lo testarudo que era su hijo.
—¡No la conozco, mamá! ¿Acaso la chica es fea? ¿Por qué ningún hombre quiere casarse con ella? Que entre a internet y busque marido ahí.
—Dante, ¡qué insensible eres! Como si fuera tan fácil —Greta sintió que la cabeza le iba a explotar por lo terco que era su hijo—. Ángela fue una amiga a la que no ayudé en su momento. Le di la espalda al casarme. Si debo ayudar a su hija, lo haré. Solo te pido un año de matrimonio, el tiempo pasará rápido. Por favor, hijo, hazlo por mí. —Greta suspiró varias veces y, con cara de súplica, continuó—. ¡Pon con las condiciones que quieras!
Dante se quedó en silencio analizando la situación. Ya conocía la historia de la amiga de su madre. Pensó: “Si esta mujer busca aprovecharse de mi madre, no lo permitiré. Primero la meteré en la cárcel.”
Finalmente, levantó la mirada y respondió:
—Está bien. Dices que ella no sabe nada de ti, así que tengo dos condiciones: la primera, seré un simple chofer de encomiendas que vive en una casucha, y ella tendrá que vivir conmigo ahí. La segunda, seré yo quien decida cuándo divorciarnos. Si descubro que todo esto es mentira, me divorciaré de inmediato.
Greta, al escuchar la respuesta de su hijo, sonrió emocionada. Su rostro se iluminó de satisfacción, y sin perder tiempo, se levantó rápidamente antes de que su hijo pudiera cambiar de opinión.
—¡Me alegra que ayudes a Ava! Yo me encargaré de hablar con el abogado y establecer las condiciones del matrimonio. Llamaré a mi nuera para darle la noticia.
Con pasos rápidos, se acercó a Dante y lo abrazó. Luego, se apartó de él con prisa, saliendo de la oficina con una sonrisa victoriosa. Había logrado lo que se había propuesto.
Dante la observó desaparecer por la puerta mientras se pasaba una mano por la sien, frustrado. No dejaba de pensar que había aceptado la mayor idiotez de su vida. Ahora de solo pensar en matrimonio su cabeza le dolía.
Por otro lado, Ava, al llegar a su casa, subió las escaleras directo a su habitación. Al abrir la puerta, se asustó al ver a su padre sentado en la cama. Tragó saliva al notar su semblante serio; sabía que no estaba allí para nada bueno.
—Sergio, ¿qué haces en mi habitación?
—¡Ava! Necesitamos hablar.
—¿Y ahora qué pasó, Sergio? —preguntó, con un tono cargado de desdén—. No puede ser nada bueno si estás aquí. —Arrugó la cara con evidente disgusto, dejando claro que no tenía ganas de tratar con él en ese momento.
—Soy tu padre, y te informó que aposté esta casa y perdí la apuesta. —soltó con tranquilidad.
—¿Qué hiciste? ¿Qué? —ella soltó una risa nerviosa—. Esto tiene que ser una broma, ¿verdad? Recuerda que esta casa es el patrimonio de mamá para Olivia.
—Me metí en problemas y puse esta casa como garantía. Como Olivia es menor de edad, yo decido por ella. —Soltó, sin remordimiento—. En dos días debemos desalojarla.
La fría confesión dejó a Ava sin palabras. Sergio, al tener acceso al dinero de su esposa, había sucumbido a la adicción al juego. Después de perder todo el dinero de la cuenta familiar, su vicio lo llevó a apostar la casa.
—¡No, no, no! Eso no puede ser verdad —negaba con la cabeza mientras su voz temblaba—. ¡Aquí están los recuerdos de mamá! ¡Eres un maldito desgraciado, Sergio! —gritó furiosa.
Sergio, al ver la altanería y el reproche en los ojos expresivos de su hija, se levantó enfurecido. Cruzó la habitación en dos largas zancadas y, sin pensarlo dos veces, le propinó una cachetada.
—¡Vas a respetarme! Soy tu padre y tengo la custodia de Olivia. Si no daba esta casa como garantía, les habrían hecho daño. ¿Eso quieres? Vamos a alquilar una habitación en una residencia y solo llevaremos nuestra ropa.
—¡Lárgate de mi habitación! ¡No quiero seguir escuchándote!
Sergio salió sin mirar atrás, dejando a Ava sola, con lágrimas acumulándose en sus ojos. Se llevó la mano a la mejilla, frotándola con suavidad, como si intentara borrar el dolor que sentía en el corazón. No podía creer que su propio padre pudiera ser tan cruel, que sus vicios estuvieran por encima de ellas.
Ava no sabía qué hacer. No podía creer que se habían quedado sin casa. Se estremeció al escuchar una voz suave detrás de ella.—Ava, desde que mamá murió y veo a papá llegar borracho cada noche, me siento como una extraña en esta casa. —Hizo una pausa, mirando al suelo como si buscara fuerzas para continuar—. Después de la escuela, prefería vagar sin rumbo antes que regresar aquí. Al no ver a mamá, siento un dolor tan fuerte en el alma que apenas puedo soportarlo. Ahora Zoe me invita a su casa, y su madre me trata con respeto y cariño, algo que aquí ya no siento —Respiró hondo, como si las palabras que estaban por salir le costaran demasiado—. Después de múltiples conversaciones con Cecilia, he decidido irme a vivir con ellas hasta que termine la preparatoria. Ya pronto seré mayor de edad. Con esto, Ava, quiero decirte que no iré con ustedes.Ava estaba impactada por las palabras de su hermana. Volteó lentamente y, sin pensarlo, la tomó de los hombros y la abrazó con fuerza.—Oli, per
Al día siguiente, Dante se levantó a las cinco de la mañana. Estaba furioso porque no había podido conciliar el sueño; el sofá, para él, era demasiado incómodo. Entró a la habitación en silencio y observó a la mujer dormida plácidamente y eso lo enojo aún más. Caminó hacia el clóset, sacó ropa de trabajo y salió rumbo al baño. Se desnudó y, al sentir el agua helada sobre su cuerpo, recordó a su madre y soltó un largo gruñido.—¿Por qué me metiste en este lío?Se aseó rápidamente; no quería pasar más tiempo en esa casa. Al salir, se encontró con Ava recostada en el marco de la puerta de la habitación, bostezando mientras se frotaba los ojos con una mano.—Buenos días. ¿Te vas tan temprano?—Sí, tengo dos horas para llegar al trabajo. Voy a coger el primer autobús que sale a la ciudad.—Déjame prepararte el desayuno rápido —expresó ella mientras caminaba hacia la cocina.—Gracias, pero no tengo tiempo para esperarlo —respondió secamente. Tomó del estante cerca de la puerta su billetera
Ava esperó a Dante para cenar, eran las diez de la noche y él no aparecía. Miró su reloj y, al ver que no llegaba, guardó la comida en la nevera. Se retiró a la habitación inquieta, estaba pendiente del sonido de la puerta cuando la abrieran. Sin embargo, la ansiedad de la espera y la fatiga acumulada hicieron que el sueño la venciera, y poco a poco se quedó dormida.En la madrugada, se despertó para ir al baño y, al cruzar la sala y ver el sofá vacío, la preocupación se apoderó de ella. Regresó a su habitación, con miedo de estar sola en esa casa y atormentada por no saber dónde estaba Dante.El sábado pasó el día distraída, sin saber qué hacer. No tenía su número de teléfono para llamarlo, solo quería saber si estaba bien. Sin embargo, no le quedó más remedio que esperar a que apareciera. Otra noche pasó sin que Dante llegara, y la angustia a Ava la estaba matando.El domingo por la mañana, ansiosa Ava decidió llamar a Greta quien conocía mejor a su esposo. Con voz débil y un nudo e
Ava al ver que él había terminado de comer, expresó.—Ve a descansar, yo me encargo de lavar los platos —bostezó mientras se cubría la boca con una mano. Luego añadió con suavidad—: Mañana no te vayas sin desayunar, por favor.—Está bien, gracias por la comida. Que descanses —dijo mientras se levantaba de la mesa y se dirigía al sofá. Apoyó la cabeza en la almohada y, casi al instante, el sueño lo venció.A la mañana siguiente, Dante despertó con un olor delicioso invadiendo sus fosas nasales. Se inclinó ligeramente y fijó la vista en la cocina. Desde allí pudo ver la figura de Ava de espaldas, concentrada mientras revolvía algo con una cuchara. Sus ojos brillaron con una expresión agradable, se levantó y camino hacia la cocina.—Buenos días, Ava.Ava se sobresaltó al escuchar su voz gruesa y varonil. Se giró hacia él y, con una sonrisa suave, respondió:—Ya está el desayuno. Mientras te arreglas, serviré la comida. Espero que sea de tu agrado —tímidamente bajo la cabeza y volvió su v
—Dante, eres un hombre muy guapo. Seguro pasarás la noche con una mujer más atractiva que yo. —una pregunta se asomó en su cabeza—. ¿Será que ya tienes el corazón ocupado y por eso no me miras?Haciendo una mueca de desilusión, se apresuró a colocar los alimentos en la alacena. Para despejar su mente y no pensar tonterías, buscó un vino que había comprado para una ocasión especial. Al no llegar ese día, decidió poner música y relajarse con una copa. Estando sola, ¡qué más daba!Dante terminó de revisar unos documentos y, al mirar su reloj, se dio cuenta de que ya eran las doce de la noche. Cansado, se levantó de su asiento, tomó su chaqueta y salió de la oficina. Se dirigió al estacionamiento con la intención de ir a su mansión. Al sentarse en el auto, inclinó la cabeza hacia atrás, su chofer le preguntó.—Señor, ¿lo llevo a su casa?Dante guardó silencio durante unos segundos. Por alguna razón, deseaba descansar en ese sofá incómodo. Suspiró profundamente e inclinó la cabeza, acomodá
El lunes, Dante se encontraba sentado como un rey en su gran trono.—¡¿Estás seguro?! No creo que sea buena idea dejarla sin protección —soltó Benjamín, incrédulo ante la petición de su amigo.Dante se inclinó hacia adelante, con sus ojos amielados clavados en su amigo. Señaló con un dedo hacia la herida, y con voz baja y cargada de reproche soltó.—¿De verdad crees que necesita protección? —Dejó escapar una risa amarga, como si la idea fuera un mal chiste—. Ella sabe defenderse sola, mira que lo sabe hacer muy bien.—Dante no la dejes sola, sin tu apoyo. Recuerda que su papá llegó borracho a formarle un escándalo en el restaurante para que lo cerrara y, si no fuera por la protección que le colocamos, todavía estaría merodeando el local. También esta esa persona que ha estado rondando el restaurante y haciendo preguntas sobre la familia de Ava —expresó benjamín, desconcertado por lo que había estado descubriendo sobre la procedencia de Ava.Dante movió los labios como si estuviera a p
Benjamín irrumpió en la oficina de su jefe como un rayo.—¡Dante! ¡Sofía llamó! ¡Ava está en peligro! Unos hombres armados invadieron el restaurante. Mandé un grupo de nuestros hombres apoyar a Sofia.Dante sintió que el alma se le helaba. «Si algo le pasa, será mi culpa», pensó, mientras se levantaba del sillón y, a grandes zancadas, salía de la oficina. Sin esperar el ascensor, bajó por las escaleras a toda velocidad. Llegó al estacionamiento con la legua afuera, pero eso era lo menos que le importaba, con rapidez se metió en el carro.—Llévame al restaurante de mi esposa, rápido. Necesito saber cómo está, date prisa —su voz sonaba desesperada.Luis arrancó el carro, y el trayecto transcurrió en silencio. La mente de Dante solo rogaba que fuera un susto, que ella estuviera bien.Ava, con el dolor que sentía, aprovechó que el hombre se distrajo y le dio una patada en la entrepierna, haciéndolo caer a su lado. Gateó para alejarse, pero él fue más rápido y la sujetó por una pierna.Sof
Dante rozó la punta de sus dedos por el pómulo herido de Ava.—Mira cómo dejaron tu hermoso rostro. Perdóname por ser un imbécil y no protegerte estando bajo mi dominio —murmuró con voz rota.Desesperado por llegar al hospital, le gritó a Luis.—¡Acelera! No me importa si te comes las luces, quiero llegar al hospital ya.Luis, viendo la angustia reflejada en la voz de su jefe, esquivó varios autos mientras pisaba el acelerador. Al llegar a la entrada del hospital, un enfermero tomó a Ava cuidadosamente de las manos de Dante y la colocó en una camilla.—¡Dante! Tranquilo, yo me encargo de ella —dijo Josué, intentando calmarlo antes de entrar en la sala de emergencia.En la sala de espera, Dante se paseaba de un lado a otro, cada minuto se le hacía eterno. Fue entonces cuando llegaron Benjamín y Sofía.—¿Qué te ha dicho el médico? —preguntó Benjamín con preocupación.—¡Nada! Josué no ha salido de esa maldita habitación —respondió Dante, su voz era forzada, cargada de impaciencia. Luego