P.O.V. ANNIE BECKER
Mi mente es un completo caos. Un laberinto de pensamientos confusos donde sobresale una imagen: la sonrisa serena y la mirada profunda de unos ojos azules que me atraviesan el alma. Sé que estuve casada… lo sé porque en mi dedo aún llevo una argolla de matrimonio. Con el nombre de Jarek Ferguson. Y si eso no bastara, el registro civil lo confirma… Además, como si la vida no se cansara de recordármelo, la maldita de mi exsuegra y su hermana siguen siendo un grano en el trasero. Pero no tengo recuerdos claros. Solo momentos fugaces. No sé si fuimos felices, si nos amamos, si alguna vez me sentí segura entre sus brazos. Solo me llegan destellos: él jugando con mis amados perros, acariciándolos con ternura, hablándoles como si fueran parte de su alma. Yo, observándolo desde la distancia, sintiendo que quizá… solo quizá, alguien como él no podría hacerme daño. En mi mente está la imagen de esa maldita mujer, ella es una bruja completa, golpeando sin piedad a mis cachorros si no se movían al ritmo que ella deseaba. Él los acariciaba como si entendiera su alma; ella los trataba como si fueran animales salvajes a los que quería domar y mostrar quién mandaba. Aun después de siete años, esas malditas mujeres siguen atormentándome. Culpándome por la tragedia en la que murieron Jarek y mis padres… Sé, por mis amigos del alma, que fue un fatídico accidente de tránsito, donde la furia de la naturaleza también tuvo que ver, pero no recuerdo absolutamente nada. ¿Cómo sobreviví? No tengo idea. Mi mente es un malditø punto en blanco. Solo aparecí en la puerta del apartamento de mis amigos, empapada, con la ropa hecha jirones, temblando bajo la lluvia. No sé cuánto caminé… ni si alguien me llevó. Todo es una laguna. Los psiquiatras dicen que mi mente bloqueó esos recuerdos dolorosos, que tal vez algún día regresen a mí. Raiza quiso culparme, pero no había pruebas. Ni siquiera sus cuerpos, ya que fueron arrastrados por la corriente del río y hasta el día de hoy no se han encontrado. Pero ellas, desde entonces, han dedicado su vida a joderme y acorralándome. No sé la razón por la que no soporto la cercanía de ningún hombre… salvo la de Salvador, mi amigo del alma desde la infancia. Otro gran misterio en mi vida: no sé cómo estuve casada y no tuve relaciones. Son tantas las preguntas en mi mente… ¿POR QUÉ NO SOPORTO EL ROCE DE UNAS MANOS DEL SEXØ OPUESTO? ¿POR QUÉ MI CUERPO TIEMBLA ANTE LA MÁS MÍNIMA CERCANÍA…? Quiero ser madre, mi reloj biológico está corriendo. Así que tomé la decisión de realizarme una inseminación. Voy rumbo a la clínica; escogí la mejor y más discreta. Además, me garantizaron que el esperma cumple con los requisitos que solicité. —Aquí, Tierra llamando a Saturno… Ann, despierta, llegamos —la voz de Salvador me arranca de mis pensamientos. Pego un pequeño brinco saliendo de mi mundo mental. —¡Ay, madre mía! Qué susto me has dado —digo, tomando mi pecho. Él baja la mirada, sintiéndose culpable por mi sobresalto. —Disculpa, no fue mi intención asustarte. Sonrío, porque Salvador siempre se culpa de todo, como si mi vida fuera su responsabilidad. —Deja de culparte, el problema es mío. La que venía distraída soy yo. —No sé para qué gastas tu saliva si él siempre es igual de zonzo —dice Júpiter, haciendo un gesto con los labios. —¿Por qué siempre tienes que ser tan entrometida? —le recrimina Salvador, lanzándole una mala mirada. Niego con la cabeza. Estos dos parecen niños pequeños, siempre discutiendo. —Ustedes dos, deténganse y dejen la peleadera… par de bebés. Se miran, lanzándose miradas de odio fingido mientras se cruzan de brazos. —Voy a ir a realizarme los exámenes. Mientras tanto, ayúdame —dirijo mi mirada a mi amigo— a averiguar todo lo respecto al trabajo que me ofreció Arón Woolf, el dueño de los viñedos. Él asiente. —¿Quieres que te acompañe? —pregunta Júpiter, mostrando una sonrisa tierna. Ella es ruda con todos… menos conmigo. Por el contrario, conmigo es demasiado protectora. No está de acuerdo con mi decisión, pero la respeta. Y eso se lo agradezco. —No, esto es algo que quiero hacer sola. Además, hoy solo serán unos cuantos pinchazos —respondo, haciendo gestos de horror de solo pensar en las agujas. —Por eso debo acompañarte. Con el terror que le tienes a las agujas, hasta te desmayas. —No, esto es algo que quiero hacer sola —replico y bajo casi corriendo del automóvil, antes de que encuentre alguna otra excusa para acompañarme. Aceptar la oferta de trabajo en ese lugar me ayudará a desaparecer del radar de Raiza y tener a mi hijo en paz. Busqué información sobre el lugar: todas las reseñas son excelentes. La mayoría de las tierras son de Arón Woolf y, según aparece, es un hombre correcto, comprometido con sus empleados. No hay fotos de él por ningún lado. Voy sumida en mis pensamientos cuando choco contra lo que parece un muro de acero. Caigo sobre mi trasero y, al alzar la vista, me quedo sin aliento: es el hombre más hermoso que he visto en mi vida. Sus ojos azules son hipnóticos, su aroma embriagador, su porte… imponente. Hay algo en esa mirada que no se siente nuevo. Como si esos ojos ya me hubieran mirado antes. "¡Oh, Dios! Creo que estoy teniendo un orgasmo visual. ¿Eso existe? Si no, lo acabo de inventar." —Señorita, disculpe. Venía distraído —dice él. Su voz hace que mi tanga se empape. “Debo dejar de andar con Jup”, me reprocho, dándome una bofetada mental. Antes de que note mi rostro encendido y mi expresión de loba en celo, respiro hondo, tomo impulso y me levanto del suelo, adentrándome en el primer consultorio que veo. Necesito enfriar mi cuerpo. Casi me lo comø con la mirada. "¡Ann, reacciona! ¡Esa no eres tú! Parecías una zorra a punto de saltarle encima." Cierro la puerta rápidamente, recargándome sobre ella. —¿Señorita, se le ofrece algo? —pregunta la enfermera que está en el consultorio. Recobro un poco el aliento y respondo: —Discúlpeme por irrumpir así —digo, tratando de disimular—. Pensé que este era el consultorio de la doctora Vanegas. —El consultorio de la doctora queda en el siguiente piso —ella, muy amable, me da las indicaciones. Pero aún no me siento lista para salir. Me aterra encontrarlo de nuevo. —¿Me podría regalar un vaso de agua? No sé si por el afán, me siento algo mareada. —Por supuesto —me lo alcanza con una sonrisa. "Annie, además de ser una gallina, eres una mentirosa. Te vas directito al infierno", me reprocho mentalmente. Respiro. Debo concentrarme en lo que vine a hacer. —¿Y si lo vuelves a encontrar? —me pregunto entre dientes sintiendo mi cuerpo vibrar —¿Y si tu destino tiene nombre, ojos azules… y una sonrisa capaz de volverte una tarada? —sigo con mi interrogatorio hablando sola como una maldita loca. —Me lanzaré como una maldit4 perra en celø.Narrador Omnipresente: —¡Thor, malditø lobo! Sé que tuviste que ver ahí. Deja de jugar conmigo y responde —gruñe el Alfa, siendo ignorado por completo. ***Hace los negocios que tenía planeados, audita las manadas y realiza algunas recomendaciones, aunque hay una que lo tiene inquieto, cosas que no le cuadran, así que eso le llevará más días de los que tenía pensados. Debe investigar.Lennon le ha confirmado que Annie aceptó el cargo.Quisiera tenerla lejos, pero sí, en realidad desea neutralizar a su madrastra y evitar que Raiza y Reina se enfrenten con su madre, ya que ellas quieren arrancarle los ojos y lanzársela a los tiburones. Debe crear una alianza con la humana.Por su parte, Annie se realizó los exámenes y ahora debe seguir las indicaciones del médico para preparar su vientre para el futuro embarazo. Por ello, ha pospuesto su viaje mientras le realizan la inseminación.Arón está de un genio que se lo llevan los mil demonios.Su lobo es un bandido que, desde que vio a esa h
Narrador Omnipresente.—Oh… me pareció ver un lindo lobito —escucha esa voz tan femenina, tan endemoniadamente provocadora, que hace que Thor gruña de deseo. Oye pasos acercarse. El colchón se hunde apenas. —Dime, lindo lobito, ¿deseas que te ayude con tu problemita?Siente su mano acariciando su entrepierna. Un toque leve… pero devastador.Antes de que pueda decir algo más, Arón se incorpora, con los ojos llenos de deseo. Su naturaleza salvaje lo domina. Se lanza a besarla, con una necesidad primitiva, cruda. Sus labios se apoderan de los de ella con fuerza, sin delicadeza, sin freno. Es un beso cargado de necesida y desesperación.Arón recorre con sus manos sus curvas, explorando con urgencia. El fuego lo consume, y sin paciencia ni la más mínima sutileza, le arranca las prendas, dejándola solo con una pequeña tanga negra que apenas cubre lo esencial. Su mirada recorre esa piel azulada, brillante como la noche, esos ojos púrpura que lo han atormentado en sueños.—Uy… el lindo l
P.O.V ArónDespierto. No sé cuánto tiempo he dormido, solo sé que he tenido las noches y los días más ardientes que un hombre puede vivir. Ahora que mis hormonas están calmadas, aunque mis deseos por volver a sentir su piel persisten. Pero debo contenerme y hablar con ella."Quiero pedirle que sea mi Luna… Mi reina."Al recordar su aroma, sé que no es una loba. Sus ojos… son los de una criatura mitológica. Y muero por volver a tenerla entre mis brazos… por volver a recorrer cada rincón de su cuerpo.Intento acomodarme.Caperucita ha drenado todas mis fuerzas. Ni con el entrenamiento más brutal me habían dolido tanto los músculos. Thor aún sigue agotado, por eso ni siquiera puede ayudarme con el dolor de mi cuerpo.—¡Mierd4! —gruño al levantarme e intentar dar el primer paso. Mis piernas duelen despiadadamente, pero este dolor… este maldito dolor vale cada segundo con mi potra salvaje.Caperucita es un nombre demasiado tierno para mi diosa indomable.Ahora que lo pienso, las única
—Potra, ¿dónde carajos estás? —se pregunta para sí. **** En el apartamento de Annie. —¡Annie, maldit4! ¡Eres una mala amiga! —grita Júpiter mientras la mueve buscando despertarla. —Déjame dormir otro ratito, mami —responde adormecida Ann. —¿Cuál, mami? Si eres una perr4 que se la pasó follandø todo el fin de semana y lo que más me duele es que no me llevaste —la recrimina, arrojándole un vaso de agua sobre el rostro. Annie siente cómo el agua helada cae sobre su cara y se sobresalta, abriendo sus ojos por completo. Se siente desorientada y poco a poco va acomodando su visión. —¿Por qué me echaste agua? ¡Te has enloquecido! —le reclama, abriendo sus ojos como platos. —Sí que eres descarada —dice Júpiter, cruzándose de brazos—. ¿Dime quién es? ¿Dónde lo conociste? —pregunta, levantando una ceja mientras se sienta al borde de la cama. —¿De qué hablas? —responde con una pregunta. Quiere levantarse y alejarse de su amiga, pero sus piernas no le responden al intentar pararse
P.O.V Annie —¡Basta! —grito, echándolos de mi habitación. Tengo que aguantar a Salvador y su santurronería. Me mira a los ojos, buscando algo en mí. Luego se secreta con Júpiter. Eso me ofusca muchísimo. "Es mi vida, y si quiero andar de puta abriendo las piernas, es mi problema". Los aprecio, son mis mejores y únicos amigos, pero si se comportan así por un simple sueño… Aunque intenso… Fogoso. Casi real. Como ningún otro. No quiero imaginar el día que suceda. Salgo de mi apartamento hecha una saiyajin. La furia corre por mi cuerpo, pero debajo del enojo hay algo más: un vacío sordo que me pesa en el pecho. Hoy debería estar acompañada, sentirme fuerte… pero estoy sola. Más sola que nunca y siento que me puedo quebrar. Lo sé, parezco demente… Paso de la risa al llanto, de la calma a la furia, y lo peor es que ando como gata en celo. Literal. No es normal. Pienso que deben ser esas malditas vitaminas las que me tienen así, con la libido por los cielos y durm
La doctora termina el procedimiento. —Annie, te vas a quedar recostada un par de horitas reposando y luego ya te puedes marchar —le indica la ginecóloga con voz suave, sin dejar de observarla con ternura. Ella asiente, con una expresión tranquila, aunque algo distraída, como si su mente estuviera en otro sitio. —¿Me puedes pasar mi celular? La doctora toma su bolso y se lo alcanza con una sonrisa cálida. —Recuerda mantener la calma —le dice mientras le acaricia el brazo con un gesto afectuoso, transmitiéndole paz. Annie toma el teléfono y revisa las notificaciones. Hay llamadas perdidas de sus amigos ingratos… y un mensaje de Júpiter: «Estamos afuera. Dile a la doctora que nos deje pasar». Ella sonríe. Sabía que no la dejarían sola, aunque eso no significa que los perdone tan fácilmente. Que esperen un rato más afuera. Sigue revisando hasta que aparece otro mensaje, esta vez del señor Lennon: «Gracias, señorita Becker, por aceptar el trabajo. La cabaña que le ofrecimos ya est
Annie se aleja. Iba directo a su cabaña, pero algo dentro de ella cambia de idea.Camina por los viñedos, charla con algunos trabajadores. Se siente también en ese lugar.A la hora del almuerzo va con ellos a la cafeteria a comer. Le cuentan que quien maneja el lugar es un hombre muy gentil y amable.Se siente como en casa, aunque extraña a sus dos ingratos amigos. Nunca ha logrado entender por qué se pierden por meses y luego aparecen como si solo fueran unos días, o tan solo horas.Además, nunca sabe a dónde van. Siempre la evaden cuando pregunta.Odia esos misterios, pero respeta sus vidas privadas.Sus pasos la llevan al lago, como si el viento mismo la empujara hacia allá.El paisaje es tan bello que quiere recorrerlo y aprovechar para respirar aire puro. El aire huele a lavanda y tierra húmeda. Las hojas susurran con el viento. Todo parece suspendido en un instante perfecto... hasta que un estruendo rompe la calma.Un caballo, salvaje y desbocado, galopa directo hacia ella. El
Annie está sumida en un profundo sueño, su cuerpo se mueve inquieto.Su mente navega entre las sombras del pasado… o tal vez una pesadilla.Un presentimiento oscuro recorre su espina dorsal, provocándole un escalofrío que le hiela la piel.—¿Estás seguro de viajar? —pregunta Annie con voz temblorosa. Hay algo en su actitud que no reconoce en sí misma—. No me siento bien…Es interrumpida por la mirada penetrante de Jarek, acompañada del gesto despectivo de su suegra, Raiza. Annie baja la cabeza, rindiéndose con sumisión, y sube al automóvil sin protestar.—Preciosa, sonríe. Tus padres vienen en el otro coche y no quiero que mis suegros piensen cosas que no son —dice Jarek mientras acaricia el rostro de Annie con una ternura que solo busca disfrazar su control.¿Cuánto más tiempo podré mantener esta farsa?, piensa, sin borrar la sonrisa. Mientras Arón no sepa dónde está, sigo ganando esta guerra silenciosa.Al saber que sus padres están cerca, se siente más tranquila y segura. Así que l